Santo Apóstol Andrés, el Primer Llamado

El Santo Apóstol Andrés fue el primero de los Apóstoles que siguió a Cristo, y llevó a su propio hermano, el Apóstol Pedro, a Cristo (Juan 1:35-42). Era de Betsaida, y desde su juventud él se entregó con toda su alma a Dios. No contrajo matrimonio, y trabajó con su hermano como pescador. Cuando el santo Profeta, Precursor Juan bautista empezó a predicar, Andrés se convirtió su discípulo más inseparable. El propio san Juan Bautista envió a seguir al Señor Jesucristo a sus propios dos discípulos, los futuros Apóstoles Andrés y Juan el Teólogo, declarando que Cristo era el Cordero de Dios.

Luego de Pentecostés, san Andrés recorrió las regiones Orientales para predicar la Palabra de Dios. Pasó por Asia Menor, Tracia, Macedonia, y llegó hasta el Río Danubio, recorrió la costa del Mar Negro, Crimea, y a lo largo del Río Dniéper, llegando hasta la región donde está emplazada la actual ciudad de Kiev.

En sus recorridos el Apóstol soportó muchos sufrimientos y torturas de paganos: fue expulsado de ciudades y maltratado. En Sinope lo apedrearon, pero resultó ileso, el perseverante discípulo de Cristo continuó predicando a la gente sobre el Salvador. A través de las oraciones del santo, el Señor obró milagros. Por su obra misionera se establecieron Iglesias cristianas para las que el Apóstol preparó obispos y clero. La última ciudad a la que llegó san Andrés fue la ciudad de Patras, dónde sufrió el martirio.

Entre los pocos paganos que permanecían en Patras, estaba el Prefecto de la ciudad. El Apóstol Andrés repetidamente se presentó ante éste para hablarle del Evangelio. Pero ni siquiera los milagros del Apóstol convencieron al Prefecto. El santo con amor y humildad, se esforzó por revelar a éste el misterio cristiano de la vida eterna, a través del poder del vivificadora Santa Cruz del Señor. El Prefecto enfurecido dio órdenes para crucificar al apóstol.

San Andrés aceptó la decisión del prefecto con alegría y, orando al Señor, fue de buena gana al lugar de ejecución. Para prolongar el sufrimiento del santo, el Prefecto dio órdenes para no clavar las manos y pies del santo, sino atarlos a la cruz en forma de X. Durante dos días el apóstol enseñó a los ciudadanos que se congregaron. Las personas, escuchándolo, se compungieron de alma e intentaron bajar a Andrés de la cruz. Temiendo un alboroto del pueblo, el Prefecto dio órdenes para detener la ejecución. Pero el santo apóstol empezó a orar al Señor para que le conceda la muerte en la cruz. El apóstol crucificado, dando gloria a Dios, dijo: “Señor Jesucristo, recibe mi espíritu.” Entonces un tenue rayo de luz divina iluminó la cruz y al mártir crucificado en ésta. Cuando la luz desapareció, el Apóstol Andrés ya había entregado su santa alma al Señor. Maximilla, la esposa del procónsul, bajó el cuerpo del santo y lo enterró con dignidad.

Unos siglos después, en tiempos del emperador Constantino el Grande, las reliquias del santo Apóstol Andrés se trasladaron solemnemente a Constantinopla y se colocaron en la iglesia de los Santos Apóstoles, juntamente con las reliquias del Evangelista San Lucas y San Timoteo, el discípulo de San Pablo.

Tropario, tono 4

Como el apóstol primer llamado * y hermano del primado, * suplica, oh Andrés, al Señor de todo * que otorgue la paz al mundo * y a nuestras almas la gran misericordia.

San Paramón y 370 Compañeros Mártires

El Santo Mártir Paramón y los 370 mártires que con él sufrieron por defender su fe en Cristo en el año 250 durante los tiempos del Emperador Decio (249-251). El gobernador de las regiones Orientales, Aquiano, había encerrado en prisión a 370 cristianos, instándoles que abjuraran a Cristo y que ofrecieran sacrificios a los ídolos.

Aquiano ordenó la tortura para todos los cautivos, y los amenazaba de muerte para persuadirlos a renunciar a Cristo y rendir culto a los dioses paganos. Uno de los habitantes locales, de nombre Paramón, enfrentó al cruel gobernador abiertamente y reconoció su fe en el Verdadero Dios, el Señor Jesucristo. Por esto fue decapitado después de ser torturado cruelmente, junto con los otros 370 mártires.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santo Mártir Esteban el Nuevo, del Monte San Auxencio/San Irenarco (mártir)

San Esteban el Joven, uno de los más famosos mártires de la persecución iconoclasta, nació en Constantinopla.

