Tercer hallazgo de la Preciosa Cabeza de san Juan Bautista

El día 24 de febrero se recuerda el Primero y segundo hallazgo. Hoy se recuerda el tercer encuentro de la cabeza del Precursor, Juan Bautista. Ésta por vicisitudes de aquella época se perdió una vez más. Estuvo enterrada por muchos años y fue encontrada por una revelación de un sacerdote, pero no en una vasija especial de barro sino en un recipiente de plata sepultada en un lugar sagrado (Comana de Capadocia). De aquí la reliquia fue trasladada a Constantinopla y recibida con gran respeto, solemnidad y alegría por el Emperador, el Patriarca, el clero y toda la ciudad. Confirmando lo que dice el Salmo 34:19-20 “Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas; le protegerá todos los huesos, y ni uno solo le quebrarán”.

Tropario, tono 4

Nos ha revelado tu cráneo Cristo el Señor * cual santo tesoro ocultado en la tierra, * profeta y precursor. * Todos hoy, reunidos * por su digno hallazgo, * con himnos inspirados, * al Salvador alabamos: * ¡nos ha salvado de la corrupción * por tus ruegos, Bautista!

San Simeón Estilita (el Joven) de la Montaña Milagrosa

San Simeón el Estilita nació en el año 521 en Antioquía, Siria, de padres piadosos: Juan y Marta.

 Cuando Simeón tenía seis años, se produjo un terremoto en la ciudad de Antioquía, en el que falleció su padre. Simeón se encontraba en la iglesia en el momento del terremoto. Al salir de la iglesia, se extravió y pasó siete días al abrigo de una mujer piadosa. San Juan Bautista se apareció de nuevo a Santa Marta y le indicó dónde encontrar al niño perdido. La madre del santo encontró a su hijo perdido y se mudó a las afueras de Antioquía después del terremoto.

Simeón, de seis años, se adentró en el desierto, donde vivió en completo aislamiento. Durante este tiempo, un ángel portador de luz lo protegió y alimentó. Finalmente, llegó a un monasterio, dirigido por el abad Juan, quien vivía en ascetismo sobre una columna. Acogió al niño con amor.

Después de un tiempo, San Simeón le pidió al anciano Juan que le permitiera también luchar sobre una columna. Los hermanos del monasterio, con la bendición del abad, erigieron una nueva columna cerca de la suya. Tras completar la iniciación del niño de siete años en el monacato, Abba Juan lo colocó sobre esta columna. El joven asceta, fortalecido por el Señor, creció espiritualmente rápidamente, superando en sus esfuerzos incluso a los de su experimentado instructor. Por sus esfuerzos, san Simeón recibió de Dios el don de la sanación.

La fama de las hazañas del joven monje comenzó a extenderse más allá de los límites del monasterio. Monjes y laicos acudían a él desde diversos lugares, deseosos de escuchar su consejo y recibir sanación de sus enfermedades. El humilde asceta continuó su ascetismo con las instrucciones de su mentor espiritual, Abba Juan.

A los once años, Simeón decidió dedicarse al ascetismo en una columna más alta, cuya cima se elevaba a doce metros del suelo. Los obispos de Antioquía y Seleucia acudieron al lugar donde se encontraba el monje y lo ordenaron diácono. Luego le permitieron ascender a la nueva columna, en la que san Simeón trabajó durante ocho años.

Tras la muerte de su anciano maestro, la vida de san Simeón siguió un patrón determinado. Desde la salida del sol hasta media tarde, leía libros y copiaba las Sagradas Escrituras. Luego se levantaba y oraba toda la noche. Al comenzar el nuevo día, descansaba un poco y luego comenzaba su Regla de oración habitual.

San Simeón concluyó sus esfuerzos en la segunda columna y, por la gracia de Dios, se asentó en la Montaña Maravillosa, habiéndose convertido en un Anciano experimentado para los monjes de su monasterio. El ascenso a la Montaña Maravillosa estuvo marcado por una visión del Señor, de pie sobre una columna. San Simeón continuó sus esfuerzos en este lugar donde vio al Señor, primero sobre una piedra y luego sobre una columna.

