Profeta Eliseo; Metodio Patriarca de Constantinopla

Profeta Eliseo

El profeta Eliseo, hijo de Safat, era del pueblo de Abel-me-oul y había sido labrador. En el año 908 a.C., por orden de Dios, el profeta Elías lo ungió para ser Profeta en su lugar. Esto sucedió mientras Eliseo estaba arando su tierra, teniendo doce bueyes bajo el yugo. Inmediatamente Eliseo mató los bueyes y los cocinó, utilizando el arado de madera y los demás instrumentos de labranza como leña; Luego dio los bueyes para alimento del pueblo. Despidiéndose de sus padres, siguió a Elías y le sirvió hasta que éste fue llevado al cielo (ver 20 de julio). Cuando Eliseo recibió doblemente el manto de su maestro y la gracia de su espíritu profético, demostró de quién era discípulo a través de los milagros que obró y de todo lo que de él se cuenta en el Libro Segundo de los Reyes. Partió lleno de días y fue sepultado en Samaria, alrededor del año 839 a.C. Pero incluso después de su muerte Dios lo glorificó; porque después de pasar un año, cuando algunos israelitas llevaban un hombre muerto para enterrarlo y de repente vieron un grupo de moabitas, arrojaron el hombre muerto sobre la tumba del Profeta. Tan pronto como el muerto tocó los huesos del Profeta, este volvió a la vida y se puso de pie (II Reyes 13:20-21). Al mencionar esto, Jesús, el Hijo de Sirac, dice: “Hizo maravillas en su vida, y en su muerte sus obras fueron maravillosas” (Ecl. 48:14). Es por tales maravillas que los fieles sienten reverencia por las reliquias de los santos (ver también 16 de enero). Su nombre significa “Dios es salvador”.

Tropario, tono 4

Oh ángel con cuerpo, cimiento de los profetas, * segundo precursor de la venida de Cristo, * oh Elías glorioso, * de lo alto enviaste * a Eliseo la gracia * para que expulsara las enfermedades * y purificara a los leprosos: * brinda la curación a los que te honramos.

Metodio Patriarca de Constantinopla

En cuanto a San Metodio, nació de padres ricos en Siracusa de Sicilia a finales del siglo VIII. Siendo presbítero, fue enviado como embajador a Roma en 815 u 816 en nombre del patriarca Nicéforo de Constantinopla, que había sido exiliado por León el Armenio (ver 2 de junio). Tras la muerte de León, regresó a Constantinopla; pero como era gran defensor de la veneración de los santos iconos, el emperador Miguel el Tartamudo lo exilió inmediatamente a una fortaleza cerca de Bitinia. Cuando Miguel murió, fue liberado por un corto tiempo; pero luego, a causa de su confesión de la fe ortodoxa, fue encarcelado nuevamente por el emperador Teófilo en un sepulcro oscuro y maloliente. Como esto no era suficiente para la inhumanidad del Emperador, ordenó que dos ladrones fueran encerrados con Metodio, y cuando uno de ellos murió, no permitió que se llevaran el cadáver. Mientras el Santo estaba encarcelado allí, cierto pescador pobre atendía sus necesidades. Finalmente, cuando la Iglesia recibió su libertad bajo Santa Teodora Emperatriz, la santa lo impulsó al trono patriarcal de Constantinopla en 842. Junto con la santa emperatriz, san Metodio restauró los santos iconos a su debido honor; esto se conmemora el domingo de la ortodoxia. Gobernó la Iglesia de Constantinopla durante cuatro años y reposó en 846.

Tropario tono 4

La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo padre Metodio, * intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas.

