Santa María era de Magdala en Galilea en el Mar de Tiberíades, y por esto se llamaba Magdalena. Cuando el Señor Jesús echó siete demonios de ella, por los cuales ella había estado sufriendo, se convirtió en su discípula fiel e inseparable, siguiéndole y sirviéndolo hasta el momento de su crucifixión y sepultura. Luego, volviendo a Jerusalén junto con el resto de las portadoras de la mirra, preparó las fragantes especias para ungir el cuerpo del Señor. Y en el día del Señor llegaron muy temprano a la tumba, incluso antes de que aparecieran los Ángeles declarando la Resurrección del Señor. Cuando María Magdalena vio la piedra quitada de la tumba, corrió y lo anunció a Pedro y Juan. Y volviendo inmediatamente a la tumba y llorando afuera, fue considerada digna de ser la primera de las Portadoras de la Mirra en contemplar al Señor resucitado de entre los muertos, y cuando cayó a sus pies, lo escuchó decir: “No me toques. “
Después de la Ascensión del Señor, no se sabe nada seguro acerca de ella. Algunos relatos dicen que ella fue a Roma y luego regresó a Jerusalén, y de allí se dirigió a Éfeso, donde terminó su vida, predicando a Cristo.
Aunque a veces se dice que santa María Magdalena fue la “mujer pecadora” del Evangelio, esto no se menciona en ninguna parte de la tradición de la Iglesia, en la sagrada himnología o en los Santos Evangelios, donde solo se dice que nuestro Señor echó siete demonios fuera de ella, no que fuera una mujer caída.
Tropario, tono 1
María Magdalena ha seguido a Cristo * nacido por nosotros de la Virgen María, * y ha guardado sus mandatos, ha contemplado su leyes todas. * Por lo tanto, hoy * conmemoramos su vida sacratísima, * con fe, fervor y afecto, * honor ofreciéndole.