Boletín del 10/04/2011

5° Domingo de la Cuaresma

Domingo de Santa María Egipcíaca

María de Egipto 2

 Puesto que te tenemos como ejemplo del arrepen­timiento, oh piadosa María,
suplica a Cristo que nos lo otorgue en este tiempo de ayuno,
para que con anhelo y fe, con himnos, te alabemos.
Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 5

icono_audioAl coeterno Verbo, con el Padre y el Espíritu,
al Nacido de la Virgen para nuestra salvación,
alabemos, oh fieles, y prosternémonos.
Porque se complació en ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
y soportar la muerte,
y levantar a los muertos por su Resurrección gloriosa.

Tropario de Santa María Egipcíaca

Tono 8

icono_audioEn ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justa María,
pues tomando la cruz seguiste a Cristo
y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne que es efímera
y a cuidar, en cambio, el alma inmortal.
Por eso hoy tu espíritu se alegra junto con los ángeles.

Condaquio de la Cuaresma

Tono 8

icono_audioA ti, María, te cantamos como victoriosa;
 tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡Alégrate oh Novia y Virgen!

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (9: 11-14)

Hermanos: Cristo, habiéndose presentado como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través del Tabernáculo óptimo y más perfecto, no fabricado por mano de hombre —es decir, que no pertenece a esta creación—, y no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre: penetró en el santuario una vez para siempre, habiendo obtenido una redención eterna. Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en orden a la purificación de la carne, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!

Evangelio según San Marcos (10: 32-45)

En aquel tiempo, Jesús Tomó a los Doce aparte y comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, y se burlarán de Él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, y a los tres días resucitará.»

Se acercaron a Él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te pidamos.» Él les dijo: «¿Qué quieren que les conceda?» Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús les dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que Yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que Yo voy a ser bautizado?» Ellos dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que Yo voy a beber, sí, la beberán y también serán bautizados con el bautismo con el que Yo voy a ser bautizado; pero sentarse a mi diestra o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.»

Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo: «Saben que los jefes de las naciones las señorean, y los grandes avasallan sobre ellas. Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser primero entre ustedes, será esclavo de todos, porque tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos.»

Jesús anuncia su muerte

 Durante la presente cuaresma, hemos seguido paso a paso la preparación del sacrificio expiatorio de nuestro Señor Jesucristo. Sacrificio sin el cual nuestra salvación hubiera sido imposible. Como la vida está en la sangre, según leemos en Levítico 17:11. Fue necesario que Cristo hubiese derramado su preciosa sangre, para devolver la vida a la caída humanidad. En el Antiguo Testamento abundan las figuras del sacrificio de Cristo; por ejemplo el sacrificio de Isaac, pero es en ritual del tabernáculo donde todas las formas del culto señalaban al sacrificio del Mesías. En el tabernáculo se derramaba la sangre de las víctimas ofrecidas en sacrificio, y el gran sacerdote entraba una vez al año al lugar santísimo a ofrecer la sangre de las víctimas para el perdón de pecados; “porque sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados” ( Heb 9:22). 

Por lo tanto, tenía que derramarse la sangre de Cristo para que pudiera efectuarse un perfecto perdón de pecados; una perfecta expiación. Todas las profecías mesiánicas se cumplen con exactitud en Jesús, el hijo de la Virgen María, luego Él es el Mesías prometido por Dios. En el Salmo 22 se encuentra profetizada en gran parte la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, y el profeta Daniel profetiza con muchos años de anticipación el sacrificio del Mesías y la destrucción de Jerusalén por los romanos; por no haber aceptado los judíos al enviado de Dios (Dn 9: 23-27).

Y el beneficio de la salvación es a todos por igual, tanto a judíos como a gentiles, sin que sea más benéfico a unos que a otros. Entre los mismos apóstoles se discutía quién podía ser el mayor (Lc 22: 24-27). Cristo nos dice que el que quiera ser el mayor debe empezar a servir a los demás, porque ante Dios todos somos iguales, “pues para Dios no hay acepción de personas” (Hch 10:34). Así pues, su Sangre preciosa derramada en la Cruz del calvario es vida para todos por igual. Porque el gran sacerdote de los judíos entraba constantemente cada año al lugar santísimo, para ofrecer la sangre de los sacrificados; Cristo se ofreció una sóla vez y para siempre, como está escrito: “porque con una sóla ofrenda hizo perfectos a los santificados” (Heb 10:14).

Mientras los hombres del mundo toman estos días santos como pretexto para alagar sus sentidos, nosotros, pueblo de Dios,  en estos días nuestro espíritu se regocija en gran manera; porque celebramos el triunfo de Cristo sobre la muerte y el pecado, porque su misión no termina con su muerte, sino que continúa con su gloriosa Resurrección, destruyendo con este hecho el poder de la muerte y el sepulcro (1 Cor 15: 54-57), y preparando nuestra resurrección para estar con Él por toda la eternidad (Jn 14:2-3).

Rev. Padre Mario Lara
Catedral de San Jorge
México, D.F.

Sobre la oración

Preguntaron a san Basilio: ¿cómo los apóstoles oraban sin cesar? Y les contestó que ellos en todas sus acciones se concebían en Él y vivían en una entrega permanente a Él. Esta vida espiritual era su constante oración.

San Teófano el Recluso

Ya seas científico o alumno, empleado o militar, investigador o trabajador: recuerda que lo más importante a aprender en tu vida consiste en conocer la salvación en Cristo, tener fe en la Santísima Trinidad, orar con Dios diariamente, acudir a los servicios de la Iglesia y conservar el Nombre de Jesucristo en tu corazón, porque en él radica la fuerza de Dios para la Salvación.

San Juan Cronstadt

 Santa María Egipcíaca

María era cristiana de nacimiento; huyó de su familia y fue a Alejandría para vivir según sus deseos inmundos. Su biografía muestra que no se había separado totalmente de la Iglesia y de la religión ya que, un día, se le ocurrió la idea de peregrinar a Jerusalén. Su alma, entonces, era una mezcla de descendencia cristiana y conducta miserable y pagana.

Mientras estaba en Alejandría, en una de sus locuras, decidió peregrinar a la Tierra Santa, y planeaba que, vendiendo su cuerpo en el barco, pagaría el boleto y los gastos. ¡Qué esquizofrenia tan grande!

En la Ciudad Santa, María marchó con las multitudes hacia la iglesia de la Resurrección. Al llegar al umbral, cierta fuerza le impidió entrar; trató una y otra vez pero no podía tener acceso. En aquel momento, se dio cuenta de que la impureza de su vida era lo que le obstruía el paso para abrazar la Santa Cruz. A la sazón, la pecadora oraba con mucho llanto a la Virgen y dio la promesa de que, si lograba entrar, abandonaría el mundo y sus deseos. Y así se hizo.

Saliendo de aquella iglesia, se dirigió hacia el Río Jordán, se lavó en él y más tarde comulgó. Al día siguiente cruzó el Río y vivió en el desierto durante 47 años sin ver a ninguna persona. Soportaba el calor del día y el frío de la noche; comía de lo que encontraba de las hierbas silvestres. María cambió el fuego de los deseos carnales por el rocío del amor divino. Se volvió una estatua de luz.

Muchos años después, un anciano, Zósimo, salió al desierto para pasar la gran Cuaresma, conforme a la costumbre monástica. Mientras estaba caminando, le pareció ver de lejos un fantasma de cuerpo quemado por el sol, de cabello blanco. Al darse cuenta de que era un asceta, lo siguió y cuando lo alcanzó, descubrió que se trataba de una mujer. 

María le confesó al monje toda su historia, le pidió comulgar. El Jueves Santo, el padre Zósimo le trajo la Comunión. Un Año después, al volver nuevamente Zósimo, la encontró tendida en el suelo, con el rostro hacia el Oriente, y cerca de ella estas palabras grabadas en la arena: «Padre Zósimo, entierra aquí el cuerpo de María, la miserable. Morí el mismo día en que comulgué los Dones místicos. Ora por mí.»

Desde que su corazón había quedado extasiado por el Señor en la iglesia de la Resurrección, no volvió a ver el rostro de sus pecados, y sus ojos ya pertenecían nada más a Jesús.

La Iglesia recuerda, en el quinto domingo de la Gran Cuaresma, a la Santa, precisamente cuando se acerca el fin de la Cuaresma, para alentar a los pecadores y negligentes al arrepentimiento, para que sea la Santa festejada un ejemplo a seguir.

Boletín del 03/04/2011

4° Domingo de la Cuaresma

Domingo de San Juan Clímaco

la Escala del Clímaco

Oh Justo, te apartaste del reprobable gozo mundano
y apagaste la carne con el ayuno,
renovando el impulso del alma
y enriqueciéndola con la gloria celestial.
 Por eso, intercede sin cesar por nosotros,
oh Juan de eterna memoria.

