Domingo Nuevo

Domingo de Santo Tomás

La primavera exhala su perfume
y la nueva creación se regocija;
los cerrojos de las puertas, hoy,
se quitan junto con la desconfianza,
y el querido Tomás exclama:
“Tú eres Señor mío y Dios mío.”
                                                               Exapostelario
 

Himnos de la Liturgia

Tropario Del Domingo del Apóstol Tomás

Tono 7

Oh Cristo nuestro Dios, estando sellado el sepulcro,
de él saliste esplendoroso, oh Vida.
Y mientras las puertas estaban cerradas,
viniste a los discípulos, oh Resurrección de todos, y por ellos,
nos renovaste a nosotros con recto Espíritu según tu gran misericordia.

Condaquio de Pascua

Tono 8

Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del hades; y al resucitar vencedor,
oh Cristo Dios, dijiste a las mujeres Mirróforas:
“¡Regocíjense!” y a tus discípulos otorgaste la paz,
¡Oh Tú que concedes a los caídos la resurrección!
 

Lecturas Bíblicas

Hechos de los Apóstoles  (5: 12-20)

En aquellos días: por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en el pueblo…

Solían estar todos con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón, pero nadie de los otros se atrevía a juntarse a ellos, aunque el pueblo hablaba de ellos con elogio. Se aumentaba más y más el número de los que creían en el Señor, una multitud así de hombres como de mujeres.

…hasta tal punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en lechos y camillas, para que al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a alguno de ellos. También acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados.

Entonces se levantó el sumo sacerdote, y todos los suyos, los de la secta de los saduceos, y llenos de envidia, echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública. Pero el Ángel del Señor, por la noche, abrió las puertas de la prisión, les sacó y les dijo: «Vayan, preséntense en el Templo y digan al pueblo todo lo referente a esta Vida».

 Evangelio según San Juan (20: 19-31)

Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «¡La paz sea con ustedes!» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de gozo al ver al Señor, el cual les repitió: «¡La paz sea con ustedes! Como el Padre me envió, así los envío también a ustedes.» Dichas estas palabras, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo: a quienes perdonen sus pecados, les serán liberados, y a quienes se los retengan, les serán retenidos.» Tomás, uno de los doce, llamado el mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Le dijeron después los otros discípulos: «Hemos visto al Señor.» Mas él les respondió: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y no meto mi dedo en el agujero de los clavos, y mi mano en la llaga de su costado, no lo creeré.» Ocho días después, estaban otra vez los discípulos reunidos y Tomás con ellos; vino Jesús estando cerradas las puertas, y se puso en medio y dijo: «¡La paz sea con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y examina mis manos, luego trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente.» Tomás exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús replicó: «Porque me has visto has creído. Bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído.»

Muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengan vida en su Nombre.

Mensaje Pastoral

Creer para ver

«Bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído.»

Lo dijo el Señor a Tomás amonestándole por su desconfianza. Y san Pablo en la carta a los Hebreos notifica: «La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven» (Heb 11:1). Una de las inquietudes que pudieran turbar nuestra fe –más aún, en medio de la apatía del mundo que nos rodea– es el porqué creer. ¿Por qué creer lo que dijo Tomás y lo que dijo san Juan Evangelista sobre la Resurrección? ¿Por qué no creer a los soldados que, desde un principio, dijeron que «sus discípulos vinieron de noche y le robaron mientras nosotros dormíamos» (Mt 28:13)? A cada rato y en diferentes formas se nos plantea este cuestionamiento, por lo que debemos estar «dispuestos a dar respuesta a todo el que os pide razón de vuestra esperanza» (1Pe 3:15).

