Los santos mártires Pedro, Dionisio y Cristina; junto con Andrés y Pablo sufrieron bajo el emperador Decio (249-251). Pedro sufrió en la ciudad de Lampsaka. Llevado a juicio ante el prefecto Optimines, confesó valientemente su fe en Cristo.
Intentaron obligar al joven a negar al Señor y adorar a la diosa Venus. El mártir se negó, declarando en público que un cristiano no se inclinaría ante el ídolo de una mujer lujuriosa.
San Pedro fue sometido a feroces torturas, pero las soportó con valentía, dando gracias a nuestro Señor Jesucristo por su ayuda omnipotente. Luego fue decapitado.
Dionisio, Nikómaco y dos soldados, Andrés y Pablo, que habían sido trasladados desde Mesopotamia, fueron llevados a juicio. Todos confesaron su fe en Cristo y se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos, por lo que fueron torturados. Para gran pesar de todos los cristianos, Nikómaco no perseveró. Negó al Señor Jesucristo y entró en un templo pagano para ofrecer un sacrificio. Cayó en un terrible frenesí y murió echando espuma por la boca, arrancándose la piel del cuerpo con los dientes.
A la mañana siguiente, los santos Dionisio, Andrés y Pablo fueron llevados de nuevo ante el prefecto. Por confesar su fe en Cristo, fueron entregados a los paganos para ser ejecutados. Ataron a los santos por los pies, los arrastraron al lugar de la ejecución y los apedrearon hasta la muerte.
Santa Cristina presenció el juicio de Dionisio, Nikómaco, Andrés y Pablo, y todo lo que sucedió. Cristina, de dieciséis años, gritó: “¡Nicómaco, maldito y perdido! ¡En lugar de soportar el dolor una sola hora, te has hecho merecedor del tormento eterno!”. El prefecto ordenó apresar a la santa virgen. Al enterarse de que era cristiana, la entregó a hombres disolutos para su placer.
Un ángel se apareció en la casa donde habían llevado a la santa virgen. Aterrados por su terrible rostro, los hombres imploraron entre lágrimas el perdón de la santa virgen y le pidieron que rezara para que el castigo del Señor no les sobreviniera. Fue entonces decapitada por orden del prefecto.
Tropario, tono 4 del común de Santos Mártires
Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.