Domingo de la abstinencia de la carne

memoria del Juicio Final

Al acordarme del terrible día del juicio y de tu inefable gloria,
tiemblo enteramente, oh Señor, y con temor te exclamo:
“Oh Cristo Dios, cuando vengas a la Tierra con gloria
a juzgar todo el universo,
libérame a mí, miserable, de todo castigo,
y hazme digno de estar a tu diestra, oh Maestro.
                                                                                                                           Exapostelario      

 Himnos de la liturgia

Tropario de la resurrección

Tono 3

audioQue se alegren los celestiales, y que se regocijen los terrenales;
Porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo,
pisoteando la muerte con su muerte.
y Siendo el primogénito de entre los muertos,
nos salvó de las entrañas del Hades y concedió al mundo la gran misericordia. 

Condaquio del Domingo de la abstinencia de la carne

Tono 1

Cuando vengas con gloria a la Tierra, oh Dios,
temblará toda la creación: el río de fuego fluirá  ante el Estrado,
los libros serán abiertos y lo secreto revelado.
Entonces, libérame del fuego inextinguible
y hazme digno de estar a tu Diestra, oh justo Juez.

Lecturas Bíblicas

Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios  (8:8 – 9:2)                             

Hermanos: No es la comida lo que nos acercará a Dios: ni somos menos porque no comamos, ni somos más porque comamos. Pero tengan cuidado que esa su libertad no sirva de tropiezo a los débiles. En efecto, si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un templo de ídolos, ¿no se creerá autorizado por su conciencia, que es débil, a comer de lo sacrificado a los ídolos? Y por tu conocimiento se pierde el hermano débil, por quien Cristo murió. Y pecando así contra los hermanos, hiriendo su conciencia, que es débil, pecan contra Cristo. Por tanto, si un alimento causa tropiezo a mi hermano, nunca comeré carne para no escandalizar a mi hermano.

¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No son ustedes mi obra en el Señor? Si para otros no soy yo apóstol, para ustedes sí que lo soy; pues, ¡el sello de mi apostolado son ustedes en el Señor!

Evangelio según San Mateo (25: 31-46)

Dijo el Señor: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y Él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá a los de su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, hereden el Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme.” Entonces los justos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y el Rey les dirá: “En verdad les digo, que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron.”

Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; era forastero, y no me acogieron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo y en la cárcel, y no me visitaron.” Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y Él entonces les responderá: “En verdad les digo, que cuanto dejaron de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejaron de hacerlo.” E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la Vida Eterna.»

Mensaje Pastoral

 La báscula del juicio

Estando a las puertas de la Cuaresma, nuestra Iglesia conmemora el Día del Juicio, es decir, la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo. La lectura del Evangelio enfatiza el criterio del Juicio Final, y lo que leemos está claro: seremos juzgados según la medida de nuestra misericordia, es decir, la medida de nuestro amor.

La palabra «amor» a menudo es manipulada o malentendida. El pasaje bíblico destaca las palabras de nuestro Señor Jesús cuando dice: «cuanto hicieron a uno de estos hermanos…» Entonces no se trata de un término abstracto ni de emociones y sentimientos sino de acción. Nosotros, pues, seremos separados entre ovejas y cabritos –como lo ilustra la imagen de la parábola– según nuestras obras de amor.

Erróneamente, el amor es limitado a tan sólo un afecto pasivo. Quizás podamos tener sentimientos de antipatía y rechazo hacia cierta persona, pero si nos comportamos con ella con delicadeza y amor, transformamos, a través de la lucha, nuestro odio en caridad y clemencia. Por otro lado, podemos tener en nuestro interior el sentimiento más delicado hacia alguien y sentirnos emocionalmente dependientes de él, pero a la vez tratarlo con hostilidad.

El amor significa, sin duda alguna, ceder a los demás el primer lugar, y el egoísmo es exactamente lo contrario, es decir, tomar para mí la primacía y dejar al prójimo lo último. Que yo ame a alguien equivale a que quiera y desee darle a él el primer lugar, amarle más de lo que me quiero a mí mismo y desearle el bien a él antes que a mí.

La Cuaresma, cuando va de la mano con las obras de la misericordia, constituye un gesto de abstinencia que nos lleva a abandonar nuestro egoísmo y nos estimula a despojarnos del hombre viejo y a proclamar al nuevo. En ella, dejamos atrás todos nuestros malos deseos, nos abstenemos de los intereses que nos llevan a la perdición, y aprendemos a ver y considerar a «los hermanos más pequeños» del Señor y apreciar en ellos su Presencia. Y así se inclina la balanza favorablemente: «Conviene que Él crezca, y que yo mengüe» (Jn 3:30).

