San Teodosio el Grande, el Cenobiarca

San Teodosio el Grande, el Cenobiarca

11 de Enero

El primer fundador y organizador del monacato cenobítico nació de piadosos padres en la villa de Mogarises en Capadocia. En su juventud visitó a Simeón el Estilita, quien lo bendijo y profetizó gran gloria espiritual para él. Teodosio salió en busca de un lugar en cual fundar un monasterio. Tomando consigo un incensario con un carbón e incienso, se detuvo en el lugar donde el carbón se encendió solo, y estableciéndose allí, comenzó a vivir la vida ascética. Pronto se congregaron allí junto a él muchos monjes de diferentes nacionalidades e idiomas. Teodosio, por lo tanto, construyó una iglesia para cada idioma de modo que se celebrasen los servicios, y que Dios fuese alabado, simultaneamente en griego, armenio, georgiano, y los demás idiomas. Mas en el día en que debían recibir la comunión, los hermanos se congregaban en la gran iglesia, donde los servicios se celebraban en griego. El refectorio era común a todos; tenían todo en común, trabajaban en común, soportaban todo en común, y frecuentemente pasaban hambre en común. Teodosio era un sublime ejemplo para todos los monjes: un ejemplo de trabajo, oración, vigilias, y toda virtud cristiana. Dios le otorgó los dones de obrar milagros, de sanar enfermos, de estar presente y ayudar desde la distancia, de domar bestias salvajes, de predecir el futuro, y de muliplicar el pan y el trigo. La oración estaba en sus labios día y noche. Entró en paz a su descanso en el Señor en el año 529 d. C., a los ciento cinco años.

San Gregorio de Nissa

San Gregorio de Nissa

10 de Enero

Gregorio, el hermano de san Basilio Magno, era al principio un sacerdote casado; mas al morir su esposa, la bienaventurada Teosebia, fue elegido y consagrado obispo de Nisa. Se distinguía por su erudición secular y su experiencia espiritual, y era un gran predicador, traductor de las Escrituras, y teólogo. Como resultado de su oposición a los arrianos, estos hicieron todo cuanto pudieron para vencerle, considerándolo su principal enemigo. Fueron tan exitosos en esto que, durante el reino de su aliado el Emperador Valente, lograron deponer a Gregorio de su sede episcopal y exiliarlo. Esto ocurrio en el 376 d. C. Este santo padre pasó varios años en un paciente exilio, soportando pobreza y humillación. En el 381, participó en el Segundo Concilio Ecuménico, y se cree que él formuló la parte final del Credo acerca del Espíritu Santo. Su vida terminó en avanzadísima edad alrededor del año 395, y entró finalmente al Reino de Dios. Desde entonces ha sido conmemorado como una gran luminaria de la Iglesia a través de los siglos.
Tropario, tono 4
Oh Dios de nuestros Padres, que siempre nos tratas según tu clemencia, no retires de nosotros tu misericordia, mas por sus oraciones, guía nuestra vida en paz.
Condaquio, tono 2
Regocijándose con los Ángeles y deleitándose con la Luz Divina, Gregorio de Nisa, la mente vigilante, el jerarca de la Iglesia inspirado por Dios y el venerado himnógrafo de la sabiduría, intercede sin cesar por todos nosotros.

San Domeciano vivió en los años del emperador Justino II, que reinó del 565 al 578, y del emperador Mauricio, que reinó del 582 al 602. Nacido de padres piadosos llamados Teodoro y Eudocia, recibió una educación exhaustiva tanto en lo secular como en lo sagrado. Después de haber vivido poco tiempo en un matrimonio legal, su esposa murió y él, por su virtud, fue nombrado obispo de Melitene en Armenia a la edad de treinta años. Como pariente y amigo de confianza del emperador Mauricio, recibió de él una generosa donación, que gastó en la construcción de iglesias y la ayuda de los pobres; se le confiaron los tratos de Bizancio con Persia. Mientras estuvo en Constantinopla, reposó en paz en el año 602.

Tropario, tono 4
Cuando el amor divino hizo de ti una vasija pura del Espíritu Santo, brillaste desde las alturas en la augusta Iglesia de Cristo Dios; eminente en la gran gracia del sagrado sacerdocio, fuiste mostrado a todos como venerable por tu virtud, oh Domiciano, tres veces bendito, eres un hermoso adorno de dignos sumos sacerdotes de Dios.

Mártir Poliecto de Melitene en Armenia

Mártir Poliecto de Melitene en Armenia

9 de Enero

San Poliecto fue el primer mártir en la ciudad ármenia de Melitene. Era soldado bajo el emperador Decíos (249-251) y sufrío por Cristo bajo el emperador Valeriano (253-259). El santo era amigo de Nearcos, un soldado compañero y Cristiano firme. San Poliecto aunque llevaba una vida virtuosa, continuaba como pagano.

Cuando empezó la persecución de los Cristianos Nearcos dijo a Poliecto, “Amigo, nos van a separar porque me van a torturar, y tu desgraciadamente va a renunciar nuestra amistad”. Poliecto le dijo que había visto a Jesucristo en un sueño y que Él le quito su capa militar sucia y le vistió en una vestimenta resplandeciente. Dijo, “Ahora estoy listo para servir al Señor Jesucristo”.

Mientras que ardía con celo, San Poliecto se fue a la plaza y rompió el edicto de Decíos requiriendo a todos que adoren los ídolos. Unos momentos después, se encontró con una procesión cargando doce ídolos por las calles de la ciudad. El tiro los ídolos al piso pisoteándolos.

Su suegro, el magistrado Félix, quien era responsable para reforzar el decreto imperial, asusto al saber lo que hizo San Poliecto y le dijo que tenía que morir. Dijo el magistrado Félix, “Vete y despídete de tu esposa y tus hijos”. Su esposa, Paulina, vino y le rogaba con lágrimas que renunciara a Cristo. Su suegro Félix también lloraba, pero San Poliecto continuaba inalterado en su determinación para sufrir por Jesucristo.

Con alegría bajo la cabeza bajo la espada del verdugo y fue bautizado con su propia sangre. Durante el reinado de San Constantino construyeron una iglesia en Meletine para honrar San Poliecto. Muchos milagros sucedieron por las intercesiones de San Poliecto. En la misma iglesia los padres de San Eutimio el Grande (20 de enero) rezaron con fervor por un hijo. Nació este gran lumbre de la Ortodoxia en el año 376 con la ayuda del santo Mártir Poliecto .

San Acacio, el Obispo de Meletine (31 de marzo) y participante en el Tercer Concilio Ecuménico, veneraba a San Poliecto. En el Oriente y el Occidente se venera el santo Mártir Poliecto como el santo patrón de votos y acuerdos de tratados.

El compositor francés Paúl Dukas compuso la Sinfonía de Poliecto y la inició en enero de 1892. El dramaturgo francés Pierre Corneille escribió una obra sobre la vida del mártir en el año 1642.

