La colocación del venerable cinturón de la Santísima Theotokos en una iglesia del distrito Chalcoprateia de Constantinopla tuvo lugar durante el reinado del emperador Teodosio el Joven. Antes de esto, la santa reliquia, confiada al apóstol Tomás por la misma Madre de Dios, fue guardada por cristianos piadosos en Jerusalén después de Su Dormición. Durante el reinado del emperador León el Sabio (886-911), su esposa Zoe fue afligida por un espíritu inmundo y él oró para que Dios la sanara.

La emperatriz tuvo una visión de que sería curada de su enfermedad si le colocaban el cinturón de la Madre de Dios. Luego, el emperador pidió al Patriarca que abriera el cofre. El Patriarca quitó el sello y abrió el cofre en el que se guardaba la reliquia, y el Cinturón de la Madre de Dios apareció completamente íntegro y sin daños por el tiempo. El Patriarca colocó el Cinturón a la emperatriz enferma, e inmediatamente ésta fue liberada de su enfermedad. Cantaron himnos de acción de gracias a la Santísima Theotokos, luego volvieron a colocar el venerable Cinturón en el cofre y lo volvieron a cerrar.

En conmemoración del milagroso acontecimiento y de la doble Colocación del Venerable Cinturón, se estableció esta Fiesta de la Colocación del Venerable Cinturón de la Santísima Theotokos.

Tropario, tono 8

Madre de Dios, Siempre Virgen y refugio de la humanidad, * has otorgado a tu ciudad el vestido y el cinturón de tu cuerpo inmaculado como abrigo seguro, * que, por tu parto sin simiente, permanecieron incorruptibles, * porque en ti la naturaleza y el tiempo se renuevan. * Te suplicamos que otorgues la paz al mundo * y, a nuestras almas, la gran misericordia.

 

Hieromártir Cipriano de Cartago

 

El Hieromártir Cipriano, obispo de Cartago, nació hacia el año 200 en la ciudad de Cartago (Norte de África), donde desarrolló toda su vida y obra. Tascio Cipriano era hijo de un rico senador pagano y recibió una excelente educación secular convirtiéndose en un espléndido orador y profesor de retórica y filosofía en la escuela de Cartago. A menudo comparecía ante los tribunales para defender a sus conciudadanos.

Conoció los escritos del apologista Tertuliano y se convenció de la verdad del cristianismo. Fue ayudado por su amigo y guía, el presbítero Cecilio, quien le aseguró el poder de la gracia de Dios. A los 46 años, el pagano estudioso fue recibido en la comunidad cristiana como catecúmeno. Antes de aceptar el bautismo, distribuyó sus bienes entre los pobres y se instaló en la casa del presbítero Cecilio.

Dos años después de su bautismo, el santo fue ordenado sacerdote. Cuando murió el obispo Donato de Cartago, san Cipriano fue elegido obispo por unanimidad. Dio su consentimiento, habiendo cumplido la petición de su guía, y fue consagrado obispo de Cartago en el año 248.

El santo se preocupó ante todo por el bienestar de la Iglesia y la erradicación de los vicios entre el clero y el rebaño. La vida santa de este gran pastor, suscitó en todos, el deseo de imitar su piedad, humildad y sabiduría; y su fructífera actividad se conoció más allá de los límites de su diócesis. Los obispos de otras sedes acudían a menudo a él en busca de consejo sobre cómo abordar diversos asuntos.

Una persecución del emperador Decio (249-251), revelada al santo en una visión, le obligó a esconderse. Su vida era necesaria para su rebaño para el fortalecimiento de la fe y el coraje entre los perseguidos. Antes de abandonar su diócesis, el santo distribuyó los fondos de la iglesia entre todo el clero para ayudar a los necesitados y además envió otros fondos. Se mantuvo en constante contacto con los cristianos cartagineses a través de sus epístolas y escribió cartas a presbíteros, confesores y mártires.

Tiempo después volvió a Cartago, pero pronto se extendió una nueva persecución contra los cristianos bajo el emperador Valeriano (253-259), el procónsul cartaginés Paterno ordenó al santo ofrecer sacrificios a los ídolos. Él se negó rotundamente a hacer esto. También se negó a dar los nombres y direcciones de los presbíteros de la iglesia de Cartago. Enviaron al santo a la ciudad de Curubis, y el diácono Ponto siguió voluntariamente a su obispo al exilio.

En el juicio, san Cipriano se negó con calma y firmeza a ofrecer sacrificios a los ídolos y fue condenado a ser decapitado con una espada. Al escuchar la sentencia, san Cipriano dijo: “¡Gracias a Dios!” Todo el pueblo gritó a una voz: “¡Seamos decapitados también nosotros con él!”.

San Cipriano fue ejecutado en el año 258. El cuerpo del santo fue llevado por la noche y enterrado en una cripta privada del procurador Macrobio Candidiano.

San Cipriano de Cartago dejó a la Iglesia un legado precioso: sus escritos y 80 cartas. Las obras de San Cipriano fueron aceptadas por la Iglesia como modelo de confesión ortodoxa y leídas en dos Concilios Ecuménicos (Éfeso y Calcedonia).

Tropario, tono 4

Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Cipriano, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

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