San David de Tesalónica

San David de Tesalónica vivió el ascetismo en el monasterio de los Santos Mártires Teodoro y Mercurio. Inspirado por el ejemplo de los santos estilitas, vivió en un almendro en oración constante, manteniendo ayuno estricto y soportando el calor y el frío. Allí permaneció durante tres años hasta que un ángel le dijo que bajara.

San David recibió de Dios el don de hacer milagros, y él sanó a muchos de la enfermedad. El santo asceta dio consejos espirituales a todos los que acudían a él. Habiendo sido liberado de las pasiones, era como un ángel en el cuerpo, y él fue capaz de tomar carbones calientes en sus manos sin ningún daño. Murió en el año 540.

Tropario, tono 8

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justo David, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles

Santa mártir Febronia de Nisibis

La virgen mártir Santa Febronia sufrió el martirio en Nísibis, en Mesopotamia, alrededor del año 304, durante la persecución de Diocleciano.

Cuando Febronia tenía dos años de edad, sus padres la dejaron al cuidado de su tía Briene, quien gobernaba un monasterio en Nisibis. Ahí creció para convertirse en una bellísima muchacha de alma tan cándida, que ignoraba por completo el mundo exterior y, sólo se preocupaba por adornarse con las virtudes que la hiciesen aparecer digna a su Prometido Celestial. La tía Briene cuidó con escrupuloso esmero su educación y, con el fin de resguardarla contra las tentaciones que necesariamente la asaltarían, no permitía que su sobrina comiese más que cada tercer día y la obligaba a dormir sobre un estrecho tablón. Febronia era inteligente y aprovechó tan bien las lecciones que, a la edad de dieciocho años, se le encomendó la tarea de leer y explicar las Sagradas Escrituras a las monjas, cada viernes. Las damas más nobles y señaladas de la ciudad asistían a esas lecturas, pero la madre Briene había tomado la precaución de ocultar a Febronia tras un velo, para que las señoras no advirtiesen su extraordinaria belleza y, al mismo tiempo, para no inquietar a la muchacha que, en toda su vida, no había visto a nadie más que a las otras monjas.

La pacífica existencia del convento quedó brutalmente interrumpida por la persecución. Los crueles edictos de Diocleciano fueron aplicados en Nisibis con especial ferocidad, por el prefecto Seleno. Los clérigos, junto con el obispo, emprendieron la fuga y todas las religiosas imitaron su ejemplo; en el claustro quedaron, únicamente, Briene, Febronia, que estaba en la convalecencia de una grave enfermedad y Tomáis. Cuando llegaron los oficiales de la prefectura a hacer un registro en el monasterio, no se preocuparon por detener a las dos monjas viejas, pero se llevaron a Febronia.
Al otro día, compareció en el tribunal y el prefecto Seleno encomendó a su sobrino Lisimaco la tarea de interrogarla. El joven procedió a hacerlo con toda cortesía y aun cierta condescendencia, porque la madre de Lisimaco era cristiana y sus simpatías estaban de parte de la prisionera. Pero Seleno intervino intempestivamente y, con cierta malicia, prometió dar a Febronia la libertad y muchas riquezas, si renunciaba a su religión y consentía en casarse con Lisimaco. La hermosa muchacha repuso, sencillamente, que no quería riquezas, porque ya tenía un gran tesoro en el cielo y que no buscaba marido, puesto que estaba desposada con su inmortal Prometido, quien le ofrecía la dote del Reino de los Cielos. Enfurecido ante semejante respuesta, Seleno mandó que la muchacha, desnuda, fuese colgada por los brazos de cuatro postes, encima de un lecho de brasas y que se le azotara. Le fueron arrancados diecisiete dientes y le cortaron los pechos. Entre las indignadas protestas de la muchedumbre que llenaba la sala, los verdugos se ensañaron más todavía con su víctima a la que cortaron los miembros a pedazos y, por fin, al ver que aún vivía, la remataron con golpes de hacha. Casi inmediatamente después, recibió Seleno la retribución de sus infamias, porque, presa de un súbito ataque de locura, se dio de cabezadas contra las columnas de mármol de la sala y murió con el cráneo destrozado. Por orden de Lisimaco, se reunieron respetuosamente los restos despedazados de Febronia y se les dispensó un magnífico funeral. El espantoso martirio de Febronia consiguió que numerosísimos paganos pidiesen el bautismo, y uno de los primeros fue Lisimaco, quien, posteriormente, en los tiempos del emperador Constantino, tomó el hábito de monje.