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 4

icono_audioLas discípulas del Señor aprendieron del Ángel
el alegre anuncio de la Resurrección,
la sentencia ancestral rechazaron
y se dirigieron con orgullo a los apóstoles diciendo:
¡Fue aprisionada la muerte,
resucitó Cristo Dios y concedió al mundo la gran misericordia!

Tropario de San Juan Clímac

Tono 8

Con la efusión de tus lágrimas regaste el de­sierto estéril;
y por los profundos suspiros, tus fatigas dieron frutos cien veces más,
volviéndote un astro del universo, brillante con los milagros,
oh nuestro justo padre Juan;
intercede ante Cristo Dios para que salve nuestras almas.

 

Condaquio de la Cuaresm

Tono 8

icono_audioA ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡Alégrate oh Novia y Virgen!

 

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (6: 13-20)

Hermanos: Cuando Dios hizo la Promesa a Abraham, no teniendo a otro mayor por quien jurar, juró por Sí mismo diciendo: Te bendeciré y te acrecentaré en gran manera. Y así (Abraham) aguardando con paciencia, alcanzó la Promesa. Pues los hombres juran por uno superior, y para ellos el juramento es la garantía que pone fin a todo litigio. Por eso Dios, queriendo mostrar más plenamente a los herederos de la Promesa la inmutabilidad de su decisión, interpuso el juramento; para que, mediante dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios no cumpla, tengamos un consuelo poderoso, los que buscamos el refugio al asirnos a la esperanza propuesta, la cual tenemos como ancla del alma, segura y firme, que penetra hasta más allá del velo, adonde entró como precursor de nosotros Jesús, hecho Sumo Sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec.

 

Evangelio según San Marcos (9: 17-31)

En aquel tiempo, uno de entre la gente se acercó a Jesús y le dijo: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo y, dondequiera que se apodera de él, lo derriba, le hace echar espumarajos, rechinar los dientes y lo deja rígido. He dicho a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.» Él le respondió y dijo: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo habré de soportarlos? ¡Tráiganmelo!» Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos. Entonces Él preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto?» Le dijo: «Desde niño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él; pero, si algo puedes, compadécete de nosotros y ayúdanos.» Jesús le dijo: «Si puedes creer, todo es posible para quien cree.» Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi poca fe!» Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, Yo te lo mando: sal de él y no entres más en él.» Y el espíritu salió dando gritos y agitándolo con violencia. El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había muerto. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y él se puso de pie.

Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?» Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con oración y ayuno.»

Poca fe mueve montañas

Cada uno de nosotros al escuchar la lectura del Evangelio de hoy, se identifica con los apóstoles que sufrían por la falta de fe y la duda. Pero la lectura de este domingo, el cuatro de la Cuaresma, nos enseña que la duda es en verdad el primer paso en el camino hacia la fe; y podemos superar esta debilidad orando a Dios, con humildad, tal como lo hizo el padre del niño que hoy exclamó al Señor: “Ayuda a mi poca fe”.

Cada uno de nosotros tiene esa “poca fe” por lo que necesita pedir la fuerza del Señor Jesucristo pasando hacia la fe que existe en una relación activa con Dios por medio de la oración y el ayuno; Puesto que el ayuno, igual que la oración, hace que Dios, quien no está aparecido frente a nuestros ojos, se haga presente en nosotros. Entonces, la lectura de hoy nos enseña a correr hacia Dios, el único Todopoderoso, antes de empezar cualquier acción de un modo que nuestra vida, acompañada con la oración y el ayuno, forme la prueba de que Dios está presente en nosotros.

Aprendemos también de la lectura de hoy que la gracia de hacer milagros no está dada a cada cristiano individualmente sino a la Iglesia; por eso no tenemos que pensar que al hacer largas oraciones y pasar la vida en ayuno se logran los milagros: orar y ayunar son acciones que hacemos continuamente para explicar nuestra abnegación dando a Dios toda nuestra vida para que sea nuestra voluntad como la de Él.

Aunque nuestra fe sea poca, no tenemos que temer sino que hacer de esta fe la base de toda nuestra vida. Lo que esta lectura nos dice es que la fe no es solamente en la fuerza de Dios y su poder, sino también en nuestra misión en el mundo; la misión que empieza en obras espirituales como la oración y el ayuno y culmina en ayudar al prójimo y cambiar el mundo. Será pues más fácil creer que Dios existe y hace maravillas que pensar que nosotros tenemos esta facultad divina. Nuestro ministerio será fundar la relación de Dios con el mundo para que esté Él con nosotros para siempre.

No tengamos miedo por tener poca fe; cada uno es responsable de guardar la semilla de su fe y regarla con las buenas obras, con la oración y con el ayuno para que dé frutos espirituales y milagros divinos que ayuden a la salvación de todos.

Rev. Archimandrita Andrés Marcos
Abad del Monasterio San Antonio el Grande
Jilotepec, México

San Juan Clímaco

A partir del siglo VI, el célebre monasterio de Santa Catalina, fundado por Justiniano en el monte Sinaí, se convierte en el más importante centro de difusión e irradiación de espiritualidad.

Uno de los hombres más notables entre los grandes doctores sinaítas fue indudablemente Juan, abad del monasterio de Santa Catalina, de cuya vida, a pesar de haber sido uno de los ascetas orientales de mayor renombre, no se tiene mayores datos.  En cuanto a sus primeros años, la carencia de noticias es total, sólo podemos deducir que recibió una sólida formación intelectual.

A los dieciséis años ingresa en el Monasterio de Santa Catalina y se somete a la dirección de un cierto abad Martyrios, quien le conferirá la tonsura monástica a la edad de veinte años.

Tras la muerte de su padre espiritual, Juan que en aquel entonces tendría alrededor de treinta y cinco años, decide entregarse a la vida solitaria.  Pasado un tiempo se le acercaría su primer discípulo, un monje llamado Moisés, y más tarde, atraídos por la aureola que había comenzado a desarrollarse a su alrededor, acuden los monjes en gran cantidad procurando su consejo.

Finalmente, fue elegido abad del Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí. Se supone que durante esta época redactó, a petición del abad Juan de Raitu, su Santa Escala, a la que le debe su nombre de “Clímaco”. Llegado a una edad muy avanzada retorna a la vida solitaria hasta su muerte.

San Juan Clímaco nos ha dejado una “Escala” compuesta por treinta escalones, número de la edad de Cristo cuando comenzó su predicación, ya que el objeto de “la Escala”, como dice el mismo Clímaco, es “llegar a la madurez de la plenitud de Cristo.” Son escalones de virtudes que cada cristiano tiene que subir mirando siempre al escalón treinta, donde mora el Amor que es el mismo Cristo quien bendice nuestro ascenso.

¡Concédeme no juzgar a mi hermano!

Un laico vino al monasterio para hacerse monje, pero, por su negligencia, no lo aceptaban. Él, atraído por la comodidad que tenía en aquel monasterio, rogaba  por ser aceptado, cuando menos como un trabajador.

Así pasó allí muchos años hasta que le llegó la hora de su muerte. Los monjes lo rodeaban con atención y amor. Un día, estando en la cama, les platicó lo que vio en una visión:

“el Arcángel Miguel agarraba un pergamino donde tenía escritos todos mis pecados y me decía: ‘Todo lo que lees aquí, lo has cometido, por eso prepárate para el infierno.’ Yo le pregunté: ‘¿entre lo que ves, hay pecado de juzgar?’ El arcángel contestó que no. Le dije: ‘entonces no tengo que pasar al infierno, conforme a lo que el Señor dice: no juzguéis para no ser juzgados’ enseguida el arcángel rompió el pergamino de mis pecados.”

El hermano siguió platicando: “cuando me dijeron que yo no funcionaba como monje en el monasterio, trabajaba como laico y participaba en la Divina Liturgia todos los domingos. En uno de ellos escuché el Evangelio que dice: “no juzguéis para no ser juzgados”, pensé en mi mismo: ‘oh miserable y negligente, por lo menos guarda este mandamiento.’ Y veo que dicha observación, aún sin cansancio, me posibilitó la salvación.”

 Al terminar estas palabras, entregó el alma al Arcángel Gabriel afirmándonos otra vez más lo importante que es la adquisición de esta virtud. Y, como dice San Juan Clímaco: “nadie se apresura a enterrar al muerto de su vecino mientras el suyo está en  casa.”

La oración cuaresmal

Por San Efrén el Sirio

Oh Señor y Amo de mi vida, líbrame del espíritu de pereza, de indiscreción, de vanagloria y palabra inútil.

Mas regálame a mí, tu siervo, el espíritu de castidad, humildad, paciencia y de amor.

