Nació en la ciudad de Damasco el 31 de agosto de 1856, de padres piadosos. Recibió su educación en la Escuela Ortodoxa (Al Assyea) y luego, en su juventud, se involucró en el comercio de la seda, ya que, en el siglo pasado, el comercio y tejido de la seda estaba en manos de la parroquia cristiana de Damasco. Debido a la perturbación laboral que sufrió, se trasladó a Egipto, que era, en aquella época, lugar de reunión de la élite ilustrada levantina (damascena) que huía del acoso de la policía turca, y allí permaneció ocho meses intentando desarrollar su trabajo, especialmente en el comercio. Sin embargo, no tuvo éxito; por lo que decidió regresar a su tierra natal, Damasco, y se enteró de que la parroquia había acordado por unanimidad elegirlo su sacerdote y pastor. El patriarca de aquel tiempo Meletios (Al-Doumani) aceptó inmediatamente esto, dadas sus cualidades, por lo que lo ordenó diácono en la Catedral Mariamyah el 25 de marzo de 1900 y sacerdote el 3 de junio de 1900. Se había casado y tenido un hijo, Habib y sus hermanos. El padre Nicolás, con toda determinación y sabiduría, se dedicó al servicio de la parroquia.
El padre Nicolás era muy respetado por los dirigentes oficiales y espirituales, y muy querido por la parroquia de Damasco. Por tanto, siempre lograba resolver las disputas. Ocupó también el cargo del delegado del patriarca Meletios ante el gobierno y su representante durante el periodo de su ausencia, mostró valentía en su trabajo y ocupó una gran posición entre los gobernantes. Su papel apareció más claramente cuando el patriarca Meletios le asignó el vicariato patriarcal en Damasco y en 1900, visitó algunas de las diócesis de la Sede de Antioquía en el Líbano, Alejandreta y Antioquía. Por otra parte, mostró gran capacidad para defender los intereses de la Iglesia ante las autoridades otomanas, lo que exigía el respeto de éstas hacia su persona. También asumió, durante un largo periodo, la administración del Monasterio Patriarcal de Nuestra Señora de Saydnaya.
Fue un brillante predicador y orador, y e todas las partes de la parroquia dan testimonio de sus sermones, que atraían almas a Dios. Fue, al mismo tiempo, un pastor sabio y valiente a la hora de resolver problemas difíciles siempre que surgían entre los miembros de la parroquia.
En el año 1908, el obispo Alexandros Tahan fue relevado de su diócesis de Cilicia, que incluía las ciudades de Mersin, Tartous y Adana, debido a las dificultades de la vida allí y al escaso ingreso de las mismas. Hecho que llevó al patriarca Gregorio Haddad a enviar a padre Nicolás a esta diócesis como delegado y agente patriarcal, y estableció su sede en la provincia de Mersin.
También tuvo un papel eficaz en la elección de un patriarca local de Antioquía, uno del pueblo y que hablaba su idioma, después de que los obispos habían sido griegos y elegidos por la sede de Constantinopla durante un periodo de tiempo.
Durante su mandato a cargo de la Diócesis Ortodoxa de Mersin, este santo se destacó por su diligencia y actividad, hasta el punto de que, gracias a su celo, el trabajo de la comunidad ortodoxa en general y sus proyectos caritativos florecieron, y se ganó el cariño y el respeto de todos.
El destino llevó a uno de los tiranos más crueles, que selló la historia del gobierno de este país con el sello de la vergüenza, a la provincia de Mersin el comandante Bahaa al-Din en Mersin. Sucedió que la pobreza impulsó a un tal Jorge a huir de una muerte violenta a la isla de Chipre, donde conoció al Khawaja (Maestro) Abella, el cónsul inglés en Mersin, quien le proporcionó cartas para varias personas. Inmediatamente, Jorge fue a casa del padre Nicolás y le consultó sobre el asunto, pero éste lo disuadió, le quitó las cartas que tenía, las destruyó y ocultó la noticia. Sin embargo, el demonio de la codicia tentó al mencionado Jorge; por lo que regresó de Chipre nuevamente armado con dinero, y fue arrestado. Confesó, después de haber sido sometido a severas torturas, que había espiado a favor de los ingleses y que el padre Nicolás supo por primera vez de su llegada y había recibido varias cartas suyas.
