Boletín del 27/05/2012
La Divina Ascensión
y Domingo de los Santos Padres
del Primer Concilio
Oh Cristo, mientras los discípulos te miraban subir al Padre para sentarte a su lado, los ángeles se apresuraban clamando: “Levantad las puertas, levantadlas, pues el Rey ascendió a la Gloria de su Luz substancial.” Exapostelario
Himnos de la Liturgia
Tropario de la Resurrección
Tono 6
Los poderes celestiales aparecieron sobre tu sepulcro; y los guardias quedaron como muertos; María se plantó en el sepulcro buscando Tu Cuerpo Purísimo; sometiste al hades sin ser tentado por él; y encontraste a la Virgen otorgándole la vida. ¡Oh Resucitado de entre los muertos, Señor, gloria a Ti!Tropario de la Divina Ascensión
Tono 4
Ascendiste con gloria, oh Cristo Dios nuestro, y alegraste a tus discípulos con la promesa del Espíritu Santo confirmándoles con tu bendición que eres el Hijo de Dios, el Salvador del mundo.Tropario de los Santos Padres del Primer Concilio
Tono 8
¡Glorificado eres Tú oh Cristo Dios nuestro, que cimentaste a los santos padres en la tierra como astros, por los cuales nos dirigiste a la verdadera fe! ¡oh Misericordioso, gloria a ti!Condaquio de la Divina Ascensión
Tono 6
Cuando concluiste el plan de nuestra Redención uniendo a los terrenales con los celestiales, ascendiste glorioso a Tu lugar, oh Cristo nuestro Dios, aunque no Te habías desprendido de él, pues permaneciste siempre firme en él, y clamando a los que amas: «Yo estoy con vosotros y nadie estará en contra».Lecturas Bíblicas
Hechos de los Apóstoles (20: 16-17, 28-36)
En aquellos días: Pablo había resuelto pasar de largo por Efeso, para no perder tiempo en Asia. Se daba prisa, porque quería estar, si le era posible, el día de Pentecostés en Jerusalén. Entonces desde Mileto envió a llamar a los presbíteros de la Iglesia de Efeso. Cuando llegaron donde él, les dijo:
«Tengan cuidado de ustedes y de toda la grey, en medio de la cual les ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que Él se adquirió con su propia sangre.
Yo sé que, después de mi partida, se introducirán entre ustedes lobos crueles que no tendrán clemencia del rebaño; y también que de entre ustedes mismos se levantarán hombresque hablarán cosas perversas, para arrastrar a los discípulos detrás de sí. Por tanto, vigilen y acuérdense que durante tres años no he cesado de amonestarles día y noche con lágrimas a cada uno de ustedes.
Ahora, hermanos, les encomiendo a Dios y a la Palabra de su Gracia, que tiene poder para edificarlos y darles la herencia con todos los santificados.
Yo de nadie codicié plata, oro o vestido. Ustedes saben que estas manos proveyeron a mis necesidades y a las de mis compañeros. En todo les he enseñado que es así, trabajando, como se debe socorrer a lo débiles y que hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay en dar que en recibir.»
Dicho esto, se puso de rodillas y oró con todos ellos.
Evangelio según San Juan (17: 1-13)
En aquel tiempo, Jesús alzó los ojos al cielo y dijo: «¡Padre!, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti. Y según le has dado potestad sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que le diste. Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te he glorificado en la tierra, y he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Ahora glorifícame, ¡oh Padre!, junto a Ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que fuese el mundo. He manifestado tu Nombre a los hombres que del mundo me has dado. Tuyos eran, y me los has dado, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me has dado, viene de Ti, porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las han recibido y han conocido verdaderamente que vengo de Ti, y han creído que Tú me enviaste. Yo ruego por ellos, no ruego por el mundo, sino por los que me has dado, porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío; y he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo; yo voy a Ti. ¡Oh Padre Santo!, guarda en tu Nombre a los que me has dado, para que sean uno, así como Nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu Nombre; a los que me has dado, yo los guardaba, y ninguno de ellos se ha perdido, salvo el hijo de la perdición, para que la Escritura se cumpliese. Pero ahora voy a Ti, y digo esto en el mundo, para que tengan en sí mismos mi alegría en su plenitud.»
