10/02

San CaralampioFue martirizado en el tiempo del emperador Sauiro (194-211), en la ciudad de Efeso. Era sacerdote por mucho tiempo cuando recibió el martirio. Tenía 107 años, y parece que ha sido el mártir mayor, por edad, de toda la historia.

Le acusaron de haber formado un peligro para la seguridad del emperio porque provocaba rebelión en el pueblo. Cuando lo condujeron  ante la presencia del gobernador Luciano, estaba revestido del ornamento sacerdotal. El gobernador lo amonestó y él contestó: “Tú no sabes lo que es conveniente para mí. Te digo: no hay más dulce a mi corazón que ser perseguido por el amor de Cristo. Te suplico apliques las torturas, lo más pronto posible, sobre este viejo cuerpo, todo lo que piensas que es insoportable, para que aprendas la fuerza invencible de mi Cristo.”

Le desvistieron y lastimaron su cuerpo con garras de hierro. Sin embargo, ni un gemido, más bien decía: “Les agradezco, hermanos, porque al desgarrar mi cuerpo viejo, renuevan mi espíritu y lo aprontan para la bienaventuranza.”

Varias torturas, pero como si se hubieran aplicado al cuerpo de otro. La escena provocó la conversión de muchos. Se menciona que el santo compareció ante el mismo Emperador en Antioquía, y que en su presencia curó a un hombre endemoniado por treinta y cinco años. El demonio cuando percibió el perfume de santidad que surgía del hombre de Dios, gritó: “Te suplico, siervo de Dios, no me castigues antes de tiempo. Ordéname y yo saldré del hombre.” El santo, con la valentía de su Señor, le increpó y el hombre quedó curado.

Se agotó la paciencia del Emperador y mandó decapitarlo. La hija del emperador misma, Galina, creyó y acogió su cuerpo para enterrarlo debidamente. Su cráneo es guardado en el monasterio de san Esteban, Metéora; también hay reliquias de su cuerpo en el Monte Atos, Palestina, Chipre, las islas griegas. En Grecia, la  veneración y la devoción a san Caralampio es difundida de una manera vigorosa. La Iglesia entera, en Oriente y Occidente, lo conmemora el 10 de febrero. Sus oraciones sean con nosotros. Amén. 

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Padre Juan R. Méndez ()

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