Santos Acíndino, Pegaso, Aftonio, Elfidóforo y Anempodisto mártires

San Acindino sufrió el martirio en Persia juntamente con los Santos Pegaso, Aftonio, Elpidóforo, Anempodisto, y  otros  siete mil cristianos en tiempos del Rey Sapor II (310-381).

Estos santos pertenecían a la corte de Sapor, y secretamente cristianos. Cuando el rey inició la persecución contra los cristianos, los paganos envidiosos los denunciaron. Convocados a la presencia de Sapor para el interrogatorio, los santos mártires confesaron su fe en la Santísima Trinidad valientemente. Entonces el rey ordenó que fueran castigados con latigazos. Sapor decretó que fueran decapitados, y que no se les permitiera a los cristianos enterrar sus cuerpos.

Una notable muchedumbre, glorificando a Cristo, acompañó a estos santos cuando eran conducidos a las afueras de la ciudad para la ejecución. Entonces por orden de Sapor, los soldados masacraron a todos los cristianos en la procesión (aproximadamente siete mil).

Los cuerpos de Acindino, Pegaso, y Anempodisto fueron quemados al día siguiente con la madre del emperador. Unos cristianos, fueron de noche secretamente al lugar de la ejecución, y encontraron los cuerpos de los santos mártires indemnes, y los sepultaron dignamente.

Tropario, tono 2

Dichosa, la tierra fertilizada * con su sangre, oh luchadores del Señor, * y sagradas las tiendas que recibieron sus espíritus, * pues ustedes han sometido * en el estadio al enemigo * y han predicado a Cristo con valentía: * les rogamos suplicarle al Bondadoso * que salve nuestras almas.

Santos Anárgiros y Milagrosos Cosme y Damián de Asia, y su madre santa Teodota

Estos santos anárgiros (despreciadores del dinero) y taumaturgos eran hermanos tanto en la carne como en el espíritu, nacidos en algún lugar de Asia Menor de padres cristianos. Después de la muerte de su padre, su madre Teodota dedicó todo su tiempo y energía a la crianza de sus hijos como verdaderos cristianos. Dios la ayudó, y sus hijos maduraron como dos frutos selectos y como dos santas lámparas. Eran diestros en la medicina y servían a los enfermos sin recibir pago, cumpliendo así el mandamiento de Cristo: «Gratuitamente han recibido; den ustedes también gratuitamente» (cfr. San Mateo 10:8). Eran tan estrictos en su ministerio sin paga que Cosme se enfureció grandemente contra su hermano Damián cuando este aceptó tres huevos de una mujer llamada Paladia; pero san Damián no había recibido los huevos como pago por sanar la enfermedad de Paladia, sino porque esta había jurado por la Santísima Trinidad que se los daría.

Después de su muerte en Teremán, fueron enterrados juntos, y así como habían obrado grandes milagros durante su vida, también continuaron haciéndolo después de su muerte. Así el Señor glorifica para siempre con milagros a los que le glorificaron aquí en la tierra con su fe, pureza y misericordia.

Tropario tono 8 del común de Santos Sanadores

Oh santos milagrosos Cosme y Damián, anárgiros, * asistan nuestras  dolencias: * gratis lo han recibido, dénnoslo gratis.

Apóstoles Estaquio, Ampliato, Urbano, Narciso, Apelo y Aristóbulo de los Setenta; Epimaco mártir

Los santos Estaquio, Ampliato, Urbano, Narciso, Apelo y Aristóbulo eran parte de los 70 Apóstoles del Señor.

Estaquio se convirtió en el primer obispo Bizantino, y después de 16 años de predicación apostólica, descansó en paz.

Apelo fue ordenado obispo de Heraclea, donde convirtió a muchos a la fe cristiana.

Ampliato se convirtió en obispo de Odisópolis y Urbano obispo Macedonia debido a que los dos obispos habían destruidos muchos ídolos paganos, fueron martirizados hasta su muerte.