Mártir Aquilina de Biblos en Líbano

En las primeras épocas del cristianismo los fieles de oriente profesaron gran veneración a Santa Aquilina, y su nombre aparece en casi todos los martirologios. San José el Himnógrafo compuso un oficio especial en su honor, con un himno en acróstico, es decir que la letra inicial de cada verso forma, en sucesión vertical, una loa a la santa, a la que el autor llama su madre espiritual. Aquilina era natural de Biblos, en Fenicia, hija de padres cristianos y bautizada por Eutalio, el obispo de aquella diócesis. Al cumplir los doce años, estalló la persecución de Diocleciano y la niña fue detenida y conducida ante el magistrado Volusiano. Ahí confesó abiertamente su fe y, cuando los halagos y las amenazas resultaron inútiles para doblegar su constancia, fue abofeteada por los soldados, azotada con látigos y, al fin, decapitada. La cabeza y el cuerpo de la pequeña mártir fueron arrojados a unos campos, lejos de la ciudad, y entonces apareció un ángel que volvió a reunirlos y devolvió la vida a Aquilina quien regresó a la ciudad y, al día siguiente, se presentó ante el juez Volusiano. Este, al ver viva a su víctima, se quedó paralizado y mundo de asombro, pero en cuanto se repuso de la sorpresa, mandó que metieran en prisión a la niña y volviesen a decapitarla. Sin embargo, al otro día, cuando los soldados entraron a la celda para cumplir con la sentencia, encontraron a Aquilina muerta. El juez insistió en que se llevase a cabo la ejecución y, cuando cortaron la cabeza al cadáver, de la herida salió leche en vez de sangre.

Tropario, tono 4
Tu oveja, oh Jesús, exclama con gran voz: * «Te extraño, Novio mío, y lucho buscándote; * me crucifico y me entierro contigo por el bautismo; * sufro por ti para contigo reinar * y muero por ti para que viva en ti.» * Acepta, como ofrenda inmaculada, * a Aquilina, sacrificada con anhelo por ti. * Por sus intercesiones, oh Compasivo, * salva nuestras almas.

San Onofre el Grande; San Pedro de Athos

Entre los muchos ermitaños que vivieron en los desiertos de Egipto durante los siglos cuarto y quinto, hubo un santo varón llamado Onofre. Lo poco que sabemos sobre él procede de un relato, atribuido a cierto abad Pafnucio, sobre las visitas que hizo a los ermitaños de la Tebaida. Al parecer, varios de los ascetas que conocieron a Pafnucio le pidieron que escribiera esa relación de la que circularon varias versiones, sin que por ello se desvirtuara la esencia de la historia.

Pafnucio emprendió la peregrinación con el fin de estudiar la vida eremítica y descubrir si él mismo sentía verdadera inclinación a ella. Con este propósito dejó su monasterio y, durante dieciséis días, recorrió el desierto y tuvo algunos encuentros edificantes y algunas aventuras extrañas; pero en el día décimo séptimo quedó asombrado a la vista de un ser al que se habría tomado por animal, pero era un hombre: ¡Era un hombre anciano, con la cabellera y las barbas tan largas, que le llegaban al suelo! ¡Tenía el cuerpo cubierto por un vello espeso como la piel de una fiera y de sus hombros colgaba un manto de hojas!… La aparición de semejante criatura fue tan espantosa, que Pafnucio emprendió la huida. Sin embargo, el extraño ser le llamó para detenerle y le aseguró que también él era un hombre y un siervo de Dios. Con cierto recelo al principio, Pafnucio se acercó al desconocido, pero muy pronto ambos entablaron conversación y se enteró de que aquel extraño ser se llamaba Onofre, que había sido monje en un monasterio donde vivían con él muchos otros hermanos y que, al seguir su inclinación hacia la vida de soledad, se retiró al desierto, donde había pasado setenta años. En respuesta a las preguntas de Pafnucio, el ermitaño admitió que en innumerables ocasiones había sufrido de hambre y de sed, de los rigores del clima y de la violencia de las tentaciones; sin embargo, Dios le había dado también consuelos innumerables y le había alimentado con los dátiles de una palmera que crecía cerca de su celda. Más adelante, Onofre condujo al peregrino hasta la cueva donde moraba y ahí pasaron el resto del día en amable plática sobre cosas santas. De repente, al caer la tarde, aparecieron ante ellos una torta de pan y un cántaro de agua y, tras de compartir la comida, ambos se sintieron extraordinariamente reconfortados. Durante toda aquella noche Onofre y Pafnucio oraron juntos.