Sí, Señor y Rey, concédeme percibir mis propias faltas, y no juzgar a mi hermano; porque bendito eres por los siglos de los siglos.  Amén. 

Boletín del 27/03/2011

3er. Domingo de  la Cuaresma

Postración ante la vivificadora Cruz

 monje con cruz (limpia

Hoy, al ver puesta la preciosa Cruz de Cristo,
prosternémonos con fe y alegría y abracémosla con ansia,
implorando al Señor que fue crucificado sobre ella voluntariamente
para que nos haga dignos a to­dos de prosternarnos ante la preciosa Cruz
y de alcanzar el día de la Resurrección, li­bres de toda condenación.

 Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 3

Que se alegren los celestiales, y que se regocijen los terrenales,
porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo,
pisoteando la muerte con su muerte;
y siendo el primogénito de entre los muertos,
nos salvó de las entrañas del Hades
y concedió al mundo la gran misericordia.

Tropario de la Santa Cruz

Tono 1

Salva, oh Señor a Tu pueblo y bendice Tu heredad;
concede a los fieles la victoria sobre el enemigo,
y a los tuyos guarda por el poder de Tu Santa Cruz.

Condaquio de la Cuaresma

Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡alégrate oh Novia y Virgen!

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (4: 14- 5: 6)

Hermanos: Teniendo tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos –Jesús, el Hijo de Dios– mantengamos firme la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de Gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar Gracia para una ayuda oportuna.

Porque todo Sumo Sacerdote tomado de entre los hombres está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; el cual puede sentir compasión hacia los que andan en la ignorancia y en el extravío, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por sus propios pecados igual que por los del pueblo.

Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdote, sino que la tuvo de quien le dijo: «Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy.» Como también dice en otro lugar: «Tú eres sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec.»

Evangelio según San Marcos (8: 34- 9: 1)

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente, a la vez que a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿qué aprovecha al hombre si gane el mundo entero y pierda su vida? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su vida? Porque quien se avergüence de Mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.» Les decía también: «En verdad les digo, que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»

«Tome su cruz» y «sígame»

Nuestra Iglesia Ortodoxa dedicó el tercer domingo de la Cuaresma a la Postración ante la vivificadora Cruz. Los cantos del día son prolongación de los de la fiesta de la Exaltación de la santa Cruz (14 de septiembre), con la observación de que, en la presente ocasión, un énfasis especial se efectúa sobre la cruz personal de cada cristiano. Así que mientras en el 14 de septiembre la lectura evangélica es sobre la crucifixión del nuestro Señor, en el pasaje que leemos hoy, Jesús llamó a la gente, a la vez que a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.»

 «Tome su cruz» no tiene sentido sin el «sígame». Pues todos –cristianos o no, comprometidos o no, queramos o no– nos enfrentamos con cruces que son parte de la naturaleza de esta vida corrupta: cansancio, enfermedades, muertes, etc., y la experiencia de perder a un ser querido es un ejemplo vivo de la cruz que todo hombre tiene en la vida. En este sentido la cruz es dolor y tristeza. Pero la cruz cristiana está acompañada con el imperativo «sígame»; ella ha de ser a la imagen y semejanza de la del Señor. Lo que implica dos particularidades:

Primera, Cristo, exento de todo pecado y culpa, fue crucificado por nosotros; y el amor del cristiano, a Dios y al prójimo, le hace asumir la cruz no por obligación sino por amor, no por realismo pasivo sino por iniciativa esperanzadora; sin esta comprensión, el sacrificio, la humildad y la propia negación se hubieran vuelto unos conceptos irrazonables, pero el ejemplo de Jesús los muestra como actitudes necesarias y congruentes con la vida del que «quiere venir en pos de Mí».

Y la segunda particularidad es que la Cruz de Cristo y su Resurrección forman dos caras de la misma moneda (la portada del Evangelio litúrgico que se coloca sobre el altar en el templo ortodoxo tiene de cada lado uno de estos dos iconos). Cruz sin resurrección es muerte; dolor sin esperanza es blasfemia; arrepentimiento sin frutos es melancolía; ayuno sin sed de Dios es una mera dieta. La alegría, entonces, es un elemento básico en nuestra postración ante la preciosa Cruz: «Cantemos jubilosos y engrandezcamos con alabanzas la preciosa Cruz…», dice un canto de los Maitines. En la lectura evangélica, la vocación del discípulo «tome su cruz y sígame» está acompañada con la alegría del objeto esperado: «En verdad les digo, que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»

El fiel, cruzando el desierto de la Cuaresma, lleno de tentaciones y dificultades, se cansa, se aburre y quizás pierde el sentido; entonces, los Padres de la Iglesia plantan en medio de los días cuaresmales la Cruz, el Madero vivificador, reafirmándonos en el camino de la lucha. Unos peregrinos atraviesan un camino escabroso; al cansarse se sientan abajo de un árbol frondoso, para descansar y, fortalecidos, completar lo que les falta.

Abrasémosla con fe: «Ante tu Cruz, oh Señor, nos prosternamos; y tu santa Resurrección glorificamos. »

¿Cómo nos persignamos?

En la Iglesia Ortodoxa nos persignamos de la siguiente manera: juntamos los dedos pulgar, índice y medio de la mano derecha, lo que indica nuestra fe en un sólo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Doblamos el meñique y el anular hasta que toquen la palma de la mano, expresando con ello nuestra fe en que Cristo es Dios y hombre a la vez; tiene las dos naturalezas divina y humana.

Tocamos primero nuestra frente, luego el estomaga, después el hombro derecho y, por último, el hombro izquierdo, rogando que nuestra mente, cuerpo y corazón sean santificados y agradables a Dios.

La Cruz en el Nuevo Testamento

Por Cristo, la cruz pasó de ser un instrumento de muerte vergonzosa a símbolo de la victoria de nuestro Señor sobre la muerte: la señal de nuestra Salvación. Para aquellos desorientados que nos acusan de honrar «el arma que mató al Maestro», les aconsejamos que, con obediencia y lealtad, lean bien la fuente de nuestra fe, pues la Tradición de la Iglesia es un anciano sabio que renueva siempre su juventud alimentándose por la Verdad evangélica que es «ayer como hoy y para siempre.» (Heb 13: 8).

Que lean a san Pablo cuando dice:

«¡Dios me libre gloriarme si no es en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!» (Gal 6: 14)

«La predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salven –para nosotros– es fuerza de Dios.» (1Cor 1: 18).

«Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles.» (1Cor 1: 23).

El mismo Señor advierte: «El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.» (Mt10: 38).

Tengamos confianza en nuestra auténtica fe: nosotros, que veneramos la Cruz de Cristo debidamente, seguimos los pasos de san Pablo y de los Santos de Dios que son los verdaderos testigos del Señor, que sellaron su testimonio no con falsedades e histerias sino con su sangre, imitando al Maestro: el verdadero Dios.

Noticia:

El Jueves 31 de marzo inicia el nuevo taller de S.O.F.I.A. “Seminario Ortodoxo de Formación para IberoAmérica” (institución virtual que depende de las Arquidiócesis Ortodoxas en Latinoamérica  del Patriarcado de Antioquía). El taller presente tratará de  “La Teoligía, arte y espiritualidad del Icono” durante 12 clases, que serán impartidas en vivo vía Internet los jueves a las 17:30 (Honduras y Guatemala), 18:30 (México), 19:00 (Venezuela). Las grabaciones de las mismas estarán a  disposición de los inscritos.

para inscripción o más información comuníquese a la dirección: sofia@iglesiaortodoxa.org.mx

Boletín del 20/03/2011

Iglesia Ortodoxa de Antioquía
Arquidiócesis de México, Venezuela,
Centroamérica y el Caribe  

2° Domingo de la Cuaresma

Domingo de San Gregorio Palamás

GregorioPalamas

¡Alégrate, oh orgullo de los Padres,
boca de los teólogos, morada de paz interior, casa de sabiduría,
cumbre de los maestros y profundidad de la palabra!
¡Alégrate, instrumento de obra, cima de contemplación,
y sanador de las enfermedades!  ¡Alégrate, oh padre Gregorio,
que has sido arca del Espíritu en tu vida y después de la muerte!

Tropario de la Resurrección

Tono  2

Cuando descendiste a la muerte, oh Vida inmortal,
mataste al Hades con el rayo de tu Divinidad,
y cuando levantaste a los muertos del fondo de la tierra,
todos los poderes celestiales clamaron:
¡Oh Dador de vida, Cristo Dios, gloria a Ti!

Tropario de San Gregorio Palamás

Tono  8

¡Oh Astro de la Ortodoxia, fir­meza de la Iglesia y maestro;
hermo­sura de los ascetas, irrefutable campeón de los teólogos,
Gregorio el mila­groso, orgu­llo de Tesalónica y predicador de la Gracia:
intercede por la salvación de nuestras almas!