Tropario, tono 4
Tu mártir, oh Señor Dios nuestro, por sus luchas recibió de ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribó a los tiranos y destruyó la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.

San Jorge el Jozebita

San Jorge el Jozebita

8 de Enero

El Santo nació en un pueblo de Chipre sus padres era creyentes, también tenía un herm
ano mayor llamado Heracleo. Con sus padres vivos aun, Jorge se dirigió a tierra Santa para prosternarse, luego de esto fue a un monasterio de Calamonos donde fue ordenado monje, en seguida el Santo se reencontró con sus parientes y se quedo con ellos hasta que murieron. Huérfano Jorge, fue adoptado con su fortuna, por su tío, quien tenía una hija única y la quería casar con él. Pero Jorge no quería contraer matrimonio y fue con otro tío que era abad de un monasterio, al ver el santo la presión que ejercía su tío al abad del monasterio para que lo dejase libre y así poder casarse con su hija, Jorge decidió irse con su hermano Heracleo al monasterio de Calamonos, pero por su corta edad le aconsejo que vaya al monasterio de la Santísima Madre de Dios, que le decían Jozebá, aquí paso el resto de su vida viviendo una rigurosa vida monástica. La fama de sus virtudes fue muy importante, y su trabajo espiritual ilumino a muchos. Finalmente San Jorge el Jozebita entrego su espíritu en paz a Dios.
Tropario, tono 1
Has demostrado ser un ciudadano del desierto, un ángel en la carne y un obrador de maravillas, Oh Jorge Jozebita, nuestro Padre Portador de Dios. Al ayunar, vigilar y orar, obtuviste dones celestiales, y sanas a los enfermos y las almas de los que recurren a ti con fe. Gloria al que te ha dado la fuerza. Gloria al que te ha coronado. Gloria al que hace sanaciones para todos a través de ti.

Sinaxis del Santo, Glorioso, Profeta y Precursos Juan el Bautista

Sinaxis del Santo, Glorioso, Profeta y Precursos Juan el Bautista

7 de Enero

Al día siguiente de la gran fiesta de la Epifanía- Bautismo del Señor en el Jordán, celebramos la memoria del Glorioso, Profeta, Precursor y Bautista Juan.
San Juan Bautista era hijo del sacerdote Zacarías y de Elizabet, hasta los 30 años vivió en el desierto de Judea teniendo una vida acética, dedicada enteramente a la oración y en busca de la perfección espiritual. Su vestimenta era de pelo de camello, en su cintura tenia un cinto de cuero y sus alimentos eran, las langostas y la miel silvestre. Poseía la Gracia Divina para ser un gran predicador de la Palabra de Dios y con esa gracia convocaba a multitudes a escucharlo. Protestaba duramente contra los fariseos, quienes con una imagen supuestamente santa, ocultaban bajo su ropa la crueldad, la impureza mental y espiritual. Esencialmente su enseñanza se basaba en una frase característica: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca” preparando así el camino para el plan salvador de Nuestro Señor Jesucristo. Al comenzar Cristo su exposición pública, la gente dejada lentamente a Juan y lo seguía a él, este cambio en la gente, hubiese causad envidia y celos en cualquier persona que no tenga el espíritu Santo, por eso a Juan este cambio le dio mucha alegría y felicidad. Esta festividad de San Juan el Precursor, por quien Cristo dijo: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”, (Mateo 11:11) fue establecida en el siglo V.

Tropario, tono 2
La memoria del justo es con alabanzas, pero a ti, oh Precursor, te basta el testimonio del Señor. Porque te volviste verdaderamente el más honrado de los profetas al ser digno de bautizar en el Jordán al que fue anunciado; y así como defendiste la verdad, con alegría, anunciaste, hasta a los que estaban en el Hades, a Dios que se ha revelado en el cuerpo, que quita el pecado del mundo y nos otorga la gran misericordia

Epifanía de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo

 