Al despuntar el sol del día siguiente, Pafnucio advirtió alarmado que se había operado un cambio en el ermitaño, quien evidentemente se hallaba a punto de morir. En cuanto se acercó a él para ayudarle, Onofre comenzó a hablar: “Nada temas, hermano Pafnucio, dijo; el Señor, en su infinita misericordia, te envió aquí para que me sepultaras.” El viajero sugirió al agonizante ermitaño que él mismo ocuparía la celda del desierto cuando la abandonase, pero Onofre repuso que no era esa la voluntad de Dios. Instantes después suplicó que encomendase su alma a las oraciones de los fieles, por quienes prometía interceder y, tras de haber dado la bendición a Pafnucio, se dejó caer en el suelo y entregó el espíritu. El visitante le hizo una mortaja con la mitad de su túnica, depositó el cadáver en el hueco de una roca y lo sepultó con piedras. Tan pronto como terminó su faena, vio cómo se derrumbaba la cueva donde había vivido el santo y cómo desaparecía la palmera que le había alimentado. Con esto comprendió Pafnucio que no debía permanecer por más tiempo en aquel lugar y se alejó al punto.

Tropario, tono 1
Al morar en desierto cual un ángel en cuerpo, * has realizado milagros, Onofre, padre teóforo. * Con ayuno, pues, vigilia y oración, * has tomado celestes dádivas, * ya que curas los malestares de las almas * que a ti acuden con fervor: * ¡Gloria al que te ha fortificado! * ¡Gloria, que la corona te ha dado! * ¡Gloria, que, por tu medio, * ha brindado curación a todos!

