El pasado domingo 20 de Octubre en la Catedral de San Jorge se celebró la Divina Liturgia en Árabe, Español,  Ruso , Griego e Inglés. Asistieron a la celebración el Embajador de Ucrania, la Presidenta de la damas ortodoxas de san Jorge, el Presidente de la Juventud Ortodoxa,  los representantes de la Embajada de Rusia y las asociaciones civiles rusas e ucranianas.

Sermón del 20 de Octubre del 2013- Catedral San Jorge México D.F

Por el Archimandrita Fadi Rabbat 

Estimados hermanos Co-celebrantes, queridos hijas e hijos “en Cristo”,

Demos gracias al Señor por permitirnos estar hoy en esta santa morada y celebrar juntos la Divina Liturgia, nosotros que somos diferentes de nacionalidades, pensamientos y culturas, pero unidos en la fe Ortodoxa que hemos heredado de nuestros Santos Padres  

Gracias por Su Eminencia Metropolita Antonio Nuestro querido Arzobispo por bendecirnos y apoyarnos siempre en nuestras actividades pastorales y pan ortodoxas

Gracias Por Su Eminencia Onufrio, Arzobispo de Járkov y Bogodújov – Ucrania  por mandarnos de visita al querido Protodiácono Makcim Talalai, a quién, a través de esta celebración, le demos la bienvenida. Padre Diácono Bienvenido en su Arzobispado.

Gracias por la Iglesia Rusa en Mexico, encabezada por su Eminencia Justiniano  por permitir al Diácono Cyril Chacón de estar con nosotros el día de Hoy.

Gracias por la presencia del Excelentísimo embajador de Ucrania en Mexico, el Licenciado Ruslán Spirin y del representante de la Embajada de Rusia en Mexico.

Gracias Por la ayuda eficiente de la Presidenta de las Damas Ortodoxas de San Jorge, la muy estimada Señora Ambra Pérez Fayad, y del esfuerzo del Presidente de la Juventud Ortodoxa de Mexico, el muy distinguido Señor Sergio Elías Zairik.

Gracias Por el Señor Kamal Abud y su esposa por estar siempre a nuestro lado

Gracias por Télé Lumière – Noursat por apoyarnos siempre para transmitir de esta tierra bendecida la palabra de Dios.      

 

Queridos hijas e hijos, me gustaría examinar un versículo de la carta de san pablo, que me llamó el atención y que hemos escuchado, que es el versículo uno del séptimo Capítulo de la segunda carta a los corintios, en lo cual dice: “Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación”.

¿Qué significa la palabra santificación o santidad? ¿Como se vive? ¿Separado del mundo o en el mundo ?

La santidad es el hecho de vivir en Cristo en donde y como sea. De esta manera los fieles que viven «en Cristo», se hacen juntamente con El, coherederos de su Reino.

La Santidad, o sea la vida en Cristo, implica dos operaciones simultáneas, pero separadas y distintas. La primera: alejarse del mundo y la segunda : vivir en el mundo.

Santo es aquel que ha abandonado el mundo. Ha dejado a los bienes de este siglo. Los cristianos de los primeros siglos se caracterizaban por este hecho: era fácil distinguirlos del mundo de los demás.

Otro aspecto de esta primera operación de la santidad es la consagración. El Santo es un consagrado perpetuamente al amor y al servicio de Cristo. El Santo se halla, por tanto, revestido de los mismos rasgos que lo sagrado.

Lo vemos claramente en el Sacramento del bautismo. Allí, el neocristiano, renunciando a este mundo, entra en un mundo radicalmente diferente. Recibe un nuevo derecho a ser ciudadano de una nueva ciudad.

Otro aspecto aún de esta misma operación, es que con este nuevo derecho de ciudadanía el cristiano pertenece en adelante a un nuevo Señor, y el señorío de este nuevo Señor es total. Se extiende a su cuerpo, a su corazón, a su inteligencia, a toda su personalidad, a su espíritu, a todo su ser.

Y ahora, la paradoja. La segunda operación : el Santo, al mismo tiempo que se disocia del mundo permanece en el mundo, con el mundo… el mundo de los hombres, de estos hombres por cada uno de los cuales su Señor se ha sacrificado.

En este Sentido la santidad no es, y no puede ser, un estado estático o monolítico. Somos miembros vivientes de Cristo viviente. Somos miembros de un cuerpo orgánico, activo, en plena expansión y crecimiento.

El fiel es siempre un soldado en marcha que camina sin cesar hacia la perfección, paso a paso.

Ciertamente, el ideal de la santidad no excluye regresiones, faltas, caídas incluso, puesto que todos estamos siempre en estado de lucha, puesto que nuestro combate contra las tentaciones, las potestades de este mundo, es continuo.

Pero Cristo, conocedor a fondo de la naturaleza humana y de su fragilidad, instituyó la penitencia.

Arrepentirse es la acción del hijo pródigo, el retorno al Padre. Sin la posibilidad de la penitencia estaríamos todos perdidos. Por medio de ella, la unidad rota vuelve a restablecerse.

La santidad de cada ser no es otra cosa que una extensión, una continuación perpetua de la santidad del mismo Cristo. El discípulo lleva las mismas marcas distintivas de la santidad que lleva su maestro; el discípulo lleva la impronta de la santidad del Maestro. Si un hombre es santo, es la santidad de Cristo la que es santidad en él.

La Iglesia nos ofrece todos los medios necesarios para nuestra santificación. La Iglesia en su sentido escatológico existe para sostener a sus fieles, para ayudarles a marchar por el camino recto, en la línea de la verdad, para ayudarles continuamente a perfeccionarse a fin de que puedan realizar su destino: la perfección y la felicidad en Dios.

Y si, hablando de la Iglesia como de fuente e impulso de santificación para sus miembros, se habla sobre todo de su vida sacramental y carismática, es porque en primer lugar sus miembros, por la participación de los sacramentos, se hacen ellos mismos carismáticos, para convertirse después en comunicadores de estos dones a otros. De esta manera, los fieles se convierten en microcosmos de la que los ha engendrado.

Ojalá que seamos verdaderos microcosmos cristianos evangelizadores anunciando la paz, la alegria y la felicidad , en Cristo, al prójimo.

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Padre Juan R. Méndez ()

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