Conmemoración de la aparición del signo de la Preciosa Cruz sobre Jerusalén; Mártir Acacio el Centurión

La primera aparición de la Santa Cruz fue ante el emperador san Constantino el Grande, con un victorioso emblema escrito “Con este signo vencerás”. Luego hubo otra aparición que se realizó en Jerusalén alrededor del año 346, siendo Patriarca Kirilos y el Monarca Constantino, hijo de san Constantino el Grande. Esta visión se realizó el 7 de mayo, era la hora tercera, cuando en el cielo apareció repentinamente la señal de la Gloriosa Cruz, formada por una Luz brillante sobre el monte Gólgota que llegaba hasta el monte de los olivos. Esta aparición causo una gran admiración entre todos los que se encontraban en Jerusalén, corriendo todos, jóvenes, mujeres y niños, a la iglesia con mucha alegría a agradecer y glorificar a Dios, que los bendijo y dio la Cruz como arma y escudo protector contra el enemigo.

Tropario, tono 1

He aquí, la señal de tu cruz resplandeció por encima del sol, * abrazando el santo monte hasta el lugar de la calavera, * y anunciaste así, oh alvador, tu poder, que ésta tiene. * Por ella, ampáranos en todo tiempo en paz, * por las intercesiones de la Theotokos, oh Cristo Dios, y sálvanos.

 

Santo Mártir Acacio el Centurión

 

San Acacio, que vivió principalmente en el siglo III, nació en Capadocia y fue centurión del regimiento martesiano bajo el mando del oficial militar Firmo.

Cuando comenzó la persecución contra los cristianos por orden del emperador Maximiano Galerio (305-311), Firmo interrogó a sus soldados uno tras otro sobre su fe. San Acacio se confesó cristiano firme y abiertamente. Al ver la firmeza del santo, Firmo lo envió ante su oficial superior, llamado Viviano, quien sometió al santo a una feroz tortura.

Tras las torturas, lo encadenaron pesadamente y lo encerraron en prisión. Poco después, llevaron al mártir y a otros prisioneros a Bizancio, ante el prefecto. Los soldados marcharon rápidamente, sin piedad hacia los prisioneros. San Acacio se debilitó en el camino por las heridas, las cadenas, el hambre y la sed. Cuando finalmente se detuvieron para pasar la noche, san Acacio dio gracias a Dios por permitirle sufrir por su santo Nombre. Mientras oraba, el santo oyó una voz celestial: “¡Ánimo, Acacio, y sé fuerte!”. Esta voz también fue oída por los demás prisioneros, y muchos de ellos creyeron en Cristo y le pidieron al santo que los instruyera en la fe cristiana.

En Bizancio, encarcelaron al santo mártir, mientras que los demás prisioneros fueron recluidos en condiciones menos severas. Por la noche, los demás prisioneros vieron cómo jóvenes radiantes se le aparecieron a san Acacio y lo atendieron, lavando sus heridas y llevándole comida. Después de siete días, Viviano volvió a llamar a san Acacio ante él y quedó impresionado por su aspecto fresco. Suponiendo que el guardia de la prisión había sido sobornado para que le diera respiro y comida, lo mandó llamar para interrogarlo. Como no creyó sus respuestas, Viviano mandó azotar brutalmente al guardia. El propio san Acacio respondió entonces a Viviano: «Mi poder y mi fuerza me los da el Señor Jesucristo, quien ha curado mis heridas». Viviano ordenó golpear al mártir en la cara y romperle los dientes por sus palabras.

Decidido a intensificar y prolongar la tortura de san Acacio, Viviano lo envió al prefecto Flaccino con una carta. Al leer la carta, Flaccino se irritó de que Viviano hubiera torturado a un centurión durante tanto tiempo y con tanta crueldad, y ordenó decapitar al mártir sin más demora.

En el lugar de la ejecución, san Acacio alzó la vista al cielo, dando gracias a Dios por haberle concedido la muerte de mártir por su causa. Luego inclinó la cabeza bajo la espada. Esto ocurrió en el año 303.