Epifanía de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo

6 d Enero

La festividad de la Epifanía, o del Bautismo del Señor, igual, que la Pascua, es la más antigua fiesta cristiana. Está dedicada al Bautismo de nuestro Señor Jesucristo en el río Jordán. Esta fiesta desde los primeros tiempos fue recibida por los cristianos con gran sentimiento, ya que les recordaba su propio bautismo y hacía sentir más profundamente la fuerza de este Sacramento.
Hasta la edad de 30 años nuestro Señor Jesucristo vivió con Su Madre en la pequeña ciudad de Nazaret. Ayudando al anciano José en sus trabajos de carpintería, no se daba a conocer por nada especial, y la gente Lo consideraba como hijo de José. Pero he aquí, se acercó la hora de comenzar Su servicio público. Entonces Dios, en cierta visión especial, ordenó al profeta Juan el Bautista, que vivía en el desierto, comenzar la predicación del arrepentimiento ante todo el pueblo y bautizar en el Jordán a todos los arrepentidos, como señal del deseo de ellos de limpiarse de sus pecados. El lugar donde el profeta Juan comenzó su prédica se llamaba: “desierto de Judea,” situado en la orilla oeste del Jordán y del mar Muerto.
El evangelista Lucas nos proporciona valiosos datos históricos acerca de este decisivo período, más precisamente, que en ese tiempo Palestina, que entraba en el conjunto del imperio romano, era gobernada por cuatro gobernantes o tetrarcas.
Los evangelistas llaman a Juan el Bautista “voz que clama en el desierto,” porque él exhortaba enérgicamente a la gente: “Preparad el camino del Señor, haced que sea recto Su camino.” Estas palabras son tomadas de las palabras del profeta Isaías, donde él consuela a Jerusalén, diciendo, que ya había terminado el tiempo de su humillación y pronto vendría la gloria del Señor, y “se manifestará la gloria de Dios, y toda carne juntamente la verá” (Isaías 40:5).
Preparando a los hombres para el ingreso en este Reino, que se desplegará pronto con la venida del Mesías, Juan convoca a todos al arrepentimiento, y a los que respondieron a este llamado, los bautizaba “con el para el perdón de los pecados” (Lucas 3:3). Esto no era todavía el santo bautismo cristiano, sino solo la inmersión en el agua como símbolo, de que el arrepentido deseaba la purificación de los pecados, en forma semejante, a como el agua limpia su cuerpo de la suciedad.
Juan el Bautista era un austero asceta, usaba ropas toscas de pelo de camello y se alimentaba con ácaros (género de langosta) y miel silvestre. Él representaba en sí mismo lo radicalmente opuesto a sus contemporáneos, los preceptores del pueblo hebreo, y su predicación acerca de la proximidad del Mesías, Cuya venida muchos esperaban tan ansiosamente, no podía no llamar la atención general. Hasta el historiador de los judíos Flavio Josefo, testimonia que el “pueblo, extasiado por las enseñanzas de Juan se congregaba hacia él en grandes multitudes” y que el poder de este hombre sobre los judíos era tan grande, que estaban dispuestos a hacer todo lo que él aconsejare, y hasta el mismo rey Herodes (Antipas) temía el poder de este gran maestro. Ni siquiera los fariseos ni los saduceos podían mirar con indiferencia, como el pueblo en masa iba hacia Juan, y ellos mismos tuvieron que ir al desierto hacia él, aunque es dudoso que todos ellos fueran con sentimientos sinceros. Por ello no es extraño que Juan los reciba con palabras severas y acusadoras: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? (Mateo 3:7). Los fariseos ocultaban hábilmente sus vicios con el estricto cumplimiento de las prescripciones puramente exteriores de las leyes de Moisés, y los saduceos, entregándose a sus satisfacciones físicas, negaban aquello, que contradecía su modo de vida epicúreo: la paz espiritual y la retribución de ultratumba.
Juan les reprocha su soberbia, les reconviene de la certeza en su propia justicia, y les sugiere que la esperanza de ser los descendientes de Abraham no les traerá ningún beneficio si no realizan frutos, dignos de arrepentimiento, pues “todo árbol, que no da buen fruto, es cortado y echado al fuego” (Mat. 3:l0; Luc. 3:9), como algo que no sirve para nada. Los verdaderos hijos de Abraham no son aquellos que descienden de él por la carne, sino los que habrán de vivir en el espíritu de su fe y fidelidad a Dios. Si no os arrepentís, Dios os rechazará y llamará a vuestro lugar a nuevos hijos de Abraham en el espíritu (Mateos 3:9; Lucas 2:8).
Turbados por la severidad de sus palabras la gente preguntaba: ¿Qué haremos? (Lucas 3:11) Juan contesta, que es indispensable hacer obras de misericordia y amor, y abstenerse de todo mal. Y estos son precisamente aquellos: “frutos dignos de penitencia,” — es decir actos buenos, contrarios a aquellos pecados que ellos realizaban.
Eran aquellos los tiempos cuando todo el mundo esperaba al Mesías, y entretanto, además los hebreos también creían, que el Mesías, cuando viniera, iba a bautizar (Juan l:25). No es de extrañar entonces, que muchos se hicieran la pregunta: ¿no será el Cristo, el mismo Juan? Juan respondía a esto, que él bautiza en agua para el arrepentimiento (Mateo 3:l0), es decir como señal para el arrepentimiento, pero que tras de él viene Uno más Poderoso que él, a Quien él, Juan, no es digno de desatar los cordones de Su calzado, como lo hacen los siervos a su señor. “Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11; Lucas 3:16; Marcos l:8) — y en su bautismo actuará la gracia del Espíritu Santo, como fuego, quemando toda inmundicia pecaminosa. “Su aventador está en Su mano, y limpiará Su era; y recogerá Su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (Mateo 3:12; Lucas 2:17) es decir Cristo limpiará a Su pueblo, como el dueño limpia su era, de la cizaña y la basura, y Su trigo, es decir a los que creyeron en Él, los reunirá en Su Iglesia, como en un granero, y a los que Lo aborrecieron, los arrojará a eternos tormentos.
Entonces, de entre toda la otra gente, también vino a Juan, Jesucristo de Nazareth de Galilea, para ser bautizado por él. Juan nunca antes había visto a Jesús y por eso no sabía Quien era Él. Pero cuando Jesús se acercó para ser bautizado, Juan, como profeta, percibió Su Santidad, pureza e infinita superioridad sobre sí mismo, y por ello dijo asombrado: “¡Yo necesito ser bautizado por Ti! ¿Y Tú vienes a mí?” — “Así conviene que cumplamos toda justicia” — contestó con mansedumbre el Salvador. (Mateo 3:14-l5). Con estas palabras el Señor Jesucristo quiso decir, que Él, como engendrador del nuevo regenerado género humano, debía mostrar con Su Propio ejemplo la necesidad de cumplir todo lo que está establecido por Dios, entre lo que también estaba el bautismo.
No obstante, “bautizado, Jesús luego subió del agua” (Mateo 3:l6) porque Él no tenía necesidad de confesarse en pecados como toda la otra gente, que permanecía en el agua mientras se confesaba de sus pecados. Habiéndose bautizado, Jesús, según las palabras del Evangelista, oraba, evidentemente, acerca de que el Padre Celestial bendijera el comienzo de Su servicio.
“Y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio Juan al Espíritu de Dios Quien descendía como paloma y venía sobre Él.” Evidente-mente, no sólo Juan vio el Espíritu de Dios sino que también lo vio el pueblo que estaba allí reunido, por cuanto el propósito de este milagro era presentar al pueblo a Jesús como Hijo de Dios, Quien hasta entonces había permanecido en el anonimato. Es por eso que en el día del bautismo del Señor, llamado también Aparición del Señor, en el oficio de la iglesia se canta: “Te presentaste hoy al universo…” Según el Evangelista Juan, el Espíritu de Dios no sólo descendió sobre Jesús, sino que permaneció en Él (Juan l:32).
El Espíritu Santo se presentó en figura de paloma porque esa era la forma más explícita de presentar Sus cualidades. En las enseñanzas de San Juan Crisóstomo, se dice: “la paloma es un ser extremadamente manso y limpio. Y como el Espíritu Santo es un Espíritu de mansedumbre, en tal manera se presentó”. San Cirilo de Jerusalén explica que “en la época de Noé una paloma anunció la finalización del diluvio universal, trayendo una ramita de olivo, así también ahora el Espíritu Santo anuncia la remisión de los pecados en forma de paloma. Otrora una ramita de olivo, ahora la misericordia de nuestro Dios.”
La voz del Dios Padre: “Este es Mi Hijo amado, en quien tengo complacencia,” indicó a Juan el Bautista y al pueblo presente la dignidad Divina del Bautizado, como Hijo de Dios, en Su propio sentido, Hijo Único, en El que permanece eternamente la benevolencia del Dios Padre; y al mismo tiempo estas palabras del Padre Celestial contestaban las plegarias de Su Divino Hijo acerca de la bendición para el comienzo de la gran hazaña de la salvación humana.

Tropario, tono 1
Al bautizarte, oh Señor, en el Jordán se manifestó la adoración a la Trinidad: pues, la voz del Padre dio testimonio de Ti nombrándote su Hijo amado; y el Espíritu, en forma de paloma, confirmó la certeza de la palabra. ¡Tú, que te has revelado e iluminado al mundo, oh Cristo Dios, gloria a Ti!

