El Hieromártir Clemente nació en la ciudad gálata de Ancira en el año 258, de padre pagano y madre cristiana. Perdió a su padre cuando era un bebé, y a su madre cuando tenía doce años. Ella le predijo que moriría como mártir por su fe en Cristo.
Una mujer llamada Sofía lo adoptó y lo crió en el temor de Dios. Durante una terrible hambruna en Galacia, varios paganos echaron a la calle a sus propios hijos, al no tener medios para alimentarlos. Sofía acogió a estos desdichados, los alimentó y los vistió. San Clemente la ayudó en esto. Enseñó a los niños y los preparó para el bautismo. Muchos de ellos murieron como mártires por Cristo.
San Clemente fue nombrado lector y más tarde diácono. A los dieciocho años fue ordenado sacerdote y a los veinte fue consagrado obispo de Ancira. Poco después estalló la persecución contra los cristianos bajo Diocleciano (284-305).
El obispo Clemente fue denunciado como cristiano y arrestado. Domiciano, gobernador de Galacia, intentó obligar al santo a adorar a los dioses paganos, pero San Clemente confesó firmemente su fe y resistió valientemente todas las torturas.
Lo colgaron de un árbol y rastrillaron su cuerpo con afilados instrumentos de hierro para que se pudieran ver sus entrañas. Le aplastaron la boca con piedras y lo hicieron girar en una rueda y lo quemaron a fuego lento. El Señor salvó a su paciente y curó su cuerpo lacerado.
Luego Domiciano envió al santo a Roma al propio emperador Diocleciano, con un informe de que el obispo Clemente había sido ferozmente torturado, pero se había mostrado inflexible. Diocleciano, al ver al mártir completamente sano, no creyó la noticia y lo sometió a torturas aún más crueles, y luego lo encerró en prisión.
El 5 de noviembre, san Agatángelo fue decapitado a espada. Los cristianos de Ancira liberaron a san Clemente de la prisión y lo llevaron a una iglesia rupestre. Allí, después de celebrar la liturgia, el santo anunció a los fieles el inminente fin de la persecución y su propio martirio. El 23 de enero, el santo jerarca fue asesinado por soldados de la ciudad, que asaltaron la iglesia. El santo fue decapitado mientras se encontraba ante el altar y ofrecía el sacrificio incruento. Dos diáconos, Cristóbal y Caritón, fueron decapitados con él, pero nadie más resultó herido.
Tropario, tono 4
Vid de justicia y ramo de disciplina, * flor sagrada y fruto dulce, * así brotaste como un don de Dios a los fieles, oh santísimo. * Por ser partícipe de los mártires en su lucha * y de los jerarcas en la sede, * intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas.