Boletín del 31/01/2010

Domingo del “Hijo pródigo”

 

domingo del hijo prodigo

La riqueza de la gracia que me has dado, oh Salvador,
la he derrochado vanamente, yo miserable, en mi pésima partida.
Pues, viviendo en el despilfarro con los demonios, la dilapidé en la malicia.
Por eso a Ti regreso, oh Padre compasivo:
acéptame como al hijo pródigo y sálvame. 

Exapostelario

Tropario de Resurrección

Tono 1

Cuando la piedra fue sellada por los judíos
y tu purísimo cuerpo fue custodiado por los guardias,
resucitaste al tercer día, oh Salvador,
concediendo al mundo la vida.
Por lo tanto, los poderes celestiales clamaron a Ti, oh Dador de Vida:
Gloria a tu Resurrección, oh Cristo,
gloria a tu Reino,
gloria a tu plan de salvación,
oh único Amante de la humanidad.

Condaquio de la Presentación del Señor  en el Templo

Tono 1

Por Tu nacimiento, oh Cristo Dios,
santificaste las entrañas de la Virgen,
las manos de Simeón bendijiste debidamente
y a nosotros, hoy, nos rescataste y salvaste. 
Protege a Tus fieles con la paz en las guerras
y ayuda a aquellos que amas,
porque Tú eres el único Amante de la humanidad.

Primera Carta del Apóstol San Pablo a los corintios (6:12-20)

Hermanos: Todo me es lícito, mas no todo me conviene. Todo me es lícito, mas no me dejaré dominar por nada. La comida para el vientre y el vientre para la comida, mas Dios destruirá aquél y ésta. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder.

¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no saben que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con Él.

¡Huyan de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo.

¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes y han recibido de Dios, y que no se pertenecen, pues han sido comprados? Glorifiquen, por tanto, a Dios en su cuerpo y en su espíritu que pertenecen a Dios.

Evangelio según San Lucas (15:11-32)

Dijo el Señor esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.

Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que lo envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y volviendo en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.”

Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: “Padre pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus siervos: “Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pónganle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta.

Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; llamó a uno de los criados y le preguntó qué era aquello. Él le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.” Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le suplicaba. Pero él replicó: “Hace tantos años que te sirvo y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!” Pero él le dijo: “Hijo, tu siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”.»

Ejemplo de penitencia

«Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.»

¡Cómo se parece la mentalidad del hijo menor a la nuestra! Pues, ¡cuántas veces nos expresamos rebeldemente –«Es mi vida, la paso a mi modo; haré lo que yo quiera y cuando quiera», etc.– y rechazamos ser obedientes en cualquier cosa como si la obediencia limitara y lastimara nuestro ser! También, respecto a la ética y la doctrina cristianas, a menudo se escuchan objeciones insubordinadas: «Y, ¿quiénes son los Santos Padres para que me expliquen la Biblia? Yo también tengo el Espíritu Santo que me enseña directamente.» Es la «libertad» que el joven de la parábola pide y que Dios nunca se niega a dar: porque el amor paterno es incapaz de forzarnos y de impedirnos la partida a un «país lejano»; se queda siempre a la espera de nuestra permanencia y regreso a la sombra del cuidado paterno.

La Iglesia, estando a los umbrales de  la Cuaresma, nos plantea esta parábola como un ejemplo de arrepentimiento de tal rebeldía. Pues el arrepentimiento no consiste en contar pocas o muchas faltas que se han cometido –aunque éste es un ejercicio necesario en nuestra vida espiritual– sino en cambiar el criterio o la filosofía de vivir, y obtener lo que san Pablo denomina «el pensamiento de Cristo» (1Cor 2:16). De hecho, la palabra griega «μετανοία» Metania –traducida como arrepentimiento o penitencia– significa literalmente cambiar la mente y la vida.

Este cambio lo podemos observar, en la parábola del Hijo Pródigo, en la transformación de la filosofía de quien «se marchó a un país lejano» en una actitud penitencial: «me levantaré, iré a mi padre».

«Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió…» Pues aunque el hijo se marchó, estaba «todavía lejos»: el encuentro se hizo porque el padre «corrió»; si el arrepentimiento es algo que comienza con una reacción nuestra «volviendo en sí mismo», no obstante es una Gracia de Dios, un rayo de luz que penetra en nuestro corazón deleitándolo con gozo infinito, siempre y cuando lo busquemos.

Los tres Santos Jerarcas (30 de enero)

La historia de esta fiesta se remonta a los tiempos del Emperador Alexio I Comnino (1081-1118) en Constantinopla. En aquel tiempo se manifestó en los medios eclesiásticos una disputa entre los teólogos de la ciudad sobre los santos Padres Basilio Magno, Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo, respecto a quién de los tres santos  era el más sobresaliente.

El primer grupo optó por san Basilio ya que, para ellos, él era el mejor entre los oradores, superior en palabra y obra, un hombre que por poco alcanzaba a los ángeles, moderado, no perdonaba la negligencia, y ajeno a todo lo terreno; organizador del monaquismo y columna de la Iglesia en su lucha ante la herejía de Arrio; pastor ideal y asceta diligente.

