10°Domingo de Lucas
Memoria de la Concepción de Sta. Ana
Cristo que es el camino y la vida, después de su Resurrección de entre los muertos, acompañando a Lucas y Cleofás, quienes lo reconocieron en Emaús al partir el pan; por quienes sus corazones temblaban cuando les hablaba por el camino, explicándoles los libros de todo lo que se ha escrito acerca de su sufrimiento. Exclamemos con ellos: En verdad, el Señor a Resucitado y se ha aparecido a Simón Pedro. Exapostelario
Himnos de la Liturgia
Tropario de la Resurrección
Tono 2
Cuando descendiste a la muerte, oh Vida Inmortal, mataste al Hades con el rayo de tu divinidad, y cuando levantaste a los muertos del fondo de la tierra, todos los poderes Celestiales clamaron: ¡Oh Dador de vida, Cristo Dios, gloria a Ti!Condaquio de la Pre-Navidad
Tono 3
Hoy la Virgen viene a dar a luz inefablemente, en humilde gruta, al sempiterno Verbo. Alégrate, oh universo, al escucharlo; alaba, con las potestades y pastores, a Quien por voluntad se revela, al nuevo Niño, al eterno Dios.Himnos de la Liturgia
Carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas Gal (4: 22-27)
Hermanos: Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. El de la esclava nació según la naturaleza, en cambio, el de la libre, en virtud de la Promesa. Hay en ello una alegoría, pues estas mujeres representan las dos alianzas: la primera, la del monte Sinaí, engendra para la esclavitud, ella es Agar, (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén de ahora, que, junto con sus hijos, sigue siendo esclava. Pero la Jerusalén de arriba es libre; esa es la madre de todos nosotros. Pues dice la escritura: Regocíjate, estéril, tú que no has dado a luz; rompe en gritos de Júbilo, tú que no conoces los dolores de parto, porque son más los hijos de la abandonada que los de la que tiene al marido.
Evangelio según San Lucas (13: 10-17)
En aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Y le impuso las manos. Y al instante se enderezó, y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; vengan, pues, esos días a curarse y no en día de sábado.» Le respondió el Señor: «¡Hipócritas! ¿No desatan del pesebre todos ustedes en sábado a su buey o su asno para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en día de sábado?» Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que hacía.
S.B. Ignacio IV: QEPD
¡Bienaventurado el camino en el que has andado y andarás!
La memoria beata y el eterno descanso envuelvan su alma junto con los santos,
al de triple misericordia,
IGNACIO IV,
Patriarca de Antioquía y de Todo el Oriente
S.E Arzobispo Antonio Chedraoui, S. E. Obispo Ignacio Samaán y todo el clero de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa Antioquena de la Arquidiócesis de México, Venezuela, Centro América y el Caribe, agradecen profundamente las oraciones y las condolencias recibidas por el acontecimiento doloroso.
Todas las parroquias de la Iglesia Ortodoxa en Venezuela en su Liturgia Dominical elevarán un responsorio por el eterno descanso de Su Beatitud; después del cual se recibirá el Pésame.
Biografía
Nació en 1921 en la aldea de Maharde cerca de Hama en Siria. fue hijo de una piadosa familia ortodoxa y desde pequeño se sintió atraído a los servicios litúrgicos. Decidió estudiar en Beirut, Líbano, la carrera de Filosofía y estando allí ingresó al servicio de la Diócesis Ortodoxa local como colaborador del Santo Altar y luego fue ordenado al Diaconado. En 1945 partió a París donde estudió Teología en el Instituto de Saint Serge. Desde la época de sus estudios en Francia, el deseo que movió su corazón fue descubrir las fuentes de la Fe, sacar la Ortodoxia de su letargo, descubrir en ella la Santa Tradición y dar respuestas vivas para los problemas de la vida moderna. Al volver al Medio Oriente, fundó el Seminario Teológico de Balamand, en Líbano en 1971, en el cual sirvió por algunos años como Decano. Mientras detentaba dicho cargo, buscó entregar al Patriarcado líderes responsables por medio de un entrenamiento espiritual e intelectual, para que fueran testigos de una profunda fe personal.