En realidad, la base de la prédica cristiana es el martirio; hasta lógico y razonable es creer a Tomás y a los demás discípulos, quienes ofrecieron su vida por precio del testimonio que quisieron dar, una muerte constante: «por Ti, somos entregados a muerte todo el día» (Rom 8:36). Nadie muere por una mentira; con mucho más razón, si este martirio se ha perpetuado de generación en generación. Los apóstoles dieron testimonio de «lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos» (1Jn 1:1), mientras los guardas del Sepulcro dieron suposiciones de lo que no habían visto: «mientras dormíamos», decían.

En el fondo, la disputa sobre la Resurrección de Jesús no se ha detenido con lo de Tomás y los soldados; pues, de un lado, la experiencia de «acerca aquí tu dedo y examina» no ha cesado en la Iglesia, y los santos en todo tiempo son también testigos oculares; la Resurrección no es una anécdota sino una realidad presente en la Iglesia. Y del otro lado, las ideologías, los medios de comunicación y los iluminados tratan, día tras día, con más agresividad y una sonrisa ficticia (lobos rapaces con disfraces de ovejas), alumbrar nuestra ignorancia con sus suposiciones: una película por aquí, otro documental por allá, gnosticismo, evangelios apócrifos, etc., atestiguando lo que no han visto y encapsulándose lejos de la alegría de la esperanza, lejos de la bienaventuranza de los que «sin haberme visto han creído». Durante los veintes del siglo pasado, en la Unión Soviética, luego de que el Régimen Bolchevique fundara el Comité Los que no tienen dios, uno de sus miembros daba una conferencia atea. Después de exponer sus pruebas definitivas y contundentes de que Dios no existe, pidió a la audiencia plantear sus dudas o comentarios. Un sacerdote, vestido de civil, se puso de pie y nada más dijo: «¡Cristo ha resucitado!»; una voz unánime del pueblo contestó: «¡En verdad ha resucitado!»

¡Cristo ha resucitado! Quienes lo han creído lo han visto.

¡Cristo ha resucitado! Y las puertas del Hades no podrán contra su Iglesia.

¡Cristo ha resucitado! Venid tomemos del nuevo fruto de la Vid, de las primicias del Reino.

¡En verdad ha resucitado el Señor!

Nuestra Fe y Tradición

Primero, la Resurrección

La Resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra Fe. La Resurrección de Cristo es la primera, la más importante y la más grande Verdad, con la proclamación de la cual los apóstoles empezaron su evangelización. Así como la muerte de Cristo en la Cruz limpió nuestros pecados, así su Resurrección nos da la Vida Eterna. Por esa razón la Resurrección de Cristo es una fuente de alegría, de inagotable regocijo que llega a su punto más alto durante la celebración de la Pascua Cristiana.

Una semana después de su Resurrección, el Señor de nuevo apareció ante los apóstoles y entre ellos al apóstol Tomás, que no había estado durante la primera aparición del Salvador. Para disipar las dudas de Tomás acerca de su resurrección, el Señor le permitió tocar sus heridas y habiendo creído Tomás cayó a sus pies exclamando: “¡Señor Mío y Dios Mío!” Como narran los Evangelistas, después de su Resurrección durante un periodo de cuarenta días varias veces más se apareció ante sus apóstoles, conversaba con ellos y les daba las últimas exhortaciones. Un poco antes de su Ascensión, el Señor se les apareció a más de quinientos creyentes.

Vida de Santos

San Jorge, Gran Mártir

23 de abril

La Iglesia Ortodoxa ha enfatizado siempre que el reconocimiento de un santo, antes de ser confirmado como tal por las Autoridades Eclesiásticas, surge de la conciencia del pueblo de Dios, que venera, aún en vida, a una persona por su santidad, y mucho más después de su muerte.

En este sentido el pueblo ortodoxo, a lo largo de la historia, ha venerado a San Jorge y agradecido su eficaz intercesión, a tal grado que es impresionante el número de iglesias construidas, desde el Siglo IV hasta la fecha, dedicadas a este Gran Mártir de Cristo y puestas bajo su patrocino; y todavía más, que casi no haya familia en la que alguno de sus miembros no lleve el nombre de “Jorge.”