Narciso fue ordenado obispo de Atenas, donde enseñaba con mucho celo el Evangelio, esto no les agrado a los idolatras, de modo que lo arrestaron lo martirizaron provocándole la muerte.

Aristóbulo era obispo y entrego su alma en paz, enseñando la palabra de Dios hasta sus últimos días

Tropario tono 3, del común de los santos Apóstoles

Oh santos apóstoles, * interceded ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Santo Mártir Epímaco

El Santo Mártir Epίmaco de Alejandría era originario de Egipto. Durante mucho tiempo vivió recluido en el monte Pelusio. Cuando supo que los cristianos estaban siendo perseguidos en Alejandría, entró en la ciudad y destruyó algunos ídolos paganos, declarando que él también era cristiano. Apelliano, el eparca de Alejandría, le ordenó que sacrificara a los ídolos, y cuando el Santo se negó a hacerlo, ordenó que lo torturaran.

Entre los que presenciaron su sufrimiento había una mujer que era ciega de un ojo. Una gota de la sangre del Mártir cayó en su ojo y recuperó la vista. Así, la mujer llegó a creer en Cristo.

Después de soportar muchos tormentos feroces, el Santo fue decapitado con una espada.

El santo mártir Epίmaco también es conmemorado el 11 de marzo (el traslado de sus reliquias).

Tropario tono 4, del común de Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Mártir Zenobio y su hermana Zenobia de Egea en Cilicia

Estos santos eran hermanos, que vivieron en Cilicia, ciudad de Asia menor, herederos de una gran fortuna. Zenobio había estudiado medicina, y no sólo ofreció sus servicios a los desamparados, también compartía su riqueza.

Con este comportamiento apuntalaba la fe a los cristianos, y a muchos idolatras los atrajo al cristianismo, siendo por esto consagrado obispo de Egea. Cuando se enteró el prefecto Lysias, ordenó que lo detuvieran. El santo admitió delante del prefecto su fe, y lo que realizaba para la salvación del alma y la gloria del verdadero Dios. Lysias con severidad le dijo: si no detienes lo que haces y no niegas a Cristo, serás torturado cruelmente. Zenobio contestó que los martirios pueden dañar su cuerpo, pero el alma nunca, porque dijo Dios: “Y a ustedes, ¿Quién puede hacerles daño si se dedican a practicar el bien?” (1° Epist. a Pedro 3:13), inmediatamente Lysias ordenó que fuera torturado. Entonces intervino la hermana del Santo, Zenobia, y le recriminó a Lysias, que torturar no es humano. Pero el prefecto ordenó arrestar también a la hermana y los decapito a ambos.

Todo esto sucedió hacia el año 290, bajo el reinado de Diocleciano.

Tropario tono 4, del común de Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus  intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Virgen Mártir Anastasia de Roma; Abramio (justo).

Nació en Roma de padres nobles, y quedó huérfana a los tres años. Fue llevada como huérfana a un monasterio de mujeres cerca de Roma, donde la abadesa era una cierta Sofía, monja de un alto nivel de perfección.

Después de diecisiete años, Anastasia era conocida en todo el vecindario: como una gran asceta por los cristianos, y como una belleza poco común por los paganos. El administrador pagano de la ciudad, Probo, oyó de ella y envió soldados a que se la trajeran. La buena abadesa Sofía aconsejó a Anastasia sobre cómo mantener la fe, cómo resistir el engaño adulador, y cómo resistir la tortura. Anastasia le dijo: «Mi corazón está listo para sufrir por Cristo; mi alma está lista para morir por mi amado Jesús».

