El profeta Ageo es el décimo entre los profetas menores y profetizó en Judá, en los tiempos del rey persa Darío I (522-486 a.C.). En aquel tiempo muchos judíos bajo el liderazgo de Zorobabel volvieron del cautiverio babilonio a Judá. El sumo sacerdote se llamaba Josué. En el segundo año después del regreso del cautiverio de Babilonia, los judíos comenzaron a reconstruir en Jerusalén un Templo en el mismo lugar del destruido Templo de Salomón. Pero debido al desacuerdo con samaritanos y otros opositores la construcción se interrumpió por quince años hasta que el rey Darío ordenó volver a la construcción.
El pueblo era pobre. pero tenía la idea de que el nuevo templo no debía ser menos magnífico que el de Salomón destruido por Nabucodonosor. Por eso, algunos trataban de convencer que el tiempo para la reconstrucción del nuevo Templo todavía no había llegado. Todo esto enfriaba el entusiasmo de los constructores. Para animar al pueblo y terminar la obra del segundo templo, Dios envió a Ageo, cuyo servicio profético duro cerca de un año. El profeta Ageo trataba de convencer a la gente de continuar la construcción del templo: “Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no os quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed madera, y reedificad la casa; y pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho el Señor. Buscáis mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo. ¿Por qué? dice el Señor de los ejércitos. Por cuanto mi casa está desierta, y cada uno de vosotros corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos”(Ag. 1:6-10).
La Profecía de Ageo, compuesta de dos capítulos, contiene la promesa de la venida del Mesías a este nuevo Templo. Esta visita de Nuestro Señor al nuevo Templo, le dará mayor gloria que la gloria del primero, que estuvo adornado con tanta riqueza (Ag. 2:5-9).
Tropario tono 2, del común de santos Profetas
Celebramos la memoria del profeta Ageo, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.
Santa Teófana, reina milagrosa
Santa Teófana fue una emperatriz piadosa y virtuosa, muy alabada por los cronistas de su tiempo por su vida evangélica, su limosna y su piedad excepcional. Nació en Constantinopla, hija de Constantino Martinakios y su esposa Ana, quienes criaron a su hija con diligencia. Cuando estaba en edad de casarse, el emperador Basilio el Macedonio la eligió para ser la esposa de su hijo León el Sabio (886 – 912), con quien vivió en fidelidad matrimonial durante doce años.
La Santa Emperatriz Teófana y su esposo León fueron encarcelados durante tres años, porque León fue falsamente acusado de conspirar para asesinar a su padre, el emperador Basilio. Después de obtener su libertad, Teófana pasó su vida en oración y ayuno, luchando fervientemente por su salvación. Fue reconocida como santa y hacedora de milagros, incluso durante su vida, por las muchas buenas obras que realizó por amor al prójimo.
Aunque vivió en el mundo, renunció a todo lo mundano y se convirtió en benefactora de los pobres. También construyó iglesias y monasterios o restauró a los que necesitaban reparación. Fue una verdadera madre para sus súbditos, cuidando de las viudas y los huérfanos y consolando a los afligidos. Prefería vestir ropa sencilla para que no la reconocieran. Acompañada de dos sirvientes de confianza, visitaba los hogares de los pobres y los perseguidos, ofreciéndoles su ayuda. Su fe era tal que se la consideró digna del don de hacer milagros.
Santa Teófana falleció hacia el año 893-894. Incluso antes de su muerte, su marido comenzó a construir una iglesia con la intención de dedicarla a su memoria, pero ella se lo prohibió. Fue el emperador León quien decretó que el domingo después de Pentecostés se dedicara a Todos los Santos. Creyendo que su esposa era una de las justas, sabía que ella también sería honrada cada vez que se celebrara la Fiesta de Todos los Santos.
Tropario tono 4
Al preferir lo celestial con anhelo, * oh Teofana, anduviste tus días * en la tierra, de modo angélico; * por eso, te volviste digna * de los dones celestiales, * con las órdenes de ángeles y los coros de santos, * en presencia del Rey de todos. * A Él suplícale * que encontremos misericordia.