Tropario, tono 4

Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Febronia, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas

Nacimiento del Santo y Glorioso Precursor de Cristo, Juan Bautista

El Santo Profeta Juan el Bautista era hijo del sacerdote Zacarías, casado con Santa Isabel (descendiente de Aarón) y que vivían cerca de Hebrón (en una región montañosa) al sur de Jerusalén.

El único relato del nacimiento de Juan el Bautista aparece en el Evangelio de Lucas, de donde sabemos que sus padres fueron Zacarías e Isabel, que no tenían hijos y ambos eran de edad avanzada. Durante el turno de Zacarías en los servicios litúrgicos en el Templo de Jerusalén, él fue escogido por sorteo para ofrecer incienso en el Altar de Oro en el Santo de los Santos. El Arcángel Gabriel se le apareció y le anunció que él y su mujer tendrían un hijo, y que le deberían llamar Juan. Sin embargo, como Zacarías no creía el mensaje de Gabriel, se quedó mudo hasta que Juan nació. En aquel tiempo, sus parientes quisieron llamar al niño como a su padre, y Zacarías escribió, Juan es su nombre, tal como el Ángel había indicado al momento de su anunciación, con lo cual recuperó su capacidad de hablar. Después de obedecer Zacarías el mandato de Dios, le fue dado el don de la profecía, y predijo el futuro ministerio de Juan como Precursor del Redentor.

Según la expresión de una oración de la Iglesia, el Profeta san Juan, era la luminosa estrella matutina, la cual desprendía un brillo que era superior a la luminosidad de todas las estrellas y anunciaba la mañana del bendito día, iluminado por Cristo el Sol espiritual (Malaquias 4:2)

El Señor Jesucristo dijo sobre el Profeta San Juan el Bautista “De todos los nacidos de mujer ninguno (profeta) superó a Juan el Bautista.”

San Juan el Bautista es glorificado por la Iglesia como un “Angel, Apóstol, Mártir, Profeta, Intercesor de la gracia antigua y nueva, de los nacidos honorabilísimo y ojo luminoso de la Palabra.

Tropario, tono 4

Profeta y precursor de la venida de Cristo, * con afecto te veneramos, mas no logramos jamás alabarte debidamente: * la esterilidad de tu madre * y la mudez de tu padre * se han desatado, pues, * por tu honrado nacimiento, * y se ha anunciado en el mundo * la encarnación del Hijo de Dios.

Santa Agripina de Roma, Virgen y Mártir

La Santa Mártir Agripina, era romana de nacimiento. Ella no quiso contraer matrimonio y dedicó totalmente su vida a Dios. Durante la época de persecución contra los cristianos bajo el emperador Valeriano (253-259), la santa compareció ante el tribunal y confesó valientemente su fe en Cristo, por lo que fue entregada a la tortura. Golpearon a la santa virgen con palos tan brutalmente que le rompieron los huesos. Después encadenaron a Santa Agripina, pero un ángel la liberó de sus ataduras.

La santa confesora murió a causa de las torturas que soportó. Los cristianos Bassa, Paula y Agatónico tomaron en secreto el cuerpo de la santa mártir y lo transportaron a Sicilia, donde se obraron muchos milagros junto a su tumba. En el siglo XI las reliquias de la santa mártir Agripina fueron trasladadas a Constantinopla.

