Lunes Luminoso; Hieromártir Jenaro obispo de Benevento y compañeros

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

Toda la semana posterior al gran domingo de Pascua se conoce como Semana Luminosa o Semana de las Renovaciones.

Todos los servicios e himnos replican al del glorioso día de Pascua, como una prolongación de la más grande de las fiestas.

Tropario de Pascua, tono 5

Cristo resucitó de entre los muertos pisoteando la muerte con su muerte, y otorgando la vida a los que yacían en los sepulcros.

Condaquio  Tono 8 

Cuando descendiste al sepulcro, oh Inmortal, * destruiste el poder del Hades; * y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios, * dijiste a las mujeres mirróforas: «¡Regocíjense!» * y a tus discípulos otorgaste la paz, * ¡oh Tú que concedes a los caídos * la resurrección!

 

Hieromártir Jenaro

El hieromártir Jenaro, obispo de Benevento, y los diáconos Próculo, Sosio y Fausto, Desiderio el Lector, Eutiquio y Acución sufrieron el martirio por Cristo alrededor del año 305 durante la persecución ordenada por el emperador Diocleciano (284-305).

Arrestaron a San Jenaro y lo llevaron a juicio ante Menigno, gobernador de Campaña (Italia central). Debido a su firme confesión cristiana, lo arrojaron a un horno al rojo vivo. Pero, al igual que los jóvenes babilónicos, salió ileso. Luego, por orden de Menigno, lo tendieron en un banco y lo golpearon con varas de hierro hasta que sus huesos quedaron al descubierto.

Entre la multitud se encontraban el diácono Fausto y el Lector Desiderio, quienes lloraron al ver el sufrimiento de su obispo. Los paganos sospecharon que eran cristianos y los encarcelaron junto con el hieromártir Jenaro, en la ciudad de Puteolum. En esta prisión se encontraban dos diáconos encarcelados por confesar a Cristo: los santos Sosio y Próculo, y también dos laicos, los santos Eutiquio y Acución.

A la mañana siguiente, llevaron a todos los mártires al circo para que fueran despedazados por fieras, pero estas no los tocaron. Menigno alegó que todos los milagros se debían a la brujería de los cristianos, e inmediatamente quedó ciego y pidió ayuda a gritos. El amable hieromártir Jenaro oró por su curación, y Menigno recuperó la vista. Sin embargo, la ceguera del torturador no sanó. Acusó a los cristianos de brujería y ordenó decapitar a los mártires ante las murallas de la ciudad (+ 305).

Los cristianos de las ciudades circundantes recogieron los cuerpos de los santos mártires para enterrarlos, y los de cada ciudad tomaron uno para tener un intercesor ante Dios. Los habitantes de Neápolis (Nápoles) se llevaron el cuerpo del hieromártir Jenaro. Junto con él, recogieron también su sangre seca.

Desde el siglo XV, hay testimonios que la sangre se licua al colocar el recipiente cerca de otra reliquia, que se cree es la cabeza del mártir. Muchos milagros se originaron gracias a las reliquias del hieromártir Jenaro. Durante una erupción del Vesubio alrededor del año 431, los habitantes de la ciudad rezaron a San Jenaro para que los ayudara. La lava se detuvo y no llegó a la ciudad.

Tono 4, del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguis­te la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Pafnucio, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

Domingo de Pascua; San Teodoro Triquinas, ermitaño cerca de Constantinopla

 

¡FELIZ Y SANTA FIESTA DE PASCUA A TODOS!

La resurrección de nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos es el centro de la fe cristiana. San Pablo dice que si Cristo no resucitó de entre los muertos, entonces nuestra predicación y nuestra fe son en vano (1 Cor. 15:14). De hecho, sin la resurrección no habría predicación ni fe cristiana. Los discípulos de Cristo habrían permanecido como el grupo desolado y sin esperanza que el Evangelio de Juan describe como escondido tras puertas cerradas por miedo a los judíos. No fueron a ninguna parte ni predicaron nada hasta que encontraron a Cristo resucitado, estando las puertas cerradas (Juan 20:19). Entonces tocaron las heridas de los clavos y la lanza; comieron y bebieron con Él. La resurrección se convirtió en la base de todo lo que dijeron e hicieron (Hechos 2-4).