El segundo grupo elevó la posición de San Crisóstomo considerando que él era el mas cariñoso, por su comprensión de la debilidad de la naturaleza humana; con sus homilías inspiradas por Dios dirigió a la grey hacia el arrepentimiento; explicó la palabra divina aplicándola hábilmente a la vida cotidiana como ninguno de los otros dos Santos; además su nombre da testimonio de su habilidad retórica y teológica “boca de oro”.

El tercer grupo engrandeció a San Gregorio el Teólogo por la profundidad y la pureza de sus palabras; él obtuvo la sabiduría y la retórica de los griegos bautizándolas y dirigiéndolas a la contemplación de Dios; así ninguno expresó el dogma de la Santísima Trinidad tal como él lo hizo.

Esta diferencia no se excluyó a los maestros e intelectuales sino que se divulgó entre el pueblo: éste era basilista, aquél juanista y el otro gregorianista, y día tras día la discusión se agrandaba. Pero los Santos no permitirían esta discordia. En un sueño, los tres santos se le aparecieron al obispo Juan Morobo y le dijeron: “Como ves: somos iguales ante Dios; ni división ni contradicción. Cada uno de nosotros aprendió, en su tiempo, del Espíritu Santo, y escribió y habló lo que convenía por la salvación de los hombres. Entre nosotros no hay ni primero ni segundo; si citas a uno, los otros estarán de acuerdo con él. Así que ordena a los que están exagerando en la discusión detener las deferencias entre sí; como estábamos en la vida terranal así seguimos después de la muerte, interesados en realizar la paz y la armonía en toda la Iglesia. Por eso celébrennos en un día común… y enseña a los fieles que nsotros somos iguales ante Dios.” Al decirlo, los tres padres se pusieron a subir al cielo brillando con una luz inefable y llamándose el uno al otro por su propio nombre.

Inmediatamente, el obispo Juan reunió a los que discutían para detener la deferencia, y fijó a los tres Santos, como se lo habían pedido, el  30 de enero como día del recuerdo común, día antes del cual habremos celebrado a los tres individualmente (1enero, a San Basilio; 25 enero, a San Gregorio; y 27, a San Crisóstomo).

Dios no permitió que la santidad de los tres Jerarcas formara causa de división en la Iglesia. Pidamos que las intercesiones de los tres santos Jerarcas y Maestros del universo sean con nosotros. Amén.

Boletín del 24/01/2010

Domingo del “Fariseo y el Publicano” 

 fariseo_y_publicano

“De la soberbia réproba del fariseo, huyamos;
y la humildad aprobada del publicano, aprendamos,
para que, con él, subamos exclamando a Dios:
“Perdónanos, a tus siervos, oh Cristo salvador,
que por tu voluntad naciste de la Virgen,
soportaste la Cruz por nosotros
y, contigo, levantaste al mundo con tu poder divino.” 

Exapostelario

Tropario de Resurrección

Tono 8

Descendiste de las alturas, oh Piadoso,
y aceptaste el entierro de tres días
para librarnos de los sufrimientos.
¡Vida y Resurrección nuestra, oh Señor, gloria a Ti!

Condaquio del domingo

Tono 4

Escapemos de la soberbia del fariseo
y aprendamos de la humildad del publicano
exclamando con gemidos al Salvador:
“¡Oh único Compasivo, ten piedad de nosotros!”

Segunda Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo(3:10-15)

Hijo mío, Timoteo: Tú me has seguido asiduamente en mis enseñanzas, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia, en mis persecuciones y sufrimientos, como los que soporté en Antioquía, en Iconio, en Listra. ¡Qué persecuciones he sufrido! Y de todas me ha librado el Señor. Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones. En cambio los malos y embaucadores irán de mal en peor, errando y haciendo errar a los demás.

Tú, en cambio, persevera en lo que has aprendido y en lo que has creído, teniendo presente de quién lo has aprendido, y que desde niño conoces las Sagradas Letras, que te pueden instruir para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús.

Evangelio según San Lucas (18:10-14)

Dijo el Señor esta parábola a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al Templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba consigo mismo de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todas mis ganancias.” En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!”  Les digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»

