El quinto domingo, a las puertas de la última semana de la Gran Cuaresma la santa Iglesia pone ante nuestros ojos la memoria de nuestra madre santa María de Egipto, que hemos celebrado el 1 de abril, como modelo de verdadera conversión y penitencia, que nos anima con su ejemplo e intercesión en nuestra lucha cuaresmal contra las pasiones enemigas de nuestra alma. Por sus intercesiones, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro, ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén
Tropario, tono 8
En ti fue conservada la imagen de Dios fielmente, oh justa María, * pues tomando la cruz seguiste a Cristo * y, practicando, enseñaste a despreocuparse de la carne, * que es efímera, * y a cuidar, en cambio, el alma inmortal. * Por eso hoy tu espíritu se regocija junto con los ángeles.
San Eutiquio, patriarca de Constantinopla
San Eutiquio nació en un pueblo llamado “Divino” en la provincia de Frigia. Su padre, Alejandro, era militar y su madre, Sinesia, hija del sacerdote Hesiquio de Augustópolis de quien san Eutiquio recibió la educación primaria además de una formación cristiana.
Una vez, mientras jugaba a un juego infantil, el niño escribió su propio nombre junto al título de Patriarca. Con esto parecía predecir su futuro servicio. Fue enviado a Constantinopla a la edad de doce años para continuar su educación. El joven perseveró en el estudio de la ciencia y se dio cuenta de que la sabiduría humana no es nada en comparación con el estudio de la Revelación divina. Por lo tanto, decidió dedicarse a la vida monástica. San Eutiquio se retiró a uno de los monasterios de Amaseo y recibió el esquema angélico. Por su vida estricta fue nombrado archimandrita de todos los monasterios de Amaseo y en 552 fue designado para el trono patriarcal.
Cuando se preparaba el Quinto Concilio Ecuménico durante el reinado del santo emperador Justiniano (527-565), el Metropolitano de Amaseo estaba enfermo y envió a San Eutiquio en su lugar. En Constantinopla, el anciano Patriarca San Menas (25 de agosto) vio a san Eutiquio y predijo que él sería el próximo Patriarca. Después de la muerte del santo Patriarca Menas, el Apóstol Pedro se apareció en una visión al emperador Justiniano y, señalando con su mano a Eutiquio, dijo: “Que sea nombrado tu obispo”.
Al comienzo mismo de su servicio patriarcal, san Eutiquio convocó el Quinto Concilio Ecuménico (553), en el que los Padres condenaron las herejías que surgían y las anatematizaron. Sin embargo, después de varios años surgió en la Iglesia una nueva herejía: el Aftartodocetismo o “imperecebilidad”, que enseñaba que la carne de Cristo, antes de Su muerte en la Cruz y Resurrección, era imperecedera e incapaz de sufrir.
San Eutiquio denunció vigorosamente esta herejía, pero el propio emperador Justiniano se inclinó hacia ella y dirigió su ira contra el santo. Por orden del emperador, los soldados capturaron al santo en la iglesia, le quitaron sus vestimentas patriarcales y lo enviaron al exilio a un monasterio de Amaseo (565).
El santo soportó su destierro con mansedumbre y vivió en el monasterio en ayuno y oración, y realizó muchos milagros y curaciones.
Durante la invasión persa de Amase y su devastación generalizada, distribuyeron grano a los hambrientos de los graneros del monasterio por orden del santo, y por sus oraciones, las reservas de grano del monasterio no se agotaron.
Después de la muerte del santo patriarca Juan Escolástico, san Eutiquio regresó a la cátedra en 577 después de su exilio de doce años, y nuevamente gobernó sabiamente su rebaño.
Cuatro años y medio después de su regreso al trono patriarcal, en 582, san Eutiquio reunió a todo su clero el domingo de Tomás, los bendijo y durmió pacíficamente en el Señor.
Tono 4, del común de Santos Jerarcas
La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas * y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo padre Eutiquio, * intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!