Santos Mártires Teopempto y Teonás; Santa Sinclética de Alejandría

 


Santos Mártires Teopempto y Teonás:

5 de Enero

El 23 de enero del 303, el emperador Diocleciano, firmó un decreto ordenando la persecución a los cristianos. En ese tiempo el primero que admitió su fe en Cristo Crucificado fue el obispo Teopempto, quien por supuesto, sabía lo qué le esperaba, y de hecho, fue sometido a una serie de torturas, pero estas estaban acompañadas simultáneamente por milagros. Primero lo pusieron en el horno encendido para quemarlo, pero milagrosamente sale vivo y sin un rasguño. Luego le sacan un ojo y le dan para beber un veneno letal, pero todo esto no basto para matarlo, y terminaron con su vida decapitándolo. El valor, su fe inquebrantable y el brillo moral que iluminaba al mártir, ilumino el corazón de Teonás, quien fue el que había preparado el veneno. Estando aun el cuerpo del mártir en el suelo, Teonás declara su fe en Cristo, sorprendidos los idolatras por esta declaración lo detienen y lo entierran vivo; así Teonás encuentra la salvación de su alma, junto a Teopemptos. Estos dos Mártires nos enseñaron cómo debemos, primero, ganar la gloria eterna y no esta provisoria vida terrenal.

Tropario, tono 4
Tus mártires, oh Señor Dios nuestro, por su lucha recibieron de ti la corona incorruptible, porque, habiendo conseguido tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron la presunción impotente de los demonios. Por sus oraciones, oh Cristo Dios, salva nuestras almas.
Condaquio, tono 4
Como un justo sacerdote de los misterios inefables y un piadoso ministro de la gracia, en la carrera del martirio iniciaste al glorioso Teonás en la Fe inspirada por Dios, Oh Teopempto. Y junto con él, clamaste en el estadio: Cristo es la fuerza de los Mártires.

Nuestra Justa Madre Santa Sinclética

Santa Sinclética nació en Alejandría de Egipto, de una rica familia de Macedonia. Su gran fortuna y belleza le atrajeron numerosos pretendientes, pero Sinclética había consagrado su corazón al Esposo Celestial y para librarse de aquellos recurría a la fuga. Sin embargo, consideraba a su propio cuerpo como a su peor enemigo y se dedicó a domarlo con ayunos. Su mayor sufrimiento era verse obligada a comer más frecuentemente de lo que deseaba. Sus padres la constituyeron heredera de toda su fortuna, pues sus dos hermanos habían muerto y su única hermana era ciega y estaba confiada a su custodia. Habiendo distribuido su fortuna entre los pobres. Sinclética se retiró con su hermana a una cámara sepulcral abandonada, que formaba parte de las posesiones de sus parientes. Ahí se cortó los cabellos, en presencia de un sacerdote, para mostrar su absoluto despego del mundo, y renovó su consagración a Dios. A partir de ese instante, la oración y las buenas obras constituyeron su principal ocupación.
Numerosas mujeres acudían a ella en busca de consejo. Si su humildad le hacía difícil instruir a otros, su caridad la impulsaba a hacerlo. Sus palabras tenían un acento tan profundo de humildad y de convencimiento, que impresionaban profundamente a sus oyentes. “¡Oh —exclamaba Sinclética —, cuan felices seríamos si trabajáramos por ganar el cielo y servir a Dios, como los mundanos trabajan por acumular riquezas y bienes perecederos! En tierra soportan a los bandidos y salteadores; en el mar se exponen a los vientos y a las olas y sufren naufragios y calamidades; todo lo intentan y a todo se atreven; en cambio nosotros, que servimos a un Señor tan grande y esperamos un premio inefable, tenemos miedo de la menor contradicción.” Frecuentemente predicaba la humildad: “Un tesoro sólo está seguro cuando está escondido; descubrirlo equivale a exponerlo a la codicia del primero que venga y a perderlo; igualmente, la virtud sólo está segura cuando permanece secreta, y quien la ostenta la verá disiparse como el humo.” Con estos y otros discursos exhortaba nuestra santa a la caridad, a la vigilancia y a todas las virtudes.
A los ochenta años de edad, Sinclética contrajo una intensa fiebre que le atacó los pulmones, al mismo tiempo que una violenta gangrena le consumía los labios y las mandíbulas. Llevó su enfermedad con increíble paciencia y resignación, a pesar de que en los últimos tres meses el dolor no le dejaba reposo. Aunque la gangrena la había privado del uso de la palabra, su paciencia era un sermón más eficaz que cualquier predicación. Tres días antes de su muerte, tuvo una visión en la que le fue revelada la hora en que su alma abandonaría el cuerpo. Al llegar el momento previsto, Sinclética entregó su alma a Dios, a los ochenta y cuatro años de edad.

Tropario, tono 8
En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justa Madre Sinclética, pues tomando la cruz seguiste a Cristo; y practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, que es efímera y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

Sinaxis de los Setenta Apóstoles

Sinaxis de los Setenta Apóstoles

4 de Enero

Para estos Apóstoles nos relata el Evangelista Lucas:” Y después de estas cosas, designó el Señor aun otros setenta, los cuales envió de dos en dos delante de sí, a toda ciudad y lugar a donde Él había de venir.” (Lucas 10:1). Para esta tarea tuvieron que poner mucho esfuerzo y actitud sin perder un instante, por eso les dijo, no se detengan ni a saludar a nadie en el camino. Él Señor les pidió a los Setenta Apóstoles No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; ¿Por qué? Para que se note que los soldados de Cristo deben tener abnegación y estar familiarizados con las privaciones. Y mostrar que con la fuerza de Dios dentro de sus corazones se puede realizar los más difíciles y duros trabajos.
Los Setenta realizaron su misión con toda precisión y disciplina, cuando Cristo estaba en la tierra y también luego de la Ascensión, formando la iglesia, trabajando con entrega y abnegación.

Tropario, tono 3
Oh santos Apóstoles, intercedan ante Dios misericordioso, para que otorgue el perdón de las transgresiones, a nuestras almas.

