San Juan el Misericordioso, Patriarca de Alejandría; San Nilo el sinaíta

San Juan el Misericordioso, Patriarca de Alejandría, nació en Chipre en el siglo séptimo dentro de la familia de un dignatario importante llamado Epifanio. Por el deseo de sus padres, decidió casarse y tener hijos. Cuando su esposa e hijos fallecieron, decidió convertirse en monje. Era estricto en sus ayunos y oraciones y sentía un gran amor por aquellos que lo rodeaban.

Su celo espiritual le hicieron ganar honor entre los hombres, y hasta el emperador lo admiraba. Cuando el trono patriarcal de Alejandría quedó vacante, el Emperador Heraclio y todos los clérigos suplicaron a San Juan que ocupara el mismo.

San Juan dignamente asumió su servicio episcopal, dedicándose al cuidado moral y dogmático de su rebaño. Como Patriarca denunció cada herejía y consiguió que se retirara de Alejandría un monofisita llegado de Antioquia llamado Filonio. Consideró la caridad y el ayudar a aquellos en necesidad como su principal tarea. En los comienzos de su servicio patriarcal ordenó a sus colaboradores elaborar una lista con todos los pobres y necesitados de Alejandría, los cuales llegaban a casi siete mil personas. San Juan ordenó que todos aquellos que se encontrasen en infortunios recibieran cada día algo de comer y que fuera la iglesia quien los alimentara.

Juan nunca rechazó a los que venían a pedirle. Un día, cuando visitaba a un enfermo, encontró en su camino a un hombre pobre a quien le entregó seis monedas de plata. El hombre pobre se cambió de ropas, corrió hasta el Patriarca nuevamente y le volvió a pedir limosnas. El santo le entregó nuevamente seis monedas de plata. Cuando el suplicante volvió a pedir por tercera vez limosnas, y quienes ayudaban al Patriarca lo quisieron alejar, San Juan solo dijo: “dadle doce monedas de plata, talvez es Cristo poniéndome a prueba”.

San Juan, fue un hombre estricto en sus oraciones y un asceta constante, no dejaba de preocuparse por su alma y su muerte. Ordenó le prepararan un féretro para sí mismo, pero le pidió a quien lo hacía que no lo terminara. Finalmente fue llevado a acompañar al gobernador Nicetas en su visita al emperador de Constantinopla. En su camino para visitar al rey, soñó que un hombre vestido con ornamentos resplandecientes le decía: “el Rey de reyes te llama”. Viajó entonces a Chipre, su tierra natal, y durmió en el Señor en una ciudad llamada Amanthos entre los años 616 y 620.

Tropario, tono 8

En tu paciencia has logrado tu recompensa, oh padre justísimo, * perseverando asiduamente en la oración, * amando a los pobres y atendiendo sus necesidades. * Intercede ante Cristo Dios, dichoso Juan misericordioso, * para que salve nuestras almas.

 

San Nilo el Sinaíta

Entre los discípulos de San Juan Crisóstomo había uno llamado Nilo, quien ocupaba un alto cargo en Constantinopla. Nilo estaba casado y tenía dos hijos. Cuando éstos crecieron, Nilo, se sintió llamado a la vida eremítica y acordó con su esposa que ambos abandonarían el mundo. Su hijo Teódulo partió con él a establecerse entre los monjes del Monte Sinaí. Desde ahí Nilo escribió dos cartas de protesta al emperador Arcadio cuando éste desterró a San Juan Crisóstomo de Constantinopla. Algunos años más tarde, los árabes saquearon el monasterio, asesinaron a muchos monjes y se llevaron preso a Teódulo. Nilo los siguió con la esperanza de rescatar a su hijo. Por fin, lo encontró en Eleusa, al sur de Beersheba, ya que el obispo de esa ciudad, compadecido de la suerte de Teódulo, lo había comprado a los árabes y le había dado trabajo en la iglesia. El obispo de Eleusa confirió la ordenación sacerdotal a Nilo y a su hijo antes de que partiesen al Sinaí.

