1° Domingo de San Lucas

Jesús resucitado se aparece a los discípulos a orillas del mar

 
 

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 8

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Descendiste de las alturas, oh Piadoso,
y aceptaste el entierro de tres días para librarnos
de los sufrimientos. Vida
y Resurrección nuestra, oh Señor, gloria a ti

Condaquio

Tono 4

Oh Protectora de los cristianos indesairable;
Mediadora, ante el Creador, irrechazable:
no desprecies las súplicas de nosotros, pecadores,
sino acude a auxiliarnos, como bondadosa,
a los que te invocamos con fe.  Sé presta en intervenir y
apresúrate con la súplica, oh Madre de Dios,
que siempre proteges a los que te honran.

Lecturas Bíblicas

2ª Carta de San Pablo a Los Corintios (6:1-10)

Hermanos: Como cooperadores de Dios que somos, les exhortamos a que no reciban en vano la Gracia de Dios. Pues dice Él: En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé. He aquí ahora el momento favorable; he aquí ahora el día de salvación.
A nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que no se haga mofa del ministerio, antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de
Dios: con mucha paciencia en tribulaciones, necesidades, angustias; en azotes, cárceles, sediciones; en fatigas, desvelos, ayunos; en pureza, ciencia, longanimidad, bondad, en el Espíritu
Santo, en amor sincero, en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante las armas de la justicia, las de la derecha y las de la izquierda: por honra y por deshonra, por calumnia y por buena fama; considerados como impostores, siendo veraces; como desconocidos, aunque bien conocidos; como muertos, he aquí que vivimos; como castigados, pero no entregados a muerte; como afligidos, aunque siempre estamos alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque lo poseemos todo.

Evangelio según San Lucas (5: 1-11)

En aquel tiempo, estaba Jesús a la orilla del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno a Él para oír la palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Lleva la barca mar adentro, y echa tus redes para pescar.» Simón le respondió:«Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada; mas, en tu palabra, echaré las redes.» Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes estaban a punto de romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca paraque vinieran en su ayuda. Vinieron,pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al ver esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy hombre pecador.»Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, acausa de los peces que habían capturado, y lo mismo les sucedió a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.» Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, lo siguieron.

Mensaje Pastoral

Reclamos de la pesca milagrosa

El lugar es la orilla del lago de Genesaret. Jesús encuentra a unos pescadores que lavan sus redes, uno de ellos es Pedro; El Señor entra en una de las dosla_pesca_milagrosaa barcas y dice a Pedro: «Lleva la barca mar adentro, y echa tus redes para pescar.» Pedro contesta: «Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada; mas, (confiando) en tu palabra, echaré las redes.»

Hoy, a la palabra dulce del Señor, la tenemos en la Biblia: ¿Quién de nosotros confía en ella? ¿Quién es conciente de que es «palabra de vida», que ha de acompañarnos, sea cual sea la ocasión?

Simón y sus compañeros, cuando correspondieron al mandato del Señor, alcanzaron gran cantidad de peces; así que llamaron a los de la otra barca para que les ayudaran. Felipe también, uno de los discípulos, apenas encontró a Jesús el Mesías, se apresuró a llamar a su amigo Natanael (Jn 1: 46). ¿Has cosechado tú algún fruto de las palabras del Señor, para llamar a tus amigos a que participen contigo de la Gracia?