Dos actitudes ante Dios

Uno se reconoce justo, el otro pecador; el fariseo se siente bueno, el publicano, malo; uno enaltece su ego, el otro se avergüenza de él. Ninguno de los dos demanda justicia divina, pero sus motivos son contrarios entre si: el primero porque, según él, no la necesita  pues se considera justificado por sus propias acciones apegadas a la ley; el segundo, porque sabiéndose trasgresor y manipulador de la Ley de Dios y de las leyes humanas en beneficio propio, la justicia le hubiera condenado. Por eso éste se abaja y clama a Dios suplicando su misericordia, su amor, su perdón. Niega y aborrece lo que es, su conducta, sus actitudes, sus pensamientos pecaminosos. El fariseo en cambio, se afirma en sí mismo, se complace en su propia persona y en sus méritos; no espera que Dios le ame  ni le perdone y mucho menos que lo corrija, que lo cambie: le basta y le sobra con la gran opinión que tiene de sí mismo, convencido plenamente de que Dios tiene sobre él la misma opinión sino es que aún mejor. No sube  a orar para sentir y vivir la majestuosidad de Dios, para glorificarle y agradecerle por los dones que de Él  recibe, sino para gloriarse a sí mismo y menospreciar a los demás que no son como él. Acusando a todo el mundo, nos dice San Juan Crisóstomo, él se justificaba a sí mismo. El publicano sabía que era pecador a los ojos de Dios y ante el juicio de los hombres, por eso se cuidaba de apartar la mirada de sí mismo porque no encontraba nada en él digno de ofrecerle al Señor. El fariseo, por su parte, se enorgullecía de sí, porque pensaba que su persona y la justicia eran una misma cosa y su vida era un perfecto reflejo de la ley  y sabiduría divinas. Con una percepción así de las cosas es prácticamente imposible acercarse a Dios, alcanzar un conocimiento verdadero de uno mismo y asumir conciente y amorosamente que el prójimo también es hijo del Altísimo y es llamado como todos, a ser semejanza de Dios. De la autocomplacencia y de un desmesurado amor a sí mismo vienen muchos vicios y desviaciones en la fe: insensibilidad, indiferencia, enemistad, indolencia, engaño, envidia, hipocresía, dureza y frialdad de corazón para Dios y para con el prójimo.

Ante estas dos actitudes ¿Cuál es, entonces, nuestra relación y disposición hacia el Señor? ¿Reconocemos nuestras faltas y debilidades y buscamos esforzarnos en corregirlas? ¿Aborrecemos el pecado en que caemos o lo consentimos u olvidamos? ¿Nos arrepentimos o nos justificamos? ¿Sentimos y vivimos la necesidad imperiosa de recibir la misericordia el amor y perdón de Dios? ¿Esperamos su compasión o demandamos su justicia? ¿Nos consideramos dignos o indignos de recibir su gracia? El publicano temía la justicia divina por que era conciente de su vida de pecado; el fariseo no temía a Dios ni a su justicia porque él se creía justo, honesto, y religioso. ¿Cuál es nuestra actitud ante el juicio de Dios? ¿Qué tan semejantes somos al fariseo hipócrita? ¿Qué tantos nos diferenciamos del publicano pecador. Delante de Dios no podemos ocultar lo que verdaderamente somos. No nos dejemos engañar por la generosa opinión que tenemos de nuestra propia persona, por la imagen fantástica e impecable que pretendemos que Dios tenga de nosotros. Mejor abnegadamente busquemos agradar a Dios y servir al prójimo porque el Señor, el Santo “habita en el corazón quebrantado  y humillado, para vivificar el espíritu de los humildes y dar vida al corazón de contritos” (Is 57:15).

Los domingos preparatorios de la Cuaresma

La Iglesia nos prepara para la cuaresma de la Santa Pascua durante cuatro domingos, los anteriores al inicio de la misma, en los cuales nos plantea  virtudes y sentimientos muy importantes para la cuaresma que es, en sí, la preparación adecuada para la Fiesta de las fiestas, para la base de toda nuestra fe y en consecuencia de toda nuestra vida, es decir, la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Estos domingos preparatorios toman su nombre del Evangelio que se lee:

  1. El Domingo del Fariseo y el Publicano (Lc.18,10-14): cuyo evangelio leímos hoy. Pues todas las buenas obras y ejercicios espirituales que el cristiano brinda en toda su vida, pero intensamente en la temporada cuaresmal, no son “la factura” de su justificación ante Dios, como lo pensó el fariseo de hoy, sino la reacción natural de quien con humildad inclina todo su ser ante Dios, como el publicano: : “¡Oh Dios!  ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!”

  2. El Domingo del Hijo Pródigo (Lc.15, 11-32): que nos plantea a la Cuaresma como una marcha de regreso hacia el Padre que nos espera siempre. “ábreme las puertas del arrepentimiento,…”; el arrepentimiento no es contar algunos pecados o desviaciones que he cometido sino confesar que he escogido ir “a un país lejano” en lugar de vivir en la bella casa paternal; dicha confesión me impulsará, como al pródigo de la parábola, a regresar a la belleza inicial que me fue otorgada en el Bautizo.

  3. El Domingo del Juicio (Mt.25, 31-46): en el cual se lee el Evangelio del Juicio final que se basará en el amor manifestado en las obras de cada uno En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”  Pues si las obras en sí, como hemos visto en el Evangelio del fariseo y el publicano, no formaron el criterio para la justificación, sí son una emanación abundante de una alma que ama a Dios; si no, su piedad será falsa y digna de juicio “Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso” (1Jn.4,20). La devoción que buscamos no es egoísta sino que busca ser manifestada en el amor a los demás.

