La fiesta de la Presentación del Señor se celebra del 2 al 9 de febrero

Tropario, tono 1

Regocíjate, oh Llena de Gracia, Virgen Madre de Dios; * porque por ti hoy resplandece el Sol de Justicia, * Cristo nuestro Dios, * quien ilumina a los que han estado en las tinieblas. * Alégrate también tú, oh justo anciano, *que re­cibiste en tus brazos al redentor de nuestras almas, * quien nos otorga la resurrección.

Condaquio, tono 1

Por tu nacimiento santificaste las entrañas de la Virgen, oh Cristo Dios, * las manos de Simeón bendijiste debidamente, * y a nosotros nos alcanzaste y salvaste. * Conserva a tus fieles en la paz * y auxilia a los que amas * porque Tú eres el único que amas a la humanidad.

 

San Partenio, obispo de Lampsaco

 

San Partenio, nació en la ciudad de Melitópolis en Noroeste de Asia Menor (hoy Turquía) donde su padre llamado Cristóbal era diácono. El joven Partenio no fue formalmente educado, pero aprendió las Sagradas escrituras atendiendo los servicios de la Iglesia. Repleto con la Gracia de Dios, san Partenio desde la edad de dieciocho años era capaz de sanar a muchos enfermos en el nombre de Cristo, echaba demonios y obraba milagros. Al enterarse el obispo Filetos de Melitopolis de la vida virtuosa de este joven, lo educó y ordenó presbítero.

En el 325, durante el reinado de Constantino el Grande, el arzobispo Aquiles de Cícico lo hizo Obispo de la ciudad de Lampasco, donde muchos de sus habitantes eran paganos. El Santo comenzó a difundir la fe en Jesucristo fervientemente, confirmándola con muchos milagros y sanando a los enfermos.

Al presenciar las obras milagrosas de san Partenio, los paganos de Lampasco comenzaron a creer en Dios y dejar las costumbres paganas. Entonces el Santo acudió al emperador Constantino el Grande pidiéndole permiso para derribar el templo pagano y construir una Iglesia Cristiana en su lugar. El emperador recibió al santo con honores y le entregó un decreto de autorización para derrumbar el templo pagano y también proveyendo ayuda para construir la Iglesia. Al regresar a Lampasco, san Partenio ordenó el derrumbe del templo y en ese lugar de la ciudad se construyó una bella iglesia. En los escombros del templo derribado, san Partenio descubrió una bella plancha de mármol la cual decidió usar para construir el altar, pero en el proceso de llevar la piedra a la Iglesia, la maldad del enemigo se manifestó, volcando el coche donde la llevaban, causando la muerte del conductor Eutiquio. San Partenio le devolvió la vida por medio de sus oraciones, avergonzando al enemigo, que quería frustrar la obra de Dios.

Tras haber convertido a muchos a la verdadera fe; y sostenido a su pueblo con los milagros que incluían la expulsión de espíritus inmundos, finalmente descansó en el Señor.

Tropario tono 4, del común de varios Santos Justos

Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

 

San Lucas de Hellas

 

San Lucas de Hellas era oriundo de la aldea griega de Kastorion. Hijo de campesinos pobres, el santo desde niño había trabajado mucho, trabajando en los campos y pastoreando las ovejas. Era muy obediente a sus padres y muy moderado en la comida. A menudo daba su propia comida y ropa a los pobres, por lo que sufrió reproches de sus padres. Una vez regaló casi toda la semilla que se necesitaba para sembrar en los campos. El Señor lo recompensó por su caridad y la cosecha recogida fue mayor que nunca antes.

De niño, oraba fervientemente y con frecuencia. Su madre lo vio más de una vez de pie, no en el suelo, sino en el aire mientras oraba.

Después de la muerte de su padre, dejó a su madre y se fue a Atenas, donde ingresó en un monasterio. Pero a través de las oraciones de su madre, que estaba muy preocupada por él, el Señor lo devolvió a su hogar paterno de manera milagrosa. Allí pasó cuatro meses y luego, con la bendición de su madre, se fue a un lugar solitario en una montaña llamada Ioannou (o Ioannitsa). Allí había una iglesia dedicada a los santos inmercenarios Cosme y Damián, donde vivió una vida ascética en constante oración y ayuno. Allí fue tonsurado por algunos ancianos que estaban en peregrinación. Después de esto, san Lucas redobló sus esfuerzos ascéticos, por lo que el Señor le concedió el don de la previsión.

Después de siete años en Ioannou, el santo se trasladó a Corinto debido a una invasión de los ejércitos búlgaros. Al enterarse de las hazañas de cierto estilita en Patras, fue a verlo y permaneció durante diez años para servir al asceta con humildad y obediencia. Después, el santo regresó de nuevo a su tierra natal y comenzó de nuevo a practicar el ascetismo en el monte Ioannou.

La multitud que se agolpaba allí perturbaba su tranquilidad, por lo que, con la bendición de su padre espiritual Teofilacto, san Lucas fue con su discípulo a un lugar aún más remoto en Kalamion. Después de tres años, se estableció en la desolada y árida isla de Ampelon debido a una invasión de los turcos fue otro lugar. Aquí los hermanos se reunieron con el monje, y creció un pequeño monasterio, cuya iglesia estaba dedicada a la Gran Mártir Bárbara. Viviendo en el monasterio, el santo realizó muchos milagros, curando enfermedades del alma y del cuerpo.

Previendo su fin, el santo se confinó en una celda y durante tres meses se preparó para su partida. Cuando le preguntaron dónde sería enterrado, el monje respondió: “Arrojad mi cuerpo a un barranco para que lo coman las fieras”. Cuando los hermanos le pidieron que cambiara estas instrucciones, les ordenó que enterraran su cuerpo en el lugar donde yacía , y, alzando los ojos al cielo, dijo: «¡En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu!»

San Lucas durmió en el Señor el 7 de febrero de 946. Más tarde, se construyó una iglesia sobre su tumba. De sus reliquias sagradas fluía mirra y se produjeron muchas curaciones.

Tropario tono 4, del común de varios Santos Justos

Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

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