¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

Toda la semana posterior al gran domingo de Pascua se conoce como Semana Luminosa o Semana de las Renovaciones.

Todos los servicios e himnos replican al del glorioso día de Pascua, como una prolongación de la más grande de las fiestas.

Tropario de Pascua, tono 5

Cristo resucitó de entre los muertos pisoteando la muerte con su muerte, y otorgando la vida a los que yacían en los sepulcros.

Condaquio  Tono 8 

Cuando descendiste al sepulcro, oh Inmortal, * destruiste el poder del Hades; * y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios, * dijiste a las mujeres mirróforas: «¡Regocíjense!» * y a tus discípulos otorgaste la paz, * ¡oh Tú que concedes a los caídos * la resurrección!

 

Hieromártir Jenaro

El hieromártir Jenaro, obispo de Benevento, y los diáconos Próculo, Sosio y Fausto, Desiderio el Lector, Eutiquio y Acución sufrieron el martirio por Cristo alrededor del año 305 durante la persecución ordenada por el emperador Diocleciano (284-305).

Arrestaron a San Jenaro y lo llevaron a juicio ante Menigno, gobernador de Campaña (Italia central). Debido a su firme confesión cristiana, lo arrojaron a un horno al rojo vivo. Pero, al igual que los jóvenes babilónicos, salió ileso. Luego, por orden de Menigno, lo tendieron en un banco y lo golpearon con varas de hierro hasta que sus huesos quedaron al descubierto.

Entre la multitud se encontraban el diácono Fausto y el Lector Desiderio, quienes lloraron al ver el sufrimiento de su obispo. Los paganos sospecharon que eran cristianos y los encarcelaron junto con el hieromártir Jenaro, en la ciudad de Puteolum. En esta prisión se encontraban dos diáconos encarcelados por confesar a Cristo: los santos Sosio y Próculo, y también dos laicos, los santos Eutiquio y Acución.

A la mañana siguiente, llevaron a todos los mártires al circo para que fueran despedazados por fieras, pero estas no los tocaron. Menigno alegó que todos los milagros se debían a la brujería de los cristianos, e inmediatamente quedó ciego y pidió ayuda a gritos. El amable hieromártir Jenaro oró por su curación, y Menigno recuperó la vista. Sin embargo, la ceguera del torturador no sanó. Acusó a los cristianos de brujería y ordenó decapitar a los mártires ante las murallas de la ciudad (+ 305).

Los cristianos de las ciudades circundantes recogieron los cuerpos de los santos mártires para enterrarlos, y los de cada ciudad tomaron uno para tener un intercesor ante Dios. Los habitantes de Neápolis (Nápoles) se llevaron el cuerpo del hieromártir Jenaro. Junto con él, recogieron también su sangre seca.

Desde el siglo XV, hay testimonios que la sangre se licua al colocar el recipiente cerca de otra reliquia, que se cree es la cabeza del mártir. Muchos milagros se originaron gracias a las reliquias del hieromártir Jenaro. Durante una erupción del Vesubio alrededor del año 431, los habitantes de la ciudad rezaron a San Jenaro para que los ayudara. La lava se detuvo y no llegó a la ciudad.

Tono 4, del común de Hieromártires

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguis­te la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Pafnucio, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

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