Al ser traída ante el gobernador, Anastasia proclamó abiertamente su fe en Cristo el Señor, y cuando este trató de desviarla de la fe –primero con promesas y luego con amenazas–, la santa virgen le dijo: «¡Estoy lista para morir por mi Señor no sólo una vez, sino mil veces si fuese posible!» Cuando la desnudaron a la fuerza para humillarla, Anastasia exclamó al juez: «¡Azótame, hiéreme, y golpéame; así mi cuerpo desnudo será cubierto con heridas y mi vergüenza será cubierta con sangre!»  Fue, en efecto, azotada, herida y golpeada. Dos veces sintió gran sed y pidió agua, y un cristiano, Cirilo, le dio de beber. Por esto fue bendecido por la mártir y degollado por los paganos.

Entonces los pechos y la lengua de la santa fueron cortados, y un ángel de Señor se le apareció y la mantuvo en pie. Fue finalmente degollado con espada fuera de la ciudad. La bienaventurada Sofía encontró su cuerpo y lo sepultó,

Anastasia recibió la corona del martirio bajo el emperador Decio (249-251 d. C.).

Tropario tono 4, del común de Virgenes Mártires

Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Anastasia, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

 

San Abramio el Ermitaño

San Abramio el Ermitaño y la Beata María, su sobrina de Mesopotamia, vivieron la vida ascética en el pueblo de Chidan, cerca de la ciudad de Edesa. Fueron contemporáneos y compatriotas de San Efraín el Sirio (28 de enero), quien más tarde escribió sobre su vida.

San Abramio comenzó su difícil hazaña de la vida solitaria en la flor de su juventud. Dejó la casa de sus padres y se instaló en un lugar desolado y desierto, lejos de las tentaciones mundanas, y pasó sus días en oración incesante. Después de la muerte de sus padres, el santo rechazó su herencia y pidió a sus parientes que la regalaran a los pobres. Con su estricta vida ascética, ayuno y amor por la humanidad, Abramio atrajo a muchos que buscaban iluminación espiritual, oración y bendición.

Pronto su fe fue puesta a prueba seriamente, ya que fue nombrado presbítero en uno de los pueblos paganos de Mesopotamia. Durante tres años, y sin escatimar esfuerzos, el santo trabajó por la iluminación de los paganos. Derribó un templo pagano y construyó una iglesia. Soportando humildemente las burlas e incluso los golpes de los obstinados adoradores de ídolos, suplicó al Señor: “Mira, oh Maestro, a Tu siervo, escucha mi oración. Fortaléceme y libera a Tus siervos de las trampas diabólicas, y concédeles que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero”. El celoso pastor tuvo la felicidad de ver la culminación de sus justos esfuerzos: los paganos llegaron a creer en Jesucristo, el Hijo de Dios, y San Abramio los bautizó él mismo.

Habiendo cumplido con su deber sacerdotal, Abramio nuevamente se retiró a su desierto, donde continuó glorificando a Dios y haciendo Su santa voluntad. El diablo, avergonzado por las acciones de san Abramio, trató de atraparlo con pensamientos orgullosos. Una vez, a medianoche, cuando san Abramio estaba rezando en su celda, de repente brilló una luz y se escuchó una voz: “¡Bendito seas, Abramio, porque ningún otro hombre ha hecho mi voluntad como tú!”. Refutando las artimañas del enemigo, el santo dijo: “Soy un hombre pecador, pero confío en la ayuda y la gracia de mi Dios. No te temo, y tus ilusiones no me asustan”. Luego ordenó al diablo que se fuera, en el nombre de Jesucristo.

En otra ocasión, el diablo se apareció ante el santo en forma de un joven, encendió una vela y comenzó a cantar el Salmo 118/119: “Bienaventurados los perfectos en el camino, los que andan en la ley del Señor”. Percibiendo que esto también era una tentación demoníaca, el Anciano se persignó y preguntó: “Si sabes que los perfectos son bienaventurados, entonces ¿por qué molestarlos?”.

