El santo mártir Procopio llamado originalmente Neanías, nació de un padre piadoso llamado Cristóbal, pero su madre Teodosia era idólatra. Después de la muerte de Cristóbal, ésta presentó a Neanías a Diocleciano, que estaba en Antioquía en Siria. Diocleciano lo convirtió en duque de Alejandría y lo envió allí para castigar a los cristianos. En el camino a Alejandría, nuestro Señor le habló a Neanías como una vez lo hizo con Saulo, y lo convirtió de perseguidor a creyente en Él. Neanias se volvió hacia Escitópolis y predicó a Cristo. Fue traicionado por su propia madre, y fue arrestado y atormentado en Cesarea de Palestina. Mientras estaba en prisión, el Señor se le apareció nuevamente y le dio el nuevo nombre de Procopio (que se deriva de la palabra griega que significa “progreso, avance”). Fue sacado de prisión y forzado a adorar a los ídolos, pero en su oración, los ídolos fueron derribados; A causa de esto, muchos creyeron en Cristo y sufrieron también el martirio, entre ellos ciertos soldados, doce mujeres de rango senatorial y hasta Teodosia, la propia madre del santo. San Procopio, después de muchos tormentos y encarcelamientos, fue decapitado alrededor del año 290.

Tropario, tono 4 del común de mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

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