“Hoy es el día elegido y santo, el primero entre los sábados, rey y señor de ellos, es la fiesta de las fiestas y el festejo de los festejos, en el cual bendecimos a Cristo por todos los siglos”.

Tropario de Pascua, tono 5

Cristo resucitó de entre los muertos pisoteando la muerte con su muerte, y otorgando la vida a los que yacían en los sepulcros.

Condaquio  Tono 8 

Cuando descendiste al sepulcro, oh Inmortal, * destruiste el poder del Hades; * y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios, * dijiste a las mujeres mirróforas: «¡Regocíjense!» * y a tus discípulos otorgaste la paz, * ¡oh Tú que concedes a los caídos * la resurrección!

San Teodoro Triquinas:

 

Nació en Constantinopla, hijo de padres adinerados y piadosos. Desde niño se inclinó por el monacato, por lo que abandonó su hogar, su familia y su vida anterior para ingresar en un monasterio en Tracia. Allí comenzó sus arduas luchas ascéticas. Vestía un cilicio, del que deriva el nombre de “Triquinas” (o “el que lleva el cilicio”). Incluso dormía sobre una piedra para evitar la comodidad corporal y dormir demasiado.

Su vida estuvo llena de milagros y tenía el poder de sanar a los enfermos. Reposó a finales del siglo IV o principios del V. De sus reliquias fluye mirra curativa.

El nombre de san Teodoro Triquinas es uno de los más venerados en la historia del monacato ortodoxo. San José el Himnógrafo (4 de abril) compuso un canon en su honor.

Tono 8, del común de Santos Justos

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh jus­to Isidoro, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

El Gran Sábado Santo; Hieromártir Pafnucio de Jerusalén

El Gran Sábado Santo

En el Gran Sábado Santo celebramos la sepultura del divino Cuerpo de nuestro Señor y Salvador Jesucristo y su descenso al Hades, con el cual redimió nuestra naturaleza de la corrupción llevándola a la vida eterna.

Los enemigos de Cristo, los sumos sacerdotes y los fariseos, fueron a Pilatos pidiendo que se sellara el Sepulcro hasta pasado el tercer día; para que los discípulos no vinieran en la noche a robar el Divino Cuerpo y después predicar al pueblo la verdad de la Resurrección, de la cual había predicho

Por Tu inefable condescendencia, oh Cristo Dios nuestro, ten misericordia de nosotros. Amén

Condaquio

¡El que cerró el abismo se contempla envuelto en lino y embalsamado con mirra! ¡El inmortal es colocado en un sepulcro como muerto! Las mujeres que vinieron a embalsamarlo, llorando amargamente, exclamaron: “¡Este es el Sábado bendito en el cual Cristo descansa para resucitar al tercer día!”

Hieromártir Pafnucio

 

El hieromártir Pafnucio fue obispo de Jerusalén. Sufrió muchos sufrimientos a manos de los paganos, fue torturado con fuego, fieras y, finalmente, decapitado a espada.

Algunos sugieren que el hieromártir Pafnucio fue un obispo egipcio que sufrió junto con muchos otros egipcios, exiliado a las minas palestinas durante la persecución de Diocleciano (284-305).

Las reliquias del hieromártir, que emanaban mirra, fueron glorificadas mediante milagros. El canon en su honor fue compuesto durante el período iconoclasta (antes de 842). En la oda final se encuentra una petición para que el hieromártir ponga fin a la herejía que perturbaba la Iglesia.

Tono 4, del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguis­te la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Pafnucio, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

El Gran Viernes Santo; San Juan, discípulo de san Gregorio de Decápolis

El Gran Viernes Santo

El Viernes Santo celebramos la sagrada y venerable Pasión salvífica de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo; es decir, los esputos, bofetadas, golpes, insultos, burlas; el vestido de púrpura, la caña, la esponja, el vinagre, los clavos, la lanza y en especial la Cruz y la Muerte, que recibió voluntariamente por nosotros. También celebramos la confesión salvífica del agradecido ladrón, quien fue crucificado con Él.