Cuando tenía quince años, sus padres, lo confiaron a los monjes del antiguo monasterio de san Auxencio, no lejos de Calcedonia.

Con motivo de la muerte de su padre, Esteban tuvo que ir a Constantinopla. Aprovechó la ocasión para vender sus posesiones y repartir el producto entre los pobres. Una de sus dos hermanas era ya religiosa; la otra partió a Bitinia con su madre, y ambas se retiraron también a un monasterio. Cuando murió el abad Juan, Esteban fue elegido para sucederle, a pesar de que sólo tenía treinta años. El monasterio consistía en una serie de celdas aisladas, desperdigadas en la montaña. El nuevo abad se estableció en una cueva de la cumbre. Ahí unió el trabajo a la oración: se ocupaba en copiar libros y en fabricar redes. Algunos años más tarde, Esteban renunció al cargo y en un sitio más retirado aún se construyó una celda tan estrecha, que el santo no podía estar de pie ni recostarse, sin chocar con los muros. En esa especie de sepulcro se encerró a los cuarenta y dos años de edad.

El emperador Constantino Coprónimo continuó la guerra que su padre, Leo, había declarado a las imágenes. Como era de esperar, encontró entre los monjes la oposición más fuerte y contra ellos tomó las medidas más rigurosas, Como estaba al tanto de la gran influencia de Esteban, el emperador se esforzaba para que suscribiese el decreto promulgado por los obispos iconoclastas en el sínodo del año 754. El patricio Calixto hizo el intento de convencer al santo para que lo firmase, pero fracasó en la empresa. Constantino, furioso al no ver la firma de san Esteban, envió a Calixto con un grupo de soldados para que sacasen a rastras al santo de su celda. Esteban se hallaba ya tan extenuado, que los soldados tuvieron que llevarle cargado hasta la cumbre de la montaña. Algunos falsos testigos acusaron a san Esteban de haber convivido con su hija espiritual, la santa viuda Ana. Esta protestó de su inocencia y, al negarse a dar testimonio contra el santo, como exigía el emperador, fue encarcelada en un monasterio donde murió poco después, a consecuencia de los malos tratos.

El emperador, que buscaba un nuevo pretexto para condenar a muerte a Esteban, le sorprendió cuando confería el hábito a un novicio, cosa que estaba prohibida. Inmediatamente, los soldados dispersaron a los monjes e incendiaron el monasterio y la iglesia. Esteban fue llevado preso en un navío a un monasterio de Crisópolis, donde se reunieron para juzgarle Calixto y algunos obispos. Al principio, le trataron cortésmente, pero después empezaron a maltratarle con brutalidad. El santo les preguntó cómo se atrevían a calificar de ecuménico un concilio que no había sido aprobado por los otros patriarcas, y defendió tenazmente la veneración de las sagradas imágenes. Por ello, fue desterrado a la isla de Proconeso de Propóntide. Dos años más tarde, Constantino Coprónimo mandó que fuese trasladado a una prisión de Constantinopla. Unos cuantos días después, el santo compareció ante el emperador. Este le preguntó si creía que pisotear una imagen era lo mismo que pisotear a Cristo. Esteban replicó: “Ciertamente que no.” Pero en seguida, tomando una moneda, preguntó qué castigo merecía el que pisoteara la imagen del emperador que había en ella. La sola idea de ese crimen provocó gran indignación. Entonces Esteban preguntó: “¿De modo que es un crimen enorme insultar la imagen del rey de la tierra y no lo es arrojar al fuego las imágenes del Rey del cielo?” El emperador le mandó azotar, cosa que los verdugos hicieron con extremada violencia. Cuando Constantino se enteró de que el santo no había muerto en el suplicio, exclamó: “¿No hay nadie capaz de librarme de ese monje?” Inmediatamente, uno de los presentes corrió a la cárcel y arrastró al mártir por las calles de la ciudad, donde la multitud le golpeó con piedras y palos, hasta que un hombre le destrozó la cabeza con un mazo.

Tropario, tono 4

En la montaña te entrenaste en la lucha, * y así a ejército espiritual sujetaste * con la armadura de la cruz, * luego te entregaste a luchar con valentía * contra el emperador iconoclasta con la espada de la fe. * En ambos casos, fuiste coronado por Dios, * siempre recordado Esteban mártir.