Condaquio de la Cuaresma

Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡Alégrate oh Novia y Virgen!

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos (1:10-2:3)

Las Santas Escrituras dicen del Hijo: «Tú, oh Señor, en el principio pusiste los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos. Ellos perecerán, mas Tú permaneces; todos como un vestido envejecerán; como un manto los enrollarás y serán cambiados. Pero Tú eres el mismo y tus años no tendrán fin.» Y ¿a cuál de los ángeles dijo alguna vez: «Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies?» Es que, ¿no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?

Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos. Pues si la palabra promulgada por medio de los ángeles obtuvo tal firmeza, y toda trasgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos tan gran salvación? La cual comenzó a ser anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron.

Evangelio según San Marcos (2:1-12)

En aquel tiempo, Jesús entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y Él les anunciaba la Palabra. Y le vinieron a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde Él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?» Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dijo: «¿Por qué piensan así en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, toma tu camilla y anda”? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados –dice al paralítico-: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.» Se levantó y, al instante, tomando la camilla salió a la vista de todos, de modo que todos quedaban asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»

El recuerdo de Dios

Si conserváramos la memoria de Dios en todo tiempo y lugar, por Su Misericordia seríamos purificados, limpios de corazón, pero preferimos olvidarnos de su Amor y su Palabra y alejarnos de Él, sustituyendo sus mandamientos por la ley del pecado. San Gregorio el Sinaita (1255-1346) nos ilustra con estas palabras: “el olvido, en el origen, destruyó el recuerdo de Dios, oscureció los mandatos y mostró la desnudez del hombre”. Optamos por la corrupción, que por lo Incorruptible; por la discordia, la incertidumbre y el placer que por la armonía, la paz y la caridad. Despreciamos la plena libertad que Él nos otorga como verdaderos hijos de Dios por la ilusión de ser libres haciendo lo que nos plazca mejor nuestros instintos y sentidos. Olvidamos que el que peca se hace esclavo del pecado y que los frutos de éste mientras más se paladean más amargos aparecen. Pero el Señor, Compasivo como es, no quiere la muerte del pecador ni que permanezca atado para siempre al pecado, quiere su salvación. Lo único que espera de él es que él también quiera desatarse. Por eso en cuanto vio el lamentable estado en que se encontraba aquel pobre hombre que fue introducido por la abertura del techo y la gran confianza que tenía en Él, rompió de inmediato sus ligaduras interiores y exteriores que lo aprisionaban: Hijo, tus pecados te son perdonados, y purificó su alma; Yo te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa, y restauró su cuerpo enfermo. 

Dios es amor, pero este amor se adquiere por el camino del arrepentimiento, de una inflamada compunción que, limpiando el alma de impurezas hace nacer el amor hacia aquel que hemos ofendido; cuanto más se permanece en esa compunción tanto más se crece en el  amor y se obtiene la misericordia divina. La fe en Cristo, es el principio del amor, de la confianza plena y el abandono total a los designios de Aquel en quien se cree. Pero la fe produce también un profundo arrepentimiento y junto con el engendra un creciente  temor de Dios, el temor de perder aquel inmenso tesoro encontrado, el temor de ser juzgado indigno de permanecer con Él. Porque sin temor no hay amor a Dios.

Solo la plena certeza de que Dios está con nosotros y nos salva pudo mover la voluntad del paralítico a superar todo obstáculo y soportar toda clase de penalidad. Grande era su imposibilidad para acercarse al Señor, pero más grande era su deseo de lograrlo. Fue con hechos más que con palabras como él se condujo. Por eso sólo esperó estar ante Aquel que todo lo puede, en Él confió y enderezó sus caminos.

El Señor con su Luz ilumina nuestro ser interior poniendo al descubierto todo lo que está oculto en él, que permanece en la oscuridad: soberbia, odio, codicia, violencia, mentira, lujuria y toda perversidad y corrupción que el pecado engendra. ¿Qué hacer? O nos olvidamos del Señor y cautivados por el gusto y la emoción de los placeres y pasiones seguimos nuestro propio camino, o bien manteniendo vivo el recuerdo de Dios en todo tiempo dejamos que nos atraiga y atrape Su Misericordia, y andamos el camino que Él nos preparó.

Con humildad, dejemos que el Señor encienda nuestras lámparas con el fuego de la fe la caridad y el arrepentimiento, para que con un corazón limpio, algún día, contemplemos el esplendor de su gloria.

Rev. Padre Juan Peña
Catedral de San Jorge
México D.F.

San Gregorio Palamás (+1359)

Creció en una familia cristiana piadosa, en un ambiente culto donde estudió la Retórica, pero desde pequeño anhelaba la vida monástica, así que, al llegar a la edad de 20 años, se marchó con su hermano hacia el monte Athos donde se dedicó a buscar la divina sabiduría con devoción, humildad y austeridad. Su nombre sobresalió entre los monjes, por tanto, unos años más, fue elegido abad  de un monasterio en Athos. Extrañando la vida de la soledad, no pudo quedarse en su posición más que un año, así que regresó a su ermita.

Desde su celda el monje Gregorio se enfrentó con una persona, llamada Barlaam, griego-italiano culto que estaba enamorado de la filosofía antigua griega, a tal grado que elevaba a los filósofos a la postura de los apóstoles en el conocimiento de Dios. Afectado por el dualismo de la filosofía griega, Barlaam despreció el cuerpo como obstáculo para el alma. San Gregorio le contestó con la experiencia de la Iglesia “vuestros cuerpos son santuarios del Espíritu Santo”, lo que piden los cristianos no es liberarse del cuerpo, sino de los deseos y pasiones carnales.

Gregorio y Barlaam intercambiaron escritos ofensivos durante tres años, hasta que se reunió el concilio (1341) en Constantinopla, donde se confirmó la recta fe de Gregorio y se condenó la enseñanza de Barlaam. 

Gregorio fue elegido metropolita de Tesalónica donde permaneció 12 años durante los que predicó con la palabra de Dios, educó las almas y conservó la recta fe, ni siquiera su enfermedad que concluiría con su muerte, sería un obstáculo serio en su ardua labor. En el transcurso de los últimos días de su vida, exclamaba con frecuencia, “lo celestial es para los celestiales” como si estuviera viendo abiertos los cielos. Su muerte era el bienaventurado final de una vida milagrosa en este mundo, e inicio de una eterna, cerca del divino trono.

Su lucha por la ortodoxia era conocida para todos sus contemporáneos, así como su santidad,  sus milagros durante la vida y después de muerte. Todo esto provocó el unánime reconocimiento del pueblo a su santidad la cual fue anunciada no más de 10 años después de su muerte, y determinándose el día de su recuerdo en el segundo domingo de la Cuaresma. 

Experiencias ascéticas 

Madre Gavrilia (+1992)
  • Cuando estaba en India, una vez me encontré con un misionero que me dijo: “Puedes ser una mujer bondadosa pero no buena cristiana.” Le pregunté: “¿Por qué?” “Porque ya tienes mucho tiempo aquí y no hablas más que inglés. ¿Cuántas lenguas locales has aprendido?” Contesté: “En realidad no he tenido tiempo para aprender, corro de un lado a otro, siempre atendiendo a mis pacientes (ella ofrecía gratuitamente terapia de pie) y lo único que sé decir es ¡buenos días! y ¡buenas noches!”. “Entonces no eres una buena cristiana –me recalcó– y mucho menos misionera. Mira a los misioneros católicos y protestantes cuántos dialectos aprenden.” Yo rezaba en mi corazón con mucho fervor: “¡Dios mío, dame una respuesta!” Luego dije: “Ah! Me acordé. Yo uso cinco idiomas.” “De veras. ¿Cuáles?” Contesté confiadamente: “el primero, la sonrisa; el segundo, las lágrimas; el tercero, el tacto; el cuarto, la oración; y el quinto, el amor… con estos cinco idiomas he viajado en todo el mundo.” El hombre, perplejo, empezó a buscar una pluma para apuntar. Eso es cierto: con estas cinco herramientas todo el mundo es tuyo.
  • La espiritualidad ortodoxa es conocimiento adquirido más por el sufrimiento que por el estudio.
  • No es lo que decimos sino lo que vivimos; no es lo que hacemos sino lo que somos.
  • El hombre de hoy reclama su libertad. ¿Por qué? Para que vuelva esclavo de sus propias pasiones.
  • Congresos: gente que no puede hacer nada se reúne para concluir que nada se puede hacer.
(Fragmentos tomados del libro, Mother Gavrilia, the Ascetic of Love, Nun Gavrilia, Greece 2000)

Boletín del 29/08/2010

Decapitación del Profeta Juan Bautista

Decapitacion_san_Juna_Bautista

Coronemos con alabanzas al Precursor de la Gracia,
el grande de los profetas, y electo de los apóstoles;
quien fue decapitado por amor de la Ley del Señor.