Tropario, tono 4

Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Agripina, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus

Hieromártir Eusebio, obispo de Samosata

No se sabe nada sobre el origen y la primera parte de la vida de San Eusebio. La historia le menciona por primera vez hacia el año 361, cuando ya era obispo de Samosata y como tal asistió al sínodo convocado en Antioquía para elegir al sucesor del obispo Eudoxio. Precisamente por los esfuerzos del obispo Eusebio, la elección recayó sobre San Melecio, antiguo obispo de Sebaste y un hombre muy venerado por su piedad y sabiduría. Gran parte de los electores eran arrianos y tenían la esperanza de que, si votaban en favor de Melecio, éste favorecería sus doctrinas, por lo menos tácitamente. Pero los arrianos quedaron decepcionados. En el primer discurso que pronunció el nuevo obispo de Antioquía, en presencia del emperador Constancio, que también era arriano, reafirmó la doctrina Ortodoxa de la Encarnación, tal como había sido expuesta en el Credo de Nicea. A raíz de aquel sermón, los arrianos, enfurecidos, buscaron la manera de deshacerse del obispo y el emperador Constancio envió a uno de sus funcionarios a entrevistar a San Eusebio para pedirle que entregase las actas sinodales de la elección que habían sido confiadas a su cuidado. San Eusebio respondió que no las entregaría sin el previo consentimiento y autorización de todos y cada uno de los signatarios. Se le amenazó con mandar que le cortaran la mano derecha si persistía en su actitud, y entonces el santo extendió sus dos manos y dijo que estaba dispuesto a perderlas, antes que faltar a la confianza que se había depositado en él. El emperador quedó muy impresionado por el valor del obispo y ya no insistió.

Durante algún tiempo más, después de aquel incidente, San Eusebio tomó parte en los concilios y conferencias de los arrianos y semi arrianos, a fin de sostener la verdad y con la esperanza de obtener la unidad; pero, a partir del Concilio de Antioquía, en 363, San Eusebio dejó de aparecer en las reuniones, porque comprendió que su actitud escandalizaba a los ortodoxos. Nueve años después, urgentemente solicitada su presencia por el anciano Gregorio de Nazianzo, fue a Capadocia para ejercer su influencia y su experiencia en favor de San Basilio, en la elección para ocupar la sede vacante de Cesárea. Tan notables fueron los servicios que prestó en aquella ocasión, que el joven Gregorio (el Teólogo), en una carta escrita por aquel entonces, se refiere a Eusebio como “columna de la verdad, luz del mundo, instrumento de los favores de Dios hacia su pueblo, apoyo y gloria de toda la ortodoxia.” Entre San Basilio y San Eusebio se estableció una sincera amistad que, más tarde, se mantuvo a través de las cartas.

Al estallar la persecución de Valente, San Eusebio, no contento con proteger a sus propios fieles de la herejía, hizo, de incógnito, varias expediciones a Siria y Palestina para fortalecer la fe de los fieles, para ordenar sacerdotes y para ayudar a los obispos ortodoxos a nombrar verdaderos y meritorios pastores que ocuparan las sedes que quedaban vacantes. Su celo extraordinario despertó la animosidad de los arrianos y, en 374, el emperador Valente promulgó la orden que lo condenaba al destierro en Tracia. Cuando el oficial encargado de hacer cumplir el decreto se presentó ante Eusebio, el obispo le rogó que procediera con discreción, porque si el pueblo veía que le arrestaban, se lanzaría sobre los captores para matarlos. Por consiguiente, aquella noche, después de rezar el oficio como de costumbre, salió tranquilamente de su casa cuando todos dormían y, en compañía de uno de sus servidores, partió hacia el Eufrates y se embarcó. A la mañana siguiente, cuando las gentes se dieron cuenta de que había partido, se emprendió su búsqueda; algunos de sus fieles le dieron alcance y le suplicaron, con lágrimas en los ojos, que no los abandonara. Él también lloró ante las muestras de afecto de aquellas gentes, pero les explicó que era necesario obedecer las órdenes del emperador y los exhortó a confiar en Dios para que todo llegara a arreglarse satisfactoriamente. La grey del obispo Eusebio demostró su fidelidad y, mientras duró el exilio, se negó a tener cualquier trato con los dos prelados arrianos que ocupaban la sede.