  4. El Domingo del Perdón (Mt.6, 14-21): a partir del cual se inicia la Cuaresma. Pues como podemos decir a Dios Padre: “perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” si, en realidad no estamos dispuestos a perdonar a los demás. Así la Iglesia nos estimula a que ofrezcamos nuestra ofrenda cuaresmal con un corazón limpio de cualquier sentimiento rencoroso.

Sobre la humildad

El padre Abraham preguntó a un anciano: Padre mío, ¿qué es mejor: conseguir honra o deshonra?  Él contestó: En cuanto a mí, prefiero obtener la primera que la segunda. Pues si hago una acción buena por la que sea alabado, convenceré a mi pensamiento en que no merezco el honor. Mientras la deshonra es resultado de obras horrendas que entristecen a Dios y causan tropiezo para los demás y, “¡Ay de aquél, por quien vienen los tropiezos”. Por lo que, para mí, mejor es hacer el bien aunque sea glorificado yo. Dijo el padre Abraham: ¡Bien lo has dicho!

 

Boletín del 17/01/2010

Recuerdo de San Antonio el Grande

 antonio 

Oh Revestido de Dios,
desde tu juventud, asumiste un método de vida no conocido entre los hombres,
y anduviste en él con fervor hasta el fin, sin desviación alguna,
sometiéndote a la Ley nueva de Cristo;
así que te manifestaste como guía del Desierto y Padre de los ascetas.                      

  (Exapostelario)

Tropario de Resurrección

Tono 7

Destruiste la muerte con tu Cruz
y abriste al ladrón el Paraíso;
a las Mirróforas los lamentos trocaste
y a tus Apóstoles ordenaste predicar
que resucitaste, oh Cristo Dios,
otorgando al mundo la gran misericordia.

Tropario de San Antonio el Grande

Tono 4

Imitando con tu vida al celoso Elías
y siguiendo los rectos caminos del Bautista,
has poblado el desierto, oh padre Antonio,
y has fortalecido al mundo con tu oración.
Intercede ante Cristo nuestro Dios,
para que salve nuestras almas.

Condaquio de la Presentación del Señor en el Templo 

Tono 1

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios,
las manos de Simeón bendijiste debidamente,
y a nosotros nos alcanzaste y salvaste.
Conserva a los fieles en la paz y auxilia a los que amas
porque Tú eres el único Amante de la humanidad.

Epístola de San Pablo a los Hebreos (13: 17-21)

Hermanos: Obedezcan a sus dirigentes y sométanse a ellos, pues velan sobre sus almas como quienes han de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no traería a ustedes ventaja alguna. Rueguen por nosotros, pues estamos seguros de tener recta conciencia, deseosos de proceder en todo con rectitud. Con la mayor insistencia les pido que lo hagan, para que muy pronto les sea yo devuelto.

Y el Dios de la paz —que suscitó de entre los muertos al Gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de la eterna Alianza, nuestro Señor Jesús— les disponga con toda buena obra para cumplir su voluntad, realizando Él en ustedes lo que es agradable a sus ojos, mediante Jesucristo, a Quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Evangelio según San Lucas (19: 1-10)

En aquel tiempo, Jesús atravesaba Jericó; Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verlo, pues iba a pasar por ahí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzó la vista y lo vio, y dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede Yo en tu casa.» Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.»

La Conversión de Zaqueo

En la  historia de Zaqueo que leemos en el Evangelio de hoy, vemos fielmente proyectado el estado del alma humana que busca retornar siempre al origen de su existencia. El hombre, en cuyo ser existe un alma espiritual, ha buscado y buscará de continuo una felicidad que colme las apetencias de su naturaleza racional y espiritual. En vano buscará el hombre en los bienes de este mundo una felicidad que llene sus anhelos, siempre querrá más y más, su alma puede quedar ahíta, pero nunca satisfecha. Solamente Dios, que es inmenso, llenará la profundidad del alma humana. Es por esto que los hombres sienten la necesidad de Dios y exclaman como el salmista, “como el siervo brama por las corrientes de las aguas, así el alma mía busca a Dios, mi alma tiene sed del Dios vivo” (Sal 42:1-2).

Zaqueo tiene sed de Dios, y busca con ansia ver a Jesús. Siendo corto de estatura, la muchedumbre le impide realizar su deseo, pero esto no le arredra, y sube a un sicómoro. Cristo responde al anhelo de Zaqueo y le dice que baje, porque posará en su casa, y Cristo no solo entra en la casa del rico publicano Zaqueo, sino que penetra en su corazón y lo transforma, haciendo de él una nueva criatura; éste rico jefe de publícanos siente que Dios ha llenado su vida, y quiere vivir conforme a la voluntad del Todopoderoso, pues le dice a Cristo que dará la mitad de sus bienes a los pobres, y si en algo ha defraudado, lo devolverá cuadruplicado (Lc 19:8). Indudablemente que en el interior Zaqueo su alma fue tocada por el hijo de Dios, fue movida al arrepentimiento, y este arrepentimiento lo acerca al Redentor, y obtiene su salvación: “hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc.19:9).