Jorge nació en la ciudad de Al-Led, Palestina, de una familia distinguida por su posición social, en el año 280. Al cumplir los 17 años, se incorporó al ejército; su notable entrega y valor impresionó de tal manera al emperador Diocleciano que rápidamente lo ingresó a su guardia real.

Poco después, Diocleciano emprendió su encarnizada persecución en contra de los cristianos, y los ríos de sangre desbordaron como nunca antes. Sin embargo, la fe de Jorge, antes que nada, soldado de Cristo, ni siquiera se tambaleó, sino que fortalecida, se enfrentó con toda valentía al emperador, proclamó su cristianismo y defendió su fe, la fe en Jesucristo, Dios verdadero.

Diocleciano, encolerizado, ordenó torturar a Jorge, pero todos los dolores no pudieron vencer la Gracia de Dios que apoyó al Mártir en su testimonio.  Entonces, el emperador, frustrado por su impotencia de hacer vacilar la sólida fe de Jorge, mandó decapitarlo. El soldado de Cristo lleno de alegría, con esa valentía que lo caracterizaba y con la luz de la Gracia Divina resplandeciendo en su rostro, inclinó la cabeza ante el verdugo. Su cabeza cayó, su alma se elevó al Cielo, su fama se difundió por todo el imperio, y su amor conquistó los corazones de los fieles que han gozado y gozan de su intercesión, manifestada en milagros, curaciones, consuelos y fortalecimiento de su fe, hasta el día de hoy.

Este cariño del pueblo de Dios hacia San Jorge le hizo aplicar al Soldado de Cristo, un antiguo mito referente a un guerrero que, defendiendo a su pueblo, mata al dragón que quiere comer a la bellísima princesa. La Iglesia aceptó esta aplicación y pintó a San Jorge como el soldado que con la lanza de su intercesión ha vencido al demonio y rescatado a la Iglesia, la Novia Inmaculada de Cristo, de cuantiosos peligros que la han rodeado. Que sus intercesiones sean para con todos nosotros. Amén.

San Tomás el Apóstol

Era uno de los doce discípulos del Señor perteneciente a una familia de pescadores. Luego de la resurrección de Cristo, y en su primera aparición a los discípulos Tomas no estuvo presente y desconfiaba de que fuera verdad esta aparición; en él Evangelio de San Juan dice: “Tomás, al que apodaban el Gemelo, y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. Así que los otros discípulos le dijeron: –¡Hemos visto al Señor! –Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré –repuso Tomás. Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. –¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás: –Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y ponla en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. -¡Señor mío y Dios mío! –exclamó Tomás. –Porque me has visto, has creído –le dijo Jesús–; dichosos los que no han visto y sin embargo creen”(Juan 20:24-29). La tradición nos dice que él Santo luego de la iluminación del Espíritu Santo fue a Persia Midia e India, a enseñar el Evangelio, en esta última zona fue martirizado y acecinado con unas lanzas.

Frases del Resucitado

  • Vosotros sois testigos de estas cosas. Y he aquí, yo enviaré sobre vosotros la promesa de mi Padre; pero vosotros. (Lc 24:48-49)
  •  Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. (Mt 28:18)
  • Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. (Mc 16:15)

Felicitación

El día 23 de abril, Memoria de San Jorge el Gran Mártir, felicitamos a la Comunidad de San Jorge en México D.F. y a la de San Jorge en Valencia Venezuela, y a la de San Jorge en San Juan, Puerto Rico, también a los Reverendos Padres Jorge el Dahr (Puerto Rico), Jorge Farah (Honduras), y el Diácono Jorge Noreña (México) y a todos nuestros fiesles que llevan el nombre de San Jorge. ¡Dios llene su vida y la de todos nosotros con el ánimo y la paz de la Pascua por la intercesión del Gran Mártir! Amén.

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Padre Juan R. Méndez ()

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