Dommingo del Paralítico
El Señor misericordioso, Amante de la humanidad, se detuvo en la Piscina de Betesda para curar las enfermedades, y encontró a un hombre paralítico desde muchos años atrás, y le dijo: “Levántate, carga tu camilla, y anda por rectos caminos. Exapostelario
Tropario de la Resurrección
Tono 3
Que se alegren los celestiales y que se regocijen los terrenales; Porque el Señor desplegó la fuerza de su brazo, pisoteando la muerte con su muerte; y, siendo el primogénito de entre los muertos, nos salvó de las entrañas del Hades y concedió al mundo la gran misericordia.Condaquio de la Pascua
Tono 8
Cuando descendiste al Sepulcro, oh Inmortal, destruiste el poder del Hades; y al resucitar vencedor, oh Cristo Dios, dijiste a las mujeres Mirróforas: «¡Regocíjense!»; y a tus discípulos otorgaste la paz, Tú que concedes a los caídos la resurrección.Hechos de los Apóstoles (Hch 9: 32-42)
En aquellos días: Pedro, que andaba recorriendo todos los lugares, bajó también a visitar a los santos que habitaban en Lida. Encontró allí a un hombre llamado Eneas, tendido en una camilla desde hacía ocho años, pues estaba paralítico. Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te cura; levántate y arregla tu lecho». Y al instante se levantó. Todos los habitantes de Lida y Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor.
Había en Joppe una discípula llamada Tabitá, que quiere decir Gacela. Era rica en buenas obras y en limosnas que hacía. Por aquellos días enfermó y murió. La lavaron y la pusieron en la estancia superior. Lida está cerca de Joppe, y los discípulos, al enterarse que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres con este ruego: «No tardes en venir a nosotros».
Pedro partió inmediatamente con ellos. Así que llegó le hicieron subir a la estancia superior y se le presentaron todas las viudas llorando y mostrando las túnicas y los mantos que Dorcás hacía mientras estuvo con ellas. Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró; después se volvió al cadáver y dijo: «Tabitá, levántate.» Ella abrió sus ojos y al ver a Pedro se incorporó. Pedro le dio la mano y la levantó. Llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva. Esto se supo por todo Joppe y muchos creyeron en el Señor.
Evangelio según San Juan (Jn 5: 1-12)
En aquel tiempo, subió Jesús a Jerusalén. Hay en Jerusalén una piscina, cerca de la puerta de las ovejas, llamada en hebreo Betesda, la cual tiene cinco pórticos. En ellos, yacía una gran multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos aguardando el movimiento de las aguas, pues un ángel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina, y agitaba el agua; y el primero que después de movida el agua entraba en la piscina, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Estaba allí un hombre que hacía treinta y ocho años que se hallaba enfermo. Jesús, al verlo tendido y al enterarse de que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: «¿Quieres recobrar la salud?» El enfermo respondió: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua, por lo cual mientras yo voy, ya se ha metido otro.» Le dijo Jesús: «Levántate, toma tu camilla y anda.» De repente se halló sano este hombre, tomó su camilla y se puso a andar.
Era aquél un día sábado; por eso le decían los judíos al que había sido curado: «Es sábado y es ilícito llevar a cuestas la camilla.» Les respondió: «El que me ha devuelto la salud me ha dicho: “Toma tu camilla y anda”.» Le preguntaron entonces: «¿Quién es ese hombre que te ha dicho: “Toma tu camilla y anda”?» Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde, Jesús lo encontró en el templo y le dijo: «Mira que has quedado curado; no peques más, para que no te suceda algo peor.» El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús quien le había curado.
Obedeciendo a Cristo
Amados hermanos: “Dios quiere que todos los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2:4-5). Es por ello que Jesús, quien es la Verdad, día tras día y de diversas maneras nos sale al encuentro como La Verdadera Vida, y, al vernos enfermos, débiles y casi al borde de la muerte, lleno de bondad nos invita, diciéndonos: ¿Hijo, quieres recobrar la salud? Al reconocer que realmente es nuestro Salvador, nos viene a la mente quien es Él y todo lo que Él es capaz de hacer, ya que es la Vida misma. Ahora, en este momento, sí es necesaria una respuesta de fe en absoluta obediencia: Un ¡Sí, quiero!
