Fiesta de la Presentación

de la Madre de Dios en el Templo

Alabemos con fe a María, la doncella de Dios,
a quien los profetas, antiguamente, habían llamado:
 jarra, tabla de la ley, vara y monte intocable.
Pues hoy es presentada en el Santo de los Santos para ser educada para el Señor.

Himnos de la Liturgia

Tropario de la Resurrección

Tono 6

audioLos poderes celestiales aparecieron sobre tu sepulcro;
y los guardias quedaron como muertos;
María se plantó en el sepulcro buscando tu Cuerpo purísimo.
Sometiste al Hades sin ser tentado por él;
y encontraste a la Virgen otorgándole la vida.
¡Oh Resucitado de entre los muertos, Señor, gloria a Ti!

 

Tropario de la Presentación de la Virgen en el Templo

Tono 4

Hoy es el preludio de la complacencia de Dios,
el anuncio de la Salvación para los hombres:
la Virgen se presenta en el Templo de Dios
y preanuncia a Cristo a todos.
Exclamémosle con gran voz diciendo:
«¡Alégrate, oh cumplimiento del Plan salvífico del Creador!»

Condaquio de la Presentación de la Madre de Dios en el Templo

Tono 5

 Sagrado Templo del Señor y purísimo,
preciosa cámara nupcial y santísima,
cofre venerable de la Gloria de Dios,
en la casa del Señor, la Virgen hoy es presentada y con ella la gracia del Espíritu Divino.
 Alábenle los ángeles de Dios porque ella es la tienda celestial.

Lecturas bíblicas 

Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios (2: 4-10)

Hermanos: Dios, rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos por los pecados, nos vivificó juntamente con Cristo —por la Gracia han sido salvados— y con Él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su Gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Pues por la Gracia han sido salvados, mediante la fe; y esto no viene de ustedes, sino que es un don de Dios; no viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano para que en ellas anduviéramos.

Evangelio según San Lucas (12: 16-21)

Dijo el Señor esta parábola: “Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba para sí diciendo: “¿Qué haré, pues no tengo dónde reunir mi cosecha?” Y dijo: “Voy a hacer esto: Demoleré mis graneros y edificaré otros más grandes, y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, goza.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?” Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios.»

Mensaje Pastoral

El Paraíso: ¿verdad o ilusión?

«¡Descansa, come, bebe y goza!»

Con estas palabras el rico de la parábola se felicitaba así mismo. ¿Acaso dicho estado no es «el paraíso perdido» del lenguaje mitológico –descanso, satisfacción y placer–, paraíso anhelado por muchos? El hombre de hoy planea: trabajaré fuertemente en la juventud para descansar y disfrutar de mis últimos años (¡como si supiera el momento preciso de su partida!). Sinceramente nuestro modo de pensar a menudo es muy parecido al del rico de la parábola.

¿Por qué las palabras de Jesús califican de ignorante nuestra actitud respecto a la búsqueda de este paraíso: «¡Necio!»? Para Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, «el paraíso perdido» es una añoranza –que se ubica en la subconciencia– hacia el estado del feto en la matriz, donde la creatura come, bebe y descansa incesablemente. La hipótesis del psicoanalista logra, en cierto modo, trazar un perfil de la verdad: los anhelos religiosos no son obra de la civilización sino reacción genuina de la naturaleza humana; pero lo añorado no es el seno materno sino «el regazo de Dios», del cual el hombre ha abortado a sí mismo. Lo que Freud llama «subconciencia» la Biblia denomina «corazón» y la filosofía griega, adoptada por los padres de la Iglesia, le designa como νοός «Noos»: el ojo espiritual del ser humano por cuyo medio se comunica con su Creador y lo busca; es lo que le privilegia como la creación amada de Dios. El hombre, en la comprensión cristiana, no es un animal social ni racional sino un ser litúrgico. La etimología da este sentido a la palabra griega άνθρωπος «ántropo»: el que puede mirar hacia arriba. Físicamente su constitución –ya que puede estar de pie– le posibilita observar cómodamente el cielo; así también su «memoria paradisíaca» le permite añorar lo alto y lo divino. Si bien la mitología de la antigüedad ha adulterado esta nostalgia con las pasiones carnales del mundo caído, la revelación bíblica –culminada con la Encarnación del Hijo de Dios– ha purificado la añoranza y ha devuelto al paraíso su sentido esencial como estado de convivencia con el Señor: «el Reino de Dios ya está entre (en) ustedes» (Lc 17:21). La necedad del rico de la parábola consiste en que desactivó esta memoria. Sus graneros gigantescos le taparon la vista y ya no advertía más allá de su vida mundana.