Antífona, tono 6

¡Hoy fue colgado sobre un Madero, El que tendió la tierra sobre las aguas!

¡Una corona de espinas ciñó la cabeza del Rey de los ángeles!

¡Con una túnica púrpura de burla fue vestido el que adornó el cielo con las nubes!

¡Recibió una bofetada el que liberó a Adán en el Jordán!

¡El Novio de la Iglesia fue clavado!

¡Y el Hijo de la Virgen fue herido con una lanza!

¡Nos prosternamos ante Tu Pasión, oh Cristo!

¡Muéstranos Tu gloriosa Resurrección!

San Juan discípulo de san Gregorio de Decápolis

 

De muy pequeño Juan comprendió la importancia de amar a Cristo y con este sentimiento en su corazón, fue que se acercó a san Gregorio el Decapolitano, quien lo ordeno monje para que pudiera luchar radicalmente y obtener la salvación de su alma y la gloria del Dios.

Juan iba progresando en la obediencia y trabajo espiritual, tal es así que san Gregorio, su padre espiritual, glorificaba a Dios por considerarlo digno de tener tan buen discípulo. Cuando san Gregorio falleció, Juan no quiso permanecer solo donde comenzó su vida espiritual, y buscó fuentes espirituales más profundas para seguir creciendo, con las esperanzas puestas en Dios. Viajó por muchos lugares y ciudades incluyendo Jerusalén donde descansó en paz en el Monasterio de San Cariton.

Tropario, tono 8 del común de Santos Justos

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justo Padre Juan, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

El Gran Jueves Santo; Hieromártir Simeón, obispo de Persia y compañeros; San Agapito, Papa de Roma

El Gran Jueves Santo

La noche de este día, Jesús cenó en la ciudad de Jerusalén con sus doce discípulos. Durante la cena, bendijo el pan y el vino, instituyendo así el Sacramento de la Eucaristía.

También lavó los pies de los discípulos, dándoles un gran ejemplo de humildad. Les dijo claramente, que uno de ellos, Judas, habría de traicionarlo, y lo señaló al darle el pan que remojó en el plato. Y cuando Judas salió, el Señor entregó a sus discípulos las enseñanzas sublimes contenidas en los Evangelios conocidos como de la Pasión y que se leen esta noche.  En seguida, Jesús fue al Monte de los Olivos y empezó a entristecerse. Se alejó de los discípulos, prosternándose y orando fervorosamente hasta que su sudor cayó como gotas de sangre.  No había terminado esta oración y esta lucha, cuando Judas apareció con soldados armados y una multitud de gente.  Saludó al Maestro con un beso y lo entregó. Enseguida, los soldados y sirvientes de los judíos tomaron a Jesús, lo ataron, llevándolo ante Anás y Caifás.

Por tu misericordia y entrañable compasión, oh Cristo Dios nuestro, ten piedad de nosotros. Amén.

Tropario del Jueves Santo, tono 8

Cuando los gloriosos apóstoles * fueron iluminados en el lavatorio de la Cena, * el impío Judas, enfermo de amor a la plata, * se oscureció, * y a los jueces inicuos les entregó al justísimo Juez. * Ved, amantes del dinero, * a quien por él tuvo que ahorcarse; * y huid del alma insaciable * que se atrevió a tal cosa contra el Maestro. * ¡Oh Piadoso, cuya bondad abriga todo, Señor, gloria a ti!

Hieromártir Simeón, obispo de Persia y compañeros mártires.

 

El hieromártir Simeón, sufrió durante la persecución contra los cristianos bajo el emperador persa Sapor II (310-381). Lo acusaron de colaborar con el Imperio romano y de actividades subversivas contra el emperador persa.

En el año 344, el emperador emitió un edicto que imponía un alto impuesto a los cristianos. Cuando algunos se negaron a pagarlo, se consideró un acto de rebelión, por lo que el emperador inició una feroz persecución contra ellos.

