Domingo de la curación del ciego

domingo del ciego

“Oh Señor, ilumina mis ojos espirituales
oscurecidos con las tinieblas del pecado;
úntalos con la humildad, oh Misericordioso,
y lávalos con las lágrimas del arrepentimiento.”

Exapostelario

Tropario de la Resurrección

Tono 4

Al coeterno Verbo, con el Padre y el Espíritu,
Al Nacido de la Virgen para nuestra salvación,
alabemos, oh fieles, y prosternémonos.
Porque se complació en ser elevado en el cuerpo sobre la Cruz
y soportar la muerte,
y levantar a los muertos por su Resurrección gloriosa.

Condaquio de la Pascua

Tono 8

Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal,
destruiste el poder del Hades;
y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios,
dijiste a las mujeres Mirróforas: «¡Regocíjense!»;
y a tus discípulos otorgaste la paz,
Tú que  concedes a los caídos la resurrección.

Lectura de Hechos de los Apóstoles (16: 16-34)

En aquellos días: sucedió que mientras íbamos a la oración, nos vino al encuentro una muchacha  esclava poseída de un espíritu adivino, que pronunciando oráculos producía mucho dinero a sus amos. Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación.» Venía haciendo esto durante muchos días. Cansado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: «En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella.» Y en el mismo instante salió.

Al ver sus amos que se les había ido su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta el ágora, ante los magistrados; los presentaron a los pretores y dijeron: «Estos hombres alborotan nuestra ciudad; son judíos y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos aceptar ni practicar.» La gente se amotinó contra ellos; los pretores les hicieron arrancar los vestidos y mandaron azotarles con varas. Después de haberles dado muchos azotes, los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero que los guardase con todo cuidado. Éste, al recibir tal orden, los metió en el calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo.

Hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los presos les escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos. Despertó el carcelero y al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse, creyendo que los presos habían huido. Pero Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.»

El carcelero pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y Silas, los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?» Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa.» Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa. En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las heridas; inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos. Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios.

Evangelio según San Juan (9:1-39)

En aquel tiempo, Jesús al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento; sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres?» Jesús respondió: «Ni él pecó ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Conviene que Yo haga las obras del que me ha enviado mientras es de día; viene la noche cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, Yo soy la Luz del mundo.»

Dicho esto, escupió en la tierra e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: «Vete y lávate en la piscina de Siloé» (palabra que significa “el enviado”). Él fue y se lavó allí, y cuando volvió veía claramente.

Sus vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna decían: «¿No es éste el que se sentaba aquí y pedía limosna?» Unos decían: «Es él», otros en cambio: «No, es uno que se le parece.» Pero él afirmaba: «Sí, soy yo.» Le preguntaban, pues: «¿Cómo se te han abierto los ojos?» Contestó: «Aquel hombre que se llama Jesús hizo un poquito de lodo, me untó los ojos, y me dijo: “Vete a la piscina de Siloé y lávate allí.” Fui, me lavé, y ahora veo.» Le preguntaron: «¿Dónde está ése?» Respondió: «No lo sé.»

 Lo llevaron, pues, ante los fariseos al que había sido ciego. Pero es de advertir que ese día en que Jesús hizo el lodo y le abrió los ojos al ciego era sábado. Nuevamente, pues, los fariseos le preguntaban también cómo había recobrado la vista. El les respondió: «Puso lodo sobre mis ojos, me lavé, y veo.» Sobre lo que decían algunos de los fariseos: «No viene de Dios este hombre, pues no guarda el sábado.» Otros decían: «¿Cómo un hombre pecador puede realizar tales señales?» Y había desacuerdo entre ellos. Entonces volvieron a decirle al ciego: «Y tú ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?» Respondió: «Que es un profeta.» Pero, por lo mismo, no creyeron los judíos que hubiese sido ciego, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es éste su hijo, de quien dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?» Sus padres les respondieron: «Sabemos que éste es hijo nuestro, y que nació ciego, pero cómo ahora ve, no lo sabemos, ni tampoco sabemos quién le ha abierto los ojos; pregúntenle a él, edad tiene y puede responder por sí mismo.» Esto dijeron sus padres por miedo a los judíos, porque los judíos se habían puesto de acuerdo en echar de la sinagoga a cualquiera que reconociese a Jesús por el Cristo. Por eso dijeron: «Edad tiene: pregúntenle.»

Llamaron, pues, otra vez al hombre que había sido ciego, y le dijeron: «¡Da gloria a Dios! Nosotros   sabemos   que   ese   hombre   es    un pecador.» Él respondió: «Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo antes era ciego y ahora veo.» Le replicaron: «¿Qué hizo él contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?» Les respondió: «Ya se lo he dicho y no me han oído, ¿por qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso será que también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?» Entonces comenzaron a insultarlo. Y le dijeron: «Tú eres discípulo de ése; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, mas éste no sabemos de dónde es.» Respondió aquel hombre y les dijo: «Aquí está lo extraño:  me  ha  abierto  los  ojos  y ustedes no saben de donde viene… Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que al que teme a Dios y hace su voluntad, a éste le escucha. Desde que el mundo es mundo no se ha oído jamás que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si este hombre no fuese de Dios, no podría hacer nada de lo que hace.» Le respondieron: «Saliste del vientre de tu madre envuelto en pecado, ¿y nos das lecciones?» Y lo echaron fuera.

