20/09

El día 20 de septiembre se conmemora al gran Santo y Mártir Eustatio, a su esposa Teopistia y a sus hijos Agapio y Teopisto.

San Eustatio era llamado Placidas y su esposa Tatiana, antes de que ellos y sus hijos se convirtieran al Cristianismo. Placidas fue un general que vivió en Roma en tiempos de Trajano (98-117). A pesar de ser pagano, el era notablemente virtuoso y tenia un especial amor hacia los pobres. Viendo su naturaleza bien intencionada, Dios se le reveló como lo había hecho con San Pablo.

Un día cuando Placidas estaba cazando en el bosque y tenía acorralado a un gran ciervo, vio entre sus astas una cruz mas brillante que el sol, en la cual el vio a Cristo. También escuchó una voz: “Placidas por que me persigues? Yo soy Cristo, a quien inconscientemente has honrado con tus buenas obras. Yo vine al mundo como hombre para salvar a la humanidad, y me aparezco hoy como tal para atraparte en la red de mi amor por los hombres.” Asombrado y aterrorizado, Placidas cayó de su caballo y quedó inconsciente por varias horas. La veracidad de su visión fue indudable cuando Cristo se le apareció por segunda vez y le dio a conocer que Él es Dios por naturaleza, quien hizo los cielos y la tierra, quien, por su amor a la humanidad, tomó nuestra naturaleza humana en sí mismo.

Entonces Placidas creyó desde el fondo de su corazón y se bautizó con su esposa e hijos. Todos ellos recibieron nuevos nombres. Los nombres cristianos de los padres fueron Eustatio y Teopistia, y los de los hijos Agapio y Teopisto . Viendo en él la virtud que proviene de la fe, el Señor se le apareció nuevamente a Eustaquio y le dijo de las tribulaciones que el diablo provocó a Job y que podría dárselas a él, pero que la Gracia Divina permanecería con él. Poco después perdió todas sus posesiones y decidió tomar un barco hacia Egipto con su esposa e hijos. El capitán del barco, un sinvergüenza licencioso, capturó a su esposa en el momento en el que el desembarcaba con sus hijos. Con lágrimas en los ojos Eustatio siguió su camino y mientras atravesaba un río, un lobo y un león ahuyentaron a sus hijos, dejándolo solo y arruinado, cuya fe y única esperanza estaban en la misericordia del Señor. Él, quien fuera una vez un miembro notable de la nobleza romana, ahora iba de un lugar a otro, con la paciencia de Job, viviendo de trabajos eventuales. Finalmente se estableció en un lugar llamado Badissos cuidando un huerto, no lejos de donde se encontraban sus dos hijos a quienes habían rescatado unos pastores, y crecían sin saber de él.

Quince años después, los bárbaros que tenían cautiva a Teopistia se preparaban para invadir en multitud al imperio; los romanos no podían encontrar un general lo suficientemente hábil que resistiera el ataque. El Emperador recordó las muchas victorias y el valor de Eustatio y lo mandó buscar. Cuando se presentó en la corte, estaba apenas reconocible, pues la pobreza y la aflicción habían dejado huellas en su semblante. El Emperador le restituyó su cargo y posesiones y le dio el mando de la legión que, con la ayuda de Dios, alejaron a los bárbaros. Durante la campaña, Eustaquio se reunió con su esposa y sus hijos, así que su paciencia no quedó sin recompensa en esta vida.

A su regreso triunfal a la Roma, Adriano, el nuevo Emperador, lo llenó de regalos y le preguntó que si en agradecimiento iba a ofrecer un sacrificio a los ídolos por su victoria. Eustatio le contestó que solamente a Cristo le correspondía la victoria y no a la fuerza imaginaria de dioses falsos. Esta respuesta encolerizó al tirano. Una vez más le fueron confiscados todos sus bienes. Y llevaron a San Eustaquio, su esposa e hijos para alimentar a los leones; pero las bestias no se atrevieron a tocarlos y se recostaron con reverencia ante ellos, los Santos Mártires fueron arrojados a un caldero en forma de toro, lleno de bronce al rojo vivo, donde entregaron sus almas a Dios, sin que sus cuerpos tuvieran cambio alguno. Esto asombró a los paganos y llenó de júbilo a los fieles, quienes por estas señales reconocieron que la Gracia de Dios moraba en los cuerpos de los Santos Mártires y permaneció en ellos para consuelo en su sufrimiento. Sus intercesiones sean con nosotros.

About the Author

Padre Juan R. Méndez ()

Compartir
Compartir