Tropario, tono 4 del común de Santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santo y muy paciente Job

El Justo Job constituye el modelo de la aceptación a la voluntad de Dios, paciencia, valor y moral, para todos aquellos que quieran iniciarse en la vida religiosa. La historia de su vida la encontramos en el Libro del mismo nombre en el Antiguo Testamento.

Era de Absítida ciudad cercana a Damasco. Hijo de Zareth y de Bosoras nació alrededor del año 1925 a.C. y fue profeta por 40 años, Dios lo bendijo como persona y como cabeza de familia, dándole siete hijos y tres hijas y con abundantes bienes materiales.

Según el relato bíblico, todos estos bienes signos de bendición de Dios le fueron quitadas por instigación del diablo. Job, a pesar de tanta desgracia, abandonado por su familia y sus amigos, después de haber perdido sus bienes, exclamó: “Desnudo salí del vientre de mi madre. Sin nada volveré al sepulcro. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Bendito sea el nombre del Señor”.

Finalmente, como una prueba más, enfermó de lepra, pero nunca dejo de glorificarle y mostrar su enorme paciencia.

Una vez que terminaron las pruebas a las que Dios permitió que fuera sometido, el Señor le concedió el doble de todo lo que había perdido. Le concedió una larga vida, murió a los 248 años rodeado de nietos y de biznietos.

El santo Profeta Job es un modelo de paciencia para todos nosotros, de resignación ante las contrariedades y adversidades de la vida y del altísimo valor de confiar nuestros sufrimientos en manos de Dios.

Tropario, tono 4

Como pilar indeleble de valentía * has sometido a Belial y a sus agresiones * y has persistido firme en tentaciones. * Por lo que, oh sabio Job, * la Iglesia te honra * cual modelo lúcido de paciencia irrompible * y ejemplo de santa virtud, * y resplandece * gozando tus juicios.

Gran Mártir Irene de Tesalónica

Santa Irene, vivió en la segunda mitad del primer siglo. Era hija de Licinio gobernante de la ciudad de Magedón en Macedonia. Ya en su juventud creyó en Jesucristo, al comprender la futilidad de la vida pagana.

De acuerdo a la tradición fue bautizada por el Apóstol Timoteo, discípulo del Apóstol San Pablo.

Deseando dedicar su vida al Señor, renunció al matrimonio y, al conocer más profundamente la fe cristiana, santa Irene empezó a convencer a sus padres para que se conviertan al cristianismo. El padre de Irene en principio comenzó a escuchar sus palabras con benevolencia; luego se enojó con ella, y cuando ella renunció a adorar a los ídolos, la arrojó bajo las patas de los caballos salvajes. Sin tocar a la mártir, los caballos se tiraron sobre el padre y lo aplastaron hasta matarlo. Cuando, por sus oraciones, él fue devuelto a la vida, él, toda su familia, y 3000 personas más se hicieron creyentes.

Después de esto, santa Irene comenzó con decisión a profetizar sobre Jesucristo entre los habitantes de Macedonia, por lo cual muchas veces fue sometida a sufrimientos y humillaciones. Por orden del gobernante de Sedeka, a santa Irene la tiraron en un pozo con víboras, luego trataron de serrucharla, finalmente la ataron a la rueda del molino. Los sufrimientos de Irene eran acompañados por señales milagrosas, atrayendo a muchos a creer en Cristo. Así las víboras no tocaban a la mártir, los serruchos no lastimaban su piel, la rueda del molino no giraba. El mismo atormentador Vavodón creyó en Jesucristo y se bautizó. En total, gracias a Irene se convirtieron alrededor de 10.000 paganos.

Cuando el Señor comunicó a Irene el día de su deceso, se fue a una gruta dentro de una montaña en las cercanías de la ciudad de Éfeso, y a pedido de ella la entrada fue cerrada con piedras. Al 4° día, sus conocidos volvieron a la gruta, y, al abrirla, no encontraron en ella el cuerpo de la Santa. Todos comprendieron que ella fue llevada por el Señor al Cielo.

