Es el libro que describe la predicación de la Iglesia Primitiva sobre el Resucitado de entre los muertos y la acción del Espíritu Santo en los fieles.
Fue escrito por San Lucas, el escritor del tercer Evangelio. Eso lo sabemos por la persona llamada Teófilo, a quien ambos libros dirigieron su palabra. Mientras el primer tomo (Evangelio según San Lucas) fue dedicado a “todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio hasta el Día de su Ascenso” (Hech.1, 1-2), el segundo tomo (Los Hechos), a la predicación de la Primera Iglesia en el mundo de aquel entonces.
La construcción de Los hechos se basa en el aviso del Señor antes de su ascenso a los cielos: “recibirán poder, cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, y de este modo serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra.” (Hech.1,8), así, el libro comienza en Jerusalén y acaba en Roma (las confines de la tierra).
El Espíritu Santo llena a los Apóstoles de fuerza, de bien decir y valor; ellos predican con alegría y confianza, y hacen milagros en el Nombre del Señor; día con día, miles de gentes se convertían al “camino”, se bautizaban y “se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hech.2,42). Este es el dinámico clima que prevalecía en la Iglesia Primitiva descrita por San Lucas en los Hechos de los Apóstoles.
San Lucas, como discípulo y acompañante de San Pablo en sus giras evangelizadoras, dedicó la mayor parte de su libro a la predicación de su Maestro entre los gentiles, a los obstáculos que enfrentaban y cómo los resolvían con la Gracia del Señor y la inspiración del Espíritu Santo.
San Pablo se convierte a las puertas de Damasco (capítulo 9), y sale desde Antioquia a predicar en toda Asia Menor, Grecia, hacia Roma instituyendo iglesias en cada ciudad, y enfrentando a judíos y a cristianos de origen judío que se oponían a la predicación entre los gentiles, sin tener miedo de enfrentar ni a las autoridades romanas, ni a los obstáculos culturales.
San Lucas escribe Los Hechos de los Apóstoles no como un historiador que expone, sencillamente, la vida y la actividad de la Iglesia primitiva, sino como teólogo que atribuye esta vida y actividad a la dirección del Espíritu Santo; en esencia, podemos decir que se trata de “los Hechos de la Iglesia” o mejor dicho “los hechos del Espíritu Santo”.