Fue ordenado obispo en 1961 y Metropolitano de Lattakia en Siria en 1970. Este nuevo Metropolitano fue conocido por su amistosa manera de vivir, su profunda fe y su coraje en el servicio. Fue simple, directo y con los pies sobre la tierra. Su estilo rompió con la antigua tradición del alejamiento episcopal e inauguró la auténtica práctica de recibir la Santa Comunión con frecuencia. El 2 de julio de 1979, bajo el nombre de Ignacio IV, fue entronizado como el Patriarca Ortodoxo de Antioquía, el tercer rango jerárquico de la Iglesia Ortodoxa, después de los Patriarcas de Constantinopla y Alejandría. Después de su elección, el Patriarca dijo:
“Conozco que seré juzgado si no llevo la Iglesia y a cada uno de vosotros en mi corazón. Me es imposible dirigirme a ustedes como si fuera diferente a ustedes. Ninguna diferencia nos separa, soy una parte integral vuestra; estoy en ustedes y les pido que estén en mí. Porque el Señor viene, el Espíritu desciende sobre los hermanos reunidos, juntos en comunión, y así se manifiesta una gran diversidad de carismas en la unidad del Espíritu.”
Como Patriarca, ha dado un nuevo dinamismo al Santo Sínodo, y ha exhortado a los obispos a que estén cerca del pueblo y que sean motivados por el desarrollo de la vida espiritual y organizativa de la Iglesia, separándola de las facciones políticas. Por sobre todo, el Patriarca ha buscado pastores que sean dedicados al llamado espiritual que recibieron así como él un día lo recibió.
Que Su Memoria sea eterna!
Mensaje Pastoral
El día del descanso
Cristo cura a una mujer en «sábado» y se enfrenta a la dureza de los fariseos que le reclaman haber trabajado en el día del descanso. Una vez más rompe las reglas sabáticas, para curar a una mujer encorvada y, a la vez, la mentalidad enfermiza que desconoce la voluntad de Dios y malinterpreta el mandamiento divino: «Santifica el día del Shabat (descanso).»
La importancia del «Sábado» en el Antiguo Testamento debe su origen al recuadro de la creación definido en el libro de Génesis. Dios creó el mundo entero en seis días y, viendo que «todo era muy bueno», bendijo el día séptimo y lo consagró como el día del reposo, día en el cual Dios descansó, no de, sino en su buena obra.
A partir de esta comprensión, podremos acceder a la esencia del mandamiento «santifica el día del Sábado» y asimilar su sentido verdadero y profundo: no es un día para que descanse yo, sino principalmente que Dios descanse en mí como su buena creatura, es decir, santa. En la Divina Liturgia, la oración del Trisagio, que el sacerdote recita en voz baja, invoca al Señor: «Oh Dios Santo, que descansas en los santos…»
En nuestro «Shabat», que es el domingo (el día del Señor como lo significa la palabra en latín), nos dedicamos a todo lo santo, preparando el alma cual un tálamo adornado con virtudes: oración, caridad, mansedumbre, penitencia, serenidad, a fin de que sea digna de recibir al Señor de todo.
Cuando hablamos de la consagración de este día, no pretendemos contraponerlo a los demás días de la semana como no santos o inmundos; más bien el domingo será la fuente y el motor de santificación para todo el Cronos (el tiempo), ya que nuestra vocación es encomendar «nuestra vida entera a Cristo Dios», como entona el diácono en todas las letanías. Es una realidad tangible el hecho de que nuestro modo de vivir, intereses, ocupaciones y responsabilidades cotidianas, a menudo, nos hacen olvidar la meta principal; así que el domingo viene a recordarnos y a recalcar en nosotros la verdad que es ayer, hoy y para siempre: «Del Señor es la tierra y su plenitud, el mundo y los que lo habitan.» (Sal 24:1).