Nosotros también deseamos que Dios more en nuestros corazones, llenando el vacío de nuestras almas, y el Altísimo lo hará cuando vea nuestra fe y arrepentimiento sinceros. No basta decirlo de labios solamente, sino que debemos sentirlo desde el fondo de nuestro ser. David sintió ese dolor de haber ofendido a Dios cuando el profeta Natán le reconvino, y dijo lleno de humildad: “He pecado” (2Sm 12:13), y fue perdonado. Vemos su dolor y el reconocimiento de su pecado cuando escribe el salmo 51 (Sal. 51: 1-4). Saúl dijo lo mismo: “He pecado” (1Sm 15:24), y no fue perdonado, ¿por qué? Porque su arrepentimiento no fue sincero, ni sintió ese dolor por haber ofendido a Dios. No olvidemos que la contrición tiene dos caras, una mira al pasado y es el dolor de los pecados, la otra mira el porvenir, y es el propósito de no caer de nuevo.

San Antonio el Grande (17 de enero)

A finales del siglo tercero comenzamos a saber de hombres que abandonaron las ciudades para vivir una vida de oración y soledad. El mejor conocido entre ellos es al que se le llama el fundador del monaquismo: San Antonio el Grande (252-356). Su contemporáneo, San Atanasio, nos cuenta su historia.

Un día, cuando Antonio tenía 18 años, entró a la iglesia de su pueblo para asistir al oficio. De repente escuchó las palabras del Evangelio: «si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme» (Mt 19:21). Había escuchado estas mismas palabras muchas veces antes, pero esta vez le pareció como si Cristo le estuviera hablando directamente y que las palabras fueran un mensaje personal. La impresión que recibió fue tan fuerte que, sin vacilar ni un momento, Antonio inmediatamente entregó todos los bienes que heredó de sus padres para ser distribuidos a los pobres del pueblo. Le quedaba sólo un problema que le preocupaba. Antonio tenía una hermana menor. Las dos eran huérfanos, y él se sentía responsable por ella. Nuevamente un verso del Evangelio, que a menudo había oído en la iglesia, de repente le pareció responder a sus problemas personales. «Así, que no os afanéis por el día de mañana; porque el día de mañana traerá su afán» (Mt 6:34). Antonio encontró a una buena mujer cristiana en su pueblo quien se encargó del cuidado de su hermana. Ahora él podría dedicarse a su nueva vida.

Antonio se fue a vivir a Egipto, donde el inmenso desierto quemado por el sol, nunca estaba muy lejos de pueblos y ciudades. Primero se fue a vivir junto a un ermitaño, quien vivía a poca distancia de su pueblo. Luego, visitó a varios otros ermitaños antes de cruzar el río Nilo. Después vivió solo en las ruinas de un antiguo fuerte en el desierto.

¿Puedes imaginar todas las tentaciones y luchas espirituales que hay en la vida de un ermitaño? Años más tarde, Antonio recordó sus primeros días en el desierto. Aseguró que la dificultades físicas de hambre, sed, calor y frío, eran mucho más fáciles de soportar que la soledad, la depresión y todos los pensamientos y deseos perturbantes que le afligían. A veces se sentía como si no tuviera la fuerza para seguir, pero visiones le inspiraban en su necesidad y le dieron valentía. «¿Dónde estabas, Señor Jesús? ¿por qué no viniste a ayudarme antes?» exclamó Antonio un día después de una de aquellas visiones  reconfortantes.     «Yo     estaba    -escuchó     en respuesta- yo estaba aquí esperando ver tu esfuerzo.» En otra ocasión, en medio de una terrible lucha con sus pensamientos, Antonio dirigió a Dios una oración: «quiero salvar mi alma, oh Señor, pero mis pensamientos no me lo permiten.» De pronto vio a alguien, parecido a él, sentado y trabajando en algo con sus manos; luego se levantó para rezar, y entonces volvió de nuevo a su trabajo. «Haz tú lo mismo y tendrás éxito», le dijo el ángel a Antonio. Aquel mismo día, Antonio dedicó parte de él al trabajo manual.

Otras personas descubrieron donde estaba y fueron a vivir cerca de él. Lo encontraron sereno, tranquilo y amigable. Se habían terminado los años de lucha, y ya no se veía rastro de dificultad ni de cansancio, aunque Antonio seguía su vida de oración y ayuno.

Cientos de ermitaños fueron al desierto a vivir cerca de Antonio, y él les aconsejó e instruyó. No organizó una comunidad; tampoco dio a los ermitaños ninguna regla común de vida. Más tarde dejó ese poblado para vivir en otra parte del desierto, más lejana. Nuevamente otros ermitaños llegaron a su lado. Así Antonio rompió el silencio del desierto con las alabanzas de cientos de monjes. Alcanzó la edad de 106 años, y falleció en el año 365 d.C. Sus intercesiones sean con nosotros. Amén.

