5° Domingo de Lucas

 Pantocrator 00

Cuando María vio los dos ángeles dentro del sepulcro,
se maravillo. Y cuando desconoció a Cristo, le pregunto,
creyendo que fuese el jardinero, diciendo: Señor mio,
¿Dónde colocaste el cuerpo de Jesús? Pero cuando la llamo,
reconoció que era el Salvador, escuchando de él:
No toques, porque aun no subo a mi Padre, di esto a mis hermanos.
                                                                                                            Exapostelario

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 2

audio1Cuando descendiste a la muerte, oh Vida Inmortal,
mataste al Hades con el rayo de tu divinidad,
y cuando levantaste a los muertos del fondo de la tierra,
todos los poderes Celestiales clamaron:
¡Oh Dador de vida, Cristo Dios, gloria a Ti!

Condaquio

Tono 4

Oh Protectora de los cristianos indesairable;
Mediadora, ante el Creador, irrechazable:
no desprecies las súplicas de nosotros, pecadores,
sino acude a auxiliarnos, como bondadosa,
a los que te invocamos con fe.  Sé presta en intervenir
y apresúrate con la súplica, oh Madre de Dios,
que siempre proteges a los que te honran.

Lecturas Bíblicas

Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios  (11:31 – 12:9)

Hermanos: El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,  ¡Quien es bendito por todos los siglos!,  sabe que no  miento. En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenía puesta  guardia en la ciudad de los damascenos con el fin de  prenderme. Por una ventana y en una espuerta fui descolgado  muro abajo. Así escapé de sus manos.

Ciertamente no me conviene gloriarme, pero vendré a las visiones y revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en  Cristo, el cual hace catorce años —si en el cuerpo o fuera del  cuerpo no lo sé, Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer  cielo. Y sé que este hombre —en el cuerpo o fuera del cuerpo  no lo sé, Dios lo sabe— fue arrebatado al paraíso y oyó  palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. De tal  hombre me gloriaré; mas en cuanto a mí, de nada me gloriaré  sino de mis flaquezas. Si pretendiera gloriarme no sería  insensato, porque diría la verdad. Pero me abstengo de ello.  No sea que alguien forme de mí una idea superior a lo que en  mí ve u oye de mí.

Y para que no me engría por la sublimidad de las revelaciones,  fue dado un aguijón en mi carne, un ángel de Satanás que me  abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que lo alejase de mí. Pero Él me dijo: «Mi  Gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la  flaqueza.» Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándo me  sobre todo en mis flaquezas, para que haga morada en mí la  fuerza de Cristo

Evangelio según San Lucas (16: 19-31)

Dijo el Señor esta parábola: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su puerta, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: “Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.” Pero Abraham le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y ustedes se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a ustedes, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros.” Replicó: “Con todo, te ruego, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento.” Abraham le respondió: “Tienen a Moisés y a los profetas; que los oigan.” Él dijo: “No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán.” Le contestó: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.”»

Mensaje Pastoral

Necesitado y bienhechor

Nuestra Iglesia Ortodoxa dispuso que la parábola del rico y Lázaro fuera leída el domingo de la primera semana de noviembre en honor a los santos richmanlazarusCosme y Damián (1 de noviembre), conocidos en griego como anarguirios, que significa «quienes no poseen plata», ya que ellos vendieron todas sus pertenencias y dedicaron su vida al servicio de los necesitados. Generalmente, el Evangelio según san Lucas se considera como «el Evangelio de la misericordia». No ahorra oportunidad alguna sin que muestre la preocupación de Jesús por los menesterosos, las viudas, los pecadores, los publicanos y los samaritanos, en una palabra, por los marginados y, sobre todo, por su salvación. La parábola en cuestión viene dentro de este contexto.

Aunque la tragedia del rico y Lázaro aparenta ser dividida en dos escenas análogas en tamaño y opuestas respecto a la condición de sus personajes, una comparación sencilla entre lo eterno y lo efímero rompe con el paralelismo imaginado y descubre la realidad: el rico era el pobre y Lázaro, el rico: «él es aquí consolado y tú atormentado». Esta comprensión escatológica (escatología es la teología que observa todo lo existente a la luz de la Vida eterna) estimula a san Juan Crisóstomo a concluir que «no hay más pobre que el pecador ni más rico que el justo». Entonces no son las pertenencias las que condenan al rico sino su insensibilidad y rudeza. En la parábola, la imagen del Reino celestial se figuró paradójicamente con el «seno de Abraham», quien era un hombre rico pero, a la vez, espléndido y justo; administró su fortuna material de una manera inteligente y se mostró enriquecido en Dios. Al mismo tiempo, el consuelo que Lázaro recibió no fue debido a la indigencia de su vida, sino a su confianza en el Señor (nótese que la parábola, mientras ignora el nombre del rico, designa al pobre con el nombre «Lázaro» que, en hebreo, significa «Dios auxilia» e implica esperanza en Dios). Judas, por ejemplo, era pobre; sin embargo, la codicia le mostró cautivado por el dinero y mezquino en esperanza.

Entonces las riquezas en sí, aunque forman cierta tentación, no son perversas, el uso es lo que las califica como malas o bondadosas. La instrucción bíblica, partiendo de la realidad del entorno y mirando siempre hacia la salvación de todos, no ha sugerido una igualdad social basada en la posesión común, sino una administración benévola y paciencia esperanzadora que van enriqueciendo al uno y al otro en Dios, y la caridad se vuelve una alianza amorosa: el rico considera al pobre como su bienhechor espiritual, y el necesitado será saciado y alabará al Señor. San Juan Misericordioso, obispo de Alejandría, dice que los pobres son «nuestros soberanos» porque ellos «son los únicos que nos pueden ayudar y nos otorgan el Reino de los cielos».