A la muerte de Valente, en 378, terminó la persecución, y San Eusebio regresó a su sede y a su rebaño. Su celo y su piedad no habían sufrido menoscabo por los sufrimientos del destierro. Gracias a sus esfuerzos, se restableció en toda su diócesis la unidad Ortodoxa, y las sedes vecinas fueron ocupadas con prelados ortodoxos. San Eusebio se hallaba de visita en la ciudad de Dolikha, para instalar ahí un obispo, cuando una mujer arriana, oculta en la azotea de una casa, le arrojó una pesada piedra sobre la cabeza. El golpe que recibió fue fatal, puesto que, a consecuencias del mismo murió algunos días más tarde, tras de obtener la promesa de sus amigos de que no perseguirían ni castigarían a su atacante.

Tono 4

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus odos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Eusebio, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Mártir Julián de Tarso

El Santo Mártir Julián de Tarso nació en Diocesarea, en la provincia de Cilicia. Era hijo de un senador pagano, pero su madre era cristiana. Después de la muerte de su padre, se mudaron a Tarso, donde fue bautizado y criado en la piedad cristiana. Cuando Juliano cumplió dieciocho años, el emperador Diocleciano (284-305) comenzó a perseguir a los cristianos, emitiendo un decreto según el cual todos debían ofrecer sacrificios a los ídolos. Si se negaban, serían torturados. Entre los detenidos se encontraba San Julián. Lo llevaron ante el eparca Marciano para ser juzgado y durante mucho tiempo lo instaron a renunciar a Cristo. Ni los tormentos, ni las amenazas, ni las promesas de regalos u honores pudieron convencer al devoto joven de sacrificar a los ídolos y negar a Cristo, por lo que el santo confesor se mantuvo firme en su fe.

Durante todo un año condujeron al mártir por las ciudades de Cilicia, sometiéndolo por todas partes a interrogatorios y torturas, tras lo cual lo encarcelaron. La madre de San Julián siguió a su hijo y oró para que el Señor lo fortaleciera. En la ciudad de Egea, suplicó al eparca que le permitiera visitar la prisión, aparentemente para persuadir a su hijo de que ofreciera sacrificios a los ídolos. Cuando lo vio, hizo todo lo contrario. Pasó tres días en prisión con San Julián, exhortándolo a permanecer fuerte hasta el final.

Una vez más, San Julián fue llevado ante el eparca. Pensando que su madre había persuadido a su hijo a obedecer el decreto imperial, Marciano trató de convencerla de que ofreciera sacrificios, pero ella continuó confesando a Jesucristo y denunció audazmente el politeísmo. Marciano ordenó entonces que le cortaran los pies, ya que había seguido a su hijo desde Tarso.

Luego metieron a San Julián en un saco lleno de arena y serpientes venenosas y lo arrojaron al mar. El cuerpo del mártir fue llevado por las olas hasta las costas de Alejandría. Allí su cuerpo fue enterrado por cierto cristiano piadoso. La muerte de San Julián se produjo hacia el año 305. Posteriormente, sus reliquias fueron trasladadas a Antioquía.
La gente piados, reza a San Julián para que proteja los jardines y campos de los reptiles, las serpientes y los insectos dañinos.

Tropario, tono 4

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Hieromártir Metodio de Pátara; San Nicolás Cabasilas

Hieromártir Metodio de Pátara

 

El Hieromártir Metodio, obispo de Patara (Licia en Asia Menor), se distinguió por su genuina humildad monástica. Con calma y apacibilidad instruyó a su rebaño, pero defendió firmemente la pureza de la ortodoxia y luchó enérgicamente contra las herejías, especialmente la extendida herejía de los origenistas. Dejó tras de sí un rico legado literario: obras en defensa del cristianismo contra el paganismo, explicaciones de los dogmas ortodoxos contra la herejía de Orígenes, discursos morales y explicaciones de la Sagrada Escritura.