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 5

Al coeterno Verbo, con el Padre y el Espíritu,
al Nacido de la Virgen para nuestra salvación,
alabemos, oh fieles, y prosternémonos.
Porque se complació en ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
y soportar la muerte, y levantar a los muertos por su Resurrección gloriosa.

Tropario del Profeta Juan Bautista

Tono 2

La memoria del justo es con alabanzas,
pero a ti, oh Precursor, te basta el testimonio del Señor.
Porque te volviste verdaderamente el más honrado de los profetas
al ser digno de bautizar en el Jordán al que fue anunciado;
y así como defendiste la verdad,
con alegría anunciaste, hasta a los que estaban en el Hades,
a Dios que se ha revelado en el cuerpo,
que quita el pecado del mundo
y nos otorga la gran misericordia.

Condaquio de la Santa Cruz

Tono 4

Oh Tú que voluntariamente sobre la Cruz fuiste levantado,
ten misericordia del nuevo pueblo llamado por tu Nombre,
alegra con tu poder a los creyentes, oh Cristo Dios,
otorgándoles victoria sobre el enemigo
y que les sea tu auxilio un arma de paz y triunfo invencible.

Libro de Hechos de los Apóstoles (13: 25-32)

En aquellos días, Pablo se levantó y dijo: «Al final de su carrera, Juan decía: “Yo no soy el que ustedes se piensan: he aquí que viene detrás de mí Aquél a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies.”

Hermanos, hijos de la raza de Abraham, y cuantos entre ustedes temen a Dios: a ustedes ha sido enviado la palabra de esta Salvación. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes cumplieron, sin saberlo, las Escrituras de los profetas que se leen cada sábado; y sin hallar en Él ningún motivo de muerte pidieron a Pilato que le hiciera morir. Y cuando hubieron cumplido todo lo que referente a Él estaba escrito, lo bajaron del madero, y lo pusieron en el sepulcro. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Él se apareció durante muchos días a los que habían subido con Él de Galilea a Jerusalén y que ahora son testigos suyos ante el pueblo.

Y nosotros les anunciamos la Buena Nueva de que la Promesa hecha a los padres, Dios la ha cumplido a nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús.»

Evangelio según San Marcos (6: 14-30)

En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de la fama de Jesús, pues su nombre se había hecho célebre, y dijo: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él estos poderes.» Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.»

Al enterarse Herodes, dijo: «Éste es Juan, a quien yo decapité: ha resucitado de entre los muertos.» Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías lo aborrecía y quería matarlo, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.

Y Cuando llegó un día oportuno, en que Herodes, en su cumpleaños, dio una cena a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea, entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.» Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»  Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.» El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.

El Profeta y Precursor

 “Mirad que viene detrás de mí, Aquél a quien no soy digno de desatar las sandalias de sus pies” (Hch 13:25).

¡Qué profunda humildad hubo en aquel Profeta y Precursor del Mesías! El último de los Profetas y el Mayor  de todos ellos, según nos lo afirmara Nuestro Adorable Salvador, al decir, que de entre los hijos de los hombres Juan es el Mayor de los Profetas, debido a que fue él quien tuvo la dicha bienaventurada de señalar  a Cristo, como el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo y por quedar lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre, santa Isabel. ¡Cuántos justos anhelaron ver los días del Salvador! Tan solo en una mirada futurista lo hicieron y lo saludaron.  Cuando Cristo descendió  al Hades, lo hizo para liberar a Adán, a Eva y a cuantos esperaron su venida; es decir,  a todos aquellos justos que oyeron lo anunciado por los santos Profetas. Allí en el Hades la Luz verdadera iluminó e inundó de gozo a quienes lo esperaron, lo desearon y, aún en la lejanía, escucharon el divino mensaje de salvación siendo salvos de antemano por vivir hasta el final en la esperanza y en la fe inquebrantable de aquel que en verdad carga con los pecados del mundo.

Sin lugar a dudas, fue degollado cual inocente cordero, desapareciendo él, para que el Mesías llegara  a la plenitud. El Bautista ya estaba preparado para  ser víctima y ofrenda inmolada en honor del  Mesías. Cuán sintomático es ver que el Precursor de Cristo, preparara los caminos del Señor, predicando el Bautismo de arrepentimiento, porque el Mesías lo complementaría con el Bautismo de vida. “Todos los que han sido bautizados en Cristo, de Cristo están revestidos” (Gal 3:26). Ofrendar la cabeza, es  ofrecerlo todo. El haber pasado tanto tiempo dedicado a la oración y a la penitencia, llevó al Bautista a madurar en la fe y en el amor más expresivo: permitir  ser degollado. Él comprendía que para esto había nacido: Para ser llenura del Espíritu Santo y, por consiguiente preparado para la Vida bienaventurada.

El capricho de una bailarina fue decisivo para que Herodes entregara en Charola de plata la Cabeza del Precursor del Salvador. ¡Amados hermanos: veamos cómo el mundano proceder conduce a la más bestial de las crueldades! Es así como el ser humano pierde el piso y los valores trascendentales al deshumanizarse y provoca que  nuevamente  la creación sufra dolores como de parto (Rom 8:22). El pecado, ese desorden ancestral, es el que requiere que los verdaderos cristianos le hagamos frente común, como familia, como Iglesia y como sociedad. Luchar contra ese desorden es amar a Dios, hacer que la gracia abunde porque “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5:20). ¡Que la gracia del Espíritu Santo nos conduzca a la sobreabundancia divina, a fin de que nuestra Iglesia sea  la luz que ilumine a nuestra humanidad en estos tiempos tan difíciles! Amén.

Rev. Archimandrita Cosme Andrade
Parroquia de la Dormición de la Madre de Dios
México, Mérida

Felicitación:

Saludamos a la parroquia de San Juan Bautista en San Pedro Sula, Honduras y al Rev. Padre Jorge Farah que celebran de un modo especial la conmemoración presente; también a todos quienes llevan el nombre de San Juan Bautista, deseando que las intercesiones del Precursor llenen su vida de paz, diligencia y conversión en el Señor.

 

Boletín del 22/08/2010

Despedida de la Dormición

de la Santísima Madre de Dios

Dormition 

Apóstoles reúnanse,                 
de los confines todos,               
en el pueblo de Getsemaní,         
y acuesten mi cuerpo;                  
y tu, Dios mío e Hijo,             
recibe mi espíritu.

Exapostelario

 

Tropario de la Resurrección

Tono 4

Las discípulas del Señor aprendieron del Ángel
el alegre anuncio de la Resurrección,
la sentencia ancestral rechazaron y
se dirigieron con orgullo a los apóstoles diciendo:
¡Fue aprisionada la muerte, resucitó Cristo Dios
y concedió al mundo la gran misericordia!

Tono 1

En el parto conservaste la virginidad
y en la Dormición no descuidaste al mundo, oh Madre de Dios;
porque te trasladaste a la vida por ser la madre de la Vida. 
Por tus intercesiones, salva de la muerte nuestras almas.

Condaquio de la Dormición

Tono 2

A la Madre de Dios, que no descuida su intercesión,
la esperanza indesairable de quienes piden su protección,
no pudieron retenerla ni el sepulcro ni la muerte;
porque siendo la Madre de la Vida fue trasladada a la vida
por Quien habitó en su seno conservándola siempre Virgen.
 

Primera Carta del Apóstol San pablo a los Corintios (16:13-24)

Hermanos: Velen, manténganse firmes en la fe, pórtense virilmente, sean fuertes. Todas sus cosas háganlas con amor.

Les pido otra cosa, hermanos: conocen a la familia de Estéfanas y saben que ellos han sido las primicias de Acaya y que se han dedicado al servicio de los santos; les pido, pues, que ustedes también se pongan a su disposición y a la de todo el que colabore y trabaje en la misma tarea.

Estoy lleno de alegría por la visita de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, que han suplido su ausencia. Ellos han dado descanso a mi espíritu y al de ustedes. Sepan apreciar, pues, a tales personas.

Las Iglesias de Asia los saludan. Aquila y Priscila, junto con la Iglesia que se reúne en su casa les envían muchos saludos en el Señor. Los saludan todos los hermanos. Salúdense los unos a los otros con el ósculo santo.

El saludo va de mi mano, Pablo. Si alguno no ama al Señor, ¡sea anatema! ¡Marán athá! ¡Que la gracia del Señor Jesucristo sea con ustedes! Los amo a todos en Cristo Jesús. Amén.