Santo Profeta Malaquías

Santo Profeta Malaquías

3 de Enero

El profeta Malaquías (en hebreo “mensajero”) era él más joven colaborador de Esdras y Nehemías y provenía de la tribu de Zabulón. Como último profeta del Antiguo Testamento es llamado “el sello de los profetas.” Profetizaba 475 años antes la llegada de Jesucristo.
De su libro se ve que en su época el Templo ya había sido reconstruido y que en él se realizaban los servicios religiosos, pero no siempre con la debida reverencia. Hablando en nombre de Dios el profeta acusa a los sacerdotes de poca dedicación: “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo Padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy Señor, ¿dónde está mi temor? Dice el Señor de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” (Mal. 1:6). En los tiempos del Nuevo Testamento los sacerdotes judíos serán sustituidos por hombres reverentes hacia Dios: “Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice el Señor de los ejércitos” (Mal. 1:11).
Más adelante, el profeta acusa a los judíos de casarse con mujeres de otros pueblos, por la incompleta entrega del diezmo, por ofrecer sacrificios de animales con defectos, por hacer ceremonias superficiales y sin sentimientos y por quejarse de una supuesta tardanza de Dios en cumplir sus promesas acerca de la llegada del Mesías. Pero ya no los acusa de idolatría porque después de las pasadas penurias relacionadas con el cautiverio de Babilonia los judíos dejaron por completo estas supersticiones.
Malaquías predice sobre el profeta y precursor San Juan Bautista, quien deberá venir para preparar a los hombres al recibimiento de Cristo: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho el Señor de los ejércitos. ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores” (Mal. 3:1-2; ver Mc 1:1, Mt. 11-14 y 17:12). Su siguiente profecía es semejante a la primera, habla del precursor de Cristo y evidentemente se refiere a su segunda venida: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el Día del Señor, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Mal. 4:5-6, ver Ap. 11:3-6).
El contenido del libro de Malaquías es el siguiente: el aumento de la piedad en el pueblo (1:6-14), y en los sacerdotes (2:1-9); crueldad y apostasía de la ley de Dios (2:10-16); el desdén a las promesas y a las leyes de Dios (2:17; 3:6); el no pago de los diezmos (3:7-12); el Juicio de Dios (3:13-4:3) y un último llamado al arrepentimiento (4:4-6).
Todas las profecías de los profetas, a excepción de las referidas a los últimos tiempos, se cumplieron (muy frecuentemente con asombrosas precisiones). Nos resultan especialmente valiosas las predicciones sobre el Salvador del mundo, la Iglesia y la gracia de Dios que reciben los creyentes. Es consolador saber además que, en los libros de los profetas, el mal a pesar de sus temporales victorias, será totalmente destruido por Dios y que triunfará la verdad. ¡La vida y la felicidad eternas son el destino de los creyentes!

Tropario, tono 2
Celebrando la memoria de tu Profeta Malaquías oh Señor, por él te imploramos que salves nuestras almas.

San Silvestre, Papa de Roma; Reposo del Venerable Serafín; Justa Juliana

San Silvestre, Papa de Roma (335)

2 de Enero

San Silvestre, Obispo de Roma (314-335) nació en Roma de padres cristianos de nombres Rufino y Justa. Su padre murió poco después, y el santo permaneció bajo el cuidado de su madre. El maestro de Silvestre, el presbítero Quirino, le dio una fina educación y lo crio como un verdadero Cristiano.

Cuando llegó a la madurez, Silvestre cumplió el mandamiento de Dios de amar al prójimo. Recibiendo a menudo a extraños y viajeros, sirviéndoles como si fuese un esclavo en su propia casa. Durante una de las persecuciones en contra de los cristianos, Silvestre no dudó en recibir al santo confesor Obispo Timoteo de Antioquia, quien se quedó con él por más de un año, y quien convirtió muchos a Cristo con su predicación.

El obispo Timoteo fue arrestado y ejecutado por órdenes del prefecto Tarquino. Silvestre tomó secretamente el cuerpo del santo y lo sepultó. Esto llamó la atención de Tarquino, y el santo fue arrestado y llevado a juicio. Tarquino le demandó que renunciara a Cristo, amenazándolo con la tortura y la muerte. Sin embargo San Silvestre no se intimidó ante esto, y permaneció firme en su confesión de fe, y entonces fue arrojado en la prisión. Cuando Tarquino murió repentinamente después del juicio, el santo fue liberado y valientemente evangelizó a los paganos, convirtiendo a muchos al cristianismo.

A los treinta años de edad, San Silvestre fue ordenado diácono, y después presbítero, por el obispo Marcelino (296-304). Después de la muerte del obispo Melquiades, (311-314), San Silvestre fue elegido como Obispo de Roma. Alentó a su rebaño a vivir de manera decorosa, e insistió que los sacerdotes cumplieran estrictamente con su deber, y no se mezclaran con los asuntos seculares.

San Silvestre se hizo célebre como experto en las Santas Escrituras y como inquebrantable defensor de la fe cristiana. Durante el reinado del emperador San Constantino el Grande, cuando había terminado el periodo de persecución a la Iglesia, los judíos arreglaron un debate público para determinar cuál era la fe verdadera. San Constantino y su madre, la santa Emperatriz Helena, estuvieron presentes junto a una gran multitud.

San Silvestre habló por los cristianos, y los judíos tenían a ciento veinte bien estudiados rabinos encabezados por Zambres, un mago y hechicero. Citando los libros sagrados del Antiguo Testamento, San Silvestre demostró convincentemente que todos los profetas predijeron el nacimiento de Jesucristo de la purísima Virgen, y también su sufrimiento voluntario y su muerte para la redención de la humanidad caída, y su gloriosa Resurrección.

El santo fue declarado victorioso en el debate. Y entonces Zambres intento usar la hechicería, pero el santo obstruyó el mal al invocar el nombre del Señor Jesucristo, y entonces Zambres y los otros judíos creyeron en Jesucristo, y pidieron ser bautizados.

San Silvestre guio la Iglesia de Roma por más de veinte años, ganándose la estima y el reconocimiento de su rebaño. Murió pacíficamente a edad avanzada en el año 335.

Reposo del Venerable Serafín, Milagroso de Sarov (1833)

San Serafín de Sarov, un gran asceta de la Iglesia Rusa, nació el 19 de Julio de 1751. Sus padres, Isidoro y Agatia, eran habitantes de Kursk. Isidoro era un mercante. Cerca del final de su vida, comenzó con la construcción de la catedral en Kursk, pero murió antes de completar su tarea. Su pequeño hijo Prócoro, el futuro Serafín, quedó al cuidado de su madre viuda, quien crio a su hijo en la piedad.

Después de la muerte de su esposo, Agatia Moshina continuó con la construcción de la catedral. Una vez, llevó a su hijo Prócoro de siete años con ella, y él cayó del andamiaje alrededor del campanario que medía siete pisos. Ante esto, el niño debía haber muerto, pero el Señor preservo la vida de la futura luminaria de la Iglesia. La madre aterrorizada se dirigió a su hijo y lo encontró sin daño.

El joven Prócoro, provisto de una excelente memoria, prontamente dominó el leer y escribir. Desde su niñez amó el atender los servicios de la iglesia, y leer las Santas Escrituras y las Vidas de los Santos junto a sus compañeros estudiantes. Pero más que nada, amaba el leer el Santo Evangelio en privado.

En una ocasión Prócoro cayó gravemente enfermo, y su vida estaba en peligro. En un sueño el niño vio a la Madre de Dios, prometiéndole visitarlo y curarlo. Y poco después pasó por el patio de la casa Moshin una procesión con el Icono del Signo de la Raíz de Kusrk (27 de Noviembre). Su madre cargó a Prócoro en sus brazos, y él besó el santo icono, después de lo cual se recuperó prontamente.

Aun siendo joven, Prócoro hizo planes para dedicar su vida entera a Dios e ir a un monasterio. Su madre siendo devota, no se negó a esto y lo bendijo en su camino monástico con una cruz de bronce, la cual llevó en su pecho por el resto de su vida. Prócoro partió a pie junto a peregrinos que iban de Kursk a Kiev para venerar a los Santos de las Cuevas.