San Nilo llegó a ser muy conocido por los escritos teológicos, bíblicos y sobre todo ascéticos que se le atribuyen. En su tratado sobre la oración recomienda que pidamos ante todo a Dios el don de oración y que supliquemos al Espíritu Santo que haga brotar en nuestros corazones los deseos que le son irresistibles; también recomienda que pidamos a Dios que se haga su voluntad en la forma más perfecta posible. A las personas que viven en el mundo predica la templanza, la meditación sobre la muerte y la obligación de la limosna. San Nilo estaba siempre pronto a comunicar a otros sus conocimientos ascéticos. Las cartas suyas que se conservan, muestran cuan lejos había llegado en la vida interior y en el estudio de la Sagrada Escritura y cuan frecuentemente acudían a consultarle personas de todas las clases sociales. Una de dichas cartas constituye la respuesta de San Nilo al prefecto Olimpiodoro, quien había construido una iglesia y quería saber si podía adornarla con mosaicos de tema profano, como escenas de cacería, imágenes de pájaros, animales y cosas por el estilo. San Nilo reprobó la idea y aconsejó a Olimpiodoro que pusiera escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento “para instruir a los que no saben leer.” Agregó que sólo debe haber una cruz, situada en el punto principal de la iglesia. San Nilo escribió todo un tratado para demostrar que la vida eremítica es mejor que la de los monjes que viven en comunidad en las ciudades, pero hace notar que también los ermitaños tienen sus dificultades y pruebas particulares. El santo tenía experiencia en eso, pues sufrió violentas tentaciones, turbaciones y asaltos de los malos espíritus.

Descansó en el Señor el año 451.

Tropario tono 8, del común de santos Anacoretas

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, * volviéndote un astro del universo, * brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Nilo, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

Santos Menas, Víctor, Estefanía y Vicente mártires/ Teodoro el Estudita (justo) (†826).

En esta fecha se celebra a estos grandes santos que en diversas ciudades aunque quizá coincidiendo en el tiempo, dieron fiel testimonio de Cristo

San Menas de Egipto

El Gran Mártir Menas, era egipcio de nacimiento, funcionario militar y sirvió en la región de Konya de Frigia bajo el centurión Firmiliano durante el reinado de los emperadores Diocleciano (284-305) y Maximiano (305-311). Cuando los emperadores empezaron la persecución más atroz contra los cristianos en la historia, el santo se negó a servir a estos perseguidores. Menas se quitó el cinturón del uniforme y se retiró a una montaña dónde vivió una vida ascética de ayuno y oración.

Cierta vez él bajo a la ciudad durante una fiesta pagana. En medio del auge de los juegos el santo levantó su voz, predicando la fe en Cristo, el Salvador del mundo. Fu llevado entonces ante el prefecto Pirrus, ante quien el santo valientemente confesó su fe, diciendo que él había venido a denunciar la impiedad. El prefecto se llenó de ira, y Menas fue arrestado.

Pirrus ofreció devolverle el rango que tenía en el ejército si Menas ofrecía el sacrificio a los dioses paganos. Cuando éste se negó, lo sometió a crueles torturas, y luego fue decapitado. Esto ocurrió en el año 304.

El santo recibió la gracia de Dios de realizar milagros, y ayudar a quienes padecen necesidad: Sanar enfermedades, librar a las personas poseídas por demonios. Y es solicitado como protector, sobre todo durante tiempos de guerra.

Santos Víctor y Estefanía

 El Santo mártir Víctor era un soldado que servía en Damasco, durante el reinado del emperador Marco Aurelio (161-180). Cuando el emperador empezó a perseguir a los cristianos y a obligarlos a adorar a los dioses paganos, Víctor se negó a ofrecer los sacrificios, que eran una prueba de la lealtad de un soldado hacia los dioses, el emperador y el estado. El santo soldado de Cristo se entregó a la tortura, sin embargo, a pesar de todos los tormentos a los que fue sometido permaneció ileso. Por el poder de la oración, venció a un mago hechicero de tal manera que éste se convirtió al cristianismo.  Por las oraciones de san Víctor ciertos soldados que estaban ciegos, recobraron milagrosamente la vista. Siendo testigo ocultar del milagro obrado por el Señor a través de san Víctor, Estefanía, la joven esposa cristiana de uno de los verdugos, glorificó abiertamente a Cristo, por lo cual fue condenada a muerte, aunque apenas tenía 15 años, fue atada de pies y manos a dos palmeras dobladas a tierra, de tal manera que cuando se soltaron, la despedazaron.