San Pedro del Monte Athos, griego de nacimiento, sirvió como soldado en los ejércitos imperiales y vivió en Constantinopla. En el año 667, durante una guerra con los sirios, San Pedro fue capturado y encerrado en una fortaleza en la ciudad de Samara cercana al río Eufrates.
Por mucho tiempo fatigado en la prisión y reflexionaba sobre cuál de sus pecados habían traído el castigo de Dios sobre él, san Pedro se acordó que una vez tenía la intención de dejar el mundo e ir a un monasterio, pero él no lo había hecho. Él comenzó a respetar un estricto ayuno en la cárcel y a orar con fervor, y le rogó a San Nicolás el Taumaturgo que interceda ante Dios por él. San Nicolás le apareció en un sueño a Pedro y le aconsejó hacer una súplica a san Simeón el recibidor de Dios (3 de febrero) para obtener ayuda. San Nicolás se le apareció una vez más en un sueño, dando coraje al prisionero en la paciencia y la esperanza. La tercera vez que se apareció no estaba soñando, pero estaba con San Simeón el recibidor de Dios. San Simeón tocó con su bastón las cadenas de san Pedro, y las cadenas se derritieron como la cera. Las puertas de la prisión se abrieron y san Pedro quedo libre. San Pedro luego viajó a Roma para recibir la tonsura monástica frente a la tumba del Apóstol Pedro. Incluso en este caso San Nicolás no le dejo sin su ayuda. Él apareció en un sueño al Papa de Roma y le informó de las circunstancias de la liberación de san Pedro de cautividad, y le encomendó al Papa a tonsurar el ex prisionero en el monaquismo.
Al día siguiente, en medio de una multitud de personas que se habían reunido para los servicios divinos, el Papa exclamó con fuerza: “Pedro, tú que eres de las tierras griegas, y al que San Nicolás ha liberado de la prisión en Samara, ven aquí a mí.” San Pedro se puso delante del Papa, quien le tonsuro en el monaquismo enfrente la tumba del Apóstol Pedro. El Papa enseñó a San Pedro las reglas de la vida monástica y mantuvo el monje con él. Luego, con una bendición, envió a San Pedro a donde Dios le había apuntado para el viaje.
San Pedro entro un barco que navegaba hacia el Este. Los propietarios del barco, después de llegar a la tierra, suplicaron a San Pedro venir y rezar en cierta casa, donde el dueño del hogar y todos de la casa estaban enfermos. San Pedro los sanó a través de su oración.
La Santísima Virgen se apareció en un sueño a San Pedro y señaló el lugar donde debe vivir hasta el final de sus días: el Monte Athos. Cuando el barco llegó a Athos, se detuvo por si mismo. San Pedro se dio cuenta que este era el lugar donde estaba destinado ir, y así se fue a la tierra. Esto fue en el año 681. Pedro entonces habitaba en unos lugares solitarios del santo monte, sin ver a otra persona por cincuenta y tres años. Su ropa se había convertido en harapos, pero su pelo y su barba habían crecido y cubrieron su cuerpo en lugar de ropa.
San Pedro fue en varias ocasiones objeto de agresiones demoníacas. Trataron de forzar al santo que abandone su cueva, los demonios a veces tomaban la forma de soldados armados, y en otros momentos de bestias feroces y víboras que parecían estar a punto de rasgar al ermitaño en pedazos. Alguna vez también el enemigo intentó engañándolo haciéndose pasar por un joven que le rogaba que volviera a su casa con los suyos, pero san Pedro superó los ataques demoníacos a través de la oración ferviente a Dios y a su Santa Madre y siempre respondía: “Aquí el Señor y la Santísima Virgen me trajeron. No voy a salir de aquí sin el permiso de Ella.” Al oír el nombre de la Madre de Dios, el demonio se desvanecía.
San Pedro una vez vio a la Madre de Dios en una visión, y le habló de su dominio terrenal, el Monte Athos: “He escogido esta montaña… y la he recibido de Mi Hijo y Dios como una herencia, para aquellos que deseen renunciar a las preocupaciones mundanas y las luchas… Amo este lugar en extremo. Ayudaré a aquellos que vienen a vivir aquí y que obran para Dios… y guardan sus mandamientos… Yo aliviaré sus aflicciones y obras, y seré un aliado invencible para los monjes, invisible guía y protectora…” Varias generaciones de monjes ortodoxos pueden testimoniar sobre la verdad de estas palabras. La Madre de Dios se considera como la Abadesa del Santo Monte, no solo en nombre, sino en la realidad. Por esta razón el Monte Athos se conoce como el “Jardín de la Madre de Dios.”
San Pedro murió en el año 734. Sus reliquias se encontraban en Athos en el monasterio de San Clemente. Durante el período iconoclasta las reliquias fueron escondidas, y en el año 969 fueron trasladados a la aldea de Tracia, Photokami.

Tropario, Tono 4
Oh Dios de nuestros padres, * que siempre nos tratas de acuerdo con tu bondad: * no retires de nosotros tu misericordia, * sino que, por la intercesión de tus santos, * dirige nuestras vidas en paz.

18. Mártir Leoncio y compañeros mártires en Trípoli de Siria

Los santos mártires Leoncio, Hipacio, y Teódulo, durante el imperio de Vespasiano (año 70-79) padecieron en la ciudad de Trípoli, en Fenicia. San Leoncio era griego de nacimiento, y militar de alto grado del ejercito romano, inteligente y listo por naturaleza, conocedor de sabiduría literaria, virtuoso, compasivo con los pobres, y hospitalario. Denunciaron al gobernador que Leoncio, pedía a la gente que no veneren ni ofrezcan sacrificios a los dioses paganos. El gobernante mando al Tribuno Hipacio con una escuadrilla de soldados para que detengan a Leoncio. Hipacio por el camino se enfermó y se encontró ante la muerte. Entonces se le apareció un ángel y le dijo “Si quieres sanarte, ruega tres veces al cielo junto con tus soldados “¡Dios, al que venera Leoncio, ayúdame!” Todos así lo hicieron, y el tribuno se sanó. En la ciudad, Hipacio y el soldado Teódulo, encontraron una persona que los invitó a su casa. Este era el mismo Leoncio, él, los educó en la fe cristiana, y los bautizó. Más tarde el gobernador se presentó en la ciudad. Al enterarse de lo sucedido, entregó al martirio a Leoncio, a Hipacio y a Teódulo. A los santos Hipacio y Teódulo les cortaron la cabeza, San Leoncio falleció mientras lo apaleaban. Los cristianos dieron santa sepultura a los mártires cerca del puerto de Trípoli.

