En el séptimo domingo de Pascua, conmemoramos a los santos Padres portadores de Dios del Primer Concilio Ecuménico.

La Conmemoración del Primer Concilio Ecuménico ha sido celebrada por la Iglesia de Cristo desde la antigüedad. Nuestro Señor Jesucristo dejó a la Iglesia una gran promesa: «Edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt. 16:18). Aunque la Iglesia de Cristo en la tierra atravesará difíciles luchas contra el Enemigo de la salvación, saldrá victoriosa. Los santos mártires dieron testimonio de la verdad de las palabras del Salvador, soportando el sufrimiento y la muerte por confesar a Cristo, pero la espada del perseguidor fue destrozada por la Cruz de Cristo.

La persecución de los cristianos cesó durante el siglo IV, pero surgieron herejías dentro de la propia Iglesia. Una de las más perniciosas fue el arrianismo. Arrio, sacerdote de Alejandría, era un hombre de inmenso orgullo y ambición. Al negar la naturaleza divina de Jesucristo y su igualdad con Dios Padre, Arrio enseñó falsamente que el Salvador no es consustancial con el Padre, sino solo un ser creado.

Un Concilio local, presidido por el patriarca Alejandro de Alejandría, condenó las falsas enseñanzas de Arrio. Sin embargo, Arrio no se sometió a la autoridad de la Iglesia. Escribió a numerosos obispos denunciando los decretos del Concilio local. Difundió sus falsas enseñanzas por todo Oriente, recibiendo el apoyo de algunos obispos orientales.

Investigando estas disensiones, el santo emperador Constantino (21 de mayo) consultó al obispo Osio de Córdoba (27 de agosto), quien le aseguró que la herejía de Arrio iba dirigida contra el dogma más fundamental de la Iglesia de Cristo, por lo que decidió convocar un Concilio Ecuménico. En el año 325, 318 obispos representantes de iglesias cristianas de diversos países se reunieron en Nicea.

Entre los obispos reunidos se encontraban numerosos confesores que habían sufrido durante las persecuciones y que llevaban las marcas de la tortura en sus cuerpos. También participaron en el Concilio varias grandes figuras de la Iglesia: San Nicolás, arzobispo de Mira en Licia (6 de diciembre y 9 de mayo), San Espiridón, obispo de Trimithos (12 de diciembre), y otros venerados por la Iglesia como santos Padres.

Con el patriarca Alejandro de Alejandría llegó su diácono, Atanasio [quien posteriormente se convirtió en patriarca de Alejandría (2 de mayo y 18 de enero)]. Se le llama «el Grande», por ser un ferviente defensor de la pureza de la ortodoxia. En la Sexta Oda del Canon de la festividad de hoy, se le menciona como «el decimotercer apóstol».

El emperador Constantino presidió las sesiones del Concilio. En su discurso, respondiendo a la bienvenida del obispo Eusebio de Cesarea, dijo: «Dios me ha ayudado a vencer el poder impío de los perseguidores, pero más angustioso para mí que cualquier sangre derramada en batalla para un soldado, es la lucha interna en la Iglesia de Dios, pues es más ruinosa».

Arrio, con diecisiete obispos entre sus partidarios, se mantuvo arrogante, pero su enseñanza fue repudiada y fue excomulgado de la Iglesia. En su discurso, el santo diácono Atanasio refutó de forma concluyente las opiniones blasfemas de Arrio. El heresiarca Arrio es representado en la iconografía sentado sobre las rodillas de Satanás, o en la boca de la Bestia del Abismo (Apocalipsis 13).

Los Padres del Concilio rechazaron aceptar un Símbolo de Fe (Credo) propuesto por los arrianos. En su lugar, afirmaron el Símbolo Ortodoxo de la Fe. San Constantino solicitó al Concilio que insertara en el texto del Símbolo de la Fe la palabra «consustancial», que había escuchado en los discursos de los obispos. Los Padres del Concilio aceptaron esta sugerencia por unanimidad.

En el Credo de Nicea, los santos Padres expusieron y confirmaron las enseñanzas apostólicas sobre la naturaleza divina de Cristo. La herejía de Arrio fue expuesta y repudiada como un error de la razón altiva. Tras resolver esta importante cuestión dogmática, el Concilio también emitió Doce Cánones sobre cuestiones de administración y disciplina eclesiástica. También se decidió la fecha para la celebración de la Santa Pascua. Por decisión del Concilio, los cristianos no debían celebrar la Santa Pascua el mismo día que la Pascua judía, sino el primer domingo después de la primera luna llena del equinoccio de primavera.

Tropario de los santos Padres, tono 8

¡Glorificado eres Tú, oh Cristo Dios nuestro, * que cimentaste a los santos padres en la tierra * como astros, * por los cuales nos dirigiste a la verdadera fe! * ¡Misericordioso, gloria a ti!