San Metodio fue arrestado por los paganos, confesó firmemente ante ellos su fe en Cristo y fue condenado a muerte por decapitación en el año 312.

Tropario, tono 4

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Metodio, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

 

San Nicolás Cabasilas

San Nicolás Cabasilas nació en Salónica en 1322 y era sobrino de Neilos Cabasilas, quien era el arzobispo de Salónica. Recibió una excelente educación, tanto en Salónica como en Constantinopla, estudiando retórica, teología, filosofía, etc. Durante un tiempo sirvió como asesor del emperador Juan VI Cantacuzeno (reinó entre 1347 y 1354), quien le encomendó varias misiones importantes. en esta época de guerra civil (1341-1347) y luchas religiosas. En el último año de su vida, el Emperador abdicó y fue tonsurado como monje con el nombre de Joasaph. Permaneció en el renombrado Monasterio de Manganon hasta su muerte. San Nicolás parece haberse convertido en monje en Manganon al mismo tiempo, y es posible que fuera ordenado hieromonje.

Fue discípulo de San Gregorio del Sinaí (8 de agosto) y partidario de San Gregorio Palamás (14 de noviembre), defensores del hesicasmo (quietud), que implica la oración incesante del corazón, que puede conducir a una visión de la Luz Increada del Tabor. San Nicolás participó en las controversias hesicastas de su época, que terminaron cuando el Concilio de 1351 proclamó como ortodoxas las enseñanzas de San Gregorio Palamas.

La fama de San Nicolás se basa principalmente en sus dos libros: Explicación de la Divina Liturgia y Sobre la vida en Cristo, que describe los Santos Misterios, la gracia divina y la perfección de la Iglesia. en las virtudes divinas.

San Nicolás expone en sus escritos la enseñanza hesicástica (y patrística) de que la vida en Cristo, que comienza en esta vida, se perfecciona en el Reino. La santificación viene sólo de Cristo, pero la santidad se logra cuando nuestra voluntad está en armonía con la voluntad de Cristo.

El libro 6 de De la vida en Cristo contiene algunos comentarios muy instructivos sobre las Bienaventuranzas. San Nicolás señala que quien estudie y medite estas palabras de Cristo será verdaderamente feliz. Compara las Bienaventuranzas con “una escalera por la cual podemos ascender (a la vida de bienaventuranza)”.

La fecha del bendito reposo de San Nicolás es incierta, pero probablemente ocurrió antes de 1391. Si eso es cierto, entonces debe haber estado al tanto de la caída de Tesalónica ante los turcos en 1387. Fue glorificado como santo el 19 de julio de 1983.

Tropario, tono 4

Divino maestro, intérprete perspicaz * del credo de fe y de todas las santas virtudes, oh justo Nicolás, * has brillado en el mundo, * en palabra y obra; * toda Tesalónica * se gloría en tu gloria * y con ansia celebra * tu solemne memoria.

Apóstol Judas (Tadeo); San Paisio el Grande

Santo Apóstol Judas (Tadeo)

 

El santo apóstol Judas, uno de los doce apóstoles de Cristo, desciende del rey David, y era (según algunas tradiciones) hijo del justo José con su primera esposa.

Judas llegó a creer en Cristo Salvador como el Mesías esperado, lo siguió y fue elegido como uno de los doce Apóstoles. Consciente de su pecado, el apóstol Judas se consideró indigno de ser llamado hermano del Señor, y en su Epístola se llama simplemente hermano de Santiago.

El santo apóstol Judas también tuvo otros nombres: el evangelista Mateo lo llama “Lebeo, cuyo sobrenombre era Tadeo” (Mt. 10,3). El santo evangelista Marcos también lo llama Tadeo (Marcos 3:18), y en los Hechos de los Santos Apóstoles se le llama Barsabas (Hechos 15:22). Esto era costumbre en aquella época.