Evangelio según San Mateo (21: 33-42)

Dijo el Señor esta parábola: «Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus servidores a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron, a otro lo apedrearon. De nuevo, envió otros siervos en mayor número que los primeros pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: “A mi hijo lo respetarán.” Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: “Éste es el heredero. Vamos, matémoslo y quedémonos con su herencia.” Y agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Ahora bien, cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?» Le dijeron: «A esos miserables les dará una muerte miserable, y arrendará la viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo.» Y Jesús les dijo: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?»

 ¡Maránatha!

 En la lectura de la Epístola de hoy, san Pablo concluye sus recomendaciones pastorales a los corintios con unas palabras de fuego. Instruyó a sus hijos en Cristo en dicha ciudad sobre varios aspectos morales, espirituales y eclesiásticos, y he aquí que se despide de ellos con un saludo ferviente: ¡Maranathá!

Hay expresiones del arameo o del hebreo que los Evangelistas y la Iglesia primitiva no tradujeron al griego sino que las transcribían tal como eran, como las palabras Amén, Aleluya y Maranathá. Esta última podría haber sido utilizada como un saludo y contraseña entre los primeros cristianos y, posiblemente, es de esta manera que fue utilizada por el Apóstol en la Carta. También el Didaqué (un texto litúrgico cristiano que se remonta al Siglo II) señala que la misma plegaria «¡Maranathá!» concluía la Eucaristía. Sin lugar a dura, tenía un impacto dulce y exhortativo al oído de los feligreses y un sentido no apto para ser traducido a otro idioma.

La expresión de origen arameo se puede traducir conforme a la división de las sílabas:

  • «Marán / Athá» Quiere decir «El Señor ha venido» y se entiende como un credo de fe: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.» (Jn 1: 14)
  • «Marana / Tha» Quiere decir «¡Ven, Señor!» como una plegaria por el pronto regreso de Cristo. Esta interpretación encuentra argumento en Apocalípsis 22, 20: «Dice el que da testimonio de todo esto: “Sí, vengo pronto.” ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!»

Quizás la importancia de este vocablo —la cual impidió que fuera traducido—  es que su sonido reúne en sí dos afirmaciones axiomáticas de nuestra fe: primero que Cristo ha venido y que, a partir de ello, los fieles conforme a su empeño gozan del Reino por medio de la Gracia vivificadora que emana de la vida en Cristo; y segundo, que la vista del cristiano, de la comunidad cristiana y de la Iglesia universal está clavada en el que «vendrá así tal como lo han visto subir», según las palabras del ángel a los discípulos que miraban la Ascensión del Señor (Hch 1:11).

Desafortunadamente, con el paso de los siglos, «¡el Reino está cerca!» de los primeros cristianos dio su lugar  a  una  comprensión  que  considera el Reino como algo lejano que pertenece al mundo posmuerte. Sin embargo, la prédica de la Iglesia y la participación de la Divina Liturgia no cesan de reavivar en nosotros el saludo ¡Maranathá!: ¡Dios el Señor se nos ha manifestado y de nuevo ha de venir en Gloria! Amén.

Rev. Archimandrita Ignacio Samaán
Catedral de San Jorge
México D.F.

La salud y la alegría

Por el Anciano Porfirio (+1991)

Cuando amamos a Cristo, todo se vuelve fácil. (Yo todavía no lo he logrado, pero permanezco en mi intento de amarlo). En Cristo está todo lo que es bueno y beneficioso. El alma saludable vive los dones del Espíritu Santo «amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí». El hombre de Dios experimenta lo que describe san Pablo en el Himno del Amor: «El amor aguarda con paciencia y obra el bien; […] no guarda rencor […] Todo lo cree. […]  Todo lo soporta: ¡El amor nunca caducará!» (1Cor 13: 4-8).

Si lleguen a tener una vida tal, obtendrán la felicidad porque obtendrán a Cristo y el Paraíso; entonces hasta el sistema del cuerpo funciona maravillosamente sin fallas. La Gracia de Dios cambia al hombre: se transfigura en alma y cuerpo, y hasta se desaparecen las enfermedades, ni glándula ni vesícula ni estómago: todo funciona en orden. Es bonito que camines, trabajes y te muevas en plena salud, pero obtenga primero la salud espiritual como base, y la corporal vendrá. El origen de la mayoría de las enfermedades es la falta de la confianza en Dios; la falta de la sensibilidad religiosa causa ansiedad. Si no anhelan a Cristo y no se preocupan por los objetos santos, es seguro que la melancolía y las maldades llenarán el espacio.

Elévense en todo y así vivirán en alegría por la Gracia de Dios.

Boletín del 15/08/2010

La Dormición de la Santísima Madre de Dios

Dormition 

Apóstoles reúnanse,                 
de los confines todos,               
en el pueblo de Getsemaní,         
y acuesten mi cuerpo;                  
y tu, Dios mío e Hijo,             
recibe mi espíritu.

Exapostelario

 

Tropario de la Resurrección

Tono 3

Que se alegren los celestiales,
y que se regocijen los terrenales,
porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo,
pisoteando la muerte con su muerte;
y siendo el primogénito de entre los muertos,
nos salvó de las entrañas del Hades
y concedió al mundo la gran misericordia.

 Tropario de la Dormición

Tono 1

En el parto conservaste la virginidad
y en la Dormición no descuidaste al mundo, oh Madre de Dios;
porque te trasladaste a la vida por ser la madre de la Vida. 
Por tus intercesiones, salva de la muerte nuestras almas.

Condaquio de la Dormición

Tono 2

A la Madre de Dios, que no descuida su intercesión,
la esperanza indesairable de quienes piden su protección,
no pudieron retenerla ni el sepulcro ni la muerte;
porque siendo la Madre de la Vida fue trasladada a la vida
por Quien habitó en su seno conservándola siempre Virgen.

Carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses (2: 5-11)

Hermanos: Haya en ustedes este mismo pensar que en el Cristo Jesús; el cual, teniendo la condición de Dios, no consideró como usurpación el ser igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres; y apareciendo en su porte como hombre, se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo que Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre.

Evangelio según San Lucas (10: 38-42¸11: 27-28)

En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.» Jesús le respondió y dijo: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas, mientras que una sola es la necesaria. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada.»

Y sucedió que, cuando Él decía estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero Él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»

¡Siempre Bienaventurada!

Alzó la voz una mujer de entre la gente y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero Él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.»

Algunos de los que leen apresurada y seleccionadamente este pasaje evangélico tienden a criticarnos en nuestra fe poniendo en duda la veneración a la Virgen María, como si Jesús regañara a la mujer que veneraba a su Madre. La Iglesia lee precisamente este texto bíblico en las Fiestas de la Madre de Dios —Nacimiento, Presentación en el Templo y Dormición— para alumbrar la lectura correcta del mismo. ¿Es lógico que el Evangelista Lucas, quien menciona el saludo del Ángel a María «Bendita eres entre las mujeres», y recita la oración de la Virgen «desde ahora todas la generaciones me llamarán bienaventurada», y la reverencia de Elizabeth «de donde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí», pregunto, es lógico que Lucas muestre que Jesús rechace la veneración a la Virgen? Desde luego que no: Cristo en su respuesta a la mujer atribuye la bienaventuranza de su Madre, antes que todo, al hecho de que ella es de «los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.» La selección de la Virgen por Dios para que fuera el instrumento de la encarnación divina no fue accidental, sino porque ella por la oración y vida consagrada «oyó» la palabra de Dios y por la pureza «la guardó», de una manera que sus entrañas volvieron un lugar amplio para recibir al Autor de la creación, y que sus seños dieron de mamar al Alimentador de mundo entero. Entonces la respuesta de Jesús es, más bien, confirmación de la santidad de su Madre, quien «lo guardaba todo en su corazón».

«Se presentó la Reina a tu diestra, adornada y envuelta en vestido entretejido de oro.» Al contemplar la belleza de su virtud, se enciende en nosotros el celo hacia su pureza de tal modo que le pedimos fervorosamente: «Inunda de alegría mi corazón, oh Virgen, que recibiste la plena alegría». Amén.

 Rev. Archimandrita Ignacio Samaán
Catedral de San Jorge
México D.F.

 

La Dormición de la Santísima Madre de Dios

Apóstoles reúnanse, de los confines todos, en el pueblo de Getsemaní, y acuesten mi cuerpo; y tu, Dios mío e Hijo, recibe mi espíritu.

Si la muerte de un santo es el día óptima para su conmemoración, entonces la Dormición de la santísima Madre de Dios es la fiesta más resplandeciente de ella. La Iglesia se prepara para la fecha del 15 de agosto con vigilia de 15 días, durante los cuales cantamos según nuestra fuerza el canon de Paráclesis (súplicas a la Madre de Dios) implorando la intercesión de la Venerabilísima: «Aquieta el huracán de mis pasiones y la tempestad de mis pecados.»