En este acontecimiento tan trascendente para este pobre hombre que llevaba 38 años de parálisis total, abandonado de todos los suyos, sin amigos, sin siquiera la solidaridad de sus compañeros enfermos, tiene la dicha de ver a Jesús. Se le acerca decidido a darle ese aliento de vida. Indudablemente que al darse cuenta que está ante Jesús, quien le pregunta: ¿Quieres recobrar la salud?, vemos cómo este hombre explica a Jesús que debido a su completa incapacidad no ha tenido quien le ayude a descender al estanque del Siloé. ¡Por fin, la mano del gran Amigo de la humanidad llegó evitándole bajar a esa piscina! A la voz poderosísima del Señor de la Vida, quien le ordenó: “¡Levántate y anda!”, este hombre obedeció y al instante recibió el don de la salud. Jesús, lo había sanado. ¡Qué conmovedoras son sus palabras, que hasta este pobre y olvidado de todos en el abandono absoluto, aún brillaba en él una chispa de esperanza! Este hombre fue el Job de los tiempos de la manifestación de la salvación. Más lo importante de este acontecimiento es la invitación que el mismo Señor le hace, al encontrarle nuevamente en el Templo. Se acerca y le recomienda que para continuar en salud de alma y cuerpo, esté muy atento: “Mira, has sido sanado; no peques más para que no te venga algo peor”. La Vida, ese divino tesoro encerrado en vasijas de barro, nos conduce a la ferviente súplica que “el tiempo restante de nuestra vida se concluya en paz y penitencia.” ¿Por qué es necesario que lo que le resta a nuestra vida la vayamos terminando en la paz y la penitencia? Es obvio que La Vida y la Muerte son enemigas…son contrarias. Es por ello que mientras se vive en Cristo y en la conciencia de que somos “templo del Espíritu Santo”, sigamos este sabio consejo paulino: “No reine, pues, el pecado en su cuerpo mortal, de modo que lo obedezcan en sus concupiscencias […], sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Rom 6:12-14).
Por lo tanto, la fe exige una obediencia a la Palabra de Vida, que es para nosotros, los cristianos ortodoxos “la sana Doctrina” convertida en Divina Liturgia de alabanza y gratitud.
Rev. Archimandrita Cosme Andrade parroquia de la Dormición de la Madre de Dios Mérida, México
La persignación
Para persignarnos o hacer la señal de la cruz debemos juntar los tres primeros dedos de la mano derecha (pulgar, índice y medio). y los otros dos (anular y meñique), se doblan hacia la palma.
Los tres primeros dedos nos demuestran nuestra fe en la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
Los dos dedos doblados, significan que el Hijo de Dios bajó a la tierra siendo Dios y se hizo hombre, demostrándonos sus dos naturalezas, la divina y la humana.
Al iniciar la señal de la cruz ponemos los tres dedos juntos en: la frente, para santificar nuestra mente; en la cintura para santificar nuestros sentimientos interiores; al hombre derecho y después al izquierdo, para santificar nuestras fuerzas corporales.
La señal de la cruz nos da fuerza para rechazar y vencer el mal. Tenemos que hacerlo correctamente, sin apuro, respetuosamente y conscientes del acto que significa el persignarse.
En caso contrario estamos demostrando: falta de interés y negligencia al hacerlo, de esta manera sólo estamos logrando que los diablos se alegren por nuestra irreverencia, dice san Antonio el Grande.
Nos persignamos al iniciar, durante y al final de una oración; al reverenciar los iconos; al entrar y salir de la Iglesia; al besar la vivificante Cruz; también hay que hacerlo en los momentos críticos de nuestras vidas, en alegrías y pena, en dolor y congoja; antes y después de las comidas.
Sobre la Resurrección
- “si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe.” (1Cor.15,14).
- “Muchos son los que creen en la Resurrección de Cristo, pero pocos, los que la ven con claridad.”
(San Simeón el Neo-Teólogo)
- “nuestra Fiesta (la Resurrección) es la fiesta de las fiestas siempre y cuando permanezcamos con aquel que es el Novio de la fiesta, y su flor; siempre y cuando comamos su Cuerpo y bebamos su Sangre para la vida eterna y la nueva alianza”
(Patriarca Ignacio IV)
¡Felicidades!
Felicitamos a toda la comunidad de la Catedral de San Jorge, en México D.F. y en Venezuela, Valencia, y a todos los que llevan el nombre de San Jorge y a los que buscan su intercesión, pidiendo al Dios misericordioso que, por la intercesión del Santo, nos otorgue paz y anhelo para seguir su celo y pasos hacia la santidad.