Onésimo es el destinatario de la carta del Apóstol Pablo a Filemón (la carta más pequeña de San Pablo).
Filemón, a quien san Pablo envió su carta, era un hombre desahogado de Colosi, recibió la fe de mano de San Pablo, así que abrió su casa como una iglesia donde se reunía la asamblea de Colosi.
Onésimo era un siervo de Filemón, pero un día le robó y huyó de la ciudad. Por algúna razón, el siervo Onésimo se encontró en la cárcel junto con San Pablo quien le enseñó el Evangelio de la salvación, así que, aceptando la fe, se bautizó. “Te ruego a favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo” escribe San Pablo a Filemón.
San Pablo manda, con el mismo Onésimo, una carta dirigida al amo Filemón pidiéndole que acepte al ya “útil para ti y para mi” Onésimo pero “no como un esclavo, sino como algo mejor que un esclavo: como un hermano querido.”
La carta es pequeña y de carácter personal, mas nos enseña el amor pastoral que tiene san Pablo a ambos, sus hijos espirituales de diferentes niveles sociales:
Aunque San Pablo tenía una palabra tan respetable en todas las Iglesias, vemos que no está ordenando a Filemón, sino pidiéndole con mucho cariño “aunque tengo en Cristo bastante libertad para mandarte lo que conviene, prefiero más bien rogarte en nombre de la caridad, yo, este Pablo ya anciano, y además ahora preso de Cristo Jesús.”
También, aunque le manda al siervo Onésimo para que sea recibido de nuevo en la casa del amo, habla de él con mucho respeto, no recordando su pasado sino el cariño que le tiene “te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón.”
Entre las líneas de esta carta, el mensaje del Cristianismo no determina ningún orden social del mundo cuyo construcción es efímera, alterable y corruptible, sino pretende liberar a los hombres y hacerlos que, encontrándose en cualquier estructura social y de cualquier época, sientan, vivan y reaccionen como libres, pero con la libertad que Cristo otorga.
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