El verdugo pidió que el santo mártir Víctor fuera decapitado. Oyendo la orden del comandante, san Víctor les dijo a sus ejecutores que morirían en doce días, y que el comandante sería capturado por el enemigo en veinticuatro días. Todo cuanto predijo, sucedió.

San Vicente de España

San Vicente es el más ilustre de los mártires de España. Debido a su virtud, fue ordenado diácono por Valerio, obispo de Zaragoza, quien, debido a su avanzada edad y un impedimento en su discurso, le encargó a Vicente que predicara el Evangelio. En 303, los impíos emperadores Diocleciano y Maximiano enviaron a Daciano a España como gobernador, con un edicto para perseguir al clero.

San Vicente fue traído con el obispo Valerio a Valencia; Cuando sometieron al obispo a la primera interrogación. El anciano permaneció callado, turbado y perplejo. Entonces San Vicente avanzó y dio el discurso más elocuente de su vida ante los jueces y se congregó mucha gente para oírlo. Después de enviar al obispo otra vez a la prisión, el perseguidor ordenó torturar al santo diácono.  El obispo fue enviado al exilio, pero el santo diácono fue cruelmente torturado: Primero fue colocado en una cruz en aspa y después en la catasta, donde le rompieron los huesos, lo azotaron y le abrieron las carnes con uñas de garfios de acero. Pero, no pudiendo minar su resistencia, mandó entonces Daciano que fuese desollado y colocado en una parrilla en ascuas.

Después de torturarlo metieron a Vicente nuevamente, en la prisión. Esa noche el guardia sorprendido le oyó cantar Salmos, y vio una luz radiante no terrenal en la prisión, al ver esto se convirtió. La mañana siguiente el santo mártir fue condenado para ser quemado, entregando su alma a Dios el 22 de enero del año 304.

Su cuerpo también se arrojó al mar con una piedra de molino, pero fue devuelto a la orilla. Un cristiano tomó el cuerpo del santo y lo enterró a las afueras de Valencia.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Apóstoles Olimpo, Herodión, Erasto, Sosípatro, Cuarto y Tercio de los Setenta; Venerable Arsenio de Capadocia (justo)

Los santos apóstoles Erasto, Sosípatro (28 de abril), Olimpo (4 de enero), Herodión (8 de abril), Cuarto y Tercio (30 de octubre) fueron discípulos de San Pablo. Todos ellos vivieron durante el primer siglo.

El Apóstol de los gentiles habla de ellos en la Epístola a los Romanos: “Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y Cuarto, el hermano” (Rm 16, 23).

San Sosípatro, natural de Acaya, fue obispo de Iconio, donde también murió. San Pablo lo menciona en Romanos 16, 21.

San Olimpo fue mencionado por el santo apóstol Pablo (Rm 16, 15). También fue compañero del apóstol Pedro. San Herodión, era pariente del apóstol Pablo (Romanos 16:11), y dejó el trono episcopal en Patras para ir a Roma con el apóstol Pedro. Los santos Rodión y Olimpo fueron decapitados el mismo día y hora en que fue crucificado San Pedro.

San Cuarto soportó mucho sufrimiento por su piedad y convirtió a muchos paganos a Cristo, muriendo pacíficamente como obispo en la ciudad de Beirut.

San Tercio es mencionado en la Epístola a los Romanos: “Yo, Tercio, que escribí esta epístola, os saludo en el Señor” (Romanos 16:22). Entendemos entonces que san Tercio, es a quien San Pablo dictó la Epístola a los Romanos, y fue el segundo obispo de Iconio, donde también murió.