Mensaje Pastoral
Concilio: camino real
Con la asistencia de unos 318 obispos del orbe, se celebró en Nicea, en el año 325 d.C., el 1er. Concilio Ecuménico de la Iglesia, convocado ciertamente por el emperador Constantino el Grande y presidido, al parecer, por Eustacio, obispo de Antioquía. Destaca la presencia de un grupo numeroso de padres que, por su fe, dieron un ejemplo de vida en Cristo, como los santos Nicolás, obispo de Mira, Espiridión, obispo de Trimitos, Macario, obispo de Jerusalén, y el diácono Atanasio (posteriormente obispo de Alejandría).
En el primer tercio del siglo IV, el pueblo cristiano se encontró dividido y confundido por el discurso de un diácono libio, Arrio, que rechazaba la divinidad de Cristo y enseñaba que el Verbo de Dios era criatura y, por lo tanto, no era ni eterno ni de la misma naturaleza del Padre. Y apuntaba que sólo en forma alegórica se le podía decir «Hijo», «Sabiduría» y «Poder» de Dios.
El Concilio reunido en la plaza central del palacio imperial de Nicea se enteró de la enseñaza de Arrio y la condenó rotundamente como herética, confirmando la fe establecida en el Evangelio y que la Iglesia sostiene hasta nuestros días: Cristo es «verdadero Dios de Dios verdadero». Con ello, los Padres del Concilio no inventaban un dogma nuevo sino que se mantenían firmes en la doctrina de los santos Apóstoles: «Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Éste es el Dios verdadero y la Vida eterna», dice Juan, el discípulo amado (1Jn 5:20); palabras claras que no aceptan alegoría alguna. Sobre esta base, el concilio formuló su fe en el Padre y el Hijo dictando la parte primera del Credo, el Símbolo de Nicea.
Nuestra Iglesia Ortodoxa enfatiza que los dogmas no son definiciones nuevas o descubrimientos posteriores a la Biblia sino fórmulas y expresiones de la misma fe anunciada «de una vez y para siempre» (Jds: 3). (Es interesante observar que las frases del Credo en su totalidad son bíblicas, excepto la expresión «consubstancial al Padre», que costó mucho trabajo hasta que los Padres la incorporaron en el Símbolo de Fe al corroborar que su sentido equivale precisamente a las palabras de Jesucristo: «Yo y el Padre somos uno.» [Jn 10:30]).
El concilio entonces no es la reunión de unos obispos o teólogos con el afán de tomar ciertas decisiones sino la expresión de la unidad en la fe, la incorporación de las diferentes iglesias locales en el mismo Camino. En sí, la palabra griega σύνοδος (sínodo), traducida como concilio, es compuesta de dos partes que le dan el sentido de «con el camino». Los cristianos en los Hechos de los Apóstoles, se identificaban con el calificativo «seguidores del Camino» (Hch 9:2, 16:17; 19:23; 24:14). Y la autenticidad de los Concilios se debe a la congruencia de su enseñanza con la vida evangélica, con este Camino original.
¿Cómo nosotros, los cristianos de hoy, podemos mantenernos en el Camino? Al igual que los primeros seguidores, que «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (Hch 2:42).
El interés espiritual y el conocimiento religioso a menudo se desvían, cuando son efectuados individualmente, y concluyen en «ciencia que hincha» (recuérdese que Arrio era un filósofo y muy buen conocedor de las Escrituras); pero quien se mantiene dentro del Concilio y se alimenta de la leche de la vida eclesiástica, crece en «el amor que edifica» (1Cor 8:1).
Hoy, día en que conmemoramos a los Padres del 1er. Concilio Ecuménico, no nada más recordamos sus palabras y categorías dogmáticas sino que también convivimos con ellos en la Reunión Eucarística, asimilamos el Espíritu en el que han vivido y anhelamos la dicha que gozan; ello produce en nosotros una luz de conversión que constantemente corrige nuestro vivir y alumbra nuestra marcha en el camino real.
Nuestra Fe y Tradición
El Icono de la Divina Ascensión
Cristo, después de su Resurrección se manifestó varias veces a los discípulos, a las Mirróforas, a más de quinientas personas como nos cuenta San Pablo, y a muchos otros confirmando su Resurrección. Cuarenta días después, ascendió a los cielos. Este acontecimiento, que festejamos el Jueves pasado, nos lo conservó San Lucas en su Evangelio: “mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.” (Lc.24, 51).
El icono de la Ascensión nos dibuja este pasaje evangélico: Cristo asciende al cielo rodeado de un halo de Luz que expresa su divina Gloria, pero la vestimenta que lleva puesta parece igual a la de los apóstoles. Esto es para expresar que, con su ascensión ha elevado con Él a la naturaleza humana. La Ascensión del Señor no es un traslado de lugar (de la tierra al cielo) sino que significa la salida del espacio de lo creado y el ingreso en el de lo divino, lo eterno. Cristo, elevó nuestra naturaleza humana a donde nunca había estado.
