3er. Domingo de  la Cuaresma

La postración ante la vivificadora Cruz

Hoy, al ver puesta la preciosa Cruz de Cristo,
prosternémonos con fe y alegría y abracémosla con ansia,
implorando al Señor que fue crucificado sobre ella voluntariamente
para que nos haga dignos a todos de prosternarnos ante la preciosa Cruz
y de alcanzar el día de la Resurrección, libres de toda condenación.
                                                                                                        Exapostelario

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 7

Destruiste la muerte con tu cruz y abriste al ladrón el Paraíso;
a las Mirróforas los lamentos trocaste y 
a tus Apóstoles ordenaste predicar que resucitaste, oh Cristo Dios,
otorgando al mundo la gran misericordia.

Tropario de la postración ante la Santa Cruz

Tono 1

Salva, oh Señor, a tu pueblo y bendice tu heredad;
concede a los fieles la victoria sobre el enemigo y
a los tuyos guarda por el poder de tu Santa Cruz.

Condaquio de Cuaresma

 Tono 8

A ti, María, te cantamos como victoriosa;
tu pueblo ofrece alabanzas de agradecimiento,
pues de los apuros, Theotokos, nos has salvado.
Tú, que tienes invencible y excelsa fuerza,
de los múltiples peligros libéranos.
Para que exclamemos a ti: ¡Alégrate oh Novia y Virgen!

Lecturas Bíblicas

Carta del Apóstol San Pablo a los Hebreos  (4:14 – 5:6)

Hermanos: Teniendo tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos —Jesús, el Hijo de Dios— mantengamos firme la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de Gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar Gracia para una ayuda oportuna.

Porque todo Sumo Sacerdote tomado de entre los hombres está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; el cual puede sentir compasión hacia los que andan en la ignorancia y en el extravío, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por sus propios pecados igual que por los del pueblo.

Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdote, sino que la tuvo de Quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec.

Evangelio según San Marcos (8: 34- 9: 1)

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente, a la vez que a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda  su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿qué aprovecha al hombre si gana el mundo entero y pierde su vida? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su vida? Porque quien se avergüence de Mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.» Les decía también: «En verdad les digo, que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»

Mensaje Pastoral

«Tome su cruz» y «sígame»

Nuestra Iglesia Ortodoxa dedicó el tercer domingo de la Cuaresma a la Postración ante la vivificadora Cruz. Los cantos del día son prolongación de los de la fiesta de la Exaltación de la santa Cruz (14 de septiembre), con la observación de que, en la presente ocasión, un énfasis especial se efectúa sobre la cruz personal de cada cristiano. Así que, mientras el 14 de septiembre la lectura evangélica es sobre la crucifixión de nuestro Señor, en el pasaje que leemos hoy, Jesús llamó a la gente, a la vez que a sus discípulos, y les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.»

«Tome su cruz» no tiene sentido sin el «sígame». Pues todos –cristianos o no, comprometidos o no, queramos o no– nos enfrentamos con cruces que son parte de la naturaleza de esta vida corrupta: cansancio, enfermedades, muertes, etc.; y la experiencia de perder a un ser querido es un ejemplo vivo de la cruz que todo hombre tiene en la vida. En este sentido la cruz es dolor y tristeza. Pero la cruz cristiana está acompañada con el imperativo «sígame»; ella ha de ser a la imagen y semejanza de la del Señor, lo que implica dos particularidades:

Primera, Cristo, exento de todo pecado y culpa, fue crucificado por nosotros; y el amor del cristiano, a Dios y al prójimo, le hace asumir la cruz no por obligación sino por convicción, no por realismo pasivo sino por iniciativa esperanzadora. Sin esta comprensión, el sacrificio, la humildad y la propia negación se hubieran vuelto unos conceptos irrazonables, pero el ejemplo de Jesús los muestra como actitudes necesarias y congruentes con la vida del que «quiere venir en pos de Mí».

Y la segunda particularidad es que la Cruz de Cristo y su Resurrección forman dos caras de la misma moneda (la portada del Evangelio litúrgico que se coloca sobre el altar en el templo ortodoxo tiene de cada lado uno de estos dos iconos). Cruz sin resurrección es muerte; dolor sin esperanza es blasfemia; arrepentimiento sin frutos es melancolía; ayuno sin sed de Dios es una mera dieta. La alegría, entonces, es un elemento básico en nuestra postración ante la preciosa Cruz: «Cantemos jubilosos y engrandezcamos con alabanzas la preciosa Cruz», dice un canto de los Maitines. En la lectura evangélica, la vocación del discípulo «tome su cruz y sígame» está acompañada con la alegría del objeto esperado: «En verdad les digo, que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»

El feligrés, cruzando el desierto de la Cuaresma lleno de tentaciones y dificultades, se cansa, se aburre y quizás pierde el sentido; entonces, los Padres de la Iglesia plantan en medio de los días cuaresmales la Cruz, el Madero vivificador, reafirmándonos en el camino de la lucha. Los peregrinos atraviesan un camino escabroso; al cansarse, se sientan abajo de un árbol frondoso para descansar y, fortalecidos, completar lo que les falta.