Tropario, tono 3 del común de santos Apóstoles

Oh santos apóstoles, * intercedan ante Dios misericordioso * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Sinaxis de los Arcángeles Miguel y Gabriel con todos los coros de los Poderes Incorpóreos Celestiales

Los ángeles de Dios han sido conmemorados por la humanidad desde tiempo inmemorial, pero esta conmemoración frecuentemente se degenera en la divinización de los ángeles (cfr. II Reyes 23:5. Los herejes siempre tejían fantasías alrededor de los ángeles. Algunos de ellos los consideraban dioses, y otros, si no creían que lo eran, los consideraban los creadores de todo el mundo visible. El concilio local de Laodicea, celebrado en el siglo IV, rechazó la adoración de los ángeles como dioses, estableciendo su adecuada veneración. En el mismo siglo IV, en tiempos del Papa Silvestre de Roma y del Patriarca Alejandro de Alejandría, se instituyó la celebración de esta fiesta del Arcángel Miguel y el resto de las potestades celestiales en el mes de noviembre. ¿Pero por qué en noviembre? Porque noviembre es el noveno mes después de marzo, y se cree que el universo fue creado en marzo. El noveno mes después de marzo fue escogido a causa de las nueve órdenes de ángeles, que fueron los primeros seres creados. San Dionisio el Areopagita, discípulo del apóstol Pablo, escribe acerca de estos nueve órdenes en su libro «Las jerarquías celestiales».

Tropario, tono 8

Oh primados de los poderes celestiales, * os rogamos, nosotros indignos, * que, por vuestras súplicas, nos cubráis* con la sombra de las alas de vuestra gloria inmaterial * y protejáis a quienes os veneramos y exclamamos con tesón: * libradnos de los peligros, porque sois los arcángeles.

Los 33 mártires de Melitina/Lázaro Milagroso (justo).

Los santos Hierón, Nicandro, Esiquio, Barajio, Maximiliano, Calínico, Canticos, Atanasio Teodoro, Duquicio, Eugenio, Teófilo, Valterio, Teodocio, Calimaco, Hilario, Gicancio, Longuino, Temelio, Estigio, Diodoto, Castricio, Teagenio, Mamas, Teodulo, Bostricio, Victor, Doroteo, Claudiano, Epifanio, Aniceto, Matroniano y Antonio, fueron martirizados durante el reinado de Diocleciano y Maximiano en el año 290. El primero de ellos, era Hierón de Tiana de Capadocia su padre murió joven, su madre Estratónica se hizo cargo de su educación y la de sus hermanos, Matroniano y Antonio. Aunque el Santo adquirió una buena educación, se ocupó de la profesión agrícola. Los idólatras consideraban tales ocupaciones como denigrantes, pero los cristianos sabían que a Cristo no lo avergonzaba el sudor del trabajador humilde. Cuando Diocleciano comenzó la persecución a los cristianos, el prefecto Agrícolas arrestó a Hierón. Lo detuvo acusándolo que los domingos y otros días festivos enseñaba la palabra de Cristo a los trabajadores, acercando a muchos a la fe cristiana. Con él fueron arrestados sus dos hermanos y treinta colaboradores en la enseñanza del Evangelio. Después de ser encarcelados fueron torturados duramente, muriendo todos decapitados por su fe, en la ciudad de Melitina.

Tropario, tono 4

Tus mártires, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibieron de Ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

San Lázaro el Milagroso

 

San Lázaro, el Taumaturgo del Monte Galesio, cerca de Éfeso, nació en Lidia, en la ciudad de Magnesio. Siendo un joven culto y amante de Dios, se hizo monje en el monasterio de San Sava, en Palestina. Pasó diez años dentro de los muros del monasterio, ganándose el amor y el respeto de los hermanos por sus intensas luchas monásticas.

Ordenado sacerdote por el Patriarca de Jerusalén, san Lázaro regresó a su país natal y se estableció cerca de Éfeso, en el desolado Monte Galesio. Allí tuvo una visión maravillosa: una columna de fuego que se elevaba hasta los cielos estaba rodeada de ángeles que cantaban: “Levántate Dios y dispersa a sus enemigos”.

