Los mártires Floro y Lauro eran hermanos de nacimiento no sólo en carne sino en espíritu. Vivieron en el siglo II en Bizancio y luego se establecieron en Iliria (ahora Yugoslavia). Por ocupación eran canteros (sus maestros en este oficio fueron los cristianos Proclo y Máximo, de quienes también los hermanos aprendieron acerca de la vida agradable a Dios).
El prefecto de Iliria, Likaion, envió a los hermanos a un distrito cercano para trabajar en la construcción de un templo pagano. Los santos trabajaron duro en la estructura, distribuyendo a los pobres el dinero que ganaban, mientras ellos mantenían estricto ayuno y oraban sin cesar.
Una vez, el hijo del sacerdote pagano local Mamertin se acercó descuidadamente a la estructura y un trozo de piedra lo golpeó en el ojo y lo hirió gravemente. Los santos Floro y Lauro aseguraron al padre molesto que su hijo sería sanado.
Hicieron que el joven tomara conciencia y le dijeron que tuviera fe en Cristo. Después de esto, cuando el joven confesó a Jesucristo como el Dios verdadero, los hermanos oraron por él y el ojo fue sanado. Ante tal milagro, incluso el padre del joven creyó en Cristo.
Cuando se terminó la construcción del templo, los hermanos reunieron a los cristianos y, atravesando el templo, destrozaron los ídolos. En la parte oriental del templo erigieron la santa Cruz. Pasaron toda la noche en oración, iluminados por la luz celestial. Al enterarse de esto, el jefe del distrito condenó a quemar al ex sacerdote pagano Mamertin y a su hijo y a 300 cristianos.
Los mártires Floro y Lauro, después de haber sido enviados de regreso al prefecto Likaion, fueron arrojados a un pozo vacío y cubiertos con tierra. Después de muchos años, las reliquias de los santos mártires fueron descubiertas incorruptas y trasladadas a Constantinopla.
Tropario, tono 4 del común de mártires
Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.