Santo Mártir Irenarco

El Santo Mártir Irenarco era de Sebaste, Armenia, y vivió durante el reinado de Diocleciano (284-305). Cuando era joven, atendía a los mártires en prisión después de que eran torturados.

Una vez vio a siete mujeres siendo torturadas por Cristo, quienes soportaron valientemente sus tormentos. San Irenarco se maravilló de esto porque mostraron un gran coraje al enfrentarse al tirano, a pesar de que eran débiles por naturaleza.

Iluminado por la gracia divina, San Irenarco confesó a Cristo. Primero soportó las pruebas del fuego y el agua, luego fue decapitado junto con las siete santas mujeres en el año 303

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Santo y Gran Mártir Jacobo el Persa

El gran mártir Jacobo el Persa (conocido como “el amputado”) nació en el siglo IV en el seno de una piadosa familia cristiana, conocida por su riqueza y su honorabilidad. Su esposa era cristiana, ellos juntos formaron a sus niños en la piedad, inspirándolos en el amor por la oración y por la lectura de las Sagradas Escrituras. Ocupó una muy importante posición en la corte del emperador persa Izdegerd (399-420) y en la de su sucesor Barakhranes (420-438). Pero en una de las campañas militares, Jacobo, seducido por la beneficencia del emperador, tuvo miedo de negar su fe en Cristo y de tener que ofrecer sacrificios a los ídolos y al emperador.

Sabiendo sobre esto, la madre y la esposa de Jacobo le escribieron una carta, en la que lo llaman a arrepentirse. Cuando recibió la carta, se dio cuenta de la gravedad de su pecado. Y enfrentando el horror de ser separado de su familia y de Dios mismo, comenzó a llorar, pidiendo a Dios el perdón.

Los soldados que lo acompañaban, escuchándolo orar al Señor Jesús, contaron esto al emperador. Y habiendo sido interrogado, san Jacobo confesó su fe en el Verdadero Dios. Ninguna cantidad de dinero pudo hacerle cambiar su fe, entonces el Emperador ordenó que fuera asesinado.

Comenzaron amputando sus dedos uno por uno, luego sus manos y sus pies, sus brazos y sus piernas. Durante esta prolongada tortura, san Jacobo ofrecía oraciones de agradecimiento al Señor, quien le había permitido la posibilidad de la redención por sus pecados soportando esas torturas. Por último, el mártir fue decapitado. Los cristianos se unieron alrededor de las piezas de su cuerpo y las enterraron con gran reverencia.

En Líbano se edificó un monasterio bajo el amparo de san Jacobo. El mismo se encuentra en la aldea de Dedeh, cerca de Trípoli, donde las monjas que allí viven, protegen sus reliquias.

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

San Alipio el Estilita; San Nikón el del Arrepentíos

San Alípio nació en la ciudad de Adrianópolis. Su cristiana madre enviudó muy joven y envió a su hijo a ser educado por el obispo Teodoro; entregó sus pertenencias a los pobres y comenzó a vivir como asceta y diaconisa cerca de la iglesia donde había enviado a su hijo.

Desde muy temprana edad san Alipio sintió el llamado a servir a Dios y a tener una vida solitaria pese a que el obispo Teodoro no se lo permitía. Una vez, acompañando al obispo en un viaje a Constantinopla, san Alípio tuvo una visión de santa Eufemia (16 de septiembre) quien le pedía que fundara una iglesia en su nombre en Adrianópolis.

Con las contribuciones de los fieles de Adrianópolis, san Alípio construyó una iglesia bajo la protección de santa Eufemia, en un antiguo templo pagano. Al lado del templo, donde existía un altar pagano, san Alípio construyó una columna donde subía a rezar y enseñar a los fieles  y por cincuenta y tres años luchó contra Satanás en ese lugar, rezando y aconsejando a los cristianos que venían buscando su ayuda.

Se cuenta que una noche, los demonios comenzaron a arrojarle piedras mientras él oraba de pie en ese pilar. San Alípio quería luchar contra los espíritus de la oscuridad y tomando lo que le servía como humilde techo se protegió de ellos. Por su perseverancia, los demonios abandonaron para siempre aquel lugar.

Catorce años antes de su muerte, san Alipio perdió la posibilidad de ponerse de pie. Tuvo que pasar ese tiempo recostado sobre uno de sus costados por la debilidad de sus piernas y soportó muy difíciles enfermedades con humilde gratitud. Dos monasterios se levantaron alrededor de la columna levantada por el santo: uno para hombres y otro para mujeres. San Alípio es recordado por haber introducido reglas monacales para ambos monasterios y los dirigió hasta su muerte. Durmió en el Señor el año 640, a la edad de 118 años. El cuerpo de este venerable santo fue depositado en la iglesia que había fundado en honor de santa Eufemia. Sus reliquias sanan a aquellos que las veneran con fe.