En el antiguo Bizancio era muy venerada la conmemoración de santa Irene y, en Constantinopla, se construyeron varios templos magníficos en su memoria.

Tropario, tono 4 del común de Vírgenes Mártires

Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Irene, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

Santa Pelagia de Tarso, Virgen y Mártir

Santa Pelagia nació en Tarso (Asia Menor) de padres paganos muy conocidos. Ella se distinguía por su indescriptible belleza y por su brillante educación.

El emperador Dioclesiano (284-305) quería casar a Pelagia con su heredero adoptivo, pero ella, al tener fe en Jesucristo, deseó dedicarle su vida, y negó su mano al heredero del emperador. Al bautizarse, Pelagia decidió iluminar con la fe de Cristo a su madre pagana. Pero aquella, respondía a ello con desprecio, y con maldad llevó a su hija ante el novio rechazado, y se la entregó en sus manos.

El novio sabiendo, que Pelagia no iba a renunciar a la fe de Jesucristo, y que a causa de ello la torturarían como a los demás cristianos, cayó en una profunda tristeza y se suicidó. Esto enfureció mas todavía a la madre de Pelagia, por lo que la llevó ante Dioclesiano para enjuiciarla. Al ver el Emperador a Pelagia quedó prendado de tanta hermosura, y quiso casarse con ella. Pelagia le respondió -“yo tengo por novio a Jesucristo, por el cual estoy dispuesta a morir.” Entonces el Emperador ordenó entregar a la santa doncella para martirizarla. Después de horribles tormentos, pusieron a Pelagia dentro de un toro de cobre encendido. Allí entregó su alma al Señor en el año 287.

Tropario, tono 4 del común de Vírgenes Mártires

Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Pelagia, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

Traslado de las reliquias de san Atanasio el Grande, patriarca de Alejandría

El primer gran luchador contra el arrianismo fue San Atanasio El Grande (293-373).

Provisto de dones fuera de lo común, San Atanasio recibió su educación bajo la dirección de los arzobispos de Alejandría, Pedro y Alejandro. San Antonio el Grande, influyó mucho sobre San Atanasio, el cual relató su vida.

Con gran celo estudio las Sagradas Escrituras, las obras de los primeros escritores religiosos, y los antiguos clásicos, y se le confió en esa época, el importante e influyente, cargo de archidiácono del Patriarca Alejandro y fue su celoso ayudante en las primeras luchas contra la herejía arriana. Al acompañarlo al primer Concilio Ecuménico, llamó sobre sí la atención de todos: sobresalió por su fuerza de elocuencia y nadie se opuso a Arrio tan fuertemente como él.

No había pasado un año cuando el joven archidiácono Atanasio fue elevado a la cátedra arzobispal de Alejandría. A pesar de su temprana edad (28 años) el arzobispo Atanasio, tomó en sus manos con firmeza la dirección otorgada de esta gran localidad: visitó las Iglesias de sus alrededores y monasterios, se acercó a sus obispos, ordenó a Frumencio, obispo de Abisinia para el fortalecimiento de la Iglesia, visitó monasterios diseminados ampliamente por Tebas y en otras regiones de Egipto y se reunió de nuevo con san Antonio el educador de su juventud.

Enérgico y amable, inflexible con lo verdadero y benévolo con los extraviados, poseedor de un tacto extraordinario para tratar con personas de profunda sagacidad mental, el arzobispo Atanasio, con una educación múltiple, consiguió enseguida el respeto y el afecto de todos. Pero la época de paz de su actividad pastoral se mantuvo no más de dos años, después de ello comienza para él una serie de pruebas y desgracias. Los seguidores de Arrio, encabezados por el obispo Eusebio de Nicomedia cercano a la corte imperial y amigo de Arrio, desde la escuela de Antioquía, trataban por todos los medios hacer volver a Arrio a la Iglesia, también supieron predisponer a su favor a Constancia hermana del Emperador Constantino y con su ayuda también al emperador. Estaban decididos a hacer volver a Arrio de su destierro-, como si estuviese arrepentido de sus extravíos-y que el arzobispo de Alejandría lo recibiera en comunión con la Iglesia