La celebración es la invocación de la presencia de la Madre de Dios cuya Dormición no ha sido sino un traslado «de la muerte a la vida». Los cantos de la Fiesta resumen dos acontecimientos: el primero es la muerte de la Virgen y la reunión de la Iglesia —los apóstoles, los obispos y los fieles junto con los ángeles— alrededor de su féretro con una tristeza resplandeciente parecida a la del Viernes Santo. (En la tradición de la Iglesia Griega, el día 15 de agosto se cantan a la Virgen Lamentaciones paralelas a las de la Sepultura del Señor). El segundo evento es el traslado de la Virgen en cuerpo a los Cielos. El Condaquio de la Fiesta dice: «A la Madre de Dios […] no pudieron retenerla ni el sepulcro ni la muerte.» y el Tropario: «[…] porque te trasladaste a la vida por ser la madre de la Vida.» Si bien los cuatro Evangelistas —concentrados totalmente en la prédica del Señor, su Pasión y  su Resurrección— no mencionaron nada sobre la Dormición de la Virgen y su Asunción, la Tradición de la Iglesia, desde los primeros siglos, tomó de los evangelios apócrifos los elementos y los detalles de la Fiesta.

Nuestra Iglesia Ortodoxa jamás ha considerado el Traslado de la Virgen al Cielo en el cuerpo como un dogma, pero sí, una devoción eclesiástica indudable. Con otras palabras, la Asunción de la Madre de Dios no fue una necesidad salvífica en la Economía Divina, sino un fruto de su culminación en Pentecostés: el Espíritu Santo descendió sobre la Iglesia y se presentó en ella para elevarla al Cielo, y la Asunción de la Virgen no es sino la primicia y la imagen de esta ascensión humana. Por eso la presente Fiesta viene como sierre del año litúrgico que termina en agosto.

Felicitación:

Saludamos a la parroquia de la Dormición de la Madre de Dios en Mérida y al Rev. Archimandrita Cosme Andrade que celebran de un modo especial la Fiesta presente; también a todas quienes llevan el nombre de María, deseando que las intercesiones de la Santísima llenen su vida de paz, diligencia y alegría en el Señor.

Retiro en el Monasterio

5-8 de agosto

DSC05103Los días 5 a 8 de agosto se llevó a cabo un retiro espiritual en el monasterio San Antonio el Grande, en el que participaron 20 personas de la feligresía de la Catedral de San Jorge.

El retiro empezó con la Vigilia de la Fiesta de la transfiguración (6 de julio).

Pláticas, lecturas bíblicas, canto y dinámicas, además de la participación en los Servicios litúrgicos del monasterio y en el trabajo diario, todo ello formó el contenido del retiro.

La experiencia llenó a los participantes de alegría y paz y sintieron la necesidad de repetir este experiencia, a nivel grupal o personal, con frecuencia.

Boletín del 20/06/2010

4°. Domingo después de Pentecostés

 

Theotokos 1
Brillemos en la virtud
y, así, veremos a dos hombres de pie
y vestidos de luz resplandeciente dentro del sepulcro del Dador de la Vida,
 los mismos que se aparecieron a las Mirróforas
que temerosas inclinaron sus rostros hacia la tierra,
y entenderemos la resurrección del Señor de los cielos.
Corramos con Pedro hacia el sepulcro,
maravillémonos con el acontecimiento
y esperemos ver a Cristo Vida.

Exapostelario

 Tropario de la Resurrección

Tono 3

Que se alegren los celestiales,
y que se regocijen los terrenales,
porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo,
pisoteando la muerte con su muerte;
y siendo el primogénito de entre los muertos,
nos salvó de las entrañas del Hades
y concedió al mundo la gran misericordia.

Condaquio

Tono 4

Oh Protectora de los cristianos indesairable;
Mediadora, ante el Creador, irrechazable:
no desprecies las súplicas de nosotros, pecadores,
sino acude a auxiliarnos,
como bondadosa, a los que te invocamos con fe. 
Sé presta en intervenir y apresúrate con la súplica,
oh Madre de Dios, que siempre proteges a los que te honran.

Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos (6:18-23)

Hermanos: Ustedes, liberados del pecado, se han hecho esclavos de la justicia. —Hablo en términos humanos, en atención a la flaqueza de su carne—. Pues si en otros tiempos ofrecieron sus miembros como esclavos a la impureza y a la injusticia para la iniquidad, ofrézcanlos igualmente ahora a la justicia para la santidad.

Pues cuando eran esclavos del pecado, eran libres respecto de la justicia. ¿Qué frutos cosecharon entonces de aquellas cosas de las cuales al presente se avergüenzan? Pues su fin es la muerte. Pero ahora, habiendo sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, fructifican para santidad; y el fin, la vida eterna. Pues el salario del pecado es la muerte, pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.

Evangelio según San Mateo (8: 5-13)

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.» Jesús le dijo: «Yo iré a curarlo.» Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.»

Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y les digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; ahí será el llanto y el rechinar de dientes.» Y dijo Jesús al centurión: «Anda; que te suceda como has creído.» Y en aquella hora el criado quedó sano.

 ¡Señor, no soy digno!

 «¡Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo!»

«¿Quién podría considerarse digno de la presencia del Altísimo? ¿Quién podría recibir en su casa con toda dignidad al Señor de los Señores y Rey de Reyes?

Amados hermanos: ¡Qué ejemplo  monumental de fe encontró nuestro adorable Salvador en el centurión romano!  Israel, la tierra bendita del Señor, no vio florecer en los días del Salvador una fe tan  grande como la de este ciudadano romano. Ni siquiera en uno de los hijos del pueblo elegido surgió la figura prominente de un monumento a la FE VIVA, como la de este centurión. Es por ello que  el mismo Señor exclama: «En verdad les digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe» (Mt 8:10).

La fe, esa virtud teologal es el don más preciado del Espíritu Santo, que nos conduce a la certeza de la esperanza, a la plena convicción de lo que  visualizamos: la vida eterna vivida en un presente de plenitud. Efectivamente,  la carta del gran san Pablo a los Hebreos afirma que: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Heb 11:1). En nuestro diario Caminar hacia la Casa del Padre, necesitamos la seguridad que solo la fe en Cristo nos puede dar. En nuestra vida cotidiana requerimos urgentemente de la divina energía de la Gracia divina, a fin de que fortalecidos en ella, nuestra vida trascendente sea una realidad, porque no hay razón para caminar a la Casa del Padre sin dejar una Huella de nuestro paso por este mundo. Un  hijo del Altísimo que no tiene fe ni las consecuencias de la misma, no es digno del don de la vida; pues una vida sin fe, es una vida vacía, sin sentido, sin sabor ni valor. Es por ello que el Apóstol  nos enfatiza: «Pero sin la fe es imposible agradar a Dios» (Heb 11: 6).

Amados hermanos: Agradar a Dios es lo más hermoso que nos puede suceder. Agradar no para quedar bien, sino para estar bien, en comunión plena y en armonía absoluta para que en los momentos más difíciles, encontremos la gracia oportuna y nuestra oración obtenga la respuesta adecuada, acercándonos al milagro cual centuriones del HOY.

Rev. Archimandrita Cosme Andrade
Iglesia de la Dormición de la Madre de Dios
México, Mérida

 

«La vida en Cristo»

El libro «La vida en Cristo» es de San Nicolás de Cabasilas, Teólogo ilustre de la Iglesia Ortodoxa del Siglo XVI, cuyo nombre es incluido en el Sinaxario Ortodoxo a partir del año1982. Se conmemora el día 20 de junio. El siguiente comentario sobre el libro es escrito por el Rev. Archimandrita Tomás Bitar, Abad del Monasterio de San Juan Bautista, en Duma, Líbano.

San Nicolás Cabasilas en su libro demuestra cómo los fieles por medio de los santos Sacramentos (Bautismo, Crismación y Eucaristía) logran que Cristo mismo, mediante el Espíritu Santo, mora y crece en ellos hasta realizar la unión absoluta con Dios. La Encarnación de Cristo es la base de toda la vida espiritual porque Él ha unido lo que era separado permitiendo la unión de lo creado con lo que no es creado. Esta Vida en Cristo comienza aquí en la tierra, pero se culmina en el Reino eterno al que tenemos acceso, desde ya, en la Iglesia. Cristo se vierte y se une a cada uno de sus miembros a través de los Sacramentos, tal como la luz penetra a la habitación por las ventanas.

Sin embargo, la Presencia del Señor no se activa sin que cooperemos con ella, sin que correspondamos por libre voluntad a la Gracia de Dios y concentremos nuestro afán en la conservación de la Gracia recibida, por medio de la vigilancia del alma, como una lámpara encendida en espera del regreso del Novio.