En el lugar donde el santo contempló esta visión, construyó una iglesia en honor a la Resurrección de Cristo y asumió la hazaña de vivir en la columna. Pronto los monjes comenzaron a acudir en masa a este gran asceta, sedientos de alimento espiritual por las palabras divinamente inspiradas y el bendito ejemplo del santo, y se estableció allí un monasterio.

Habiendo recibido una revelación sobre el día de su muerte, el santo se lo dijo a los hermanos. A través de las oraciones entre lágrimas de todos los monjes, el Señor prolongó la vida terrenal de San Lázaro por otros quince años.

San Lázaro murió a los 72 años de edad, en el año 1053. Los hermanos enterraron el cuerpo del santo en el pilar sobre el que había luchado en el ascetismo. Fue glorificado por muchos milagros después de su muerte.

Su memoria también es conmemorado el 17 de julio.

Tropario, tono 8

Con oraciones de vigilia, la efusión de tus lágrimas * inundó la columna; * por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más; * y al volverte pastor, * repartías el perdón a los que acudían a ti. * ¡Oh nuestro justo padre Lázaro, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

San Pablo, arzobispo de Constantinopla

San Pablo el Confesor, arzobispo de Constantinopla, fue electo para el trono patriarcal después de la muerte de Patriarca Alejandro (+ 340), cuando la herejía de Arrio había resurgido nuevamente. Muchos arrianos estaban presentes en el Concilio que eligió al nuevo arzobispo de Constantinopla y éstos se opusieron a su elección, aunque la mayoría eran ortodoxos.

Tras la muerte de Constantino el Grande, sus hijos Constancio II, Constantino II y Constante reinaron sobre el Imperio de Roma dividiéndolo. Recibiendo Constantino II Britania, Galia e Hispania; Constante reinó sobre Italia, África y las provincias ilíricas, quedando Constantinopla y todo Oriente para Constancio.

El emperador Constancio II (317-361), simpatizaba con los arrianos. Éste no estaba en Constantinopla para la elección del arzobispo, que tuvo lugar sin su consentimiento. A su regreso, el emperador convocó a un concilio que ilegalmente depuso al arzobispo Pablo, y lo desterró de la capital. En lugar del santo eligieron a Eusebio de Nicomedia, un hereje impío. El arzobispo Pablo se retiró a Roma dónde otros obispos ortodoxos también fueron desterrados por Eusebio.

Eusebio no gobernó la Iglesia de Constantinopla por mucho tiempo. Cuando murió, san Pablo fue restituido a Constantinopla, y fue recibido por su grey con amor. Pero Constancio II desterró al santo otra vez, y lo envió nuevamente a Roma. El Emperador Occidental Constante escribió una carta a su hermano y la envió a Constantinopla junto con el santo arzobispo desterrado, y san Pablo retomó el trono episcopal.

Pero pronto el piadoso Emperador Constante, defensor de la ortodoxia, fue asesinado y san Pablo fue desterrado otra vez, y enviado al destierro a Armenia, a la ciudad de Cucusus dónde sufrió el martirio.

Cuando el arzobispo estaba celebrando la Divina Liturgia, unos arrianos lo atacaron y lo estrangularon con su propio omoforion. Esto ocurrió en el año 350. En 381, el santo Emperador Teodosio el Grande solemnemente trasladó las reliquias de san Pablo el Confesor a Constantinopla.

Tropario, tono 3

Tu confesión de fe * te ha mostrado * a la Iglesia como Pablo nuevo * y celoso digno entre los sacerdotes; * la justa sangre de Abel y Zacarías, * junto a la tuya, ante el Señor lo declara. * Intercede ante Cristo Dios, oh Justo Pablo, * para que nos otorgue la gran misericordia.