Tropario tono 4
Tu mártir, oh Señor, * ha obtenido de ti * corona de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * ha vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

16. San Ticón, obispo de Amato en Chipre

San Ticón, nació en la ciudad de Amato en la isla de Chipre. Sus padres criaron a su hijo en la piedad cristiana y le enseñaron a leer libros sagrados. Se dice que el don de hacer milagros le fue concedido desde muy joven.
Aceptaron al joven piadoso en el clero de la iglesia y lo convirtieron en lector. Más tarde, el obispo de Amato, lo ordenó diácono. Después de la muerte del obispo Mnemonio, San Ticón por acuerdo general fue elegido obispo de Amato. San Epifanio, obispo de Chipre (12 de mayo), presidió el servicio.
San Ticón trabajó con celo para erradicar los restos del paganismo en Chipre; destruyó un templo pagano y difundió la fe cristiana. El santo obispo fue generoso, sus puertas estaban abiertas a todos, escuchaba y atendía con amor el pedido de cada persona que acudía a él. Sin temer amenazas ni torturas, confesó firme y valientemente su fe ante los paganos.
En el servicio a San Ticón se afirma que él previó el momento de su muerte, que ocurrió en el año 425.

Tropario, tono 1
Al morar en desierto cual un ángel en cuerpo, * has realizado milagros, Ticón, padre teóforo. * Con ayuno, pues, vigilia y oración, * has tomado celestes dádivas, * ya que curas los malestares de las almas, * que a ti acuden con fervor: * ¡Gloria al que te ha fortificado! * ¡Gloria, que la corona te ha dado! * ¡Gloria, que, por tu medio, * ha brindado curación a todos!

11. Santos Apóstoles Bartolomé y Bernabé; San Lucas de Simferópol

San Bartolomé fue uno de los Doce Apóstoles, y era originario de Galilea; esto es todo lo que se sabe con certeza de él según la historia de los Evangelios. De su labor apostólica, algunos dicen que predicó en Arabia y Persia, y especialmente en la India, llevándoles el Evangelio escrito por San Mateo, que había sido escrito originalmente en hebreo, y que allí fue encontrado cien años después por Panteno, anteriormente filósofo estoico y más tarde un ilustre maestro de la escuela cristiana en Alejandría. Otros relatos dicen que fue a Armenia, donde, según algunos, acabó su vida siendo crucificado, y desollado vivo, en Albanopolis de Armenia. La mayoría de los autores coinciden en que Bartolomé y Natanael son la misma persona, porque los evangelistas que mencionan a Bartolomé no mencionan a Natanael; y Juan, que es el único que menciona a Natanael como uno de los Doce, no dice nada de Bartolomé. De hecho, Bartolomé es un patronímico, “hijo de Tolomeo”, que significa “audaz, enérgico” y Natanael podría haber tenido este apellido.

San Bernabé, uno de los Setenta, era de Chipre, de la tribu de Leví, y compañero discípulo de Pablo bajo Gamaliel. Se llamaba José, pero pasó a llamarse Bernabé, que significa “hijo de consolación. Antes de la conversión de Saulo a Pablo, Bernabé era el líder de los Setenta Apóstoles, el primero en la predicación y su principal portavoz. Después de la visión de Saulo en el camino a Damasco, fue Bernabé quien lo unió a los Apóstoles cuando los demás, a causa de la reputación de Saulo como perseguidor de la Iglesia, todavía le temían (Hechos 9:26-27); nuevamente fue san Bernabé quien reclutó a Pablo como predicador, llevándolo de Tarso a Antioquía después de la lapidación de Esteban, para ayudar a difundir el Evangelio (Hechos 11:25-26). San Bernabé predicó el Evangelio en muchos lugares, viajó junto con Pablo y finalmente fue apedreado por los judíos en su Chipre natal. Durante el reinado de Zenón, en el año 478, fueron encontradas sus sagradas reliquias, teniendo sobre su pecho el Evangelio según Mateo escrito en griego por el propio puño de Bernabé.