Al comprender San Atanasio la viveza y la hipocresía (simulación) de los falsos maestros, se negó a recibir al heresiarca, el cual no reconocía la naturaleza divina de Nuestro Señor Jesucristo. Desde ese momento comenzó la persecución del confesor de Cristo, y se inventaron contra él, las peores calumnias. Lo culpaban de haber recaudado ganancias injustas de la Iglesia, de mantener relaciones con los enemigos del imperio, decían, que había matado a un obispo de nombre Arsenio, y que utilizaba para hacer brujería, la mano que le había cortado. Se encontraron personas que creyeron esas absurdas mentiras, por lo que, San Atanasio tuvo que defenderse en un juicio. Aquí los enemigos de San Atanasio mostraban la mano, como si se la hubiesen encontrado. Pero para vergüenza de ellos se presentó en el juicio el mismo Arsenio. Ante una señal, él entro y mostró sus manos, las que le dio el Señor. Ante ello los enemigos de san Atanasio se pusieron furiosos, se abalanzaron sobre él, y casi lo ahorcan.

Hubo un tiempo en el cual los celosos coparticipes de san Atanasio, en la lucha contra los arrianos, Osios obispo de Córdoba, el papa Liberio de Roma, semejantes a él por haber sido encerrados y separados de sus cátedras, dudaron en su firmeza y aceptaron concesiones frente los arrianos. Solamente san Atanasio quedó como guía inquebrantable de los ortodoxos en la lucha contra los herejes. Durante sus casi cincuenta años de santos servicios, fue expulsado cinco veces de Alejandría, cerca de veinte años estuvo desterrado y preso, hasta los últimos momentos de su vida luchó contra los herejes y celosamente trató de restablecer la paz y la unidad de pensamiento en la Iglesia. El valiente arzobispo falleció a los 75 años.

Tropario, tono 3

Tus doctrinas justas te mostraron * firme y gran pilar de la Iglesia.* Al enseñar, pues, Atanasio, la recta fe *de que el Hijo es de la misma esencia del Padre, * refutaste así la herejía de Arrio. * Intercede ante Cristo Dios, oh justo padre, * para que nos otorgue la gran misericordia.

Santo Profeta Jeremías

Este gran Profeta de Dios vivió en el año 566 a.C.; por sus amplios y extensos escritos, fue nombrado el Grande. Vivía en una aldea a pocos kilómetros de Jerusalén era el hijo de Helkias de la tribu de Levi, de la ciudad de Anatolia en la tierra de Benjamín.

Se distinguía, ya desde su juventud, un día Dios cambió su propósito de vida. Él se resistía argumentando su poca edad y el problema que tenía del habla (era tartamudo). Pero Dios le contesto: “No digas que eres demasiado joven o demasiado débil, porque yo iré contigo y te ayudaré”. Eran tiempos difíciles para predicar, debido a que reinaron varios reyes, profetizó acerca de la destrucción que soportaría Jerusalén, ante tales profecías la gente le arrojaba piedras, lo insultaban y luego lo expulsaron de la ciudad.

En el único reinado donde él encontró protección, un auxilio y ayuda para devolver la espiritualidad al pueblo elegido, fue con el rey Josías.

A pesar de su corta edad Jeremías no tenía ningún reparo en decir la verdad, sin medir consecuencias, ni a quien se dirigía, por eso era muy resistido, pero él sabiendo que Dios siempre lo acompañaba se expresaba libremente y con dureza.

Muchos reyes lo encarcelaban, lo martirizaban y lo amenazaban de muerte constantemente, hasta le quemaban sus escritos.

Pero Dios nunca abandona a nadie que tenga fe en él, y un día le dice: “Te haré fuerte como el diamante si no te acobardas. Pero si te dejas llevar por el miedo, me apartaré de ti.” Estas palabras lo impulsaron a seguir su prédica hasta sus últimos días.