Después de la Ascensión del Señor Jesucristo, San Judas viajó predicando el Evangelio. Propagó la fe en Cristo primero en Judea, Galilea, Samaria e Idumea, y luego en tierras de Arabia, Siria y Mesopotamia. Finalmente, se dirigió a la ciudad de Edesa. Aquí terminó la obra que no completó su predecesor, San Tadeo, Apóstol de los Setenta (21 de agosto). Existe la tradición de que San Judas fue a Persia, donde escribió su epístola católica en griego.

La Epístola de San Judas habla de la Santísima Trinidad, de la Encarnación del Señor Jesucristo, de los ángeles buenos y malos y del terrible Juicio Final. El Apóstol insta a los creyentes a protegerse de la impureza carnal, a ser diligentes en la oración, la fe y el amor, a convertir a los perdidos al camino de la salvación y a protegerse de las enseñanzas de los herejes.

El Santo Apóstol Judas murió mártir alrededor del año 80 cerca del monte Ararat en Armenia, donde fue crucificado y atravesado por flechas.

Tropario, tono 1

De Cristo familiar, mártir firme valiente, * pisaste el extravío y la fe conservaste. * Sabiendo tu mérito, celebramos, oh Judas, hoy, * tu memoria santa, y así recibimos* el perdón de los pecados, gratamente, * por tus santas súplicas.

 

San Paisio el Grande

 

San Paisio el Grande vivió en Egipto. Sus padres, cristianos, repartieron generosas limosnas a todos los necesitados.

Después de la muerte de su marido, su madre, por sugerencia de un ángel, entregó a su pequeño hijo Paisio al cuidado de la iglesia.

El joven Paisio amaba la vida monástica y pasaba su tiempo en uno de los sketes egipcios. Renunciando a su propia voluntad, vivió bajo la guía espiritual de San Pambo (18 de julio), terminando todas las tareas que le fueron asignadas. El anciano dijo que un nuevo monje en particular necesita preservar la vista para proteger sus sentidos de la tentación. Paisio, siguiendo las instrucciones, estuvo tres años con la mirada baja. El santo asceta leía libros espirituales y era conocido por su ayuno y oración. Al principio no comió nada durante una semana, luego dos semanas. A veces, después de participar de los Santos Misterios de Cristo, sobrevivía sin comer durante setenta días.

San Paisio se adentró en el desierto de Nitria en busca de soledad. Allí vivió en una cueva excavada por sus propias manos. Al santo se le concedió una visión maravillosa: el Señor Jesucristo le reveló que a través de sus trabajos el desierto de Nitria sería habitado por ascetas. Con el tiempo, varios monjes y laicos se reunieron en torno a San Paisio y se estableció un monasterio. La regla más importante de San Paisio era que nadie haría nada por su propia voluntad, sino que cumpliría en todo la voluntad de sus mayores.

Como tanta gente perturbaba su tranquilidad, el santo se retiró a otra cueva más alejada.

San Paisio se distinguió por su gran humildad y realizó actos ascéticos de ayuno y oración, pero los ocultó a los demás en la medida de lo posible. Cuando los monjes preguntaron cuál es la virtud más elevada de todas, el santo respondió: “Las que se practican en secreto y de las que nadie sabe”.

San Paisio murió en el siglo V a una edad muy avanzada y fue enterrado por los monjes. Después de algún tiempo, sus reliquias fueron trasladadas por San Isidoro de Pelusium (4 de febrero) a su propio monasterio y colocadas junto a las reliquias de su amigo San Pablo, con quien San Paisio estuvo particularmente cercano durante su vida.

Tropario, tono 4

Honor de los monjes, varón piadoso espiritual, * un ángel con cuerpo, digno ciudadano del Cielo, el justo Paísio, * goza con nosotros, hoy, * su memoria y brinda * gracia a los agobiados, * por sus intercesiones. * Por ello, atentos y prestos, * con fe lo honramos.