Tropario, tono 1

Al volverte columna de paciencia, * has competido con los padres antiguos: * a Job en sufrimientos, a José en tentaciones * y a los incorpóreos aun en cuerpo. * Oh justo padre Alipio, * intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

 

San Nikón el del Arrepentíos

San Nikon Metanoeite (“el Predicador del Arrepentimiento”) nació en Ponto Polemoniaco a principios del siglo X. Era hijo de un rico terrateniente y recibió el nombre de Nicetas en el bautismo.

Como no tenía ningún deseo de hacerse cargo de la gestión de las riquezas y las propiedades de su familia, Nicetas ingresó en el monasterio de Crisopetro, donde brilló en la oración y el ascetismo. Cuando recibió la tonsura monástica, recibió el nuevo nombre de Nikon.

Tenía un don extraordinario para la predicación. Cuando hablaba de la virtud y de asuntos espirituales, sus oyentes se llenaban de sincera compunción y amor a Dios. Sus palabras produjeron tal fruto espiritual en quienes lo escucharon que se le pidió que viajara por las regiones orientales para predicar. Visitó Armenia, Creta, Eubea, Egina y el Peloponeso, proclamando el Evangelio de Cristo.

“Arrepentíos, porque el Reino de los Cielos está cerca”. Este fue el mensaje de San Juan Bautista (Mateo 3:2), y de Cristo mismo (Mateo 4:17). Este fue también el mensaje de san Nikon. Dondequiera que iba, comenzaba sus sermones con “Arrepentíos”, por eso se le llamaba “Nikon Metanoeite”, o “Nikon, el Predicador del Arrepentimiento”.

Al principio, la gente prestaba poca atención a su mensaje. Luego, poco a poco, ganó sus corazones con su predicación, sus milagros y su naturaleza amable y amorosa. Enfatizó la necesidad de que todos se arrepientan, advirtiendo que quienes emiten algunos suspiros y gemidos y piensan que han alcanzado el verdadero arrepentimiento se están engañando a sí mismos. Decía a la gente que el verdadero dolor por los pecados se cultiva con la oración, la abnegación, la limosna, los esfuerzos ascéticos y la confesión al Padre espiritual.

Después de sembrar las semillas de la piedad, san Nikon comenzó a ver que daban frutos. La gente empezó a cambiar de vida, pero él les instaba a fortalecer sus almas en la virtud y las buenas obras para que no se vieran abrumadas por las preocupaciones de este mundo.

Finalmente, se instaló en una cueva a las afueras de Esparta. Pronto se trasladó a la ciudad, porque mucha gente venía a escucharlo. En el centro de Esparta, construyó una iglesia dedicada a Cristo Salvador. Con el tiempo, un monasterio creció alrededor de la iglesia, en donde nunca dejó de predicar la Palabra de Dios y de llevar a la gente de regreso a la vida espiritual de la Iglesia. También curó a los enfermos y realizó muchos otros milagros.

San Nikon durmió en el Señor en el año 998

Tropario, tono 3

Goce la región lacedemonia, * al tener en urna tus reliquias * que derraman manantiales de curaciones, * rescatando de las aflicciones a todos * los que con fe acuden a ti, Nicón asceta. * Intercede ante Cristo Dios, oh justo padre, * para que nos otorgue la gran misericordia.

Despedida de la Entrada de la Madre de Dios en el Templo; Santa y Gran Mártir Catalina de Alejandría; Gran Mártir Mercurio de Capadocia

