El primer gran luchador contra el arrianismo fue San Atanasio El Grande (293-373).
Provisto de dones fuera de lo común, San Atanasio recibió su educación bajo la dirección de los arzobispos de Alejandría, Pedro y Alejandro. San Antonio el Grande, influyó mucho sobre San Atanasio, el cual relató su vida.
Con gran celo estudio las Sagradas Escrituras, las obras de los primeros escritores religiosos, y los antiguos clásicos, y se le confió en esa época, el importante e influyente, cargo de archidiácono del Patriarca Alejandro y fue su celoso ayudante en las primeras luchas contra la herejía arriana. Al acompañarlo al primer Concilio Ecuménico, llamó sobre sí la atención de todos: sobresalió por su fuerza de elocuencia y nadie se opuso a Arrio tan fuertemente como él.
No había pasado un año cuando el joven archidiácono Atanasio fue elevado a la cátedra arzobispal de Alejandría. A pesar de su temprana edad (28 años) el arzobispo Atanasio, tomó en sus manos con firmeza la dirección otorgada de esta gran localidad: visitó las Iglesias de sus alrededores y monasterios, se acercó a sus obispos, ordenó a Frumencio, obispo de Abisinia para el fortalecimiento de la Iglesia, visitó monasterios diseminados ampliamente por Tebas y en otras regiones de Egipto y se reunió de nuevo con san Antonio el educador de su juventud.
Enérgico y amable, inflexible con lo verdadero y benévolo con los extraviados, poseedor de un tacto extraordinario para tratar con personas de profunda sagacidad mental, el arzobispo Atanasio, con una educación múltiple, consiguió enseguida el respeto y el afecto de todos. Pero la época de paz de su actividad pastoral se mantuvo no más de dos años, después de ello comienza para él una serie de pruebas y desgracias. Los seguidores de Arrio, encabezados por el obispo Eusebio de Nicomedia cercano a la corte imperial y amigo de Arrio, desde la escuela de Antioquía, trataban por todos los medios hacer volver a Arrio a la Iglesia, también supieron predisponer a su favor a Constancia hermana del Emperador Constantino y con su ayuda también al emperador. Estaban decididos a hacer volver a Arrio de su destierro-, como si estuviese arrepentido de sus extravíos-y que el arzobispo de Alejandría lo recibiera en comunión con la Iglesia
Al comprender San Atanasio la viveza y la hipocresía (simulación) de los falsos maestros, se negó a recibir al heresiarca, el cual no reconocía la naturaleza divina de Nuestro Señor Jesucristo. Desde ese momento comenzó la persecución del confesor de Cristo, y se inventaron contra él, las peores calumnias. Lo culpaban de haber recaudado ganancias injustas de la Iglesia, de mantener relaciones con los enemigos del imperio, decían, que había matado a un obispo de nombre Arsenio, y que utilizaba para hacer brujería, la mano que le había cortado. Se encontraron personas que creyeron esas absurdas mentiras, por lo que, San Atanasio tuvo que defenderse en un juicio. Aquí los enemigos de San Atanasio mostraban la mano, como si se la hubiesen encontrado. Pero para vergüenza de ellos se presentó en el juicio el mismo Arsenio. Ante una señal, él entro y mostró sus manos, las que le dio el Señor. Ante ello los enemigos de san Atanasio se pusieron furiosos, se abalanzaron sobre él, y casi lo ahorcan.
Hubo un tiempo en el cual los celosos coparticipes de san Atanasio, en la lucha contra los arrianos, Osios obispo de Córdoba, el papa Liberio de Roma, semejantes a él por haber sido encerrados y separados de sus cátedras, dudaron en su firmeza y aceptaron concesiones frente los arrianos. Solamente san Atanasio quedó como guía inquebrantable de los ortodoxos en la lucha contra los herejes. Durante sus casi cincuenta años de santos servicios, fue expulsado cinco veces de Alejandría, cerca de veinte años estuvo desterrado y preso, hasta los últimos momentos de su vida luchó contra los herejes y celosamente trató de restablecer la paz y la unidad de pensamiento en la Iglesia. El valiente arzobispo falleció a los 75 años.
Tropario, tono 3
Tus doctrinas justas te mostraron * firme y gran pilar de la Iglesia.* Al enseñar, pues, Atanasio, la recta fe *de que el Hijo es de la misma esencia del Padre, * refutaste así la herejía de Arrio. * Intercede ante Cristo Dios, oh justo padre, * para que nos otorgue la gran misericordia.