En el año 560, el santo asceta fue ordenado sacerdote por Dionisio, obispo de Seleucia. A los setenta y cinco años, San Simeón fue advertido por el Señor de su inminente fin. Convocó a los hermanos del monasterio, les dio unas palabras de despedida y durmió en paz en el Señor en el año 596, tras haber trabajado como estilita durante sesenta y ocho años.

Tropario, tono 1 del común de Santos Ascetas

Al morar en desierto cual un ángel en cuerpo, * has realizado milagros, Simeón, padre teóforo. * Con ayuno, pues, vigilia y oración, * has tomado celestes dádivas, * ya que curas los malestares de las almas, * que a ti acuden con fervor: * ¡Gloria al que te ha fortificado! * ¡Gloria, que la corona te ha dado! * ¡Gloria, que por tu medio, * ha brindado curación a todos!

San Miguel el Confesor, obispo de Sínadas

San Miguel era de Sínadas en Frigia de Asia Menor. En Constantinopla conoció a san Teofilacto (ver 8 de marzo); El santo patriarca Tarasio, al enterarse de que Miguel y Teofilacto deseaban convertirse en monjes, los envió a un monasterio en el Mar Negro. Debido a su gran virtud, san Tarasio los animó después a aceptar la consagración episcopal, Teofilacto como obispo de Nicomedia y Miguel como obispo de su Sínadas natal.

Debido a que san Miguel confesó valientemente la veneración de los santos iconos, fue desterrado por el emperador iconoclasta León V el Armenio, que reinó del 813 al 820. Después de ser expulsado de un lugar a otro, entre muchas penurias y amargos dolores, san Miguel murió en el exilio en el año 826.

Tropario, tono 4

De muy temprana edad, te entregaste a Dios, * te proclamaron pastor, jerarca del Señor, * oh Miguel honorable. * Así que soportaste, * en exilios, tristezas, * por haber venerado * el icono de Cristo. * Y ahora nos brindas a todos curación generosa.

Mártir Basilisco de Comana

El mártir Basilisco era de la ciudad de Amasia en el Mar Negro, era sobrino de San Teodoro(febrero. 17). Al enterarse el gobernador de Capadocia, Agripas, que Basilisco era cristiano lo mando apresar, y comenzó con diferentes modos a presionarlo para que deje el cristianismo, pero el siguió con su fe firme. Puesto ya en prisión comenzó a orar al Señor, diciéndole, que no era digno de tener el final de su vida como los mártires, y el Señor se le apareció, así pudo liberarse de la cárcel, y le dijo que valla a la casa de su pariente. Cuando se supo que él había dejado la prisión, los soldados lo buscaron y lo apresaron llevándolo a Comana de Capadocia, obligándolo andar con zapatos de hierro con clavos. Fue decapitado en Comana, y su cuerpo fue lanzado al río, durante el reinado de Diocleciano (284-305).

Tropario, tono 4 del común de Santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santos e Igual a los Apóstoles Constantino y Elena

Los padres de Constantino fueron el emperador Constancio Cloro y la Emperatriz Elena. Cloro tenía hijos de otra mujer, pero sólo a Constantino de Elena. Después de su coronación, Constantino luchó tres grandes batallas: una contra Majencio, un tirano romano; la segunda contra los escitas en el Danubio; y la tercera contra los bizantinos. Antes de la batalla con Majencio, mientras Constantino estaba grandemente preocupado y dudoso acerca de su triunfo, una brillante cruz apareció en el cielo durante el día, enteramente adornada de estrellas y con estas palabras escritas en ella: «Por esta señal vencerás». Asombrado, el Emperador ordenó que una gran cruz similar a la que había visto fuese forjada y que fuese llevada delante del ejército. Por el poder de la Cruz logró una gran victoria sobre su enemigo superior en números. Majencio fue ahogado en el río Tíber. Inmediatamente después de esto, Constantino proclamó el famoso Edicto de Milán en el año 313 d. C. para finalizar la persecución de los cristianos.

Tras derrotar a los bizantinos, Constantino construyó una hermosa capital junto al Bósforo que desde entonces se llamó Constantinopla. Antes de esto, empero, Constantino sucumbió a la temible enfermedad de la lepra. Como cura, los sacerdotes y médicos paganos le aconsejaron que se bañase en la sangre de niños sacrificados, lo cual él rechazó. Entonces los santos apóstoles Pedro y Pablo se le aparecieron diciéndole que buscara al obispo Silvestre (de Roma), que lo sanaría de esta temible enfermedad. El Obispo lo instruyó en la fe cristiana, lo bautizó y todo trazo de lepra desapareció del cuerpo del Emperador.