El comandante Bahaa el-Din quedó encantado con este resultado y consideró que era la mejor oportunidad para saciar su miserable fanatismo contra los cristianos, por lo que ordenó que llevaran al padre Nicolás y a algunos de los notables religiosos al centro de Tabor en las afueras de la ciudad. Y de allí se los entregó a un organismo de investigación al que dictó orden para castigar a los acusados con las medidas más terroríficas que la mente humana puede imaginar, llegando a condenarlos por el delito de traición a la patria, de modo que pudiera satisfacer su astuto deseo, embriagándose con el placer de la venganza.
Cuando la mayoría de los acusados estaban hartos de soportar el dolor, se vieron obligados a firmar, exhaustos por las voces bestiales, los informes y las acusaciones falsas. En cuanto al padre Nicolás, ni el hambre ni el dolor lo hicieron desistir de su decisión; no le importó el impacto de los látigos, que le arrancaran las uñas o le rompieran las costillas: soportó con suma paciencia los duros golpes de un enorme guardia que pasó todo el día y toda la noche arrojando su pesado cuerpo sobre su delgado pecho. No encontró consuelo en su aflicción, excepto recitando capítulos de la santa Biblia. Continuaron torturándolo de esta manera hasta que su alma pura quedó agotada bajo los fuertes golpes, después de que le fracturaran el cráneo.
San Habib Kheshe
Habib Nicolas Kheshe nació en la ciudad de Damasco, Siria, en 1894, y era el mayor de una familia conformada por ocho hijos. Su padre es el mártir en el sacerdocio san Nicolás Kheshe. Habib recibió sus estudios de primaria y secundaria en la escuela Ayntura, luego continuó sus estudios universitarios en la Universidad Americana de Beirut y se graduó en 1914 con una licenciatura en Literatura.
Antes de la Primera Guerra Mundial, se mudó con su familia, junto a los desplazados de la ciudad de Damasco, a la ciudad de Mersin, donde su padre sirvió como sacerdote en la parroquia ortodoxa de allí. En 1916, durante la persecución que sufrían los cristianos en Mersin, los turcos mataron a su padre después de torturarlo, coronando su vida dando testimonio de Cristo. La familia emigró a la ciudad de Port Said en Egipto en 1917, donde Habib se casó con la joven Wadia Touma, quien provenía de una familia siria.
Habib trabajó en Port Said como contador y traductor entre 1922 y 1924, y durante este periodo tuvo una hija a la que llamó Juliet; luego fue destinado a la sucursal de la empresa en Beirut, Líbano. Después de obtener el pasaporte egipcio en el año 1924, en junio de ese año viajó con su familia a Beirut para ocupar su nuevo cargo, y permaneció como empleado hasta 1931. Durante este periodo tuvo tres hijos: Marcel, Fadua y Nicolás.
En enero de 1931 presentó su renuncia a la empresa, con la intención de entrar en el sacerdocio, y se trasladó con su familia desde Beirut a Damasco, en donde su esposa se opuso a la decisión de su ordenación, por lo que permaneció en Damasco durante un año completo hasta que su esposa cambió su postura. Luego fue ordenado sacerdote en 1932, en la Catedral del Mariamyeh, en la sede del Patriarcado de Antioquía, en la ciudad de Damasco, donde sirvió hasta 1935.
A lo largo de su vida, el padre Habib anheló que Dios lo glorificara mediante el martirio, por lo que Dios le concedió el deseo de su corazón. Salió de Damasco la tarde del jueves 15 de julio hacia Arnah, donde pasó la noche en casa del señor José Saliba. A las cinco de la mañana del viernes 16 de julio, emprendió un viaje en busca de ejercicios espirituales y meditación, hasta los pies del monte Hermón, donde se encuentran antiguas ruinas romanas y griegas. El padre Jacob Samia, su contemporáneo, dice que el padre pidió subir a la cima del monte, pero la familia Saliba no se lo permitió porque en ese momento no había nadie que lo acompañara. Entonces dijo: “Voy a hablar con los ingenieros del gobierno que están allí y son del departamento de planificación de la ciudad, y con ellos está José Saliba”. Así que fue hasta ellos a Ain al- Sunnou, que está a un cuarto de hora del pueblo (Arnah) al sur en la montaña. Allí permanecieron los ingenieros mientras él subía a Ain Jifna, que está a un cuarto de hora de Ain al-Sununu, y de allí, tras un segundo descanso, subió a un lugar llamado Warat al-Shaarna, que está a cinco minutos al oeste, y entre todas esas zonas hay una carretera privada, no tan famosa, utilizada por leñadores y contrabandistas, llamada Al-Warah. Allí se sentó para un tercer descanso y luego comenzó su ejercicio espiritual. Estaba leyendo la santa Biblia, y su ubicación era dos tercios del camino hacia el pueblo de Shebaa, en el sur del Líbano.