La Virgen en el medio del icono eleva sus manos orando en silencio; ella representa a la Iglesia, ya que su seno era el lugar de reunión entre lo humano y lo divino, así como la Iglesia lo es.
Los dos ángeles vestidos de blanco dicen a los apóstoles: “¿Qué hacéis ahí mirando al cielo? Éste que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.” (Hch.1, 11)
Los apóstolos, con su vital movimiento, expresan el gozo de recibir la bendición del Hijo de Dios; tristes por ser separados de Él, pero optimistas por la promesa del Espíritu Santo que haría perpetua la Presencia de Jesús en sus corazones. Algunos de ellos miran hacia la Ascensión pero otros contemplan a la Virgen: ¿cómo en tu seno, el Rey de la Gloria hizo su morada?
El icono de la Ascensión es ilustración de la Iglesia cuya Cabeza es nuestro Señor Jesucristo, cuya imagen es la Virgen, y pilares son los Apóstoles.
La Santa Tradición de la Iglesia
La vida continua del Pueblo de Dios se llama la Santa Tradición. La Santa Tradición del Antiguo Testamento se expresa en la Biblia, en la vida continua del Pueblo de Israel hasta el nacimiento de Cristo. Esta Tradición se cumple, se completa y se engrandece en la Época del Mesías y en la Iglesia Cristiana.
La Tradición Neotestamentaria o Tradición Cristiana es también conocida como la Tradición Apostólica o la Tradición de la Iglesia. La parte central escrita de esta tradición se encuentra en los escritos del Nuevo Testamento de la Biblia. Los Evangelios y los otros escritos de la Iglesia Apostólica forman el corazón de la Tradición Cristiana y son la principal fuente escrita e inspiración de todo lo que se desarrolló en los siglos siguientes.
Esta Tradición Cristiana es entregada de pueblo a pueblo, en el espacio y el tiempo. La palabra Tradición en sí significa exactamente esto: “lo que es transmitido” o “entregado” de persona a persona. La Santa Tradición, por lo tanto, es lo transmitido de persona a persona, y entregado dentro de la Iglesia desde el tiempo de los apóstoles de Cristo, hasta el día de hoy.
Entre los elementos que constituyen la Santa Tradición de la Iglesia, la Biblia tiene el primer lugar. Enseguida viene la vida litúrgica de la Iglesia y su oración; después sus decisiones dogmáticas y los actos aprobados en los concilios de la Iglesia; las escrituras de los Padres Santos de la Iglesia; la Vida de los Santos; la ley canónica; y finalmente la tradición iconográfica junto a otras formas inspiradas de expresión artística creativa como la música litúrgica y la arquitectura
Vida de Santos
Santa Teodosia, Virgen y Mártir
29 de Mayo
Constantino Acropolita escribió la vida de Santa Teodosia en el siglo XIV. Dicho autor, que vivía en Constantinopla, cerca de la tumba de la mártir y le profesaba gran devoción, se basó para escribir la biografía en algunos escritos y en la tradición oral. Según cuenta Constantino, Teodosia pertenecía a una noble familia y perdió a sus padres desde muy joven. Más tarde, tomó el velo en el monasterio constantinopolitano de la Resurrección. La santa vivió en la época de los emperadores León el Isáurico y Constantino Coprónimo, quienes trataron de acabar con el culto de las imágenes. Como el emperador diese la orden de destruir una imagen muy venerada de Cristo, Teodosia, a la cabeza de un grupo de mujeres, derribó la escalera en que se hallaba el esbirro que iba a echar abajo la imagen. El hombre murió a consecuencia de la caída. Las mujeres se dirigieron entonces al palacio del pseudopatriarca Anastasio, lo apedrearon, y obligaron a huir al usurpador. Las autoridades castigaron a todas las integrantes de grupo, pero sobre todo a Teodosia, que lo había encabezado. Los verdugos la torturaron en la prisión y la hirieron en el cuello. Teodosia murió poco después, a consecuencia de las heridas.
Frases Bíblicas
- Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis visto ir al cielo. (Hch 1:11)
- …y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. (Mt 28:20)
- Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre; pero vosotros, permaneced en la ciudad hasta que seáis investidos con poder de lo alto. (Lc 24:49)