Santos Galación y su esposa Episteme mártires

Los padres de san Galación, Cleitofon y Leucipe, se convirtieron al cristianismo animados por las enseñanzas y ejemplo de cierto cristiano llamado Onofrio. Cuando Galación cumplió veinticuatro años, su padre decidió casarlo y le encontró una novia, una muchacha bonita e ilustre llamada Episteme. El hijo no se opuso a la decisión de su padre. Visitando a su novia, Galación le reveló su fe gradualmente. Pasado un tiempo, ella se convirtió a Cristo y él la bautizó en secreto. Después del casamiento se conservaron en virginidad. Además, él también bautizó a uno de los sirvientes de Episteme llamado Eutolmio. El recién bautizado decidió, como Galación, consagrarse a la vida monacal. Dejando la ciudad, ellos se escondieron lejos en la Montaña Publio dónde había dos monasterios uno para hombres y otro para mujeres. Los nuevos monásticos tenían que realizar todo el trabajo físico, puesto que los habitantes de ambos monasterios eran débiles ancianos.

Durante varios años los monjes se esforzaron en el trabajo, ayuno y oración. Una vez, Episteme tuvo una visión en sueño: ella y Galación estaban de pie en un palacio maravilloso ante un Rey radiante, y el Rey colocaba coronas sobre ellos. Esto fue un anuncio de su inminente martirio.

Los paganos se dieron cuenta de la existencia de los monasterios, y una división militar fue enviada para apresar a sus habitantes. Pero los monjes y las monjas consiguieron esconderse en los montes. Galación, sin embargo, no quiso huir y permaneció en su celda, leyendo las sagradas Escrituras. Cuando Episteme supo que los soldados aprehendieron a Galación, ella imploró a la Abadesa que le permitiera también ir, pues ella quería soportar el martirio por Cristo junto con su esposo y maestro. La Abadesa, llorando bendijo a Episteme para que hiciera lo que deseaba.

Los santos soportaron terribles tormentos, mientras oraban y glorificaban a Cristo. Sus manos y piernas fueron mutiladas, sus lenguas fueron cortadas, y luego los decapitaron.

Eutolmio, el anterior sirviente de Episteme, y quién se había convertido en su hermano en Cristo y compañero asceta en la vida monacal, en secreto enterró los cuerpos de los santos mártires y escribió el relato de su memorable vida y de su glorioso martirio, para sus contemporáneos y para la posteridad.

Tropario, tono 4

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Juanicio el Grande/ Hieromártires Nicandro (obispo) y Hermes (sacerdote)

San Juanicio el Grande nació en Bitinia en el año 752 en el pueblo de Maricat. Sus padres eran pobres y no podían proporcionarle ni siquiera los medios esenciales para su educación. Desde la niñez tuvo que cuidar el ganado familiar, su única riqueza.

El amor a Dios y la oración dominaron el alma del niño completamente. A menudo, habiendo resguardado al ganado con la Señal de la Cruz, se iba a un lugar apartado y pasaba orando el día entero, y ni los ladrones ni las bestias salvajes se apoderaron jamás de su rebaño.

Por orden del emperador Leo IV (775-780), una multitud de oficiales recorrieron las ciudades y pueblos para alistar a los hombres jóvenes para el servicio militar. El joven Juanicio también se enroló en el ejército imperial. Y se ganó el respeto de sus compañeros soldados por su buena disposición, pero también era un soldado valiente que propinó miedo en los corazones de sus enemigos. San Juanicio sirvió en el ejército imperial durante seis años. Más de una vez él fue condecorado por sus comandantes y el emperador. Pero el servicio militar afectó pesadamente en él, su alma tenía sed de los hechos espirituales y la soledad.

San Juanicio, renunció entonces al mundo, ansiando entrar prontamente en el desierto. Sin embargo, por consejo de un anciano experimentado en la vida monacal, el santo permaneció dos años en el monasterio, instruyéndose en la obediencia monacal, las reglas monacales y sus prácticas. Él aprendió también a leer y escribir, y sabía treinta Salmos de David de memoria.