¿Cómo el cristiano, fiel al dogma de su vida, puede protegerse de la atracción del dinero y superar la pasión del poder? Por la vigilia: contrariamente al rico de la parábola que celebraba todos los días espléndidas fiestas. Si bien el descanso y la alegría son parte de una marcha sana en la vida, la diversión prolongada –que la modernidad promueve constantemente a «los que tienen y pueden»– les va despojando de su sensibilidad espiritual y anestesiando su conciencia. El rey David experimentó la pobreza voluntaria dentro de su palacio. Fuera de este «camino angosto», el hombre soberano se vuelve esclavo de sus fortunas y placeres. La abstinencia total no es mandamiento pero la liberación del apego material es el objeto principal de toda lucha cristiana.

La realidad escatológica que la parábola presenta nos apunta a la sensibilidad y al amor: amor que, esparciendo, ahuyenta la indigencia material y sana la pobreza espiritual. Amén.

Nuestra Fe y Tradición

La Preparación para la Comunión

155339_159533834087883_7144671_nEs muy importante prepararse para la comunión: “Quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo.” (1Cor.11,27-29).

Reconciliación y comunión: La reconciliación con los hermanos es una condición principal para la participación de la Eucaristía. No es permitido participar en los preciosos cuerpo y sangre del Señor a quien está en disputa con otro: “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano.” (Mt.5,23-24). Por eso en la liturgia el diácono nos llama exclamando: “amémonos los unos a los otros, para que confesemos de unánime acuerdo.” (la divina liturgia).

Arrepentimiento y comunión: Comulga quien busca tener espíritu de humildad y arrepentimiento; así, hay que examinar la conciencia para que, quien ha resbalado o caído en un pecado grave, acuda al sacramento de la Confesión para que, con la disciplina y conducción paternal del sacerdote, y la divina Gracia que la otorga la Iglesia por este mismo, pueda seguir creciendo en el camino de la virtud  alimentándose con la maná celestial.

Ayuno y oración: El hombre se prepara a sí mismo, también, por el ayuno eucarístico, la oración y la lectura espiritual. El ayuno eucarístico es una tradición eclesiástica muy antigua, y se hace absteniéndose de comer o beber desde la medianoche del día anterior. En caso de que la divina liturgia se haga por la noche, hay que abstenerse cinco horas antes de la misma.

Modestia y conveniencia: Es muy importante que los fieles acudan a la Divina Liturgia desde su inicio. Los fieles, mujeres y hombres, guardan la modestia del vestido y apariencia; “que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados joyas y modas, sino en lo oculto del corazón, en la incorruptibilidad de una alma dulce y serena: esto es precioso ante Dios.” (1Ped.3,3-4).

Vida de Santos

Santos Cosme Y Damián

1 de Noviembre

Los santos Cosme y Damián eran hermanos carnales de la región de Éfeso en la provincia de Asia. Tiempo después de que nacieron su padre, un pagano Cosme_y_Damiande la nobleza, abrazó la fe cristiana, pero su muerte temprana dejó a los dos hermanos al cuidado de su devota madre Teodota quien era cristiana desde su niñez. Ella se esforzó para que sus hijos se formaran en la piedad según su virtuoso ejemplo. Cosme y Damián fueron educados en las diversas ramas de la enseñanza de su tiempo, pero se alejaron de todo conocimiento vano para dedicarse al arte de la medicina a fin de librar a sus semejantes de toda enfermedad y dolencia. Así como  los Apóstoles fueron enviados por Cristo (Mat. 10), a ellos les fue dado el poder de expulsar demonios y de curar toda clase de enfermedad sin otra forma de remedio más que su oración. Habiendo recibido gratuitamente la gracia del Espíritu Santo, estos nuevos Apóstoles gratuitamente empleaban sus dones. Ellos atendían por igual a ricos y pobres a extraños y familiares sin pedir nada a cambio. Su caridad era tanta que su cuidado se extendía incluso a los animales. Fue tal el vinculo que hicieron entre la predica del Evangelio y la practica de la curación que incluso llegaron a prescindir de remedios, instrumentos  o cataplasmas pese a estar calificados en ciencias médicas. Utilizaban exclusivamente el vivificador Nombre de Cristo, para que el mismo Salvador fuera el verdadero médico que, trabajando en ellos, sanara las almas y los cuerpos. San Damián, el hermano menor fue el primero en dormir en paz seguido poco tiempo después por San Cosme; sus reliquias preciosas y sus iconos fueron fuente de abundante sanación para la multitud de enfermos que visitaban la Iglesia construida sobre sus tumbas. El Señor, por la intercesión de los Santos Cosme y Damián, sane nuestras almas y nos salve. Amén

Proverbios Bíblicos

  • Rico y el pobre tienen un lazo común: el que hizo a ambos es el SEÑOR. (Prov 22:2)
  • El hombre sabio es fuerte, y el hombre de conocimiento aumenta su poder. (Prov 24:5)
  • No seas, sin causa, testigo contra tu prójimo, y no engañes con tus labios. (Prov 24:28)

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Padre Juan R. Méndez ()

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