San Simeón fue llevado a juicio con grilletes de hierro como supuesto enemigo del reino persa, junto con los dos hieromártires Habdelai y Ananías. El santo obispo ni siquiera se inclinó ante el emperador, quien le preguntó por qué no le mostraba el debido respeto. El santo respondió: «Antes, me inclinaba por tu rango, pero ahora, cuando me pides que renuncie a mi Dios y abandone mi fe, no me corresponde inclinarme ante ti».

El emperador lo instó a adorar al sol y amenazó con erradicar el cristianismo de su tierra si se negaba. Pero ni las insistencias ni las amenazas lograron quebrantar al santo, y lo llevaron a prisión. En el camino, el eunuco Usphazanes, consejero del emperador, vio al santo. Se levantó e hizo una reverencia al obispo, pero el santo se apartó de él porque él, ex cristiano, por temor al emperador, ahora adoraba al sol.

El eunuco se arrepintió de todo corazón, cambió su elegante atuendo por ropas toscas y, sentado a las puertas de la corte, exclamó amargamente: “¡Ay de mí, cuando me presente ante mi Dios, de Quien estoy separado! ¡Aquí estaba Simeón, y me ha dado la espalda!”.

El emperador Sapor se enteró del dolor de su amado tutor y le preguntó qué había sucedido. Le dijo al emperador que lamentaba profundamente su apostasía y que ya no adoraría al sol, sino solo al único Dios verdadero. El emperador, sorprendido por la repentina decisión del anciano, le instó a no abjurar de los dioses que sus padres habían venerado. Pero Usphazanes se mantuvo inflexible y lo condenaron a muerte. San Usphazanes pidió a los heraldos de la ciudad que informaran que murió no por crímenes contra el emperador, sino por ser cristiano. El emperador accedió a su petición.

San Simeón también se enteró de la muerte de Usphazanes y dio gracias al Señor. Cuando lo llevaron ante el emperador por segunda vez, san Simeón se negó de nuevo a adorar a los dioses paganos y confesó su fe en Cristo. El emperador, enfurecido, ordenó decapitar a todos los cristianos en la prisión ante los ojos del santo.

Sin temor, los cristianos fueron a la ejecución, bendecidos por el santo jerarca, e inclinaron la cabeza bajo la espada. El compañero de San Simeón, el sacerdote Habdelai, también fue decapitado. Cuando llegaron ante el sacerdote Ananías, este tembló de repente. Entonces, uno de los dignatarios, San Fúsico, cristiano en secreto, temió que Ananías renunciara a Cristo y exclamó: «No temas a la espada, Anciano, y verás la luz divina de nuestro Señor Jesucristo».

San Fúsico se traicionó a sí mismo con este arrebato. El emperador ordenó arrancarle la lengua y desollarlo. Junto con San Fúsico, su hija Askitrea también fue martirizada. San Simeón fue el último en comparecer ante el verdugo, quien colocó su cabeza en el tajo (13 de abril de 344). Las ejecuciones continuaron durante toda la Semana Brillante hasta el 23 de abril.

San Azates el Eunuco, funcionario cercano al emperador, también recibió la corona del martirio, junto con los santos Abdecalas, Ustazanes y Azades. Las fuentes indican que 1150 mártires perecieron por negarse a aceptar la religión persa.

Tono 4

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Agapito, Papa de Roma

 

 

San Agapito, fue un ferviente seguidor de la ortodoxia. Por su vida piadosa, se ganó la estima general y fue elevado a la cátedra de Roma en el año 535.

El rey godo Teodorico el Grande envió a Agapito a Constantinopla para negociar la paz. En el camino, San Agapito se encontró con un hombre cojo y mudo. Lo curó de su cojera y, tras recibir los Santos Misterios, el mudo habló. Tras llegar a Constantinopla, el santo curó a un mendigo ciego.

En aquella época, se convocó un concilio local en Constantinopla, san Agapito participó en él y defendió con celo la doctrina ortodoxa contra el hereje Severo, quien enseñaba que el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo estaba sujeto a la descomposición, como el cuerpo de todo ser humano.

San Agapito murió en Constantinopla en el año 536.