¡Por muchos años, Señor!

Clero y pueblo de la arquidiócesis enviamos a su Eminencia, nuestro padre, el señor arzobispo Antonio, los saludos más calurosos con motivo de su onomástico y cumpleaños 78° rogando a Dios que nos lo conserve por muchos años en salud, paz y oración predicando rectamente la Palabra de la Verdad; por la intercesión de su patrono San Antonio el Grande. Amén. También damos la bienvenida a sus Eminencias, Arzobispos Damaskinos (Brasil) y George (Homs), miembros del Santo Sínodo de nuestra Iglesia Ortodoxa Antioquena.

 

Boletín del 10/01/2010

Domingo posterior a la Divina Epifanía

 epifania

“El Salvador, Quien es la Gracia y la Verdad,
se manifestó a las orillas del Jordán
e iluminó a los que moraban en la oscuridad
y en las sombras de la muerte.
¡La luz inasequible ha venido
y se ha manifestado al mundo!”

(Exapostelario)

Tropario de la Resurrección

Tono 6

Los poderes celestiales aparecieron sobre tu sepulcro;
y los guardias quedaron como muertos;
María se plantó en el sepulcro buscando tu Cuerpo purísimo.
Sometiste al hades sin ser tentado por él;
y encontraste a la Virgen otorgándole la vida.
¡Oh Resucitado de entre los muertos, Señor, gloria a Ti!

Tropario de Epifanía

Tono 1

Al bautizarte, oh Señor, en el Jordán se manifestó la adoración a la Trinidad:
pues, la voz del Padre dio testimonio de Ti nombrándote su “Hijo amado”;
y el Espíritu, en forma de paloma, confirmó la certeza de la palabra.
¡Tú, que te has revelado e iluminado al mundo, oh Cristo Dios, gloria a Ti!

Condaquio de Epifanía

Tono 4

Te has revelado hoy al universo,
y tu luz, oh Cristo Dios,
ha fulgurado sobre nosotros
que te alabamos con comprensión:
¡Te has manifestado, oh Luz inaccesible!

Carta del Apóstol San Pablo a los efesios   (4: 7-13)

Hermanos: A cada uno de nosotros le ha sido concedida la Gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres. ¿Qué quiere decir «subió» sino que había bajado primero a las partes más bajas de la tierra? Éste que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. Él mismo dio a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para perfeccionar a los santos en orden a las funciones del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

Evangelio según san Mateo (4:12-17)

En aquel tiempo, cuando Jesús oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; para que se cumpliese el oráculo del profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en paraje de sombras de muerte, una luz les ha amanecido.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: «Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos se ha acercado.»

Explicación de la epístola  

San Nicodemo de Atos

Hermanos: A cada uno de nosotros le ha sido concedido el favor divino a la medida de los dones de Cristo (Ef 4:7).

Es cierto que los cristianos tenemos dones comunes, sin embargo, algunos recibimos dones grandes, y otros pequeños, sin que sea motivo de envidia o de soberbia: es un don gratuito, por el que, sea grande o pequeño, tendrás que dar gracias a Dios. Pues el Señor los otorga según su criterio, distribuye los dones conforme conviene a cada uno; y el que recibe un don grande, asume una responsabilidad grande.

Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres.

Aquí el apóstol cita al profeta David (Sal 67:18), quien dice que Dios es el que otorga los dones a los hombres. Dice el apóstol: “dio dones a los hombres”, porque Cristo distribuye los dones, y los recibe trabajados por los hombres; nosotros recibimos la fe y ofrecemos los dones trabajados con las fatigas.

Cristo ascendió sobre la cruz, o a las alturas del cielo, y en su divina ascensión, cautivó a Satanás, es decir, lo encadenó, y con él a la muerte; y nos liberó a nosotros que estábamos en el cautiverio; no nos ha castigado, sino que nos ha otorgado sus dones.

¿Qué quiere decir “subió” sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra? Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.

Lo que dice aquí san Pablo da respuesta a los que menosprecian la naturaleza humana de Cristo. Pues el que bajó a la tierra, obviamente ha encarnado; Éste fue crucificado y bajó al Hades. Ha bajado y de nuevo ha subido para que llenase toda la creación de su divinidad, y de sus divinos dones.

…A fin de perfeccionar a los santos para la obra del  ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.

Aquí el apóstol expone el compromiso de cada cristiano. El uno, por muy pequeño que su don sea, edifica al otro y contribuye en la edificación del “cuerpo de Cristo”, es decir, la Iglesia. Cuando habla de “perfeccionar a los santos”, significa devolver a los cristianos a un estado espiritual sano y natural, a una unión armoniosa entre ellos. Esta perfección no es corporal, por lo que dice san Pablo: “hasta que lleguemos a la madurez de la plenitud de Cristo”, o sea, al conocimiento de Cristo y a creer en Él con una fe inamovible.