Santa Catarina de Alejandría la Gran Mártir

Santa Catarina era hija del rey Consto, y vivía con su madre en Alejandría tras la muerte de su padre. Su madre era cristiana secretamente, y, mediante su padre espiritual, trajo a Catalina a la fe cristiana. En una visión, santa Catalina recibió un anillo del Señor Jesucristo cono señal de su desposorio con él. Este anillo permanece en su dedo hasta el día de hoy. Catalina había sido grandemente dotada por Dios, y recibió una excelente educación en filosofía griega, medicina, retórica y lógica, y añadía una gran belleza física a esto. Cuando el impío emperador Majencio ofreció un sacrificio público a los ídolos y ordenó que todos hicieran lo mismo; santa Catalina vino audazmente ante él y denunció sus idólatras errores. El Emperador, viendo que ella le superaba en sabiduría y erudición, convocó a cincuenta de los hombres más sabios para que disputaran con ella acerca de la fe y la avergonzaran; pero Catalina era más sabia que ellos, y los avergonzó. El furioso Emperador ordenó que los cincuenta sabios fuesen quemados en la pira. Todos estos sabios, por las oraciones de santa Catalina, confesaron el nombre de Cristo al momento de su muerte, y proclamaron ser cristianos. Cuando la mártir estaba en prisión, trajo a la fe al general Porfirio y a doscientos de sus soldados, y también a la emperatriz Basilea. Todos ellos sufrieron por Cristo. Durante el martirio de santa Catalina, se le apareció un ángel de Dios que destruyó la rueda en la que estaba siendo torturada, y después se le apareció el Señor Jesucristo mismo para fortalecerla. Después de muchas torturas, Catalina fue degollada por espada a la edad de dieciocho años, el 24 de noviembre de 310. Leche fluyó de su cuerpo en vez de sangre. Sus reliquias, que obran milagros, son preservadas en el Sinaí.

Los santos Catalina y Mercurio se celebraban el 24 de este mes, mientras que los santos Hieromártires Clemente de Roma y Pedro de Alejandría se celebraban el 25. Las fechas de las fiestas de estos santos se intercambiaron a pedido de la Iglesia y el Monasterio del Monte Sinaí, para que la fiesta de Santa Catalina, su patrona, se celebrara más festivamente junto con la Despedida de la Fiesta de la Entrada de la Theotokos, práctica que se sigue hasta hoy en las iglesias de tradición griega, mientras que las iglesias eslavas conmemoran a estos santos en sus fechas originales.

Tropario, tono 5

A la novia de Cristo, los dignos cánticos; * a Catalina divina, firme fortín de Sinaí, * protectora nuestra y auxiliadora, * ella, pues, hizo callar * con la espada del Espíritu * a los facundos incrédulos. * Ahora, coronada cual mártir, * implora por todos la gran misericordia.

San Mercurio, Gran Mártir

El santo gran mártir Mercurio, de ascendencia escita, sirvió como soldado en el ejército romano. Los impíos emperadores Decio (249-251) y Valeriano (253-259) emitieron un decreto que ordenaba a todos los ciudadanos romanos adorar a los dioses paganos y condenaba a los cristianos a la tortura y la muerte a menos que obedecieran el decreto. En esa época, los bárbaros atacaron el imperio romano y el emperador Decio emprendió una campaña con un gran ejército. En una de las batallas, un ángel del Señor se le apareció a Mercurio bajo la apariencia de un noble y le entregó una espada diciendo: “No temas, Mercurio. Avanza valientemente contra el enemigo y, cuando salgas victorioso, no olvides al Señor tu Dios”. Con esta espada, el santo guerrero atravesó las filas de los bárbaros. También mató a su rey, obteniendo la victoria para los romanos. El agradecido emperador Decio recompensó a San Mercurio por su valentía y lo nombró comandante de todo el ejército.

El ángel del Señor se le apareció de nuevo al santo guerrero, que había recibido grandes honores y riquezas, y le recordó por quién había sido concedida la victoria. También le dijo al general Mercurio que sufriría por Cristo y recibiría una corona de victoria en su Reino. Mercurio recordó que su padre Gordiano también había confesado la fe cristiana. Aunque el santo había sido bautizado, sentía que no había consagrado su vida a Dios como lo habían hecho su padre y su abuelo. Por eso, lloraba y se lamentaba cuando fue citado ante el emperador.

Decio consultó a Mercurio sobre asuntos de estado y luego sugirió que ofrecieran un sacrificio en el templo de Artemisa. No queriendo hacerlo, el santo regresó a su casa. Fue denunciado como cristiano por un noble llamado Catulo. Sin embargo, el emperador no lo creyó hasta que él mismo lo interrogó. Declarándose abiertamente cristiano, Mercurio arrojó su cinturón militar y su capa a los pies del emperador y repudió todos los honores que había recibido. El ángel del Señor se le apareció nuevamente a san Mercurio en la prisión, alentándolo a soportar todos los sufrimientos por Cristo.

Lo tendieron entre cuatro columnas y encendieron un fuego debajo de él. Cortaron su cuerpo con cuchillos y de sus heridas brotó tanta sangre que extinguió el fuego. Cuando lo arrojaron de nuevo a la prisión casi muerto por sus heridas, san Mercurio fue curado por el Señor, demostrando el gran poder de Cristo a los paganos impíos. Condenado a muerte, el santo fue considerado digno de una visión del Señor, quien le prometió una rápida liberación de sus sufrimientos. El Gran Mártir Mercurio fue decapitado en Cesarea de Capadocia. Su santo cuerpo emitía una fragancia como la de la mirra y el incienso. Muchos de los enfermos fueron sanados en su tumba.

