El domingo que cae en o inmediatamente después del vigésimo sexto de este mes, hacemos la conmemoración de los santos José, el prometido de la Virgen; David, el profeta y rey; y Santiago, el hermano del Señor. Cuando no hay domingo dentro de este período, celebramos esta conmemoración el 26, junto con la Sinaxis de la Madre de Dios.

San José era el hijo de Jacob, y el yerno, y por lo tanto, el hijo, de Eli (que también se llamaba Eliakim o Joachim), que era el padre de María la Virgen (Mateo 1:16; Lucas 3:23). Era de la tribu de Judá, de la familia de David, habitante de Nazaret, carpintero de Trade, y tenía una edad avanzada cuando, por la buena voluntad de Dios, recibió en compromiso a la Virgen, para poder colaborar con el gran misterio de la dispensación de Dios en la carne al protegerla, mantenerla y ser conocida como su esposo para que ella, siendo virgen, no sufriera reproches cuando se descubriera que estaba en cinta.

Según una tradición, José había enviudado antes de su compromiso con nuestra Señora; los que son llamados “hermanos y hermanas” de Jesús (Mateo 13: 55-56) son los hijos de José en su primer matrimonio. De las Escrituras, sabemos que San José vivió al menos hasta el año doce después del nacimiento de Cristo (Lucas 2: 41-52); Según la tradición de los Padres, él reposó antes del comienzo del ministerio público de Cristo.

Celebramos también al santo rey David, el gran Profeta después de Moisés, quien surgió de la tribu de Judá. Era hijo de Jesé, y nació en Belén (de donde se llama la Ciudad de David), en el año 1085 antes de Cristo. Cuando aún era un joven, por orden de Dios fue ungido secretamente por el Profeta Samuel para ser el segundo Rey de los israelitas, mientras que Saúl, que ya había sido privado de la gracia divina, todavía vivía. reinó durante cuarenta años. Habiendo vivido setenta años, reposó en 1015 antes de Cristo, y proclamó de antemano que su hijo Salomón sería el sucesor del trono.

El nombre David significa “amado”. Su melodioso Salterio es la base de todos los servicios de la Iglesia; No hay un solo servicio que no esté lleno de salmos y versículos sálmicos.

En cuanto a Santiago, el Hermano del Señor, es el menor de los hijos de san José a los que hicimos alusión arriba. Su memoria como Apóstol y primer obispo de Jerusalén, se celebra también el 23 de octubre.

Tropario, tono 2

José, anuncia a David, progenitor de Dios, * los prodigios asombrosos, * tú que, al contemplar a la Virgen que concibió, * con los pastores glorificaste, * y con los magos te prosternaste, inspirado por el Ángel. * ¡Intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas!

Los catorce mil niños inocentes asesinados por órdenes de Herodes en Belén

 

Herodes, llamado “el Grande”, gobernaba al pueblo judío, dominado por Roma, por la época en que nació Nuestro Señor Jesucristo. Era idumeo, es decir que no era un judío perteneciente a la casa de David o de Aarón, sino descendiente del pueblo al que Juan Hyrcan obligó a abrazar el judaísmo; si ocupaba el trono de Judea, era por un favor especial de la casa imperial de Roma. Por lo tanto, desde que oyó decir que ya habitaba en el mundo alguien “nacido como rey de los judíos” al que tres sabios magos del oriente habían venido a adorar, Herodes estuvo inquieto y vivió en el temor de perder su corona. En consecuencia, convocó a los sacerdotes y escribas para preguntarles en qué lugar preciso debía nacer el esperado Mesías. La respuesta unánime fue: “En Belén de Judá.” Más atemorizado que nunca, realizó toda clase de diligencias para encontrar a los magos que habían venido de oriente en busca del “rey” para rendirle homenaje. Una vez que encontró a los magos, los interrogó secretamente sobre sus conocimientos, los motivos de su viaje, sus esperanzas, hasta que, por fin, les recomendó que fuesen a Belén y los despidió con estas palabras: “Id a descubrir todo lo que haya de cierto sobre ese niño. Cuando sepáis dónde está, venid a decírmelo, a fin de que yo también pueda ir a adorarle.” Pero los magos recibieron en sueños la advertencia de no informar a Herodes, de suerte que, tras haber adorado al Niño Jesús, hicieron un rodeo para regresar a oriente por otro camino. Al mismo tiempo, Dios, por medio de uno de sus ángeles, mandó a José que tomase al Niño y a Su madre y que huyese con ellos a Egipto, “porque sucederá que Herodes buscará al Niño para destruirlo.”

“Entretanto, Herodes, al verse burlado por los magos, se irritó sobremanera y mandó matar a todos los niños que había en Belén y sus contornos, de dos años abajo, conforme al tiempo de la aparición de la estrella, que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió lo que predijo el profeta Jeremías cuando anunciaba: “En Rama se oyeron las voces, muchos lamentos y alaridos. Es Raquel que llora a sus hijos, sin hallar consuelo, porque ya no existen.” (Mat. 2:18).

Esta fiesta de los Santos Niños, se ha observado en la Iglesia desde el siglo quinto. La Iglesia los venera como mártires que no sólo murieron por Cristo, sino en lugar de Cristo.

Tropario tono 1, del común de varios Mártires

Oh Señor, por los sufrimientos de los santos * que han padecido por ti, * ten compasión de nosotros * y sana las dolencias de los que te suplicamos, * oh Tú que amas a la humanidad.

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