Tono 4, del común de Santos Jerarcas

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo padre Agapito, * in­tercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

El Gran Miércoles Santo; Vírgenes y Mártires Ágape, Irene y Quionia

El Gran Miércoles Santo

En este día, la Iglesia conmemora el acto de piedad y justicia con que procedió la mujer adúltera, en contraste con la traición de Judas que entregó a Cristo.  Estos dos actos fueron hechos el miércoles, dos días antes de la Pascua Judía, según el relato del Evangelista Mateo.  La adúltera mencionada, ungió la cabeza y pies de Jesús con nardo y los secó con sus cabellos. Este bálsamo precioso estaba valuado en 300 denarios. Cuando los discípulos vieron esto se escandalizaron, especialmente Judas, el amante del dinero, que se enojó por haber gastado tal cantidad de bálsamo. Jesús los reprendió para no apenar a la mujer.

Judas, enojado, se fue a los sumos sacerdotes que se habían reunido, en concilio contra Jesús en la casa de Caifás; y consintió con ellos de entregar al Maestro por 30 monedas de plata. Desde este tiempo, Judas buscó una oportunidad para entregarlo. (San Mateo 26: 2-16). Por esta causa, se instituyó en la Iglesia el ayuno de los miércoles desde los mismos días apostólicos.

+ ¡La mujer, al ungir el cuerpo del Señor con bálsamo, adelantó el embalsamamiento de Nicodemo!

+ Pero Tú, oh Ungido con mirra espiritual, Cristo Dios: líbranos de las abundantes pasiones y apiádate de nosotros, Tú que eres el único Santo y Compasivo. Amén.

Condaquio de Miércoles Santo, tono 8

Aunque he pecado contra Ti más que la adúltera, oh Bondadoso, jamás te he ofrecido lluvia de lágrimas; pero en silencio me prosterno ante Ti y con ansia venero Tus pies inmaculados, implorando me otorgues, oh Salvador, la remisión de los pecados, Tú que eres el Soberano; y te exclamo: «¡Del fango de mis fechorías, rescátame!»

Vírgenes y Mártires Ágape, Irene y Quionia

 

 

Estas tres santas mártires eran hermanas. Vivían cerca de la ciudad de Aquilea al norte de Italia a fines del tercer siglo. Siendo muy jóvenes se quedaron huérfanas y decidieron no casarse. Eran muy devotas.

Cuando el emperador Diocleciano visitó Aquilea, él empezó una feroz persecución contra los cristianos. Y muy pronto todas las cárceles estaban repletas. Entonces fueron encarceladas estas tres jóvenes vírgenes y sufrieron diferentes suplicios, sin que mostraran miedo de los ataques de las fieras, ni cuando les seccionaban partes de sus cuerpos, ni otros suplicios. Durante sus suplicios se produjeron varios milagros, pero los torturadores no los comprendieron. Finalmente, a Ágape y Quionia las quemaron en la hoguera y asaetaron a Irene. Esto pasó en el año 304. Los cuerpos de las santas mártires fueron sepultados por santa Anastasia, llamada Desatanudos, porque ella aliviaba las dificultades de los cristianos encarcelados.

Estas tres hermanas tenían una fe inquebrantable en Dios, no se atemorizaron ante las amenazas de los torturadores, no tuvieron lástima por su juventud y fueran martirizadas por Cristo. Ellas entregaron la vida perecedera para obtener en Cielo la vida eterna. Ahora tienen la felicidad de estar en el Reino Eterno. Que con sus oraciones el Señor nos dé fuerzas en nuestros esfuerzos cristianos diarios.

Tropario, tono 1, del común de Varios Mártires

Oh Señor, por los sufrimientos de las santas * que han padecido por ti, * ten compasión de nosotros * y sana las dolencias de los que te suplicamos, * oh Tú que amas a la humanidad.

El Gran Martes Santo; Santo Mártir Crescente (Crescencio)

El Gran Martes Santo

En este día se recuerda la Parábola de las diez Vírgenes Prudentes que el Señor relató cuando iba a su pasión.