Después de esto, el monje sintiendo el llamado de Dios para ir a cierta montaña, se retiró al desierto. Durante tres años él permaneció en la profunda soledad del desierto, y sólo una vez por mes un pastor le acercaba un poco de pan y agua. Pasaba el día y la noche en oración y salmodia. Luego de recitar cada verso de los Salmos, Juanicio repetía una oración que la iglesia ortodoxa guarda hasta este día: “El Padre es mi esperanza, el Hijo es mi refugio, el Espíritu Santo es mi protección.”

Sólo después de doce años de vida ascética lograron que el ermitaño aceptase la tonsura monacal. Y éste pasó tres años en el aislamiento, envuelto en cadenas, después de ser tonsurado. Luego el santo fue a un lugar llamado Chelidon para ver al gran asceta Jorge (21 de febrero). Los ascetas se pasaron tres años juntos. Durante este tiempo san Juanicio aprendió el Salterio entero de memoria. Al envejecer, se estableció en el monasterio de Antidiev y vivió en aislamiento hasta su muerte.

San Juanicio vivió setenta años como asceta y logró un alto grado de perfección espiritual. A través de la misericordia de Dios el santo adquirió el regalo de profecía, como ha relatado su discípulo Pacomio. El anciano también levitaba cuando oraba. Cierta vez, cruzó un río desbordado por una inundación. El santo obró también muchos otros milagros por la providencia de Dios.

San Juanicio durmió en el Señor el 4 de noviembre de 846, a la edad de noventa y cuatro años.

Tropario, tono 8 del común de santos Anacoretas

Con la efusión de tus lágrimas, * regaste el desierto estéril * y, por los suspiros profundos, * tus fatigas dieron frutos cien veces más, * volviéndote un astro del universo, * brillante con los milagros. ¡Oh nuestro justo padre Juanicio, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

Los hieromártires Nicandro, obispo de Mira, y el presbítero Hermas

Los hieromártires Nicandro, obispo de Mira, y el presbítero Hermas, eran discípulos del apóstol Tito de los setenta (25 de agosto), y fueron consagrados al sacerdocio por éste.

Llevando una vida austera en medio de los incesantes trabajos pastorales, los santos convirtieron a muchos paganos a Cristo. Por esto fueron arrestados y llevados ante el prefecto de la ciudad, Libanio. Ni elogios ni amenazas movieron a los santos mártires para renunciar a Cristo. Entonces Libanio ordenó que fueran torturados.

Los santos soportaron crueles e inhumanos tormentos: los ataron a caballos y arrastraron sobre piedras, sus cuerpos fueron rastrillados con ganchos de hierro, y lanzados en horno caliente. Sin embargo, el Señor los ayudó a soportar este martirio, que un hombre por su propia fuerza, no podría soportar. Por último, les martillaron uñas de hierro en sus cabezas y corazones, los tiraron en una fosa, y los enterraron.

Ahora después de soportar una muerte tan cruel, San Nicandro y San Hermas viven para siempre en la alegría del Señor.

Tropario, tono 4 del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Nicandro, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Santos Acépsimo, José y Aetalas, mártires/Traslado de las reliquias del Gran Mártir Jorge

El Obispo Acépsimo, el Presbítero José y el Diácono Aetalas, mártires en Persia, eran líderes de la Iglesia cristiana en la ciudad pérsica de Naesón.

El emperador Sapor II (310-381) ordenó que sus hombres buscaran y mataran a todo clero cristiano que se encontrara a lo largo de todo el Imperio. San Acépsimo fue arrestado, aunque ya tenía ochenta años, en la ciudad de Arbela dónde lo llevaron ante el juez Ardarkh, sacerdote pagano del dios del sol. El santo Obispo se negó a ofrecer sacrificios a los dioses pérsicos. Enfurecido por esto lo hizo torturar y luego lo encerró en la prisión, dónde al día siguiente también recluyeron al sacerdote José, que tenía setenta años y al diácono Aetalas, a quien también habían torturado. Durante tres años los santos soportaron el encierro, la tortura, sufriendo hambre y sed.