La sobrina de san Abramio, la Monja María, había crecido siendo edificada por su instrucción espiritual. Su padre murió cuando ella tenía siete años, por lo que había sido criada por su santo tío. Pero el Enemigo de la raza humana trató de apartarla del camino verdadero. A los veintisiete años de edad cayó en pecado con un hombre. Completamente avergonzada, dejó su celda, se fue a otra ciudad y comenzó a vivir en un burdel. Dos años después, cuando se enteró de esto, san Abramio se vistió con un uniforme de soldado, para que no lo reconocieran, y fue a la ciudad para encontrar a su sobrina. Él se hizo pasar por uno de sus “clientes” y reveló su identidad una vez que estuvieron solos. Con muchas lágrimas y exhortaciones, la llevó al arrepentimiento y la llevó de regreso a su celda.

Santa María regresó a su celda y pasó el resto de sus días en oración y lágrimas de arrepentimiento. El Señor la perdonó e incluso le concedió el don de curar a los enfermos. Murió cinco años después que San Abramio.

Tropario tono 8, del común de Monásticos

En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justo Abramio, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.

Santo mártir Terencio, su esposa Neonila y sus hijos mártires

San Terencio era de Siria y sufrió por Cristo junto con su esposa Neonila y sus siete hijos Sabelo, Focio, Teodulo, Vele, Hierax, Nito y Eunice. Fueron denunciados como cristianos y llevados ante las autoridades para ser interrogados.

Los santos confesaron a Cristo y se burlaron de los dioses paganos, incluso mientras sus costados eran rastrillados con ganchos de hierro. Se vertía vinagre en sus heridas, que luego eran quemadas. Los santos se animaban unos a otros y oraban a Dios para que los ayudara. Él envió ángeles para liberarlos de sus ataduras y curar sus heridas.

Luego los santos fueron arrojados a las fieras, que se volvieron mansas y no les hicieron daño. Después, los arrojaron a un caldero lleno de brea caliente, pero no los quemaron. Al ver que nada podía dañar a los santos, los paganos los decapitaron.

Tropario tono 4, del común de Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Mártir Néstor de Tesalónica

En tiempos del martirio de san Demetrio, el derramador de mirra, vivía en Constantinopla un joven, Néstor, que había aprendido la fe cristiana del mismo san Demetrio.

En aquel tiempo, el emperador Maximiano, enemigo de Cristo, ordenó que se efectuaran varios juegos y espectáculos para el pueblo. El favorito del Emperador era un vándalo llamado Liyeo, que era un hombre de tamaño y fuerzas como las de Goliat. Como gladiador imperial, Liyeo retaba a duelo a diferentes hombres todos los días y los mataba, y estas masacres suyas deleitaban la sed de sangre del idólatra Emperador. Este construyo un estadio especial, parecida a una plataforma sobre columnas, para los duelos. Debajo de esta plataforma, había lanzas con agudos filos apuntando hacia arriba. Cuando Liyeo vencía a alguien en un duelo, lo arrojaba desde la plataforma hacia el bosque de lanzas. Los paganos se paraban alrededor de estas junto a su Emperador, y se deleitaban cuando algún pobre desdichado se retorcía atormentado sobre las lanzas hasta morir. Entre las víctimas inocentes se encontraba un gran número de cristianos, pues en los días en que nadie se presentaba voluntariamente para batirse a duelo con Liyeo, los cristianos eran obligados a luchar con él por orden del Emperador.

Viendo este aterrorizante disfrute del mundo pagano, el corazón de Néstor se llenó de dolor y resolvió ir él mismo al estadio. Néstor fue primero a la prisión donde san Demetrio estaba encerrado, y le pidió su bendición para hacer esto. San Demetrio lo bendijo, haciendo la señal de la cruz sobre su frente y su pecho, y le dijo: «Lo vencerás, pero sufrirás por Cristo». El joven Néstor fue entonces al estadio. El Emperador estaba allí con una gran multitud, y todos se lamentaban de la inminente muerte del joven Néstor. Trataban de convencerlo de que no luchara, pero Néstor hizo la señal de la cruz y dijo: «¡Oh Dios de Demetrio, ayúdame!»