Nos enseña a no desistir de las virtudes y buenas obras, especialmente obras de misericordia que hacen que la lámpara brille más resplandeciente. Nos enseña además, a estar preparados para nuestro fin, ya que no sabemos cuando vendrá nuestra hora, al ejemplo de las Vírgenes prudentes que estaban listas, esperando al esposo; para que la muerte no nos tome de repente y se cierre la puerta de la cámara celestial en nuestro rostro, y tener que escuchar el terrible juicio que escucharon las Vírgenes necias: En verdad, en verdad, Yo no os conozco” (San Mateo 25: 1-13)

Oh Cristo, el Esposo, cuéntanos entre las Vírgenes Prudentes, y únenos a tu redil escogido, y ten piedad de nosotros. Amén

Condaquio del Martes Santo, tono 8

Alma, considera la última hora, e intimídate ante el desecamiento de la higuera; trabaja con empeño y multiplica el talento que se te ha confiado, oh miserable. Estate en alerta, velando y exclamando: «¡No nos quedemos fuera del tálamo de Cristo!»

Santo Mártir Crescente

 

 

Este mártir era de Mira de Licia, nacido en una familia ilustre. Por voluntad propia, se entrevistó con los idólatras y les exhortó a abandonar su religión fútil y a adorar al único Dios verdadero, venerado por los cristianos; por ello, fue arrestado. Cuando el gobernante le preguntó su nombre y linaje, el santo solo respondió que era cristiano; le aconsejó ofrecer sacrificios a los ídolos, pero se negó. Por ello, fue colgado, golpeado, raspado y arrojado al fuego, donde entregó su santa alma en manos de Dios, aunque ni siquiera un cabello de su cabeza fue dañado por las llamas.

Tropario, tono 4 del común de Santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas

El Gran Lunes Santo; Santos Apóstoles Aristarco, Pudente y Trofimo de los Setenta.

 

Gran Lunes Santo

En Este día comienza la memoria anual de la Santa Pasión del Salvador, del cual José de excelsa belleza, es tomado como símbolo; José fue el undécimo hijo de Jacob y porque su padre lo amaba muchísimo, sus hermanos fueron celosos y lo vendieron a extranjeros, los cuales a su vez lo vendieron como esclavo en Egipto. Fue vituperado por su castidad y arrojado a la cárcel. Finalmente fue liberado recibiendo un alto rango y honores dignos de un rey, al ser gobernador de todo Egipto cuyo pueblo cuidó.

También conmemoramos hoy la parábola de la higuera que el Señor maldijo por no tener frutos y se secó (San Mateo 21: 18-20). La higuera es símbolo de la asamblea de los judíos que no mostró los frutos necesarios de virtud y justicia, y el Señor los despojó de toda gracia espiritual.

Por la intercesión de José el Bienaventurado, oh Cristo Dios, ten piedad de nosotros y sálvanos

Condaquio del Lunes Santo, tono 8

Mientras Jacob se lamentaba por la desaparición de José, este valiente estaba sobre el trono cual un rey honorable; porque, al no esclavizarse a los placeres de la egipcia, fue glorificado por Quien ve los corazones de los hombres y otorga corona incorruptible.

 

Santos Aristarco, Pudente, Trófimo de los Setenta (apóstoles)

 

San Aristarco, colaborador del santo apóstol Pablo, fue obispo de la ciudad siria de Apamea. Su nombre se menciona repetidamente en los Hechos de los Santos Apóstoles (Hch. 19:29, 20:4, 27:2) y en las Epístolas de San Pablo (Col. 4:10, Filemón 1:24).

San Pudente es mencionado en la segunda Epístola de San Pablo a Timoteo (2 Timoteo 4:21). Ocupó un alto cargo como miembro del Senado romano. El santo recibió a los apóstoles Pedro y Pablo en su casa, donde se reunían los cristianos creyentes. Su casa fue convertida en iglesia, recibiendo el nombre de «Pastorum». Según la tradición, el propio apóstol Pedro sirvió allí como sacerdote.

San Pudente sufrió el martirio en Roma bajo el emperador Nerón (54-68).

San Trófimo era originario de la ciudad de Edesa. Su nombre se menciona en los Hechos de los Santos Apóstoles (Hch. 20:4) y en la segunda Epístola de San Pablo a Timoteo (2 Tim. 4:20). Fue discípulo y compañero del apóstol Pablo, compartiendo con él todos los dolores y la persecución.