Este gran profeta escribió el libro de las profecías que se divide en cincuenta y uno capítulos, y en su libro de la lamentación en cinco. Es considerado como el segundo entre los llamados Profetas Mayores.

Tropario, tono 2 del común de Santos Profetas

Celebramos la memoria del profeta Jeremías, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

Santo Apóstol Santiago, hermano de san Juan el Teólogo.

El Santo Apóstol Santiago, el hijo de Zebedeo, era el hermano de San Juan el Teólogo, y uno de los Doce Apóstoles. Él y su hermano, San Juan, fueron llamados a ser apóstoles de nuestro Señor Jesucristo, Quién los llamó los “Hijos del trueno” (Marcos 3:17). Fue este Jacobo (Santiago), con Juan y Pedro, que fueron testigos de la resurrección de la hija de Jairo, de la Transfiguración del Señor en el monte Tabor y de la agonía en el Huerto de Getsemaní.

Santiago, después de la Venida del Espíritu Santo, predicó en España y en otras tierras, y luego regresó a Jerusalén. Predicó abiertamente y con valentía a Jesucristo como el Salvador del mundo, y denunció a los Fariseos y a los Escribas con las palabras de la Sagrada Escritura, reprochándoles su malicia de corazón y la incredulidad.

Los judíos no pudieron prevalecer contra Santiago, y por eso contrataron al mago Hermógenes para disputar con el apóstol y rebatir sus argumentos de que Cristo era el Mesías prometido que había venido al mundo. El hechicero envió al apóstol su discípulo Felipe, que se convirtió a creer en Cristo. Entonces el mismo Hermógenes fue convencido del poder de Dios, quemó sus libros de magia, aceptó el santo Bautismo y se convirtió en un verdadero seguidor de Cristo.

Los judíos convencieron a Herodes Agripa (40-44) que arrestara el apóstol Santiago y lo condene a la muerte (Hechos 12:1-2). Santiago escuchó con calma la condena a muerte y continuaba dando testimonio de Cristo. Uno de los testigos, que se llamaba Josías, quedó impresionado por el valor de Santiago. Él llegó a creer en Jesucristo como el Mesías. Cuando llevaron el apóstol a la ejecución, Josías se echó a sus pies, arrepintiéndose de sus pecados y pidiendo perdón. El apóstol lo abrazó, le dio un beso y le dijo: “La paz y el perdón estén contigo”. Entonces Josías confesó su fe en Cristo ante todos, y fue decapitado con Santiago en el año 44 en Jerusalén.

Santiago fue el primero de los Apóstoles que murió como un mártir.

Tropario, tono 3 del común de Santos Apóstoles

Santo Apóstol Santiago, ruégale a nuestro Dios misericordioso que conceda a nuestras almas el perdón de nuestros pecados.

Santos Jasón y Sosípatro Apóstoles.

El apóstol Jasón era de Tarso (Asia Menor). Fue el primer cristiano de la ciudad. El apóstol Sosípatro era originario de Patras, Acaya. Se cree que es el mismo Sosípatro mencionado en Hechos 20:4. Ambos se convirtieron en discípulos de san Pablo, quien incluso los llamó sus parientes (Rom 16:21). San Juan Crisóstomo (Homilía 32 sobre Romanos) afirma que se trata del mismo Jasón mencionado en Hechos 17:5-9. San Jasón fue nombrado obispo en su ciudad natal, Tarso, y san Sosípatro en Iconio. Viajaron al oeste predicando el Evangelio y en el año 63 llegaron a la isla de Kerkyra [Corfú], en el mar Jónico, cerca de Grecia.

Allí construyeron una iglesia en nombre del protomártir Esteban y bautizaron a muchos. El gobernador de la isla se enteró de esto y los encerró en prisión, donde se encontraron con siete ladrones: Saturnino, Iáquicolo, Faustiano, Jenaro, Marsalio, Eufrasio y Mamio. Los apóstoles los convirtieron a Cristo. Por su confesión de Cristo, los siete prisioneros murieron como mártires en un caldero de alquitrán, cera y azufre fundidos.