Debido a la disputa en la Iglesia a causa del rebelde hereje Arrio, el Emperador convocó el Primer Concilio Ecuménico en Nicea en el año 325, en el cual la herejía fue condenada y la Ortodoxia confirmada.

Santa Elena, la piadosa madre del Emperador, era muy celosa de la fe de Cristo. Visitó Jerusalén, halló la preciosa Cruz del Señor, construyó la Iglesia de la Resurrección en el Gólgota y muchas otras iglesias en la Tierra Santa. Esta santa mujer se presentó al Señor a los 80 años en el 327. El emperador Constantino sobrevivió a su madre diez años. Murió en Nicomedia en el 337 a los 65 años. Su cuerpo fue enterrado en la Iglesia de los Doce Apóstoles en Constantinopla.

Tropario tono 4

Cuando Constantino, tu apóstol entre los reyes, Señor, * advirtió en el cielo la señal de la cruz * y recibió el llamado, tal como Pablo, «no de humanos», * depositó en tus manos el capital de su reino. * Protege su heredad en todo tiempo, * por la intercesión de la Madre de Dios, oh Tú que amas a la humanidad.

Mártir Taleleo y compañeros, en Aegae de Cilicia

San Taleleo era médico y atendía gratuitamente a los enfermos; los griegos le llamaban por ello “el misericordioso” y le clasifican entre los santos “anárgiros o inmercenarios.” Este santo fue martirizado en Aegae, en Cilicia.

Se cuenta que el santo había nacido en el Líbano, que era hijo de un general romano y que practicó la medicina en Anazarbus. Cuando estalló la persecución de Numeriano, Taleleo se refugió en un olivar, donde fue capturado. Conducido a la costa de Aegae, fue arrojado al mar atado de pies y manos, sin embargo, alcanzó a llegar con vida a la costa, pero fue ahí decapitado.

Se ha asociado a san Taleleo con muchos otros mártires; entre ellos se cuentan Alejandro y Asterio, quienes fueron los soldados encargados de la ejecución del mártir o, por lo menos, presenciaron su martirio.

Tropario, tono 4 del común de Santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Hieromártir Patricio, obispo de Proisa y sus compañeros.

San Patricio era obispo de Proisa, una ciudad en Bithynia. De una gran fe y un elevado conocimiento teológico, su fortaleza la aplico a la defensa del Evangelio y a combatir la idolatría.

Este trabajo apostólico no lo llevo adelante solo, estaban con él tres colaboradores: Acacio, Menander y Juliano, con ellos San Patricio trajo a muchos paganos a la fe cristiana. Pero todo este movimiento realizado, despertó el enojo de varios idólatras, y los denunciaron ante el gobernador Julio, y fueron arrestados inmediatamente.

El gobernador con discusiones filosóficas intentó convencer a san Patricio de que Cristo no es Dios, y san Patricio, con su gran retórica y excelentes conocimientos teológico le rebatía todas sus preguntas. Al ver que la fe del Santo y sus compañeros no cambiaba ordenó que los encarcelen y luego fueron decapitados, probablemente esto ocurrió durante el reinado de Diocleciano (284-305).

Tropario, tono 4 del común de Santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santos Mártires Pedro, Dionisio y Cristina

Los santos mártires Pedro, Dionisio y Cristina; junto con  Andrés y Pablo sufrieron bajo el emperador Decio (249-251). Pedro sufrió en la ciudad de Lampsaka. Llevado a juicio ante el prefecto Optimines, confesó valientemente su fe en Cristo.

Intentaron obligar al joven a negar al Señor y adorar a la diosa Venus. El mártir se negó, declarando en público que un cristiano no se inclinaría ante el ídolo de una mujer lujuriosa.

San Pedro fue sometido a feroces torturas, pero las soportó con valentía, dando gracias a nuestro Señor Jesucristo por su ayuda omnipotente. Luego fue decapitado.