Cierto día, el emperador Sapor vino al templo del dios del fuego, cerca de Arbela, y quiso ver a los tres santos. Débiles y cubiertos de supurantes heridas, fueron llevados ante el emperador. Entonces se les ordenó que rindieran culto a los dioses paganos, pero ellos se negaron firmemente, y confesaron su fe en Cristo. Entonces el santo obispo fue decapitado; el sacerdote y al diácono fueron llevados a la ciudad para ser apedreados. La ejecución del presbítero José se prolongó durante varias horas. Un guardia se ubicó cerca del lugar de ejecución, para que los cristianos no tomaran el cuerpo del santo mártir. En la cuarta noche una gran tormenta azotó la ciudad, un relámpago mató al guardia, el viento desparramó las piedras y por la providencia de Dios, el cuerpo de san José desapareció. El diácono Aetalas fue llevado a su pueblo donde fue apedreado. Unos cristianos enterraron su cuerpo en secreto. Se cuenta que un árbol de mirto creció en la tumba del santo que sanaba a quienes lo tocaban. Luego de cinco años, al enterarse los paganos de lo que sucedía, talaron el árbol.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus  intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Traslado de las reliquias del Gran Mártir Jorge

 

El santo gran mártir Jorge fue un soldado romano que sufrió en Nicomedia bajo el emperador Diocleciano a principios del siglo IV. Sus reliquias fueron trasladadas por los cristianos a su patria, la ciudad de Lidda, y allí fue enterrado.

Sobre su tumba se construyó una iglesia ortodoxa dedicada al gran mártir Jorge. En el propio templo hay un trozo de las reliquias de San Jorge, así como la cadena con la que estaba atado el gran mártir.

La primera iglesia se construyó aquí en el siglo VI. El templo fue destruido varias veces y fue restaurado en su forma actual solo en 1872. La consagración del templo restaurado tuvo lugar el 3 de noviembre de 1872, aniversario del día en que se consagró por primera vez.

Además de la tumba del Gran Mártir Jorge, esta ciudad también es famosa, pues fue acá en Lidda donde el apóstol Pedro curó a Enéas, que llevaba ocho años paralítico (Hechos 9:32-35).

Tropario, tono 4

Como de los cautivos libertador, * de los necesitados protector, * de los enfermos médico * y defensor de la Iglesia, * oh victorioso y gran mártir Jorge, * intercede ante Cristo Dios * por la salvación de nuestras almas.

 

Santos Acíndino, Pegaso, Aftonio, Elfidóforo y Anempodisto mártires

San Acindino sufrió el martirio en Persia juntamente con los Santos Pegaso, Aftonio, Elpidóforo, Anempodisto, y  otros  siete mil cristianos en tiempos del Rey Sapor II (310-381).

Estos santos pertenecían a la corte de Sapor, y secretamente cristianos. Cuando el rey inició la persecución contra los cristianos, los paganos envidiosos los denunciaron. Convocados a la presencia de Sapor para el interrogatorio, los santos mártires confesaron su fe en la Santísima Trinidad valientemente. Entonces el rey ordenó que fueran castigados con latigazos. Sapor decretó que fueran decapitados, y que no se les permitiera a los cristianos enterrar sus cuerpos.

Una notable muchedumbre, glorificando a Cristo, acompañó a estos santos cuando eran conducidos a las afueras de la ciudad para la ejecución. Entonces por orden de Sapor, los soldados masacraron a todos los cristianos en la procesión (aproximadamente siete mil).

Los cuerpos de Acindino, Pegaso, y Anempodisto fueron quemados al día siguiente con la madre del emperador. Unos cristianos, fueron de noche secretamente al lugar de la ejecución, y encontraron los cuerpos de los santos mártires indemnes, y los sepultaron dignamente.

Tropario, tono 2

Dichosa, la tierra fertilizada * con su sangre, oh luchadores del Señor, * y sagradas las tiendas que recibieron sus espíritus, * pues ustedes han sometido * en el estadio al enemigo * y han predicado a Cristo con valentía: * les rogamos suplicarle al Bondadoso * que salve nuestras almas.

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