El santo gran mártir Nicetas era godo (una tribu germánica). Nació y vivió a orillas del río Danubio, sufriendo por Cristo en el año 372. La fe cristiana ya se estaba extendiendo por el territorio de los godos en esa época. San Nicetas creía en Cristo y fue bautizado por el obispo godo Teófilo, que participó en el Primer Concilio Ecuménico. Los godos paganos comenzaron a oponerse a la expansión del cristianismo, lo que desembocó en una guerra civil.
Después de que Fritigern, al frente de un ejército cristiano, derrotara al pagano Atanarico, la fe cristiana continuó difundiéndose entre los godos. El obispo arriano Ulfilas, sucesor del obispo Teófilo, creó un alfabeto gótico y tradujo muchos libros espirituales al idioma gótico, incluidas las Sagradas Escrituras. San Nicetas trabajó incansablemente entre sus compañeros godos para enseñarles acerca de Cristo. A través de su ejemplo personal y palabras inspiradas, llevó a muchos de ellos a la fe cristiana.
Sin embargo, después de su derrota, Atanarico logró reagrupar sus fuerzas. Regresó a su propio país y recuperó su antiguo poder. Como seguía siendo pagano, continuó odiando a los cristianos y los persiguió, buscando venganza por la humillación que había sufrido a manos de ellos.
El cruel torturador estaba preocupado porque no podía convertir a San Nicetas a su propia impiedad, por lo que decidió capturar al Santo y condenarlo a muerte.
El santo soportó muchas torturas y luego fue arrojado al fuego. Aunque su cuerpo no fue quemado por el fuego, entregó su alma a Dios y sus reliquias fueron iluminadas por una luz radiante. Por la noche, un cristiano llamado Mariano tomó el cuerpo de San Nicetas y lo enterró en Cilicia. Después, fue trasladado a Constantinopla. San Nicetas recibió la corona de gloria inmarcesible de Cristo el 15 de septiembre de 372.
Se invoca a San Nicetas por la preservación de los niños de los defectos de nacimiento.
Tropario, tono 4 del común de Mártires
Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.