Tropario tono 4 del común de santos Mártires

Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios* su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

Hieromártires Clemente, Papa de Roma y Pedro Patriarca de Alejandría

El Papa Clemente, Hieromártir, nació en Roma en el seno de una familia rica e ilustre. Separado de sus padres desde la infancia por la fuerza de las circunstancias, Clemente fue criado por extraños. Viviendo en Roma, el joven recibió una esmerada educación, estuvo rodeado de lujo y tuvo acceso a la corte imperial. Pero estas comodidades no le trajeron alegría y la sabiduría pagana no logró atraerlo. Comenzó a reflexionar sobre el sentido de la vida.

Cuando las noticias de Cristo y su enseñanza comenzaron a llegar a la capital, san Clemente dejó su hogar y sus propiedades y se dirigió a las tierras donde los Apóstoles predicaban. En Alejandría, conoció al santo apóstol Bernabé, escuchó sus palabras con profunda atención y percibió el poder y la verdad de la Palabra de Dios. Al llegar a Palestina, fue bautizado por el santo Apóstol Pedro y se convirtió en su celoso discípulo y constante compañero, compartiendo con él sus trabajos y sufrimientos. Poco antes de sus propios sufrimientos y muerte, san Pedro lo consagró como obispo de Roma. Tras la muerte del apóstol Pedro, san Lino (67-79) fue el siguiente obispo de Roma, al que le sucedieron san Anacleto (79-91) y, después, san Clemente (92-101).

La vida virtuosa, las obras de caridad y la actividad de oración de san Clemente convirtieron a muchos a Cristo. En una ocasión, el día de Pascua, bautizó a 424 personas. Entre los bautizados había personas de todas las clases sociales: esclavos, funcionarios e incluso miembros de la familia imperial.

Los paganos, al ver el éxito de su predicación apostólica, denunciaron a san Clemente ante el emperador Trajano (98-117), acusándolo de insultar a los dioses paganos. El emperador desterró a san Clemente de la capital y lo envió a Crimea para trabajar en una cantera de piedra cerca de la ciudad de Cherson. Muchos de los discípulos del santo lo siguieron voluntariamente, prefiriendo exiliarse antes que vivir sin su padre espiritual.

Cuando llegó al lugar del exilio, San Clemente encontró allí a muchos creyentes cristianos, condenados a trabajos forzados en medio de la escasez de agua. Oró junto a los condenados y el Señor se le apareció en forma de cordero y le reveló la ubicación de un manantial del que brotaba un verdadero río de agua. Este milagro atrajo a una multitud hacia san Clemente. Al escuchar al celoso predicador, cientos de paganos se convirtieron a Cristo. Cada día se bautizaban 500 o más hombres. Y allí, en la cantera de piedra, se construyó una iglesia, en la que ejerció como sacerdote.

La actividad apostólica del santo despertó la ira del emperador Trajano, que ordenó ahogar a San Clemente. Arrojaron al mártir al mar con un ancla atada al cuello. Esto ocurrió en el año 101.

San Clemente, que pertenece a los Padres Apostólicos, nos ha dejado un legado espiritual (dos Epístolas a los Corintios), los primeros ejemplos escritos de la enseñanza cristiana después de los escritos de los santos Apóstoles.

Hieromártir Pedro, patriarca de Alejandría

 San Pedro ilustremente ocupó el trono de Alejandría durante doce años y, como dice Eusebio, “fue un ejemplo divino de un obispo debido a la excelencia de su vida y su estudio de las Sagradas Escrituras” (ver Eusebio, Hist. Eccl, Libro VII, 3 2; Libro VIII 11, 13; y Libro IX, 6). Excomulgó a Arrio por su simpatía con el cisma meleciano. Cuando Arrio se enteró de que san Pedro había sido encarcelado, le envió muchos sacerdotes y diáconos, pidiéndole que lo recibiera nuevamente en la comunión de la Iglesia antes de su martirio. Los embajadores de Arrio, se asombraron de la vehemencia con la que San Pedro se negó a recibir a Arrio nuevamente, les reveló una visión aterradora que había tenido, en la que Cristo se le había aparecido de niño con una prenda desgarrada de pies a cabeza. Cuando san Pedro le preguntó al Señor qué significaba su prenda, el Señor respondió que era Arrio, y que no debía ser recibido nuevamente en comunión.