 Oyó Jesús que lo habían echado fuera, y encontrándolo, le dijo: «¿Crees en el Hijo de Dios?» Respondió él y dijo: «¿Y quién es, Señor, para que crea en Él?» Le dijo Jesús: «Lo has visto; es el mismo que está hablando contigo.» Él entonces dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante Él.

Curación-conversión

No sabía ni cómo ni por qué Jesús lo sanó y lo volvió hacia Él, pero si sabía que su vida había cambiado radicalmente; no solo porque ahora veía y todo se iluminaba a su alrededor, sino porque ahora creía. En él nacían tanto la alegría de vivir y gratitud hacia Aquel que lo había curado, como confianza, respeto y fidelidad. Antes, en aquélla ceguedad que le envolvía, ¿qué luz podría brillar, qué verdad, qué esperanza, qué camino podría haber? La gracia de la vida aguardaba su manifestación: recibir la luz que disipara las tinieblas. No solo el cuerpo, del ciego de nacimiento, carecía de las lámparas que lo iluminaran, sino también su alma estaba oscurecida. Al estar imposibilitado de ver las obras de Dios, en las que Él nos revela su poder y divinidad desde la creación del mundo, su alma se encontraba privada de la luz de este conocimiento.

Que su ceguera interior era, incluso, más grande que la corporal se puede ver en el hecho de que ésta última es erradicada de inmediato: Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: Vete a Siloé y lávate. Yo fui, me lavé y vi.  Mientras, la oscuridad  de los ojos de dentro, más densa, se desvanece solo paso a paso ante la luz. Impedido por la ceguera para actuar libremente, está limitado también para ejercitar su propia voluntad. De hecho no es libre, es, por el contrario, totalmente dependiente. Por eso, cuando la luz irrumpe en su oscuridad y ve, también ve y vive su liberación, su capacidad de decidir, de aceptar o rechazar, de creer o no creer. En la iluminación corporal que le es concedida no interviene su voluntad, es obra de la sola gracia divina. En la interior, el Señor  le deja en plena libertad de decidir según su voluntad qué hacer con la luz que Él le concede. Depende ahora de sí mismo, ser fiel o infiel, confiarse a Él y seguirlo o ser incrédulo y apartarse. El Señor lo deja actuar libremente e inicia su crecimiento en la fe y en el conocimiento de Dios que le han sido otorgados. Mejores no podían ser las bases  para establecer una correcta relación con Dios: humildad, mansedumbre y obediencia. Desde que el Señor lo vio y se acercó a él para iluminarlo física y espiritualmente, el ciego de nacimiento no protestó, no cuestionó ni menos resistió todo lo que Jesús hizo y le mandó hacer. Después con gran valor defiende la autenticidad y veracidad del portentoso suceso realizado por un hombre bueno llamado Jesús, al comienzo de su nueva vida; por un hombre sin pecado, poco más tarde; por un profeta, cuando es mayor su elevación espiritual; y, finalmente, cuando llega a la visión perfecta y su fe alcanza la madurez,  ve y cree  en el verdadero hacedor de aquella maravillosa obra divina: el Hijo de Dios a quien adora y glorifica. Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mi no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mi y yo en el Padre. (Jn10:37-38)

Rev. Padre Juan Peña
Catedral de San Jorge
México D.F.

Jueves de Ascensión

El siguiente jueves, 13 de mayo, celebramos la Divina Ascensión, acontecimiento en el cual el Señor, 40 días después de su Resurrección, ascendió a los Cielos en medio de sus Discípulos. ¡Que estos cuarenta días nos confirmen en la realidad de la Resurrección para dar testimonio digno de la grandeza de la Buena Nueva!

DSC06732Ordenación diaconal

Hoy, domingo 29 de mayo, en la Catedral de San Jorge, México D.F., por la imposición de manos de S. E. Sayedna Antonio, Arzobispo de nuestra Arquidiócesis, el Diácono Emiliano Díaz recibe la ordenación sacerdotal.

Felicitamos al padre y a su familia, deseándole un servicio colmado de virtud, gracia y bendición.

Fiesta de San Jorge

El domingo 22 de mayo se celebró la memoria de San Jorge. Después de la divina Liturgia los feligreses participaron en una comida que las Damas de San Jorge organizaron en la restaurante “Ambrosía”. Fue una reunión muy bonita de amigos y familiares. Felicitamos a la damas de San Jorge y a todos los miembros de la comunidad, y pedimos a Dios que les guarde a todos en su amor y protección por la intercesión del Gran Mártir San Jorge

Fotos de la comida:

 

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Padre Juan R. Méndez ()

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