Los Santos Mártires Manuel, Sabel e Ismael

Los Santos Mártires Manuel, Sabel e Ismael, hermanos de nacimiento, descendían de una ilustre familia persa. Su padre era pagano, pero su madre era cristiana, quien bautizó a los niños y los crió con una fe firme en Cristo Salvador.
Cuando llegaron a la edad adulta, los hermanos ingresaron al servicio militar. En representación del rey persa Alamundar, fueron sus emisarios para concluir un tratado de paz con el emperador Juliano el Apóstata (361-363). Julián los recibió con los debidos honores y les mostró su favor. Sin embargo, cuando los hermanos se negaron a participar en un sacrificio pagano, Julián se enojó. Anuló el tratado y encarceló a los embajadores de un país extranjero como delincuentes comunes.
Durante el interrogatorio, les dijo que si despreciaban a los “dioses” que él adoraba, sería imposible alcanzar paz o acuerdo entre las dos partes. Los santos hermanos respondieron que fueron enviados como emisarios de su Rey para asuntos de estado, y no para discutir sobre “dioses”. Al ver su firmeza de fe, el Emperador ordenó torturar a los hermanos.
Las manos y los pies de los Santos Mártires fueron clavados en los árboles. Más tarde, les clavaron púas de hierro en la cabeza y les clavaron astillas afiladas debajo de las uñas de las manos y los pies. Durante sus tormentos, los santos glorificaron a Dios y oraron como si no sintieran las torturas.
Finalmente, los Santos Mártires fueron decapitados y Julián ordenó quemar sus cuerpos. De repente, hubo un terremoto. El suelo se abrió y los cuerpos de los santos desaparecieron en el abismo. Después de que los cristianos oraron fervientemente durante dos días, la tierra entregó los cuerpos de los santos hermanos, de los cuales emanaba una dulce fragancia. Muchos de los paganos que habían presenciado el milagro creyeron en Cristo y fueron bautizados. Esto fue en el año 362.
Los cristianos enterraron con reverencia los cuerpos de los Santos Mártires Manuel, Sabel e Ismael. Desde entonces las reliquias de los Portadores de la Santa Pasión han sido glorificadas con milagros.
La conmemoración solemne de estos santos es muy antigua. En 395, treinta y tres años después de su muerte, el emperador Teodosio el Grande construyó una iglesia en honor de los Santos Mártires en Constantinopla, y el Hieromonje Germanos (12 de mayo), que más tarde se convirtió en Patriarca de Constantinopla, compuso un Canon en honor de los santos hermanos.

Tropario, tono 4
Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Mártir Aquilina de Biblos en Líbano

En las primeras épocas del cristianismo los fieles de oriente profesaron gran veneración a Santa Aquilina, y su nombre aparece en casi todos los martirologios. San José el Himnógrafo compuso un oficio especial en su honor, con un himno en acróstico, es decir que la letra inicial de cada verso forma, en sucesión vertical, una loa a la santa, a la que el autor llama su madre espiritual. Aquilina era natural de Biblos, en Fenicia, hija de padres cristianos y bautizada por Eutalio, el obispo de aquella diócesis. Al cumplir los doce años, estalló la persecución de Diocleciano y la niña fue detenida y conducida ante el magistrado Volusiano. Ahí confesó abiertamente su fe y, cuando los halagos y las amenazas resultaron inútiles para doblegar su constancia, fue abofeteada por los soldados, azotada con látigos y, al fin, decapitada. La cabeza y el cuerpo de la pequeña mártir fueron arrojados a unos campos, lejos de la ciudad, y entonces apareció un ángel que volvió a reunirlos y devolvió la vida a Aquilina quien regresó a la ciudad y, al día siguiente, se presentó ante el juez Volusiano. Este, al ver viva a su víctima, se quedó paralizado y mundo de asombro, pero en cuanto se repuso de la sorpresa, mandó que metieran en prisión a la niña y volviesen a decapitarla. Sin embargo, al otro día, cuando los soldados entraron a la celda para cumplir con la sentencia, encontraron a Aquilina muerta. El juez insistió en que se llevase a cabo la ejecución y, cuando cortaron la cabeza al cadáver, de la herida salió leche en vez de sangre.

Tropario, tono 4
Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Aquilina, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

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