Nuestra fe y Tradición

La oración por los difuntos 

El Cristianismo siempre ha rechazado absolutamente usar métodos y técnicas (espiritismo, magia…) para comunicarse con los muertos; sea lo que sea la meta, ejercer estos métodos significa permitir ser sujetos a engaños satánicos y/o oportunismo humano que burla de nuestros sentimientos.

En cambio, la única conveniente y saludable manera de dicha comunión es la oración, donde la reunión se encuentra, no en el nivel psicológico (recuerdos, fotos, sueños…), sino en el espiritual. Y se nos pregunta: ¿Qué es la justificación de la conmemoración de los muertos?, y ¿en qué manera pueda ser útil para los muertos?

Quizás la pregunta nos confunda, y que no podamos dar una contestación satisfecha sistemáticamente, pero nuestra auténtica fe nos enseña a que el amor mutuo es el que justifica, más bien, nos exhorta a orar por nuestros queridos difuntos. Es lo mismo con los vivos: pues, no podemos explicar cómo nuestra súplica ayuda al prójimo, pero sabemos de la experiencia que ésta es eficaz, y así la practicamos. La acción de la oración, sea ofrecida por vivos o por muertos, es mística; no podemos sondear la influencia entre la eficacia de la oración, la libre voluntad de una cierta persona y la misericordia de Dios. Nos basta saber que ellos necesitan de nuestro apoyo, y que cuando oramos por ellos, su amor a Dios se aumenta; el cumplimiento, dejémoslo a Dios.

Rechazar la oración hacia los muertos es un pensar frío que contradice al amor. Nuestra esperanza de que ellos viven en la misericordia de Dios, nos hace querer que nuestro amor hacia ellos sea incorporado en la Divina Misericordia: “haz descansar los almas de tus siervos en un lugar de paz donde no hay dolor ni tristeza sino vida eterna.”

Vida de Santos

 San Policarpo

23 de febrero

San Policarpo, obispo de Esmirna y mártir († 166) San Policarpo fue uno de los discípulos del apóstol San Juan Evangelista. Los fieles le profesaban una gran admiración. Y entre sus discípulos tuvo a San Ireneo y a varios santos más. San Policarpo era obispo de la ciudad de Esmirna, en Turquía, y fue a Roma a dialogar con el Papa Aniceto para ver si podían ponerse de acuerdo para unificar la fecha de fiesta de Pascua entre los cristianos de Asia y los de Europa. Y caminando por Roma se encontró con un hereje que negaba varias verdades de la religión católica. El otro le preguntó: ¿No me conoces? Y el santo le respondió: ¡Si te conozco, Tú eres un hijo de Satanás! Cuando San Ignacio de Antioquía iba hacia Roma, encadenado para ser martirizado, San Policarpo salió a recibirlo y besó emocionado sus cadenas. Y por petición de San Ignacio escribió una carta a los cristianos del Asia, carta que según San Jerónimo, era sumamente apreciada por los antiguos cristianos. El pueblo estaba reunido en el estadio y allá fue llevado Policarpo para ser juzgado. El gobernador le dijo: “Declare que el César es el Señor”. Policarpo respondió: “Yo sólo reconozco como mi Señor a Jesucristo, el Hijo de Dios”. Añadió el gobernador: ¿Y qué pierde con echar un poco de incienso ante el altar del César? Renuncie a su Cristo y salvará su vida. A lo cual San Policarpo dio una respuesta admirable. Dijo así: “Ochenta y seis años llevo sirviendo a Jesucristo y El nunca me ha fallado en nada. ¿Cómo le voy yo a fallar a El ahora? Yo seré siempre amigo de Cristo”. El día de su martirio fue el 23 de febrero del año 155. Esta carta, escrita en el propio tiempo en que sucedió el martirio, es una narración verdaderamente hermosa y provechosa.

Sentencias de los Santo Padres sobre el recuerdo del Juicio Final

No pensemos, hermanos, que lo que actuamos termina con esta presente vida; tengamos fe en que el juicio es una realidad y que cada persona se juzgará según sus obras.

San Juan Crisóstomo

En aquel día, los hombres recordarán todas sus obras confesándolas ante Dios. Los que no se han arrepentido durante su vida, llorarán diciendo: ¿Por qué  no nos cansamos un poco en lugar de perder la vida jugando? ¿por qué no nos desvelamos y ayudamos a los pobres? ¿por qué odiamos al hermano y satisficimos la carne?  Sí, todo esto lo hemos hecho: ¿por qué no nos hemos arrepentido cuando tuvimos el tiempo?

San Efrén El Sirio

                                                                                                                                            

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Padre Juan R. Méndez ()

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