Un placer –dice un filósofo– se vuelve dolor cuando te adviertes de que acabará pronto: ahora comes, al rato tendrás hambre; descansas, luego te cansarás o padecerás enfermedad. No era así con Adán en el
Paraíso. Su permanencia con Dios garantizaba su permanencia en la dicha.

La Iglesia, como voz que clama en el desierto, no cesa de reavivar en nosotros la memoria del «Reino de Dios» como anhelo constante y criterio básico de nuestro pensamiento, sentimiento y actitud. Cuando el cristiano llena sus sentidos y los espacios de su vida con la Palabra de Dios, la Gracia obra en él mística e imperceptiblemente, transformando su subconciencia añorante en una conciencia verídica, y he aquí que se vuelve iniciado del Paraíso restaurado. Amén.

La presentación de la Madre de Dios en el Templo

21 de noviembre

Esta fiesta de la Virgen se atribuye en el Oriente, más o menos, al Siglo VII, mientras en el Occidente al siglo XIV. Se caracteriza la fiesta por una historia que tiene un sentido muy profundo.

La pareja virtuosa, Joaquín y Ana, siendo estéril, fue agraciada por Dios con el fruto del vientre: María. Cuando la llevaron al Templo donde iba a residir la niña de tres años, conforme a la promesa que habían dado, Joaquín llamó a unas hebreas vírgenes para que la acompañaran con lámparas. María los adelantó sin ningún temor o vacilación y, al llegar al atrio del Templo, se encontró con Zacarías, el sumo sacerdote, y se aventó a sí misma en sus brazos mientras él decía: “El Señor te glorifica en toda generación, pues he aquí que en ti, Dios revela en los últimos días la salvación preparada para su pueblo.”

Luego, a diferencia con los hábitos conocidos, Zacarías introdujo a la niña María en el Santo de los Santos –parte del Templo inaccesible a ninguno excepto el mismo sumo sacerdote que entraba una vez al año para ofrecer un sacrificio por los pecados del pueblo– y la asentó en el tercer escalón del Altar; la Gracia del altísimo descendió sobre ella, así que empezó a bailar de alegría. Todos los presentes glorificaron a Dios por todo lo que hubo de realizarse en esta niña.

Joaquín y Ana regresaron a su casa pero sin la niña. Ella permaneció en el Templo nueve años, asimilando lo celestial, sin preocupación ni pasión; las mismas necesidades de la naturaleza las superó, al igual que todos los deseos materiales, vivió totalmente para Dios, contemplando su hermosura. Con constante oración y vigilia, se transformó en un espejo que refleja la gloria de Dios. Con una mente purificada por el recogimiento y el ayuno, pudo sondear la profundidad de las Santas Escrituras y comprendió que todo el pasado tiempo era necesario para que Dios preparase para sí una madre elegida dentro de esta rebelde humanidad.

María entró en el Templo, y allá contuvo a Dios; el Templo ya es ella; ella es la Tienda, el Tabernáculo de la Nueva Alianza, la Jarra del Maná celestial, la vara de Aarón y la Tabla de la ley de la Gracia.

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Padre Juan R. Méndez ()

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