San Teodosio (11 de enero)

Su nombre significa: “Regalo de Dios”. Nació en Turquía en el año de 423. Después de ir en peregrinación a Jerusalén y Belén, se propuso dedicarse a vivir como un religioso solitario. Pero, el temor de tener que vivir sin un director espiritual lo hizo quedarse cerca de Belén, donde vivía el más sabio director de religiosos de esas regiones, el abad Longino. Después de ser ordenado sacerdote, recibió la orden de encargarse de una iglesia que estaba en el camino entre Jerusalén y Belén. Después se iba a una cueva solitaria a meditar y rezar. Pronto vinieron muchos jóvenes a pedirle ser admitidos como principiantes. A sus jóvenes religiosos les decía: “Yo he de morir, yo no sé cuándo; yo he de morir, yo no sé dónde; yo he de morir, yo no sé cómo; pero lo que sí sé de cierto es que si muero en pecado mortal me condenaré para siempre”. Esto para que recordaran que somos polvo y en polvo nos hemos de convertir.

Como la fama de Teodosio atraía a muchos jóvenes, tuvo que hacer tres conventos y también construyó tres hospitales. Cuando no había alimentos o medicinas, Teodosio ponía a sus monjes a rezar con toda fe y las ayudas llegaban de las maneras más inesperadas.

En ese tiempo, el emperador apoyaba una herejía que negaba algunas cualidades de Jesucristo, y para que lo apoyara le envió una gran cantidad de dinero. Teodosio recibió el dinero y lo repartió entre los pobres pero recorrió toda Palestina diciéndole a la gente: “El que enseñe algo acerca de Jesucristo, contrario a lo que enseña la Santa Iglesia, sea separado”.

Teodosio enfermó de una afección dolorosísima. Como el había curado a tantos enfermos con su oración, un discípulo le aconsejó que le pidiera a Dios que le quitara la enfermedad. El santo le respondió: “Eso sería falta de paciencia; eso sería no aceptar la santa voluntad del Señor”. ¿No sabes que “Todo redunda en bien de los que aman a Dios?”.

Murió a los 105 años, era admirable su vigor en la ancianidad, a pesar de que ayunaba y empleaba muchas noches en la oración. De él se pudo decir lo que la Biblia afirma de Moisés: “Conservó su robustez y vigor hasta la más avanzada ancianidad”. Que el Señor Dios nos permita imitar a San Teodosio y vivamos de manera que nos pueda decir: “Siervo bueno y prudente: has sido fiel en lo poco, ahora te constituiré sobre lo mucho”. Amén.

¡Por muchos años!

El siguiente domingo, 17 de enero, es el día de San Antonio el Grande, Santo Patrono de su Eminencia, Sayedna Antonio. Es motivo de alegría para toda la Arquidiócesis, además de que participarán en la Liturgia Pontifical los Arzobispos Damaskinos (Brasil), y George (Homs), miembros del Santo Sínodo de nuestra Iglesia Ortodoxa Antioquena. La Divina Liturgia empezará a las 11:00 A.M.

Boletín del 03/01/2010

Domingo anterior a la Divina Epifanía

bautismo

“Oh Amante de la humanidad, ¿cómo las aguas del Jordán te recibirían,
Tú que, de la nada, creaste los ríos y los mares?
O ¿cómo el Precursor se atrevería a poner su mano sobre tu Cabeza Purísima, oh Señor?
Alabamos con temor la grandeza de tu condescendencia, oh Verbo.

 (Exapostelario)

Tropario de la Resurrección

Tono 5

Al coeterno Verbo, con el Padre y el Espíritu,
al Nacido de la Virgen para nuestra salvación,
alabemos, oh fieles, y prosternémonos.
Porque se complació en ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
y soportar la muerte,
y levantar a los muertos por su Resurrección gloriosa.

Tropario del Domingo Anterior a la Epifanía

 Tono 4

Prepárate, Zabulón, disponte, oh Neftalí,
 y tú, río Jordán, detén tu curso
y recibe con alegría al Señor que viene para ser bautizado.
Regocíjate, Adán, con la primera madre,
y ya no se escondan, como actuaron antes en el paraíso.
Pues Él, al verlos desnudos, se reveló para que les recubriera con el primer vestido
¡Cristo se ha revelado, para renovar toda la creación!

Condaquio de Pre-Epifanía

Tono 4

El Señor de todo, hoy, en el Jordán se presenta,
y a Juan Bautista le pide que deje el temor:
“No temas bautizarme, pues vine a salvar a Adán, el primer creado.”

Segunda Epístola del Apóstol San Pablo a Timoteo   (4:5-8)

Hijo mío, Timoteo: Pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio. Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He luchado el buen combate, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que aman su Manifestación.

Evangelio según San Marcos (1:1-7)

Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: He aquí, Yo envío mi mensajero delante de tu faz, el que preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas. Juan bautizaba en el desierto y proclamaba un bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de pelo de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y predicaba diciendo: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo.»