San Justino el Filósofo

 

Justino nació de padres griegos en el poblado samaritano de Siquem, llamado Nablo, ciento cinco años después de Cristo. Justino buscó sabiduría celosamente entre los filósofos, al principio con los estoicos y luego con los peripatéticos, los pitagóricos, y finalmente con los platónicos. Aunque la filosofía de Platón no le satisfacía, aun así se adhirió a ella, no hallando otra cosa que le atrajese más. Por la providencia de Dios, un venerable anciano se encontró con Justino y le confundió con respecto a la filosofía platónica y le persuadió de que el ser humano no puede conocer la verdad acerca de Dios a no ser que Dios se la revele, y que Dios reveló la verdad acerca de sí mismo en los libros de las Sagradas Escrituras. Justino comenzó a leer las Escrituras y se convirtió en un cristiano profundamente convencido. Sin embargo, no quería ser bautizado ni ser llamado cristiano hasta no estar personalmente convencido de la falsedad de todas las acusaciones que los paganos levantaban contra los cristianos. Llegando a Roma con su toga de filósofo, rápidamente ganó mucho respeto allí, además de discípulos. Estuvo presente en el martirio de san Tolomeo y san Luciano. Siendo testigo de la tortura de cristianos inocentes, Justino escribió una apología de los cristianos y de las enseñanzas cristianas, la cual presentó al emperador Antonino y al Senado. El Emperador leyó la apología cuidadosamente, y ordenó que cesara la persecución de cristianos. Justino tomo una copia del decreto del Emperador y viajó con él a Asia, donde salvó a muchos cristianos perseguidos con la ayuda de este decreto. Después de esto regresó a Roma. Cuando una nueva persecución comenzó bajo el emperador Marco Aurelio, Justino escribió otra apología y la envió al Emperador.

Un cierto Crescencio, un filósofo cínico de mala reputación, lo acusó de ser cristiano por envidia, ya que Justino siempre lo vencía en todos los debates; así Justino se halló en prisión. Deseando la muerte de Justino y temiendo que este se justificase de algún modo en la corte, Crescencio tomo una oportunidad y de algún modo envenenó a Justino en la prisión. Así terminó la vida terrenal de este gran defensor de la fe cristiana, que tomó habitación en la eternidad bienaventurada en el 166 d. C.

Tropario tono 4

Resplandeciste con la filosofía, * te revelaste cual exégeta fino * de la ciencia divina sin miedo a combatir * a los adversarios malos, confesando, oh sabio,* junto con los mártires, la verdad por la lucha. * Con ellos ruega siempre al Señor, * Justino mártir, que salve nuestras almas

 

El nuevo confesor Justino Popovich

 

Justin Popovich [que significa hijo de un sacerdote] nació en la festividad de la Anunciación de 1894, en Serbia, en una familia de sacerdotes. Perteneció a la séptima generación de sacerdotes por parte de su padre. Comenzó a leer las Escrituras desde muy joven y, de adulto, llevaba consigo un Nuevo Testamento, leyendo tres capítulos cada día. Estudió en el Seminario de San Sava en Belgrado. En 1914, completó el programa de seminario de nueve años. Deseaba convertirse en monje, pero pospuso su ingreso en las filas monásticas debido al estallido de la Primera Guerra Mundial y a la mala salud de sus padres. Pasó los años de la guerra cuidando de sus padres y sirviendo como enfermero.

En 1915 fue tonsurado monje con el nombre de Justin, en honor a San Justino el Filósofo. Poco después, viajó a Petrogrado, Rusia, para estudiar en el seminario. Allí adquirió un profundo conocimiento directo de la tradición ascética rusa y un amor permanente por la espiritualidad rusa, especialmente la del pueblo llano. Justin asistió a la Universidad de Oxford de 1916 a 1919, donde escribió una tesis doctoral.

Tras un breve regreso a Belgrado, ingresó en la Escuela de Teología Ortodoxa Griega de Atenas. Al igual que en Rusia, dedicó su tiempo allí no solo a estudiar, sino a empaparse de la espiritualidad ortodoxa del pueblo griego. Fue ordenado diaconado durante su estancia en Grecia, y luego sacerdote tras regresar a Belgrado en 1922.

La predicación, los escritos y el consejo espiritual del padre Justin se hicieron conocidos en todo su país. En 1931 fue enviado a Checoslovaquia para ayudar a reorganizar la Iglesia allí. Consciente de la urgente necesidad del pueblo de una exposición clara de la fe en su propio idioma, comenzó en 1932 su obra en tres volúmenes, Dogmas de la Iglesia Ortodoxa. El primer volumen tuvo tan buena acogida que el padre Justino fue nombrado profesor de Dogmática en el Seminario de San Sava, donde permaneció hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, completando los Dogmas y otros libros. El nuevo régimen comunista ateo lo expulsó del sistema universitario, y desde entonces residió en varios monasterios serbios.

En 1948 ingresó en el Monasterio de Chelije, donde permaneció hasta su fallecimiento en 1979. Se convirtió en Archimandrita y líder espiritual del Monasterio. Fue durante este período que se convirtió en una gran figura de la ortodoxia: fieles devotos de toda Yugoslavia, de Grecia y de todo el mundo viajaban a Chelije para escuchar la predicación de san Justino y buscar su consejo.

San Justino falleció en paz en 1979 a la edad de 85 años, en la festividad de la Anunciación, fecha de su nacimiento. Desde su reposo, se han presenciado numerosos milagros en su tumba: curaciones, destellos de luz sobrenatural provenientes de su tumba y conversiones de incrédulos gracias a sus oraciones. Sus numerosos escritos son cada vez más reconocidos como una fuente de pura enseñanza ortodoxa en medio de nuestros tiempos oscuros.

Fue glorificado por el Santo Sínodo del Patriarcado de Serbia el 2 de mayo de 2010.

Tropario, tono 8

Oh perla de la ortodoxia, exquisita y fina, * depositada en los corazones de los fieles, como tesoro valiosísimo, * te has mostrado en tu vida y tus virtudes cual un libro vivo del Espíritu. * Justino, en Dios, sabio, intercede sin cesar por la salvación de los que te honran.

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