San Máximo nació en Constantinopla en una noble familia y recibió una muy buena educación. Él se encontraba entre los consejeros del emperador Heraclio (años 610-641). Ante la difusión de la herejía de los monofisitas que negaban la voluntad humana del Señor Jesucristo, con lo que disminuían el significado de sus sufrimientos en la Cruz, aun Él dejó su palacio e ingresó en el monasterio Cristopolsky, donde san Máximo fue el abad.

Siendo teólogo, profundo pensador y un riguroso defensor de la Ortodoxia, Máximo demostraba exitosamente lo erróneo de la herejía monofisita que aseguraba que la naturaleza humana de Jesús había sido absorbida y destruida por la naturaleza Divina. Por eso, Máximo, fue muchas veces objeto de persecuciones por parte de los enemigos de la Iglesia. Los argumentos de San Máximo a favor de la Ortodoxia fueron tan concluyentes que después de un debate público con el patriarca monofisita de Constantinopla, llamado Pirro, este último renunció a la herejía en el año 645.

Varias veces fue deportado y nuevamente llamado a Constantinopla. Muchas veces las exhortaciones y las promesas de los herejes se convertían en amenazas, vejaciones y golpizas a san Máximo. Pero él quedaba firme en sus convicciones religiosas. Por último, le cortaron el brazo derecho y la lengua para que ni con la palabra ni por escrito pudiera proclamar y defender la verdad. Luego lo enviaron en reclusión al Cáucaso en Lasov (una región en Mingrelia) donde falleció el 13 de agosto del año 662, sabiendo de antemano el día de su muerte.

San Máximo escribió muchas obras teológicas en defensa de la Ortodoxia. Especialmente representan un gran valor sus prédicas sobre la vida espiritual y contemplativa, algunas de las cuales entraron en una colección de sermones de los Santos Padres sobre la vida de los ascetas. En estas devotas prédicas se revela la profundidad espiritual y la agudeza del pensamiento de san Máximo. También llegó a nosotros su explicación de la Liturgia, que tiene un gran significado teológico.

Tropario, tono 3

Dulce manantial por la Iglesia, * que en el Santo Espíritu abundas * con doctrinas insondables y trascendentes; * pues, admirado por el vaciamiento del Verbo, *resplandeciste en la batalla de tu confesión de fe. * Padre Máximo, suplícale a Cristo Dios * que nos otorgue la gran misericordia.

Santo Mártir Neófito

 

El santo mártir Neófito, oriundo de la ciudad de Nicea, en Bitinia, fue criado por sus padres en una estricta piedad cristiana. Por su virtud, templanza e incesante oración, agradó a Dios glorificar a San Neófito con el don de hacer milagros, ¡cuando el santo era todavía un niño!

Como Moisés, el santo joven hizo brotar agua de una piedra de la muralla de la ciudad y la dio a los sedientos. En respuesta a la oración de la madre de San Neófito, pidiendo que se le revelara la voluntad de Dios sobre su hijo, una paloma blanca apareció milagrosamente y le indicó el camino que debía seguir. El santo fue sacado de la casa de sus padres por esta paloma y llevado a una cueva en el monte Olimpo, que servía de guarida de leones. Se dice que expulsó al león de la cueva para poder vivir allí. El santo permaneció allí desde los nueve años hasta los quince, saliendo de allí solo una vez para enterrar a sus padres y distribuir sus bienes entre los pobres.

Durante la persecución de Diocleciano (284-305), fue a Nicea y comenzó a denunciar con valentía la impiedad de la fe pagana. Los perseguidores enfurecidos colgaron al santo de un árbol, lo azotaron con correas de buey y le rasparon el cuerpo con garras de hierro. Luego lo arrojaron a un horno al rojo vivo, pero el santo mártir salió ileso y pasó tres días y tres noches en él. Los torturadores, no sabiendo qué más hacer con él, decidieron matarlo. Uno de los paganos lo atravesó con una espada (algunos dicen que era una lanza), y el santo partió hacia el Señor a la edad de dieciséis años.

Tropario tono 4, del común de Santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

About the Author

Santoral Santoral ()

Compartir
Compartir