Dionisio, Nikómaco y dos soldados, Andrés y Pablo, que habían sido trasladados desde Mesopotamia, fueron llevados a juicio. Todos confesaron su fe en Cristo y se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos, por lo que fueron torturados. Para gran pesar de todos los cristianos, Nikómaco no perseveró. Negó al Señor Jesucristo y entró en un templo pagano para ofrecer un sacrificio. Cayó en un terrible frenesí y murió echando espuma por la boca, arrancándose la piel del cuerpo con los dientes.

A la mañana siguiente, los santos Dionisio, Andrés y Pablo fueron llevados de nuevo ante el prefecto. Por confesar su fe en Cristo, fueron entregados a los paganos para ser ejecutados. Ataron a los santos por los pies, los arrastraron al lugar de la ejecución y los apedrearon hasta la muerte.

Santa Cristina presenció el juicio de Dionisio, Nikómaco, Andrés y Pablo, y todo lo que sucedió. Cristina, de dieciséis años, gritó: “¡Nicómaco, maldito y perdido! ¡En lugar de soportar el dolor una sola hora, te has hecho merecedor del tormento eterno!”. El prefecto ordenó apresar a la santa virgen. Al enterarse de que era cristiana, la entregó a hombres disolutos para su placer.

Un ángel se apareció en la casa donde habían llevado a la santa virgen. Aterrados por su terrible rostro, los hombres imploraron entre lágrimas el perdón de la santa virgen y le pidieron que rezara para que el castigo del Señor no les sobreviniera. Fue entonces decapitada por orden del prefecto.

Tropario, tono 4 del común de Santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Apóstol Andrónico de los Setenta, con su trabajadora y seguidora Junia

Estos dos santos tenían una amistad de mucho tiempo y con su trabajo en conjunto llevaron la luz de Jesucristo a los idólatras. A medida que pasaba el tiempo germinaba en sus corazones la semilla del Espíritu Santo.

Los san Andrónico y Junia en su apostolado construyeron varias iglesias, y colaboraron con el Apóstol Pablo de cerca, el cual en su epístola dice: “Saluden a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de cárcel, destacados entre los apóstoles y convertidos a Cristo antes que yo.” Romanos (16: 7)

Tropario, tono 3 del común de Santos Apóstoles

Oh santos apóstoles, * intercedan ante Dios misericordioso * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

San Teodoro el Santificado, discípulo de san Pacomio.


Teodoro era discípulo de san Pacomio. Nació y fue criado en el paganismo, pero siendo aún joven vino al conocimiento de la verdadera fe y fue bautizado. Oyendo de san Pacomio, huyó secretamente del hogar de sus padres hacia el monasterio de Pacomio. Este lo tonsuró como monje y lo admiraba a causa de su singular celo y obediencia. Cuando su madre vino a pedirle que regresara a casa, Teodoro ni siquiera quiso mostrarse a ella, sino que oró para que Dios la iluminara con la verdad. En efecto, no sólo su hijo no regresó a casa, sino que ella misma no regresó. Viendo un monasterio no muy lejos que era dirigido por la hermana de Pacomio, se incorporó a él y fue tonsurada como monja.

Después de un tiempo Paunicio, hermano de Teodoro, también vino al monasterio y fue tonsurado monje.

Más tarde el obispo de Panópolis llamó a venir a san Pacomio con el fin de que estableciese un monasterio para los que deseaban la vida monástica. Pacomio tomó consigo a Teodoro y le confió la tarea de establecer este nuevo monasterio.

Después de la muerte de Pacomio, Teodoro se convirtió en abad de todos los monasterios de Pacomio y alcanzó una edad muy avanzada. Teodoro vivió una vida agradable a Dios, guiando a muchos monjes en el camino de la salvación. Murió en paz y fue a habitar en el Reino de la Luz eterna en el 368 d. C.

Tropario, tono 1 del común de Santos Ascetas

Al morar en desierto cual un ángel en cuerpo, * has realizado milagros, Teodoro, padre teóforo. * Con ayuno, pues, vigilia y oración, * has tomado celestes dádivas, * ya que curas los malestares de las almas * que a ti acuden con fervor: * ¡Gloria al que te ha fortificado! * ¡Gloria, que la corona te ha dado! * ¡Gloria, que por tu medio, * ha brindado curación a todos!

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