El hieromártir Pedro fue decapitado durante el reinado de Maximino en el año 312; se le llama el “Sello de los Mártires”, porque fue el último obispo de Alejandría en sufrir el martirio bajo los emperadores paganos. Sus sucesores al trono de Alejandría, los santos Alejandro y Atanasio el Grande, llevaron a la victoria final la batalla contra la herejía de Arrio que san Pedro había comenzado.

Tropario tono 4

Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

San Anfiloquio, obispo de Iconio

San Anfiloquio, obispo de Iconio, nació en Cesarea de Capadocia hacia el 340, ciudad de la que salieron algunos de los más grandes Padres y maestros de la Iglesia Ortodoxa. Fue abogado en Constantinopla, pero más tarde se dedicó por completo al servicio de la Iglesia. No sólo fue amigo de san Basilio el Grande y pariente de san Gregorio el Teólogo, sino que también fue su discípulo.

Trabajó diligentemente en la viña de Cristo, viviendo en el desierto como un asceta estricto durante unos cuarenta años, hasta que el Señor lo eligió para servir como jerarca. Fue el primer metropolitano de la nueva provincia de Licaonia, y a menudo confiaba en san Basilio para pedirle consejo y ayuda en sus deberes pastorales.

El santo obispo luchó contra el arrianismo y otras herejías de la época, defendiendo la divinidad del Espíritu Santo contra la herejía de Macedonio. San Basilio dedicó su tratado “Sobre el Espíritu Santo” al obispo Anfiloquio. Además de demostrar la divinidad del Espíritu Santo y su igualdad con el Padre y el Hijo, el tratado de san Basilio defiende las antiguas tradiciones no escritas de la Iglesia, como hacer la Señal de la Cruz, mirar hacia el Este cuando rezamos, no arrodillarse el domingo, etc.

Durante muchos años san Anfiloquio atendió el rebaño de Iconio que el Señor le confió. Su oración era tan intensa que podía pedir al Señor que sanara las enfermedades físicas y espirituales de su rebaño. También fue escritor y predicador talentoso, guiando a su rebaño por el camino de la salvación. Como estricto teólogo ortodoxo, el Santo luchó sin descanso, como ya mencionamos, contra las herejías arrianas y eunomianas. Participó en el Segundo Concilio Ecuménico en el año 381 y lideró la lucha contra la herejía de Macedonio. Se han conservado pocos escritos del santo, pero existen ocho de sus homilías, incluida la homilía más antigua conocida sobre la fiesta del Encuentro con el Señor (2 de febrero).

El santo obispo Anfiloquio partió pacíficamente hacia el Señor en el año 394.

Tropario, tono 4

Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

Apóstol Arquipo, Filemón, su esposa Apia y Apóstol Onésimo discípulo de san Pablo; Santos Mártires Cecilia, Valeriano Tiburcio y Máximo, de Roma.

Filemón, que era de Colosas, una ciudad de Frigia, era un hombre rico y noble, junto con Arquipo fueron Apóstoles de los Setenta; Apia era esposa de Filemón. Los tres fueron discípulos del apóstol Pablo. Onésimo, que antes era un incrédulo y esclavo de Filemón, robó algunos de sus vasos y huyó a Roma. Sin embargo, al encontrarlo allí, el apóstol Pablo lo guió por el camino de la virtud y el conocimiento de la verdad, y lo envió de regreso a su maestro Filemón, a quien escribió una epístola (esta es una de las catorce epístolas de San Pablo); en esta epístola, Pablo elogió a Onésimo a su maestro y los reconcilió. Onésimo fue hecho obispo más tarde. En Grecia es honrado como el santo patrono de los encarcelados. Todos estos santos recibieron su fin por el martirio, cuando los idólatras los mataron a pedradas.

San Onésimo también se conmemora el 15 de febrero.

Tropario, tono 3 del común de santos Apóstoles

Oh santos apóstoles, * interceded ante Dios misericordioso, * para que otorgue el perdón de las transgresiones a nuestras almas.

Santos Mártires Cecilia, Valeriano Tiburcio y Máximo, de Roma.