Desafortunadamente este icono sublime del día del descanso es muy ajeno al weekend que las sociedades «cristianas» conocen y practican. Sin embargo, la vida sincera de quienes «tienen oídos» no cesa de ser «voz que clama en el desierto: ¡preparad los caminos del Señor!»
Es el día del descanso: suspendamos las obras que impidan repose en nosotros el Señor. Es el día octavo, el objeto de toda la semana, de toda la vida, en el que el alma no quiere suspender, ni un instante, el clamor de san Juan el Teólogo: «¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22:20). Amén.
Nuestra Fe y Tradición
La Vela y Nuestra Oración
Las velas encendidas en el templo y frente a los iconos son una tradición auténtica y una expresión sencilla y transparente de la devoción cristiana. Pero encender una vela, como los demás gestos litúrgicos, tiende a menudo a volverse un hábito que, haciéndolo por costumbre u obligación, produce el descuido de lo que debe encenderse de virtudes y devociones en nuestro interior.
Tomando lo anterior en consideración, exponemos algunas frases de San Juan de Crontestad (un sacerdote ruso [1845-1920] que el pueblo ruso recuerda con gran fervor y que fue canonizado en 1992) a fin de animar nuestra conciencia:
«Las velas encendidas sobre el altar son el signo de la Luz de la Santísima Trinidad, pues Dios no mora sino en la Luz, y hacia Él, la oscuridad no se acerca ya que es como fuego que devora todo pecado o maldad.
Una vela encendida ante el icono de Cristo lo anuncia como la Luz del mundo, que ilumina a todo hombre que viene a Él.
Una vela encendida ante el icono de la Virgen la anuncia como la Madre de la Luz.
Una vela encendida ante el icono de un Santo lo anuncia como candil adornado, y puesto como faro alto, ilumina a todos los que están en la casa. Encendemos las velas como símbolos del ardor de nuestro celo hacia su santidad y amor, como señales de veneración, como alabanza silenciosa y como agradecimiento por la intercesión que nos brindan ante el tribunal divino.
Cuando enciendo una vela, pido a Dios que me otorgue un corazón que arda con el fuego del santo celo y del amor puro, que queme los deseos y pecados que están dentro de mí.»
Vida de Santos
Concepción de Santa Ana
9 de diciembre
De la madre de la Santísima Virgen María no hay referencias algunas en los Evangelios ni en los restantes escritos del Nuevo Testamento. Lo que conocemos es por lo que se escribió en los Evangelios apócrifos. Según estas narración, que coincide con la tradición de la Santa Iglesia, el sacerdote Matthan residente de Belén, tuvo tres hijas: Maria, Sobi y Ana.
Maria luego de casarse en Belén, dio a luz a Elizabet, madre de Juan el Bautista.
Ana se caso con Joaquín de Galilea, que luego de muchos años tuvieron a la Santísima Virgen María
La tradición nos relata que los padres la consagraron al servicio del templo de Jerusalén, a la edad de tres años, ellos después de pocos años murieron.
Santa Ana era honrada desde la antigüedad, esto lo concluimos por escritos de varios Padres de la Iglesia y también de himnos eclesiásticos antiguos en honor a la madre de la Virgen Maria. También existen referencias del año 550 que emperador Justiniano consagro un templo en Constantinopla en su nombre. Pidamos entonces las intersecciones de Santa Ana para la salvación de nuestras almas.
Proverbios Bíblicos
- He aquí, cuán bienaventurado es el hombre a quien Dios reprende; no desprecies, pues, la disciplina del Todopoderoso. (Job 5:17)
- He aquí, Dios no rechaza al íntegro, ni sostiene a los malhechores. (Job 8:20)
- He aquí, Dios es poderoso pero no desprecia a nadie, es poderoso en la fuerza del entendimiento. (Job 36:5)