Tono 3, del común de Santos Apóstoles

Oh santos apóstoles, * interceded ante Dios misericordioso * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Domingo de Ramos; San Martín el Confesor, Papa de Roma

Entrada de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo a Jerusalén

El domingo, cinco días antes de la Pascua Judía, el Señor vino de Betania a Jerusalén. Enviando a dos de sus discípulos para traerle un potro de asno, se sentó y entró en la ciudad. Cuando la multitud escuchó que Jesús venía, inmediatamente tomaron las ramas de las palmeras en sus manos y salieron a recibirlo. Otros esparcieron sus vestiduras en el suelo, y otros cortaron ramas de los árboles y los arrojaron por donde Jesús iba a pasar; y todos juntos, especialmente los niños, fueron delante y detrás de Él, gritando: “Hosanna: Bendito el que viene en el Nombre del Señor, el Rey de Israel” (Juan 12:13). Esta es la fiesta radiante y gloriosa de la entrada de nuestro Señor a Jerusalén que celebramos hoy.

Las ramas de las palmeras simbolizan la victoria de Cristo sobre el demonio y la muerte. La palabra Hosanna significa “Sálvanos, Te rogamos” o “sálvanos ahora”. El potro de un asno, y el hecho de que Jesús se sentara en el mismo, y el hecho de que este animal fuera indomable y se considerara impuro de acuerdo con la Ley, significaba la anterior impureza y locura de las naciones, y su posterior sujeción a la santa Ley del Evangelio.

Tropario, tono 1

¡Oh Cristo nuestro Dios! * Cuando resucitaste a Lázaro de entre los muertos * antes de tu pasión, * confirmaste la resurrección universal. * Por lo tanto, nosotros, como los niños, * llevamos los símbolos de la victoria y del triunfo * clamando a ti, oh vencedor de la muerte: * ¡Hosanna en las alturas! * ¡Bendito el que viene * en el nombre del Señor!

San Martín el Confesor, Papa de Roma

 

San Martín el Confesor nació en la región italiana de Toscana. Recibió una esmerada educación e ingresó en el clero de la Iglesia Romana. Y tras la muerte del Papa Teodoro I (642-649), Martín fue elegido para sucederlo.

En esa época, la paz de la Iglesia se vio perturbada por la herejía monotelita (la falsa doctrina de que en Cristo hay una sola voluntad, cuando en realidad tiene una voluntad divina y otra humana). Las interminables disputas entre los monotelitas y los ortodoxos se extendieron a todos los estratos de la población. Incluso el emperador Constante (641-668) y el patriarca Pablo de Constantinopla (641-654) eran partidarios de la herejía monotelita. El emperador Constante II publicó el herético “Modelo de Fe” (Typos), de carácter obligatorio para toda la población. En él se prohibían todas las demás disputas.

El herético “Modelo de Fe” fue recibido en Roma en el año 649. San Martín, firme defensor de la ortodoxia, convocó el Concilio de Letrán en Roma para condenar la herejía monotelita. Simultáneamente, san Martín envió una carta al patriarca Pablo, persuadiéndolo a volver a la confesión de fe ortodoxa. El emperador, enfurecido, ordenó al comandante militar Olimpio que llevara a juicio a san Martín. Pero Olimpio, temeroso del clero y del pueblo romano que habían atacado el Concilio, envió a un soldado para asesinar al santo jerarca. Cuando el asesino se acercó a san Martín, este quedó ciego. Aterrorizado, Olimpio huyó a Sicilia y pronto murió en batalla.

En 654, el emperador envió a Roma a otro comandante militar, Teodoro, quien acusó a san Martín de mantener correspondencia secreta con los enemigos del Imperio, los sarracenos, de blasfemar contra la Santísima Theotokos y de asumir el trono papal de forma no canónica.

A pesar de las pruebas ofrecidas por el clero y los laicos romanos sobre la inocencia de san Martín, el comandante militar Teodoro, con un destacamento de soldados, lo apresó de noche y lo llevó a Naxos, una de las islas Cícladas del mar Egeo. San Martín pasó un año entero en esta isla casi deshabitada, sufriendo privaciones y abusos por parte de los guardias. Luego enviaron al exhausto confesor a Constantinopla para ser juzgado.