Con la ayuda de Dios, Néstor venció a Liyeo, lo derrumbó, y lo arrojó hacia las agudas lanzas, donde el pesado gigante pronto halló la muerte. Entonces todo el pueblo exclamó: «¡Grande es el Dios de Demetrio!» Pero el impío Emperador había sido avergonzado ante el pueblo, y viendo derrotado a su favorito, se llenó de ira contra Demetrio y Néstor, y ordenó que Néstor fuese degollado con espada y que Demetrio fuese atravesado con lanzas. Así este glorioso héroe cristiano, Néstor, dejó atrás su joven vida terrenal en el 306 d. C., y entró al Reino de su Señor.

Tropario tono 4, del común de Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santo, Glorioso y Gran Mártir Demetrio el Derramador de Mirra

Este glorioso santo y obrador de milagros nació en la ciudad de Salónica de padres devotos y de noble linaje. Demetrio fue el único hijo de padres estériles que rogaron a Dios por su nacimiento, y por esto fue prudentemente querido y educado. Su padre era el comandante militar de Salónica, y después de su muerte el Emperador hizo a Demetrio comandante en su lugar. Al hacer esto, el emperador Maximiano, un oponente de Cristo, le recomendó particularmente perseguir y exterminar a los cristianos en Salónica. Demetrio no sólo desobedeció al Emperador, sino que abiertamente confesaba y predicaba a Cristo el Señor en la ciudad. Oyendo esto, el Emperador se enfureció con Demetrio, y cierta vez que volvía de una guerra, fue a Salónica específicamente para investigar el asunto.

El Emperador, por lo tanto, mandó a llamar a Demetrio y le interrogó acerca de su fe. Demetrio proclamó abiertamente ante el Emperador que era cristiano, e incluso condenó la idolatría del Emperador. El enfurecido Emperador le arrojó en prisión. Sabiendo lo que le esperaba, Demetrio entregó sus bienes a su fiel siervo Lupo para que los diera a los pobres, y fue llevado a la prisión, feliz de que sufrir por Cristo fuese el lote de su heredad.

En la prisión, un ángel del Señor se le apareció y le dijo: «¡Paz a ti, que sufres por Cristo; sé valiente y fuerte!» Después de varios días, el Emperador envió soldados a la prisión para que matasen a Demetrio. Estos encontraron al santo de Dios en oración, y le atravesaron con sus lanzas. Los cristianos tomaron secretamente su cuerpo y lo enterraron, y allí fluyó mirra del mismo, mediante la cual muchos de los enfermos fueron sanados. Una pequeña iglesia fue pronto construida sobre sus reliquias. Un noble de Iliria, Leoncio, se enfermó con un mal incurable. Este corrió a las reliquias de san Demetrio en oración, y fue sanado por completo. En gratitud, construyó una iglesia mucho más grande para reemplazar la anterior. El santo se le apareció en dos ocasiones. Cuando el emperador Justiniano quiso llevarse las reliquias del santo de Salónica a Constantinopla, una chispa de fuego salió de la tumba y se oyó una voz que decía: «¡Déjalas aquí y no las toques!» Así, pues, las reliquias de san Demetrio han permanecido para siempre en Salónica.

San Demetrio ha aparecido y salvado la ciudad de calamidades muchas veces, y sus milagros son innumerables.

Tropario tono 3

El universo te ha encontrado * cual gran protector en los peligros * y victorioso, oh luchador de Cristo; * pues como animaste a Néstor en el estadio * destruyendo la fuerza de Liyeo, * así intercede ante Cristo Dios, oh san Demetrio, * para que nos otorgue la gran misericordia.

Mártires Marciano y Martirio, Notarios de Constantinopla

Estos santos eran clérigos junto al patriarca Pablo de Constantinopla en tiempos del emperador Constancio.