La vida espiritual del cristiano consiste en guardar los miembros y los sentidos con los cuales Cristo se ha unido, y en contemplar la dignidad que nos ha otorgado. Es imposible que el hombre sea atraído hacia el pecado si asimile «el amor loco» con que Cristo nos ha amado a tal grado que dio su vida en la Cruz para que nos haga Templo y miembros propios de Él. Para este hombre, el Señor vuelve su único anhelo; al haber obtenido «el Espíritu de Cristo», guarda los mandamientos fácilmente; y creciendo en las santas virtudes, identifica totalmente su voluntad con la del Salvador; encuentra su alegría en la del Señor, y su tristeza en la del Señor. Este estado de glorificación en Dios (Theosís), que es el objeto de la vida del hombre, lo observa san Nicolás de Cabasilas en su plenitud en la persona de la Madre de Dios, quien por la belleza de su alma y su voluntad sometida enteramente al designio de Dios, atrajo al Espíritu Santo, Quien engendró en ella al Salvador.

Felicitación

El miércoles 16 del presente, en una ceremonia emotiva, Su Eminencia, Arzobispo de nuestra Arquidiócesis Sayedna Antonio, ingresó a la Academia Nacional de Historia y Geografía, patrocinada por la U.N.A.M. (Universidad Nacional Autónoma de México) como Académico de Número, presentando la tesis recepcional “La Iglesia Ortodoxa”, que recibió la admiración y el aplauso de todos los presentes.

Felicitamos a Su Eminencia deseándole muchos años de salud y ánimo para que siga «predicando rectamente la palabra de la verdad».

Boletín del 13/06/2010

 3er. Domingo después de Pentecostés

Cristo 1

Cristo ha resucitado.
 Nadie puede dudarlo porque se ha aparecido a María;
después se dejó ver por los que iban a pescar;
y se manifestó a los once Discípulos a quienes envió a bautizar,
y subió al cielo de donde descendió,
probando sus enseñanzas con muchos milagros.

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 2

Cuando descendiste a la muerte, oh Vida inmortal,
mataste al Hades con el rayo de tu Divinidad,
y cuando levantaste a los muertos del fondo de la tierra,
todos los poderes celestiales clamaron:
¡Oh Dador de vida, Cristo Dios, gloria a Ti!

Condaquio

Tono 4

Oh Protectora de los cristianos indesairable;
Mediadora, ante el Creador, irrechazable:
no desprecies las súplicas de nosotros, pecadores,
sino acude a auxiliarnos, como bondadosa,
a los que te invocamos con fe. 
Sé presta en intervenir y apresúrate con la súplica,
oh Madre de Dios, que siempre proteges a los que te honran.

Carta del Apóstol San pablo a los Romanos (5: 1-10)

 Hermanos: Habiendo recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por Quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos —en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir—; mas Dios muestra su amor para con nosotros en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por Él salvos de la cólera! Pues si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!

 Evangelio según San Mateo (6: 22-33)

Dijo el Señor: «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es puro, todo tu cuerpo estará iluminado; pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!… Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: No anden preocupados por su vida, qué comerán, ni por su cuerpo, con qué se vestirán. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? Por lo demás, ¿quién de ustedes puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparse? Observen los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero Yo les digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con ustedes, hombres de poca fe? No anden, pues, preocupados diciendo: “¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?”, que por todas estas cosas se afanan los gentiles: ya sabe su Padre celestial que tienen necesidad de todo eso. Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura.»

Modo de ver

«La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo es simple (puro), todo tu cuerpo estará iluminado; pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará a oscuras.»

Entonces, nos dice el Señor, que el criterio de un estado sano es la condición de nuestro ojo: malo o puro. Los judíos, por ejemplo, mientras estaban viendo la benevolencia de los milagros del Señor, lejos de admirar su misericordia, condenaron que hubiera roto con la «ley del Sábado». Su «mal ojo» no les permitía observar la bondad. Es como un vaso de agua pura que se le echa una gota de petróleo de modo que se empieza a admirarla como agua negra. Si odio a una persona, por más buenas que sean sus obras e intenciones, seguiré viéndolas con «mal ojo» y  contaminando la realidad con mis prejuicios. Y viceversa, «el amor no toma en cuenta el mal […] todo lo excusa», dice san Pablo (1Cor 13: 7).

¿Cómo adquirir el ojo «simple»?, y ¿por qué se ha contaminado nuestra visión?

La literatura ascética nos habla de las «pasiones» que son tendencias y motivos ocultos en el corazón, que adquirimos y desarrollamos por ambiente, herencia y todo lo que nos rodea día a día: rencor, calumnia, celo, egoísmo y muchos más forman las pasiones que contaminan nuestro modo de ver, y empezamos a complicarnos la vida y considerarla difícil e imposible, y al hermano como «mi infierno» (Jean Paul Sartre). Estas pasiones nos deslumbran e impiden ver la realidad aun en sus detalles más evidentes.

El primer escalón para una vista «simple y pura» es la lógica. Es ilógico que la culpa pertenezca siempre y en todo a los demás. El examen sincero bajo la luz de la razón es capaz de proporcionarme una visión crítica y audaz que me permita conocer cuándo la responsabilidad cae sobre mis hombros y cuándo sobre los del hermano. La vigilancia prudente de los movimientos de alma ante hechos determinados, activa el papel de la consciencia para discernir la realidad objetiva.

El segundo escalón —el más esencial— para obtener un ojo «puro» es el amor que «no toma en cuenta el mal» y «todo lo excusa». ¿Acaso el hombre bondadoso y espiritual es ciego para que no vea la maldad?» En realidad, éste es el más apto para advertir la mínima presencia de las pasiones. Ve la maldad pero no la considera; es decir, la ofensa del hermano no anula al hermano. No ve en el pecado del prójimo un alma condenada sino una posibilidad futura de arrepentimiento y de conciliación, tal como una madre que, si bien no está ciega a los errores y a las ofensas de su hijo, sigue amándolo, sirviéndolo y «viéndolo» como la criatura más bella: es el ojo simple y puro. Cuando presentaron a Jesús a una mujer adúltera esperando su permiso para apedrearla, Él vio en ella un alma digna, no de condenación, sino de atención: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más» (Jn 8:11).

¿Cómo adquirir un ojo tal? ¿Acaso es posible lograrlo en una sociedad llena de competencia y de búsqueda de autorrealización?

El paciente busca al oculista para que le recete unos lentes, y el cristiano busca la Iglesia, que le receta la palabra de Dios; la coloca siempre ante sus ojos cual lentes que purifican su vista; de aquí en adelante, cada vez más, obtendrá el «pensamiento de Cristo» (1Cor 2:16); y el prójimo ya no volverá más a ser visto como «mi infierno» sino como mi compañero en el camino de la Luz. Amén.

 

Rev. Achimandrita Ignacio Samaán
Catedral de San Jorge
México D.F.

La oración por los difuntos

Desde siempre, el Cristianismo ha rechazado totalmente el uso de métodos y técnicas (espiritismo, magia…) para comunicarse con los muertos; sea cual fuese la meta, ejercer estos métodos significa estar sujetos a engaños satánicos y/o al oportunismo humano que se burla de nuestros sentimientos.

En cambio, la única manera conveniente y saludable para dicha comunión es la oración, donde la reunión se realiza, no en el nivel psíquico (recuerdos, fotos, sueños…) sino en el espiritual. Y se nos pregunta: ¿Cuál es la justificación para la conmemoración de los difuntos?, y ¿de qué manera puede ser útil para ellos?

Quizás las preguntas nos confundan y no podamos dar una respuesta satisfactoria; sin embargo, nuestra auténtica fe nos enseña que el amor mutuo es el que justifica y, más aún, nos exhorta a orar por nuestros queridos difuntos. Es lo mismo con los vivos: no podemos explicar cómo nuestra súplica ayuda al prójimo, pero sabemos por experiencia que ésta es eficaz y así la practicamos. La acción de la oración, sea ofrecida por vivos o por muertos, es mística; no podemos sondear la influencia entre la eficacia de la oración, la libre voluntad de una persona y la misericordia de Dios. Nos basta saber que ellos necesitan de nuestro apoyo y que, cuando oremos por ellos, su amor a Dios aumenta; por lo demás, dejémoslo al Señor.

Rechazar la oración por los difuntos es un pensamiento frío que contradice el amor. Nuestra esperanza de que ellos viven en la misericordia de Dios, nos hace desear que nuestro amor hacia ellos sea incorporado a la Divina Misericordia: “Haz descansar las almas de tus siervos en un lugar de paz donde no hay dolor ni tristeza sino vida eterna.”

 

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