El guardia de la prisión, tras presenciar su martirio, se declaró cristiano. Por ello, le cortaron la mano izquierda, luego ambos pies y finalmente la cabeza. El gobernador ordenó que los apóstoles Jasón y Sosípatro fueran azotados y encarcelados de nuevo.

Cuando la hija del gobernador de Kerkyra (Corfú), se enteró de cómo los cristianos sufrían por Cristo, se declaró cristiana y regaló todas sus galas a los pobres. El gobernador, enfurecido, intentó persuadir a su hija para que negara a Cristo, pero santa Kerkyra (mismo nombre de la isla) se mantuvo firme ante la persuasión y las amenazas. Entonces, el padre, enfurecido, ideó un terrible castigo para su hija: ordenó que la encerraran en una celda con el ladrón y asesino Murino, para que profanara a la prometida de Cristo.

Pero cuando el ladrón se acercó a la puerta de la celda, un oso lo atacó. santa Kerkyra oyó el ruido y ahuyentó a la bestia en nombre de Cristo. Luego, con sus oraciones, curó las heridas de Murino. Entonces Santa Kerkyra lo iluminó con la fe de Cristo, y san Murino se declaró cristiano y fue ejecutado.

El gobernador ordenó quemar la prisión, pero la santa virgen sobrevivió. Entonces, por orden de su enfurecido padre, fue colgada de un árbol, asfixiada con humo acre y acribillada con flechas. Tras su muerte, el gobernador decidió ejecutar a todos los cristianos de la isla de Kerkyra. Los mártires Zenón, Eusebio, Neon y Vitalis, tras ser iluminados por los santos Jasón y Sosípatro, fueron quemados vivos. Los habitantes de Kerkyra, escapando de la persecución, cruzaron a una isla cercana. El gobernador zarpó con un destacamento de soldados, pero fue arrastrado por las olas. El gobernador que le sucedió ordenó arrojar a los apóstoles Jasón y Sosípatro a un caldero de brea hirviendo. Al verlos ilesos, exclamó entre lágrimas: «¡Oh, Dios de Jasón y Sosípatro, ten piedad de mí!».

Tras ser liberados, los apóstoles bautizaron al gobernador y le pusieron el nombre de Sebastián. Con su ayuda, los apóstoles Jasón y Sosípatro construyeron varias iglesias en la isla y aumentaron el rebaño de Cristo con su ferviente predicación. Vivieron allí hasta la vejez.

Tono 3, del común de Santos Apóstoles

Oh santos apóstoles, * intercedan ante Dios misericordioso * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Los Nueve Mártires de Cízico: Teodoro, Rufo, Antipater, Teostisco, Artemas, Magno, Teodoto, Taumasio y Filemón

La ciudad de Cízico se encuentra en Asia Menor, a orillas de los Dardenelos (Helesponto). El cristianismo ya comenzaba a extenderse allí gracias a la predicación de San Pablo. Durante las persecuciones paganas, algunos cristianos huyeron de la ciudad, mientras que otros mantuvieron en secreto su fe en Cristo.

A finales del siglo III, Cízico seguía siendo una ciudad básicamente pagana, aunque contaba con una iglesia cristiana. La situación en la ciudad angustiaba a los cristianos, quienes buscaban defender el cristianismo. Los nueve santos mártires: Taumasio, Teogones, Rufo, Antípatro, Teóstico, Artemas, Magno, Teodoto y Filemón también eran de Cízico. Provenían de diversos lugares y eran de diferentes edades: jóvenes como san Antípatro y ancianos como san Rufo. Provenían de diversas posiciones sociales: algunos eran soldados, campesinos, habitantes de la ciudad y clérigos. Todos ellos declararon su fe en Cristo y oraron por la expansión del cristianismo. Los santos confesaron a Cristo con valentía y denunciaron sin temor la impiedad pagana. Fueron arrestados y llevados a juicio ante el gobernante de la ciudad. Durante varios días fueron torturados, encarcelados y liberados. Se les prometió la libertad si renunciaban a Cristo. Pero los valientes mártires de Cristo continuaron glorificando al Señor. Los nueve mártires fueron decapitados a espada (+ entre el 286-299) y sus cuerpos enterrados cerca de la ciudad.