Abrasémosla con fe: «Ante tu Cruz, oh Señor, nos prosternamos; y tu santa Resurrección glorificamos.»

Nuestra  Fe y Tradición

La cruz en el Nuevo Testamento

Por Cristo, la cruz pasó de ser un instrumento de muerte vergonzosa a símbolo de la victoria de nuestro Señor sobre la muerte: la señal de nuestra Salvación. Para aquellos desorientados que nos acusan de honrar “el arma que mató al Maestro”, les aconsejamos que, con obediencia y lealtad, lean bien la fuente de nuestra fe, puesla Tradicióndela Iglesiaes un anciano sabio que renueva siempre su juventud alimentándose porla Verdadevangélica que es “ayer como hoy y para siempre.” (Heb. 13, 8).

Que lean a san Pablo cuando dice:

“¡Dios me libre gloriarme si no es enla Cruzde nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!” (Gal. 6, 14)

“La predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salven -para nosotros- es fuerza de Dios.” (1Cor. 1, 18).

“Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles.” (1Cor. 1, 23).

El mismo Señor advierte: “El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí.” (Mt.10, 38).

Tengamos confianza en nuestra auténtica fe: nosotros, que veneramos la Cruz de Cristo debidamente, seguimos los pasos de san Pablo y de los Santos de Dios que son los verdaderos testigos del Señor, que sellaron su testimonio no con falsedades e histerias sino con su sangre, imitando al Maestro: el verdadero Dios.

Vida de Santos

 Los 40 Mártires de Sebaste Valerio, Claudio, Leoncio, Teófilo y Otros…

22 mar. (9 mar. según calendario religioso)

En el año 313 el emperador Constantino El Grande firmó la ley sobre la libertad de cultos. Su coregente el emperador Licinio también firmó esta ley, pero en las regiones bajo su dominio se seguía la persecución a los cristianos. Cerca del año 320, en la ciudad de Sebaste, en Armenia, estaban estacionadas las tropas romanas. En el ejército había 40 guerreros cristianos, nativos de Capadocia (actualmente Turquía). El general romano Agrícola los obligaba a hacer ofrendas a los ídolos, pero los guerreros se negaron.

Entonces encarcelaron a los guerreros y los llevaron atados al lago cerca de la ciudad de Sebaste. Era invierno, atardecía. Desnudaron a los guerreros y los ubicaron sobre el hielo, que cubría el lago. El frío inmovilizó las articulaciones de los santos mártires y ellos empezaron a helarse. Para ellos esta tortura fue especialmente penosa porque sobre la orilla del lago pusieron una casilla caldeada. Quien quería salvar su vida tenía que decir al carcelero que él abjuraba al Cristo y entonces él podría entrar a la casilla y calentarse. Durante toda la noche los guerreros soportaron con coraje el frío intenso, alentándose unos a otros y cantando los himnos sagrados a Dios.

Cuando amaneció uno de los guerreros no soportó la tortura. Él salió del lago y se apuró a llegar a la casilla. Pero ni bien él sintió el aire caliente, cayó muerto. Al rato el carcelero Aglayo vio como sobre los mártires que quedaron sobre el lago empezó a brillar una luz sobrenatural. Aglayo fue tan conmovido con este milagro, que dijo que era cristiano y sacándose la ropa se puso al lado de los 39 mártires. Los torturadores, que llegaron poco tiempo después, vieron que los guerreros cristianos no se helaron, parecía que se habían calentado. Entonces los torturadores les rompieron las piernas con el martillo y los echaron al fuego. Los huesos carbonizados tiraron al río.

Tres días después, el obispo de Sebaste, en una visión vio a los mártires, quienes le contaron sobre su hazaña. El obispo Pedro juntó sus huesos y los sepultó solemnemente.

Los nombres de los mártires son: Kiurión, Cándido, Domno, Valente, Claudio, Prisco, Próspero, Juan, Aggay, Flavio, Acaeto, Eudecio, Alejandro, Domiciano, Leoncio, Atanasio, Cirilo, Nicolás, Melitón, Aglayo Valerio, Teófilo y otros.

Sentencias de los padres del Desierto

  • abad Pastor contaba que el presbítero Isidoro de Scitia dijo un día a la asamblea de los hermanos: «Hermanos, ¿no hemos venido aquí para trabajar? Y ahora veo que aquí no hay trabajo. Por tanto, cojo mi tienda y voy a donde haya trabajo. Así encontraré la paz».
  • Decía el abad Hiperequio: «Que broten siempre de tu boca himnos espirituales y que lameditación asidua alivie el peso de las tentaciones que te vengan. Un ejemplo claro de esto es el caminante cargado con un pesado equipaje: cantando, olvida el cansancio del camino».
  •  Dijo también: «Conviene que nos armemos contra las tentaciones, porque vienen de muchas clases. Así, cuando vengan demostraremos que estamos preparados para la lucha».

NOTICIA

Recepción a Su Eminencia en Caracas

El Jueves 15 de marzo arribó al areopuerto de Caracas Su Eminencia Monseñor Antonio Chedraoui, arzobispo de nuestra Arquidiócesis en una visita pastoral durante 20 días a Venezuela y las Islas del Caribe … (Más)

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Padre Juan R. Méndez ()

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