Después de la muerte del gran emperador Constantino, la herejía arriana, que hasta entonces había sido contenida, surgió de nuevo y comenzó a difundirse, y el emperador Constancio mismo se inclinaba por ella. Había dos influyentes nobles en la corte, Eusebio y Felipe, que eran fervientes arrianos. Por la influencia de estos, el patriarca Pablo fue depuesto y expulsado a Armenia, donde los arrianos lo estrangularon, y el indigno Macedonio se apoderó del trono patriarcal. En aquel tiempo, cuando la Ortodoxia tenía dos feroces luchas a mano, contra los paganos y los herejes, Marciano y Martirio se alistaron decisivamente y con toda su fuerza del lado de la Ortodoxia. Marciano era lector y Martirio subdiácono en la Catedral, y habían sido secretarios del patriarca Pablo. Los arrianos al principio trataron de sobornarlos, mas, cuando los dos santos varones rechazaron esto con burlas, los herejes los condenaron a muerte. Al ser llevados al cadalso, levantaron sus manos en oración a Dios, dándole gracias por terminar sus vidas como mártires: «Oh Señor, nos regocijamos de que dejamos esto mundo por una muerte como esta. ¡Haznos dignos de ser partícipes de la vida eterna, oh Vida nuestra!». Entonces pusieron sus cabezas bajo la espada y fueron degollados en el 355 d. C. San Juan Crisóstomo luego construyó una iglesia dedicada a ellos sobre sus reliquias.

Tropario tono 4, del común de Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Mártir Aretas de Nayrán

El mártir Aretas y con él 4299 mártires sufrieron por nuestro Señor Jesucristo en el siglo VI.

Aretas era prefecto de la ciudad cristiana de Nayrán en Arabia. El rey árabe, Dunaan, que era judío, decidió eliminar el cristianismo de la tierra. Emitió un edicto que ordenaba la muerte de todos los seguidores de Cristo.

Como los habitantes de Nayrán permanecieron fieles al Señor, Dunaan llegó con un gran ejército para destruir la ciudad. En las murallas de la ciudad los heraldos del rey anunciaron que Dunaan solo perdonaría a quienes renunciaran a Cristo y se refirieron a su Cruz como un “signo de maldición”.

Al no atreverse a asaltar la ciudad cristiana por la fuerza, Dunaan recurrió a una artimaña: juró que no obligaría a los cristianos a convertirse al judaísmo, sino que simplemente cobraría un tributo. Los habitantes de la ciudad no hicieron caso al consejo de san Aretas y, confiando en Dunaan, abrieron las puertas de la ciudad.

Al día siguiente, Dunaan dio orden de encender un gran fuego y arrojar a todo el clero de la ciudad para asustar al resto de los cristianos. Quemaron a 427 hombres. También encarceló al prefecto Aretas y a los demás jefes. Luego, el opresor envió a sus mensajeros por la ciudad para convertir a los cristianos al judaísmo. El propio Dunaan conversó con aquellos habitantes sacados de las cárceles y les dijo: “No exijo que renunciéis al Dios del cielo y de la tierra, ni quiero que adoréis ídolos, solo quiero que no creáis en Jesucristo, ya que el Crucificado era un hombre y no Dios”.

Los santos mártires respondieron que Jesús es Verbo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, que para la salvación de la humanidad se encarnó del Espíritu Santo y de la Virgen María. Los que sufrían decían: “No abjuraremos de Cristo, ya que Él es Vida para nosotros. Morir por Él es encontrar la Vida”.

Más de cuatro mil cristianos, hombres, mujeres, ancianos y niños, de la ciudad de Nayrán y de los pueblos de los alrededores sufrieron el martirio por Cristo.

Tropario tono 1, del común de varios Mártires

Oh Señor, * por los sufrimientos de los santos que han padecido por ti, * ten compasión de nosotros y sana las dolencias de los que te suplicamos, * oh Tú que amas a la humanidad

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