En el año 324, cuando la mitad oriental del Imperio romano estaba gobernada por San Constantino el Grande (21 de mayo) y cesaron las persecuciones contra los cristianos, los cristianos de Cízico retiraron los cuerpos incorruptos de los mártires y los colocaron en una iglesia construida en su honor.

Se produjeron varios milagros gracias a las santas reliquias: los enfermos fueron sanados y los trastornados mentales recobraron la razón. La fe en Cristo creció en la ciudad gracias a la intercesión de los santos mártires, y muchos paganos se convirtieron al cristianismo.

Tono 4, del común de Santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Domingo de Santo Tomás; Hieromártir Simeón el Pariente del Señor.

Domingo de Santo Tomás

Este día la Iglesia recuerda la segunda aparición del Señor Resucitado a sus discípulos. La primera tuvo lugar la misma noche de la resurrección y relata san Juan en su Evangelio que Tomás no se hallaba presente cuando ocurrió.

Ocho días después, el Señor de nuevo se presenta en medio de los discípulos e invita a Tomás a meter su dedo en las señales de los clavos y  mano en su costado.

Algunos iconos que representan este evento tienen la inscripción “Tomás el incrédulo”. Esto es incorrecto. En griego, la inscripción dice “El toque de Tomás”. La inscripción eslava es “La fe de Tomás”; Pues, cuando santo Tomás tocó el costado vivificante del Señor, ya no tuvo dudas.

Este día también se conoce como Antipascua. Esto no significa “opuesto a la Pascua”, sino “en lugar de la Pascua”. A partir de este primer domingo después de la Pascua, la Iglesia dedica todos los domingos del año a la Resurrección del Señor.

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

Tropario Tono 7 

Oh Cristo nuestro Dios, * estando sellado el sepulcro, de él saliste esplendoroso, oh Vida. * Y mientras las puertas estaban cerradas, * viniste a los discípulos, oh Resurrección de todos; * y por ellos, nos has renovado a nosotros con recto Espíritu * según tu gran misericordia.

Santo Apóstol Simeón, obispo de Jerusalén

 

El Santo Apóstol y Hieromártir Simeón, pariente del Señor, era hijo de Cleofás, hermano menor de san José el Justo. Por lo tanto, san Simeón es sobrino de José y primo del Señor. De adulto, presenció los milagros de Nuestro Señor Jesucristo, creyó en Él y se convirtió en uno de los 70 Apóstoles. San Simeón proclamó las enseñanzas de Cristo, fue instruido en las verdades de la santa fe y denunció la idolatría. Tras el asesinato del Apóstol Santiago (23 de octubre), primer obispo de Jerusalén, los cristianos eligieron al Apóstol Simeón para sucederlo.

Los emperadores Vespasiano y Domiciano habían ordenado la ejecución de todos los descendientes del rey David. El emperador Trajano (98-117) renovó ese decreto, y ciertos herejes y otros denunciaron a san Simeón como descendiente del rey David, además de cristiano. Los paganos arrestaron a san Simeón, quien por aquel entonces tenía más de ciento veinte años. Sorprendió al juez y a sus asistentes al soportar varios días de tortura, y posteriormente fue crucificado en el año 107, durante el reinado de Trajano, siendo Ático cónsul.

Tropario, tono 1

Te alabamos dignamente, jerarca Simeón, * valiente mártir y familiar de Cristo, * que aboliste la perdición y conservaste la fe. * Al celebrar hoy tu memoria santí­sima, * obtenemos, por tus oraciones, * el perdón de los pecados.

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