 

Nacida en Roma de ricos y eminentes padres, Cecilia tenía una fe firme en Cristo el Señor y un gran celo por la fe. Haciendo voto de virginidad perpetua ante Dios, santa Cecilia vestía una prenda áspera bajo los ricos vestidos que sus padres le daban. Cuando estos la forzaron a casarse con un pagano llamado Valeriano, Cecilia pasó su noche de bodas urgiendo a su nuevo esposo a que fuese al obispo Urbano para ser bautizado, y para que entonces él también se dedicase a una vida en virginidad. Abrazando la fe cristiana, Valeriano también trajo a ella a su hermano Tiburcio. Ambos hermanos fueron pronto condenados a muerte por su fe, pero su celo no flaqueó ante la muerte. Llevados al cadalso, estos dos hermanos lograron traer a la fe a Máximo, capitán de la guardia, y los tres sufrieron juntos por Cristo el Señor. Santa Cecilia enterró sus cuerpos juntos y fue entonces llevada a juicio ella misma, habiendo traído muchos paganos a la fe cristiana incansablemente. En una noche, ganó más de cuatrocientas almas. Cuando el juez le preguntó de dónde venía su audacia, ella contestó: «De una conciencia pura y una fe sin dudas». Tras crueles torturas, fue condenada a ser degollada con espada. El verdugo dejó caer la espada tres veces sobre su cuello, pero no acertó matarla; sólo la hirió, y la sangre corría desde sus heridas, siendo recogida por los fieles con pañuelos y recipientes con el fin de usarla para sanidad. Tres días más tarde, la mártir de Cristo y virgen entregó su espíritu en manos de su Señor, para regocijarse con él por toda la eternidad. Santa Cecilia sufrió con los otros en el año 230 d. C. Sus reliquias son atesoradas en Roma, en la iglesia que lleva su nombre, y es considerada en occidente Patrona de la música eclesiástica

Tropario, tono 4 del común de santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro.* Al tener, pues, tu fuerza,* han vencido a tiranos* y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios,* salva nuestras almas.

Gran fiesta de la Entrada de la Madre de Dios en el Templo

Según la tradición, cuando la Santísima Virgen María cumplió tres años, sus padres, los santos Joaquín y Ana, la llevaron de Nazaret a Jerusalén para entregarla al servicio de Dios en cumplimiento de su promesa. El viaje a Jerusalén tomaba tres días, pero ya que estaban haciendo la voluntad de Dios, no encontraron el viaje difícil. Muchos de los familiares de Joaquín y Ana se les unieron para tomar parte en esta celebración, en la que los incorpóreos ángeles de Dios también participaron. Las doncellas encabezaban la comitiva llevando velas encendidas, seguidas por la Santísima. Había quince escalones que llevaban al Templo, y los padres de la Virgen la colocaron en el primer escalón; ella subió el resto corriendo, por su propia voluntad. Allí encontró al Sumo Sacerdote Zacarías, padre de san Juan el Precursor, quien tomándola de la mano, la llevó no sólo al Templo sino también al Lugar Santísimo—un lugar al que nadie podía entrar sino el Sumo Sacerdote, y esto una sola vez al año. San Teofilacto de Ohrid dice que Zacarías estaba «fuera de sí, y movido por Dios» cuando llevó a la Virgen al lugar principal de Templo, detrás del segundo velo; de otro modo, no habría explicación para su conducta. Los padres de la Virgen ofrecieron entonces sacrificios a Dios, de acuerdo con la Ley, y dejaron a la Virgen en el Templo. Ella habitó allí hasta que tuvo catorce o quince años, y mientras sus padres estuvieron vivos, la visitaban frecuentemente. Al partir ellos de este mundo y quedar la Virgen huérfana, esta anhelaba permanecer en el Templo hasta el fin de sus días, sin contraer matrimonio. Siendo esto contrario tanto a la Ley como a la costumbre israelita, fue confiada a san José, un pariente redentor suyo en Nazaret (cfr. Levítico 25; Rut), para que pudiese permanecer en virginidad bajo la protección de un compromiso, cumpliendo así tanto su deseo como las exigencias de la Ley.

Tropario, tono 4

Hoy es el preludio de la complacencia de Dios, * el anuncio de la Salvación para los hombres: * la Virgen se presenta * en el Templo de Dios * y  preanuncia a Cristo a todos. * Exclamémosle con gran voz diciendo: * ¡Alégrate, oh cumplimiento del plan salvífico del Creador!

Condaquio, tono 4

¡Sagrado Templo del Señor y purísimo!, * ¡preciosa cámara nupcial y santísima!, * ¡cofre venerable de la Gloria de Dios! * En la casa del Señor, * la Virgen hoy es presentada * y con ella la gracia del Espíritu divino. *Alábenle los ángeles de Dios * porque ella es * la tienda celestial.

Compartir
Compartir