El anciano Dositeo, a quien Prócoro visitó, le dio la bendición para que fuese al monasterio desértico de Sarov, y que buscara allí la salvación. Regresando por un breve tiempo a la casa de sus padres, Prócoro se despidió por última vez de su madre y su familia. El 20 de Noviembre de 1778 llegó a Sarov, en el tiempo en que el monasterio era liderado por un sabio Anciano, el Padre Pacomio. Él lo aceptó y lo puso bajo la dirección espiritual del Anciano José. Bajo su dirección Prócoro pasó por muchas obediencias en el monasterio: él era el asistente de celda del Anciano, trabajando haciendo pan, prósfora y carpintería. Y él llevó a cabo todas sus obediencias con celo y fervor, como si estuviese sirviendo al mismísimo Señor. A través del trabajo constante se cuidaba así mismo de la desidia, siendo esta, diría después “la tentación más peligrosa para los nuevos monjes. Se le trata con oración, con la bstención de conversaciones frívolas, con trabajo arduo, con la lectura de la Palabra de Dios y con paciencia, ya que es engendrada por la mezquindad del alma, la negligencia, y las palabras ociosas.”

Con la bendición del Higúmeno Pacomio, Prócoro se abstuvo de todo alimento durante los miércoles y viernes, y se iba al bosque, donde en completa aislación practicaba la Oración de Jesús. Después de dos años como novicio, Prócoro se enfermó de hidropesía, su cuerpo se hinchó, y era acosado por el sufrimiento. Su instructor el Padre José y los otros ancianos sentían afecto por Prócoro, y lo cuidaban. Estuvo enfermo así por cerca de tres años, y nadie escuchó una palabra de queja por parte de él durante ese tiempo. Los Ancianos, temiendo por su vida, querían llamar al doctor, pero Prócoro les pidió que no lo hicieran, diciendo al Padre Pacomio: “he confiado mi vida al santo Padre, al Verdadero Médico del alma y el cuerpo, nuestro Señor Jesucristo y su Purísima Madre.”

Pidió entonces que se ofreciera un Molieben por su enfermedad. Mientras los otros oraban en la iglesia, Prócoro tuvo una visión. La Madre de Dios se le apareció acompañada de los santos Apóstoles Pedro y Juan el Teólogo. Apuntando con su mano hacia el monje enfermo, la Santísima Virgen le dijo a San Juan: “Él es uno de nosotros.” Y después tocó el costado del hombre enfermo con su báculo, e inmediatamente el fluido que hinchaba su cuerp, empezó a fluir a través de la incisión que ella le hizo. Después del Molieben, los hermanos encontraron que Prócoro había sido sanado, y tan sólo una cicatriz permaneció como evidencia del milagro.

Poco después, en el lugar de la aparición de la Madre Dios, una iglesia-enfermería fue construida. Una de las capillas adyacentes fue dedicada a San Zósimo y San Sabatio de Solovkí (17 de Abril). Con sus propias manos, San Serafín construyó una mesa de altar hecha de madera de ciprés para la capilla, y siempre recibió los Santos Misterios en esta iglesia.

Después de ocho años como novicio en el monasterio de Sarov, Prócoro fue tonsurado con el nombre de Serafín, un nombre que reflejaba su ardiente amor por el Señor y su devoto deseo de servirle. Un año después, Serafín fue ordenado hierodiácono.

De espíritu fervoroso, él sirvió en el templo a diario, orando incesantemente incluso después del servicio. El Señor le concedió el tener visiones durante los servicios litúrgicos: a menudo veía a los santos ángeles sirviendo junto a los sacerdotes. Durante la Divina Liturgia del Magno y Santo Jueves, la cual era celebrada por el Higúmeno Pacomio y por el Padre José, San Serafín tuvo otra visión. Después de la Entrada Menor con el Evangelio, el hierodiácono Serafín pronunció las palabras “oh Señor, salva a los piadosos, y escúchanos.” Y después levantó su orario diciendo, “Y por los siglos de los siglos.” Y de repente fue cegado por un brilloso rayo de luz.

Al mirar hacia arriba, San Serafín vio al Señor Jesucristo, viniendo por las puertas occidentales del templo, rodeado por las Potestades Celestiales. Al llegar al ambón, el Señor bendijo a todos los que oraban y entro dentro de su santo icono a la derecha de las puertas reales. San Serafín, estando en éxtasis espiritual después de contemplar tal visión, fue incapaz de pronunciar cualquier palabra, ni de moverse del lugar. Y entonces los llevaron de la mano hacia el altar, donde permaneció impávido por otras tres horas, su rostro había cambiado de color por la abundante gracia que había brillado sobre él. Después de esta visión, el santo incremento sus esfuerzos. Trabajando en el monasterio día a día. Y pasaba sus noches orando en su celda en el bosque.

En 1793, el Hierodiácono Serafín fue ordenado al sacerdocio, y sirvió la Divina Liturgia a Diario. Después de la muerte del Higúmeno Pacomio, San Serafín recibió la bendición de su nuevo Superior, el Padre Isaías, para vivir solo en un remoto lugar en el bosque a tres millas y media del monasterio. Nombrando a su nuevo hogar “Monte Athos,” y dedicándose a la oración en solitario. Iba al monasterio solo los sábados antes de la Vigilia, y regresaba a su celda en el bosque después de la Liturgia dominical, en la cual participaba de los Santos Misterios.

El Padre Serafín dedicaba su tiempo a esfuerzos ascéticos. Su regla de oración privada estaba basada en la regla de San Pacomio para los antiguos monasterios del desierto. Siempre llevaba los Santos Evangelios consigo, leyendo por entero el Nuevo Testamento en el lapso de una semana. También leía a los santos Padres y los servicios litúrgicos. El santo aprendió muchos de los himnos de la Iglesia de memoria, y los cantaba mientas trabajaba en el bosque. Alrededor de su celda cultivó una huerta e instaló un apiario. Mantenía estricto ayuno, comiendo solo una vez durante el día, y los miércoles y viernes se abstenía de comida por completo. El primer Domingo de Cuaresma se abstenía de todo alimento hasta el Sábado, cuando recibía los Santos Misterios.

El santo Anciano estaba a menudo tan absorto con la oración incesante del corazón, que permanecía inamovible, ni escuchaba ni veía nada a su alrededor. El monje-esquima Marcos el Silencioso y el hierodiácono Alejandro, que también habitaban en el desierto, lo visitaban de vez en cuando. Encontrando al santo inmerso en oración, y al verlo se retiraban en silencio, para no interrumpir su contemplación.

Durante el calor del verano, el santo juntaba musgo de un pantano para usarlo como fertilizante en su huerta. Los zancudos y mosquitos lo picaban implacablemente, pero él lo soportaba diciendo. “Las pasiones son destruidas con el sufrimiento y las aflicciones.”

