El objeto de escribir esta nota no es hacer una crítica especializada sobre la película La Pasión de Cristo de Mel Gibson, ya que no soy especialista, sino que es la visión de un sacerdote ortodoxo expresando qué opina la Iglesia respecto a lo que la película expone. Si bien, se trata de una opinión personal, no obstante considero que está basada en la Biblia y en los Santos Padres.
Es muy claro que la película utiliza pasajes del Evangelio y palabras del Señor, algunas veces literalmente, tal como aparecen en los relatos de uno u otro de los cuatro evangelistas. Pero hay que recordar que los herejes también han utilizado pasajes evangélicos y han enfatizado palabras del mismo Cristo o de los Apóstoles. No se pretende aquí ofender ni a la película ni a su producción, sino lo que se quiere exponer es que las escenas, aún tratando de dar cuerpo a auténticas palabras citadas en la Sagrada Escritura, no tienen la infalibilidad de las mismas y no pasan de ser una mera lectura de éstas.
Viendo la película, me permito hacer estas observaciones con el propósito de enfocar nuestra fe en el camino recto:
1. Los Cuatro Evangelios, aunque mencionan los azotes, la corona de espinas y, por supuesto, la crucifixión, omiten los gritos y reacciones del mismo Cristo, porque lo que se anunció fue a un Cristo Dios Fuerte, que se dirige a su Pasión por su propia voluntad, que de antemano había dicho a los Apóstoles: “mirad que subimos a Jerusalén y se cumplirá todo lo que los profetas escribieron para el Hijo del hombre…” (Lc. 18, 32). Quien lee los capítulos 18 y 19 del Evangelio según San Juan, comprende que Cristo es la Luz que vence a la oscuridad; corrupción, odio, indiferencia, traición y crueldad, han formado la noche, de la cual, Jesús salió victorioso. Pero como Él mismo dice: “la Luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron.” (Jn.1, 5). Entonces Cristo, entrando en toda esta “oscuridad”, la ilumina. En su oración al Padre, aquella noche, lo dijo: “Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo…” (Jn.17, 1), pues la Gloria que manifiesta en la Resurrección es la misma oculta en la Cruz.
2. La película muestra las torturas de la forma más violenta posible, con el propósito de enfatizar que la Pasión era algo que ninguna persona hubiera podido aguantar. Considero que sí ha habido torturas similares o más extremas, pues la cruz era una pena común, y el sadismo, a lo largo de la historia, ha inventado los medios más horrendos que se pueda imaginar. Pero, en realidad, lo más dramático de todo es la muerte por sí misma, mientras todo lo demás –dolores, provocaciones, enfermedades, etc.- surge en consecuencia. Quizás para nosotros, caídos, la muerte es un acontecimiento normal al que nos enfrentamos día tras día, así que sólo nos hace falta ver a Cristo, que tanto sufrió de dolor, para hacernos sentir la grandeza de su sacrificio; pero si tomamos en cuenta que Cristo es el Dios Inmortal, la Vida, comprenderemos que la Cruz fue puesta en el destino de Jesús de Nazaret desde la Concepción, desde el momento que Dios se “despojó a sí mismo, tomando condición de siervo” (Flp.2, 7), y se realizó su plenitud en el momento que Cristo clamó “todo está cumplido” (Jn.19, 30), es decir, en su muerte en la Cruz.
3. Una impresión unánime de los espectadores se expresa con un “¡pobrecito Dios!.. ¡cómo lo trataron los hombres!”, o -como si fuese una devoción penitencial- “¡cómo lo tratamos, los hombres!” En realidad, si comparamos este mensaje de la película con la predicación de los Apóstoles en los “Hechos de los Apóstoles”, encontramos muchas diferencias. En el capítulo 2 del libro antes mencionado, Pedro, al recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, predica a los judíos de Jerusalén y les recuerda a Jesús, a quien “vosotros le matasteis, clavándole en la cruz por mano de los impíos”, y aunque fácilmente hubiera podido trasmitirles este sentimiento de culpabilidad, dado que ellos fueron testigos oculares y, más aún, ejecutores de la muerte, prefiere ir hacia la esencia de la fe: “a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio…” (Hch.2, 24). Pues la Resurrección no es una escena adicional que alivia la crueldad de las escenas anteriores, sino es el prisma por el cual los evangelistas contemplaron y narraron la vida del Señor, incluida la Pasión.
Como conclusión de esta nota, me gustaría poner lo que canta nuestra Iglesia Ortodoxa en el Viernes Santo, por boca del Señor que habla a su Madre: “Madre, la tierra me ocultó por mi voluntad; los guardianes del Hades temblaron al verme envuelto con la túnica de venganza. Pues, como Dios que he vencido a los enemigos por la Cruz, resucitaré y te engrandeceré.”