Santa Anisia nació en la ciudad de Salónica, en Grecia, a fines del siglo III. Sus padres eran gente buena, de gran fortuna y muy devotos. Educaron a Anisia en la fe cristiana, pero Anisia quedó huérfana a temprana edad y quedó como única heredera de muchos esclavos, tierras, oro y joyas.
Según la orden del emperador Maximiano (años 284-305) que todos los cristianos, que no abjuraban de Cristo y no hacían sacrificios a los ídolos paganos, se les podría ejecutar. Cualquiera podría matar a un cristiano impunemente. Sabiendo que a los ricos les es difícil entrar al Reino Celestial, santa Anisia liberó a sus esclavos, vendió sus estancias y empezó a ayudar a los necesitados: viudas, huérfanos, mendigos y los encarcelados. Y no solamente ayudaba con plata, ella cuidaba a los enfermos, hacia los vendajes a los martirizados y consolaba a los afligidos. Cuando se terminaron todos sus recursos, empezó a vivir en la pobreza y empezó a trabajar para cubrir sus necesidades. Sin embargo, ella seguía visitando a los encarcelados y consolaba a los afligidos.
Una vez, yendo a la oración comunitaria, santa Anisia vio una gran cantidad de gente que se apuraba para entrar a un templo pagano, para festejar al dios pagano de sol. Apartándose de la ruidosa muchedumbre, siguió su camino para llegar al lugar de la oración. Pero, repentinamente uno de los guerreros se fijó en ella y le preguntó quién es y a donde va. Ella contestó humildemente: “Soy esclava de Cristo y voy a mi iglesia.” El guerrero agarró brutalmente a la santa y quiso llevarla por la fuerza al templo pagano para obligarla a hacer la ofrenda al ídolo. Santa Anisia se pudo liberar de las manos del guerrero con las palabras: “Que el Señor Jesucristo te lo prohíba.” Al escuchar el santísimo, pero para él odioso nombre de Cristo, el brutal pagano la golpeo con la espada. Santa Anisia cayó sobre la tierra, cubierta de sangre. Así, la joven entregó su pura alma en las manos de Cristo. Los cristianos sepultaron el cuerpo de la santa mártir cerca de la puerta de la ciudad de Salónica.
Los textos e himnos litúrgicos de santa Anisia, mencionan también a santa Melania la Joven que se celebra el 31 de diciembre, debido a que ese día siendo la despedida de la fiesta de Navidad, todos los himnos son los propios de la fiesta.
Tropario, tono 4
Como una lámpara doblemente brillante, de luz verdaderamente mística iluminan a la Iglesia como un faro alto: Tú con rayos de gloria de mártir, Oh Anisia; Tú con rayos de grandes obras ascéticas, oh Melania. Ahora, juntas, ustedes son honradas por Cristo su Novio por sus tribulaciones en Su Nombre.
Tropario tono 4, del común de santas Vírgenes y Mártires
Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti». * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Anisia, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.