Su soledad era a menudo interrumpida por las visitas de monjes y laicos, quienes buscaban sus consejos y bendiciones. Con la bendición del Higúmeno, Serafín prohibió que lo visitaran las mujeres, y después recibió una señal de que el Señor aprobaba su deseo de silencio completo, y suprimió todas las visitas. Por las oraciones del santo, el camino a su celda desértica fue bloqueado por enormes ramas que cayeron de antiguos pinos. Ahora tan solo las aves y las bestias salvajes lo visitaban, y el habitaba con ellos como Adán en el Paraíso. Venían a medianoche y esperaban por el hasta que completaba su Regla de oración. Después él alimentaba con su mano a los osos, linces, zorros, conejos, e incluso a los lobos. San Serafín también tenía un oso el cual le obedecía y le hacía mandados.

Con el propósito de repeler los ataques del Enemigo, San Serafín intensifico su trabajo y comenzó un nuevo esfuerzo ascético en imitación a Simeón el Estilita (1 de Septiembre). Cada noche escalaba encima de una roca inmensa que estaba en el bosque, o una más pequeña cerca de su celda, descansando tan solo por periodos pequeños. Se mantenía de pie o se arrodillaba, orando con sus manos levantadas, “Dios, se misericordioso conmigo, pecador.” Y oró de esta forma por mil días y noches.

Tres ladrones en busca de dinero o cosas de valor, vinieron a él mientras trabajaba en su huerta. Los ladrones le pidieron dinero. Y a pesar de que tenía un hacha en sus manos, y pudo haber peleado, el no quiso hacer esto, recordando las palabras de Señor: “todos los que tomaren espada, a espada perecerán.” (Mateo 26:52). Y tirando su hacha en el suelo, les dijo, “Hagan lo que pretenden.” Los ladrones lo golpearon severamente y lo dieron por muerto. Querían arrojarlo al río, pero antes buscaron en la celda por dinero. Destruyéndola, pero no encontrando mas que iconos y algunas papas, así que se fueron. El monje recobró la consciencia, se arrastró hasta su celda, y se quedó allí toda la noche.
Por la mañana llegó al monasterio con gran dificultad. Los hermanos estaban horrorizados al ver al asceta con varias heridas en su cabeza, pecho, costillas y espalda. Por ocho días permaneció en cama sufriendo debido a sus heridas. Los doctores que fueron llamados para atenderlo estaban asombrados de que aún estaba con vida después de tal golpiza.

El Padre Serafín no fue sanado por un médico terrenal: la Reina del Cielo se le apareció junto con los Apóstoles Pedro y Juan en una visión. Tocando la cabeza del santo, la Santísima Virgen lo curó. Sin embargo, era incapaz de erguirse por completo, y por el resto de su vida caminó encorvado con la ayuda de un bastón o una pequeña hacha. San Serafín tuvo que pasar cinco meses en el monasterio, y después regresó al bosque. Perdonó a los que lo golpearon y pidió que no se les castigara.

En 1807, el abad Padre Isaías, durmió en el Señor. Se le pidió a San Serafín que tomara su lugar, pero él declinó esta propuesta. Vivió en silencio por tres años, completamente alejado del mundo excepto por el monje que venía a visitarlo una vez a la semana para traerle comida. Cuando el santo se encontraba con alguien en el bosque, caía boca abajo sobre el suelo y no se levantaba hasta que la persona se había retirado. San Serafín adquirió paz en el alma y alegría en el Espíritu Santo. El gran asceta dijo una vez, “Adquieran el espíritu de paz, y millares de almas a su alrededor serán salvadas”

El nuevo superior del monasterio, el Padre Nifon, y los otros hermanos del monasterio dijeron al Padre Serafín que tenía que regresar al monasterio los Domingo para estar presente en los servicios divinos como antes, o mudarse al monasterio. Él eligió la última opción, ya que se le había hecho muy difícil el caminar de su celda en el bosque al monasterio. Regresando en la primavera de 1810 al monasterio después de vivir por quince años en el desierto.

Continuando con su silencio, se enclaustró en su celda, dedicándose a la oración y a la lectura. También se le permitió el comer y recibir la Comunión en su celda. Y allí San Serafín logró la altura de pureza espiritual y Dios le concedió done de gracia: la clarividencia y la capacidad de obrar milagros. Después de cinco años de vida solitaria, abrió su puerta y permitió entrar a los monjes. Sin embargo, permaneció en silencio, enseñándoles tan solo con el ejemplo.

El 25 de Noviembre de 1825, la Madre de Dios, acompañada por dos santos jerarcas conmemorados en ese día (el Hieromártir Clemente de Roma, y San Pedro, Arzobispo de Alejandría), se le aparecieron al anciano en una visión y le dijeron que terminara su reclusión y que se dedicara a servir a los demás. Recibió la bendición del Higúmeno para dividir su tiempo entre la vida en el bosque, y el monasterio. Sin embargo no regresó a la Ermita Lejana, sino se fue a una celda cercana al monasterio. A la cual llamo Ermita Cercana. En ese tiempo abrió las puertas de su celda a los peregrinos así como a sus compañeros monásticos.

El Anciano era capaz de ver los corazones de la gente, y como médico espiritual, curaba las enfermedades del cuerpo y del alma con la oración y con sus palabras llenas de gracia. Aquellos que venían a Serafín, sentían su gran amor y ternura. No importando que temporada del año fuese, el saludaba a todos con las palabras, “¡Cristo ha resucitado, mi alegría!” Él amaba en especial a los niños. Una vez, una niña les dijo a sus amigos, “el Padre Serafín solo luce como un hombre viejo, pero en realidad es un niño como nosotros.”

Se veía a menudo al Anciano apoyado sobre su bastón y cargando un morral lleno de piedras. Cuando se le preguntaba el por qué hacía esto, el santo humildemente contestaba “le doy problemas a quien me da problemas”

En el periodo final de su vida terrenal San Serafín se dedicó a sus hijas espirituales del convento de Diveyevo. Siendo todavía un hierodiácono acompañó al difunto Padre Pacomio a la comunidad de Diveyevo a ver a su lideresa monástica, la Madre Alejandra, una gran mujer asceta, y después el Padre Pacomio bendijo a San Serafín para que cuidara a las “huérfanas de Diveyevo.” Siendo un padre genuino para las hermanas, quienes se dirigían a él con sus dificultades espirituales y materiales.

San Serafín se dedicó mucho esfuerzo a la comunidad monástica femenina en Diveyevo. Diciéndoles que nos les había dado instrucciones de sí mismo, sino era la Reina del Cielo la que lo guiaba en los asuntos perteneciente al monasterio. Sus discípulos y amigos espirituales ayudaron al santo a alimentar y crecer la comunidad de Diveyevo. Miguel V. Manturov, que había sido sanado por el monje de una dolorosa enfermedad, fue uno de los benefactores de Diveyevo.

Nicolás Alexandrovich Motovilov, fue también sanado por el monje. En 1903, poco antes de la glorificación del santo, la remarcable obra “Conversación de San Serafín de Sarov con N. A. Motovilov” fue encontrada y publicada. Escrita por Motovilov después de su conversación a finales de noviembre de 1831, el manuscrito permaneció oculto en un ático entre un montón de papeles por cerca de setenta años. Y fue encontrado por el autor S. A. Nilo, quien estaba buscando información acerca de la vida de San Serafín. Esta conversación es una preciosa contribución a la literatura espiritual de la Iglesia Ortodoxa. Y nació del deseo de Nicolás Motovilov de conocer el objetivo de la vida cristiana. Le fue revelado a San Serafín que Motovilov había buscado la respuesta a esta pregunta desde su niñez, sin haber recibido una respuesta satisfactoria. El santo Anciano le dijo que el objetivo de la vida cristiana es la adquisición del Espíritu Santo, y continuó explicándole los grandes beneficios de la oración y la adquisición del Espíritu Santo.

Motovilov preguntó al santo el cómo había se saberse si el Espíritu Santo estaba con nosotros o no. San Serafín habló extensamente acerca de que cómo la gente venía a ser en el Espíritu de Dios, y cómo podemos reconocer su presencia en nosotros, pero Motovilov deseaba entender esto de una mejor manera. Y entonces el Padre Serafín lo tomo del hombro y le dijo, “Estamos ambos en el Espíritu de Dios ahora, hijo mío. ¿Por qué no me miras?”

Motovilov le contestó, “No puedo mirar, Padre, porque tus ojos resplandecen como el trueno, y tu cara es más brillante que el sol.”

San Serafín le dijo, “No te alarmes, amigo de Dios. Ahora tú mismo te has hecho tan brillante como yo. Tú estás en la plenitud del Espíritu de Dios en ti mismo, de otra forma no serias capaz de verme así.”

Después San Serafín prometió a Motovilov que Dios le permitiría el recordar esta experiencia por el resto de su vida. Diciéndole “No te fue dado tan solo para que tú entendieses, sino a través de ti es para el mundo entero.”

Todos conocían y estimaban a San Serafín como gran asceta y obrador de milagros. Un año y diez meses antes de su final, en la Fiesta de la Anunciación, se le fue concedido a San Serafín el ver a la Reina del Cielo una vez más en compañía de San Juan Bautista, el Apóstol Juan el Teólogo y las doce Vírgenes Mártires (las santas: Bárbara, Catalina, Tecla, Marina, Irene, Eupraxia, Pelagia, Dorotea, Macrina, Justina, Juliana, y Anisia). La Santísima Virgen habló extensamente con el monje, confiándole las hermanas de Diveyevo. Al concluir la conversación, ella le dijo: “Pronto, querido mío, estarás con nosotros.” La monja Eupraxia de Diveyevo estaba presente durante esta visita de la Madre de Dios, porque el santo la había invitado.

En el último año de vida de San Serafín, uno de los que había sanado lo vio estando en el aire durante la oración. El santo prohibió que esto se mencionara hasta que muriera.

San Serafín se hizo perceptiblemente más débil y hablaba mucho acerca de su próximo final. Durante este tiempo se le veía a menudo sentado en su ataúd, el cual había colocado en el cuarto adyacente a su celda, y el cual había preparado para sí mismo.

El santo había marcado el lugar donde finalmente había de ser enterrado, cerca del altar de la catedral de la Dormición. El 1 de Enero de 1833, el Padre Serafín vino a la iglesia de San Zósimo y San Sabatio una última vez para la Liturgia y recibió los Santos Misterios, después de lo cual bendijo a los hermanos y se despidió diciendo: “Salven sus almas. No sean ociosos, mas sean vigilantes. Este día se nos han preparado coronas.”

El 2 de Enero, el Padre Pablo, asistente de celda del santo, dejo su propia celda a las seis de la mañana para ir a la Liturgia. Y percibió un olor a humo que procedía de la celda del Anciano. San Serafín dejaba prendidas velas a menudo n su celda, y el Padre Pablo estaba preocupado de que se pudiera iniciar un incendio.

El santo había dicho una vez: “Mientras esté vivo, no habrá fuego, pero cuando muera, mi muerte será revelada por el fuego.” Cuando abrieron la puerta, parecía que los libros y otros objetos estaban al rojo vivo. San Serafín fue encontrado arrodillándose frente a un icono de la Madre de Dios con sus manos cruzadas sobre su pecho. Su alma pura había sido tomada por los ángeles en el tiempo de oración, y había volado hacía el Trono del Dios Todopoderoso, de quien San Serafín había sido su fiel siervo toda su vida.

San Serafín prometió interceder por aquellos que recuerden a sus padres, Isidoro y Agatia.

Justa Juliana de Lazarevo, Murom

La justa Juliana de Lazarevo y Murom representa un sorprendente ejemplo de una abnegada mujer cristiana rusa. Ella era la hija del nombre Justino Nediurev. Desde edad temprana vivió devotamente, guardando ayuno estricto y usando mucho tiempo para la oración. Siendo huérfana a temprana edad, fue dada a sus familiares para que la cuidaran, y quienes no la recibieron y se burlaron de ella. Juliana sobrellevaba todo con paciencia y sin quejarse. Su amor por la gente fue expresado al cuidar a los enfermos y coser ropa para los pobres.

La vida piadosa y virtuosa de la doncella atrajo la atención del propietario de la villa de Lazarevo, Yurii Osoryin, que pronto se casó con ella. Los suegros amaban a su gentil nuera y dejaron la administración de sus propiedades en sus manos. Los problemas domésticos no interrumpieron los esfuerzos de Juliana. Y siempre encontró tiempo para la oración y siempre estaba preparada para alimentar al huérfano y vestir al pobre. Durante una dura hambruna, ella misma no comía, habiendo dado el último bocado a un limosnero. Cuando una epidemia comenzó después de la hambruna, Juliana se dedicó completamente a cuidar de los enfermos.

La justa Juliana tuvo seis hijos y una hija. Después de la muerte de dos de sus hijos, decidió retirarse a un monasterio, pero su esposo la persuadió para que permaneciera en el mundo, y continuara criando a sus hijos. En el testimonio de Kalistrat Osoryin, hijo de Juliana, quien escribió la biografía de su madre, describe que en este tiempo ella se volvió más demandante consigo misma: intensificando su ayuno y oración, no durmiendo más de dos horas en la noche, y después recostando su cabeza sobre un tablón.

Después de la muerte de su esposo, Juliana distribuyó entre los pobres su porción de la herencia. Viviendo en extrema pobreza, aun así no dejo de estar llena de vitalidad, ni de ser cordial, y en todo agradecía al Señor. Se le concedió a la santa una visita de San Nicolás el Milagroso y la guia de la Madre de Dios en la iglesia. Cuando la Justa Juliana durmió en el Señor, fue sepultada junto a su esposo en la iglesia de San Lázaro. Allí fue sepultada también su hija, la monja-esquima Teodosia. En 1614 las reliquias de la Justa Julia fueron develadas, exudando una fragancia a mirra, de las cuales muchos recibieron sanación.

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