Mientras estaba a la sombra de una gran roca, pasó un convoy de contrabandistas formado por diez. Cuando lo vieron, le preguntaron sobre su identidad y él les respondió con todas las aclaraciones, por lo que pensaron que era un espía judío. Sin embargo, les llamó la atención con su vestimenta sacerdotal y le dijeron: “No estamos convencidos de eso”. Les pidió que lo llevaran a la comisaría de policía siria o libanesa más cercana para verificar su identidad, pero no quisieron y lo llevaron a un valle profundo, luego le quitaron la ropa y lo llevaron desnudo. Cuando ya no podía caminar más, lo golpearon y lo arrastraron hasta llegar a territorio libanés y continuaron torturándolo durante cuatro horas, hasta que no quedó ningún lugar en su cuerpo que no estuviera lastimado. Después de eso, lo castraron vivo, lo ataron a un burro y comenzaron a arrastrarlo desde la cima hasta el pie del monte. Algunos de ellos testificaron que, mientras lo torturaban, le pedían que negara a Cristo, pero él no respondió a su petición, negándose a hacerlo, lo que aumentó su ira y las torturas. Y cuanto más se negaba, más lo torturaban. Continuaron torturándolo hasta que le fallaron las fuerzas y ya no pudo hablar. Su deteriorado estado no los detuvo, y continuaron insistiendo en preguntarle y torturarlo. En cuanto a él, y mientras estaba en este estado, colocaba uno de los dedos de su mano derecha sobre otro de la mano izquierda en forma de cruz y los besaba, resistiéndose a negar a su Señor, Jesucristo. Cuando se desesperaron de él y se dieron cuenta de que no cumpliría su deseo, lo subieron a una roca alta y lo arrojaron al valle. Su columna se quebró y su alma pura se desbordó hacia su creador, por lo que murió como mártir de Cristo.
Mientras torturaban al padre Habib, pasó por el lugar un joven cristiano de Arnahde, de trece años de edad, llamado Salim Ibrahim Shaheen; eran las tres de la tarde y vio a alguien cargando al padre Habib, desnudo, boca abajo. Les preguntó por él y le dijeron que era judío. Se apresuró a ir a Arnah y llegó allí a las cinco en punto, vio que la ciudad estaba alborotada debido a la larga ausencia del padre Habib, así que les contó lo que había visto. Todos estaban convencidos de que se trataba del padre Habib y de que, sin lugar a duda, lo habían matado, por lo que se apresuraron e informaron a la comisaría de la zona, que a su vez se puso en contacto con la comisaría de Shebaa, desde donde una fuerza conjunta sirio-libanesa se dirigió a la zona y encontró el cuerpo desnudo del padre Habib, cubierto de sangre y con fracturas visibles, especialmente en la columna vertebral. El cuerpo fue transportado a Damasco, donde Su Beatitud el patriarca Alexandro realizó el servicio de las oraciones sobre él y elogió al padre Habib con palabra paternal, describiéndolo como un santo. Luego fue enterrado en el cementerio de los sacerdotes, en el santuario de San Jorge, en el cementerio ortodoxo al este del muro de Damasco.
Tropario, tono 3
Honremos, fieles, al padre Nicolás * junto a su hijo, Habib, gloriosos mártires, * intercesores ante Dios por nosotros, los pecadores; * pues sobre el altar alzaban, cual ofrenda, a Jesús, * mientras se ofrecen hoy cual corderos sacrificados; * así que consiguen ante Cristo * gracia y valor en abundancia.