Las dos barcas se llenaron a tal grado que casi se hundían. Cuando Pedro lo vio, se postró ante el Señor y dijo: «Apártate de mí, Señor, que soy hombre pecador.» Se dio cuenta de la incompatibilidad de sus pecados con la pureza de Jesús, se advirtió de la distancia entre su propia indignidad y la abundancia de la misericordia del Señor. ¿Quién de nosotros ha sido tan tajante en asimilar que no se trata de hacer convivir nuestros pecados con algunas ideas o ética cristianas? Nuestra religiosidad light no quiere detenerse de pedir, exigir y reclamar a Dios peces, grandes y pequeños, sin importarle que estemos en su Presencia. De tal manera los israelitas, en el Antiguo Testamento, reclamaban a Moisés y murmuraban contra su Dios: «¿Qué vamos a beber? ¿Qué vamos a comer?», en vez de bendecirlo por todo lo que les había hecho cuando los sacó de Egipto, y de llorar la pequeñez de su comportamiento ante la ternura de Dios para con su pueblo. No así Pedro. Él valoró y se prosternó.

El asombro se había apoderado de él (Pedro) y de cuantos con él estaban: La penitencia provoca también una admiración parecida; de hecho, admirar la belleza de Dios, su amor y su cercanía a nosotros forman la parte esencial de nuestra postración penitencial. San Teófano el Recluso dice: «Mientras la habitación esté inmersa en la oscuridad, jamás advertiremos su inmundicia; pero en cuanto sea iluminada con una luz vigorosa, podremos ver hasta el grano de polvo más minúsculo. Lo mismo pasa en la habitación de nuestra vida, la luz de Cristo que penetra en ella nos hace percibir de un modo verdadero nuestro pecado personal.»

A Pedro, purificado por su confesión, el Señor le dice: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.» Como si le dijera: «Como yo te he atraído a ti, tú atraparás a muchos… No temas el ambiente pecaminoso que te rodee: eres enviado de parte del Señor: Él te dará fuerza, paz y compasión para que conquistes al alma necesitada, y la atraigas a la presencia del Cristo, y quede admirada.»

Cuando los discípulos llegaron a tierra, dejándolo todo, lo siguieron. ¿Qué son las redes, y qué las barcas, ante la belleza y la luz de este Hombre? Y tú, oh alma, ¿acaso todavía sigues cautivada en las redes de tus deseos y vanagloria, o quieres ser capturada por Cristo,  pescador de hombres?

Nuestra  Fe y Tradición

Cantamos Himnos de Alabanza

Sabemos que cuando estamos felices o pasándola bien nos gusta cantar. Y es por eso que durante la Divina Liturgia cantamos himnos.

Fieles-de-Europa-oriental-y-ca_54085678378_342_226Las canciones que cantamos se llaman Himnos de Alabanza. Cuando una persona es muy agradable o buena la alabamos. Lo mismo hacemos con Dios. En nuestras canciones, le decimos a Dios cuan maravilloso es y le agradecemos todo lo que ha hecho por nosotros.

Las primeras canciones (o himnos) que cantamos durante la Divina Liturgia se llaman Antífonas. “La antífona” es un canto hecho por dos diferentes coros que se alternan;  así se hacia antiguamente. Sin embargo, hoy día, la mayoría de nuestras Iglesias tienen un solo coro, pero estas canciones aun llevan su antiguo nombre.

En nuestras Iglesias, la Primera Antífona comienza:

“Por las oraciones de la Madre de Dios, oh salvador,  Sálvanos”

En otros Iglesias, donde siguen las costumbres eslavas, la Antífonas se toman de la Biblia, del Libro de los “Salmos” como por ejemplo:

“Bendice, alma mía al Señor. Bendito eres Tú, oh Señor.”

Sentencias de los Padres del Desierto

  • Dijo el Padre Antonio: “Vi tendidas sobre la Tierra todas las redes del Maligno, y dije gimiendo:- ¿quién podrá escapar de ellas?. Y oí una voz que me dijo: – La humildad.
  • Dijo un hermano al Padre Antonio: “Ora por mí”. El anciano le dice: “no puedo hacer nada por tí, ni siquiera Dios, si no te comprometes tú mismo a orar a Dios”.
  • Decía el Padre Agatón: “Un hombre irascible, aunque hiciera resucitar a los muertos, no sería un hombre de Dios”.

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Padre Juan R. Méndez ()

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