Llevaron al enfermo en una camilla, pero los jueces, cruelmente, le ordenaron que se pusiera de pie y respondiera a sus preguntas. Los soldados sostuvieron al santo, debilitado por la enfermedad. Falsos testigos se presentaron para calumniarlo y acusarlo de relaciones traicioneras con los sarracenos. Los jueces, parciales, ni siquiera se molestaron en escuchar la defensa del santo. Con pesar, dijo: «El Señor sabe la gran bondad que me mostrarían si me entregaran rápidamente a la muerte».

Tras el juicio, sacaron al santo con ropas andrajosas ante una multitud que lo abucheaba. Gritaron: “¡Anatema al Papa Martín!”. Pero quienes sabían que el santo Papa sufría injustamente se retiraron entre lágrimas. Finalmente, se anunció la sentencia: San Martín sería depuesto de su rango y ejecutado. Ataron al santo semidesnudo con cadenas y lo arrastraron a la cárcel, donde lo encerraron con ladrones. Estos fueron más misericordiosos con el santo que los herejes.

En medio de todo esto, el emperador se dirigió al moribundo patriarca Pablo y le contó el juicio de san Martín. Este se apartó del emperador y dijo: “¡Ay de mí! Esta es otra razón para mi juicio”. Pidió que cesaran los tormentos de san Martín. El emperador envió de nuevo un notario y otras personas al santo en prisión para interrogarlo. El santo respondió: “Aunque me dejen lisiado, no tendré relaciones con la Iglesia de Constantinopla mientras permanezca en sus malvadas doctrinas”. Los torturadores, asombrados por la audacia del confesor, conmutaron su pena de muerte por el exilio en Quersón, Crimea.

San Martín partió hacia el Señor, exhausto por la enfermedad, el hambre y las privaciones, el 16 de septiembre de 655. Otros dos obispos, desterrados a Quersón, también fallecieron tras muchas penurias. El santo fue enterrado a las afueras de la ciudad de Quersón, en la iglesia de Blanquernas de la Santísima Theotokos. Grandes multitudes visitaron su tumba debido a los numerosos milagros que allí ocurrieron. Posteriormente, sus reliquias fueron trasladadas a Roma y colocadas en una iglesia dedicada a Martín de Tours (11 de noviembre).

Tono 4, del común de Santos Jerarcas

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo padre Martín, * in­tercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

Resurrección de Lázaro; San Basilio el Confesor, obispo de Pario

SÁBADO DE LÁZARO

En este día, que es el sábado anterior a Ramos, celebramos la resurrección de san Lázaro el Justo, el amigo de Cristo, muerto por cuatro días.

+ Tu llanto, sobre Tu Amigo, oh Cristo, es propio de la naturaleza humana mortal.

+ Y revivificarlo después de su muerte, es Obra de Tu Sublime Divino Poder.

Por las intercesiones de Tu amigo Lázaro, oh Cristo Dios, Ten piedad de nosotros. Amén.

Condaquio, tono 2

Cristo, el Gozo de todos, * Verdad, Luz, Vida y Resurrección del mundo, * se ha revelado en la tierra por su bondad, * y se ha hecho el Prototipo de nuestra resurrección, * otorgándonos a todos el perdón divino.

 

San Basilio el Confesor

 

San Basilio el Confesor, vivió durante el siglo VIII. Fue elegido obispo por los habitantes de Pario, quienes veneraban al santo como un verdadero pastor del rebaño de Cristo.

Cuando estalló la herejía iconoclasta, san Basilio se pronunció firmemente a favor de la veneración de los iconos y se negó a firmar las órdenes para su abolición (el “Pergamino Inicuo”) del Concilio de 754, convocado bajo el emperador Constantino V Coprónimos (741-775). El santo evitó cualquier contacto con los herejes y no les permitió entrar en su diócesis. Debido a su celo, sufrió mucha persecución, hambre y privaciones.

San Basilio permaneció fiel a la Iglesia Ortodoxa hasta su muerte.

Tono 4, del común de Santos Jerarcas

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas * y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo padre Eutiquio, * intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

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