La Buena Nueva del Reino

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios, así inicia el evangelio según San Marcos. Este comienzo contiene pocas palabras, pero estas palabras lo contienen todo. Proclaman la Buena Nueva, que es lo que significa en griego evangelion; pregonan el Reino de Dios, la presencia del Ungido entre los hombres, del Emanuel, del Salvador. Anuncian la intervención divina, la intervención del enviado por el Padre para reconciliar en Él, al hombre con Dios. Comienza la vida de todos, la vida sin fin. Porque contienen el Nombre salvador de nuestro Dios, el nombre de Jesucristo, el Hijo de Dios, pues “no existe otro nombre bajo el cielo que haya sido dado a los hombres, por el cual podamos ser salvados” (Hechos 4:12).

Antiguamente, antes de su uso en los libros del Nuevo Testamento, el vocablo evangelio fue utilizado para comunicar algún gran acontecimiento profano como por ejemplo el parte de guerra favorable, y también para significar el sacrificio que se ofrecía en ocasión de la buena noticia. En la traducción griega del Antiguo Testamento, (denominada de los 70) esta palabra aparece como verbo aproximadamente veinte veces y como sustantivo seis. El profeta Isaías la utiliza en el sentido de Buena Nueva, de anuncio de salvación, de alegría y júbilo por el advenimiento de un reino divino (52: 7-9). San Juan el Bautista, es enviado por Dios como mensajero para preparar el camino del Señor y proclamar la Buena Nueva de su inminente llegada; llamando al arrepentimiento, a volverse a Dios e iniciar una vida nueva sin pecado, “porque ha llegado el Reino de los Cielos”. Ya está el hacha puesta sobre la raíz de los árboles,  dice el Precursor en el evangelio según San Lucas, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Con esta y otras muchas exhortaciones, el Bautista anunciaba al pueblo la Buena Nueva: Detrás de mi viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo.

Nuestro Señor Jesucristo proclamaba la Buena Nueva del Reino y curaba “toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”; curaciones milagrosas todas ellas que indican con precisión el advenimiento mesiánico. Cuando San Juan Bautista envía a sus discípulos a decirle  al Señor: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” Jesús respondió: “Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 4:23, 11:4). Esta Buena Nueva, primero anunciada, trasmitida, recibida, predicada y conservada, con posterioridad escrita paulatinamente, ha quedado plasmada en los cuatro evangelios canónicos.

“Ah si rompieras los cielos y descendieras” clama el profeta Isaías con profunda esperanza y vehemencia;  “Venga a nosotros tu Reino” nos enseña a orar al Padre el Hijo de Dios. Ésta es la esperanza y el deseo colmados, la oración respondida: el Reino de los cielos y con él la salvación de los hombres han llegado en la persona de nuestro Señor Jesucristo; Ésta es la Buena Nueva, el Evangelio del Reino. El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed la Buena Nueva.

Bendición de las Aguas

El miércoles, 6 de enero, fiesta de la Divina Epifanía,  celebramos el Bautismo de nuestro Señor Jesucristo en el Río Jordán; después de la Divina Liturgia, se lleva a cabo el Servicio de la bendición del agua. ¿Que significa? y ¿qué relación tiene con el Bautismo del Señor?

El agua, por su importancia –ya que sin agua no hay vida– es un elemento que resume en sí todo lo creado por Diosque el libro de Génesis lo describe así: «Vio Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno.» En un principio, toda la creación incitaba al hombre (su rey) a glorificar al Creador, y de esta manera formaba un lugar de la presencia de Dios.

Pero el hombre, por su propia voluntad, se alejó del amor de Dios; así que con la caída que provocó, la misma naturaleza se corrompió también y empezó a ocupar una función catastrófica. El agua siguió representando la esencia de lo material creado mas ya no como lugar de presencia de Dios, sino como símbolo del dominio del Maligno sobre este mundo: miedo, diluvio, muerte.

Cristo vino al mundo y se manifestó para redimir a todo. En el icono del bautismo del Señor, podemos contemplarlo bendiciendo el agua y pisoteando los demonios ocultos en ella. Con esta acción el Señor  re-crea las aguas devolviéndoles  su vocación inicial: Lugar de su Presencia.

El Agua Bendita no es un instrumento mágico que nos da satisfacción y tranquilidad sino como todo objeto sagrado cristianamente es canal de la Gracia divina, cuya función es encauzar nuestra vida hacia Dios. Finalmente sería nuestra decisión recibir habilitarla o no.

Al inicio de este año rociamos nuestro mundo con el agua bendita, y con ella abrimos nuestra vida a la acción de la Gracia de Dios que, conforme a las palabras de san Pablo en la carta que leemos el día de la fiesta, «nos educa en que vivamos con castidad,  justicia  y  piedad  en  el  siglo  presente» (Tit 2:12). Amén.

Aviso:

El miércoles, 6 de enero, celebramos la Divina Epifanía:

  • A las 7:30 A.M. empiezan los Maitines.
  • A las 8:30 A.M., la Divina Liturgia
  • A las 9:30 A.M., la Bendición de las Aguas

Que la bendición del Río Jordán sumerja nuestra vida. Amén.  

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