Tropario, Tono 3
Oh santos apóstoles, * interceded ante Dios misericordioso * para que otorgue el perdón de las transgresiones
a nuestras almas.

San Lucas de Simferópol:
Valentin Felixovich (Voyno-Yasenetsky), nació el 14 de abril de 1877 en Kerch y fue el tercero de cinco hijos. El padre de Valentín, Félix Stanislavovich, era católico y farmacéutico de profesión. Su madre, María Dmitrievna, era cristiana ortodoxa. Según las costumbres de la época en Rusia sobre la crianza de los hijos de matrimonios mixtos, la personalidad de Valentín se formó de acuerdo con las tradiciones ortodoxas.
En 1889, su familia se mudó a Kiev. A la hora de elegir una carrera, decidió dedicar sus energías a la medicina. Se graduó en la Universidad en 1903 y, para sorpresa de todos, anunció que quería ser médico para los pobres.
Al comienzo de la Guerra Ruso-Japonesa, Valentín viajó al Lejano Oriente con otros médicos para servir en las actividades del destacamento de la Cruz Roja. Allí dirigió el Departamento de Cirugía del hospital de la Cruz Roja de Kiev y estuvo destinado en Chitá. Durante el mismo período, conoció y se sintió atraído por una cristiana amable y gentil, Anna Lanskaya. En 1904, la joven pareja se casó en la iglesia local de Chita.
En 1908, Valentin llegó a Moscú y consiguió un trabajo en la clínica quirúrgica de P. Dyakonov como estudiante. En 1916 escribió y defendió con éxito su tesis doctoral.
Los primeros años después de la Revolución de Octubre fueron muy sangrientos. Durante ese momento difícil, el estado tenía una necesidad especial de trabajadores médicos. Entonces, a pesar de su compromiso con su fe, Valentín no fue perseguido.
En 1919 su amada esposa murió de tuberculosis, dejando a sus cuatro hijos sin el cuidado de su madre, lo que fue una dura prueba para él, pero nunca volvió a casarse.
En 1921 fue ordenado diácono y pocos días después fue ordenado sacerdote. El padre Valentin fue asignado a una iglesia en Tashkent, donde sirvió y agradó a Dios. Al mismo tiempo, no abandonó su práctica médica ni su docencia.
En 1923, el padre Valentín, fue tonsurado monje, recibiendo el nombre de Lucas, en honor del santo Apóstol Médico y Evangelista.
Fue consagrado en secreto como obispo de Penjikent y, unos días después, fue arrestado por su apoyo al patriarca Tikhon. Padeció durante algún tiempo en el calabozo de la GPU de Tashkent y luego fue llevado a Moscú. Pronto le permitieron vivir en un apartamento privado, pero luego lo detuvieron nuevamente: primero en la prisión de Butyrka y luego en Taganskaya. Luego, la víctima fue enviada al exilio a Yeniseisk.
En 1934, al regresar de prisión, visitó la ciudad de Tashkent y luego se instaló en Andijan. Allí desempeñó sus funciones como obispo y médico. Una fiebre le provocó la pérdida de la vista. El Santo fue a cirugía (como paciente) y como resultado quedó ciego de un ojo.
En mayo de 1946, san Lucas fue nombrado arzobispo de Crimea y Simferópol. En ese momento su enfermedad ocular progresó y en 1958 quedó completamente ciego. El 11 de junio de 1961, descansó en el Señor. Fue enterrado en el cementerio de Simferópol. Y, en el año 2000, fue glorificado como uno de los Santos Nuevos Mártires y Confesores de Rusia para la veneración de toda la Iglesia.

Tropario, tono 5
Veneremos a Lucas, pastor y médico, * jerarca de Simferópol, brillante y lleno de Dios, * que llevó en sí «las marcas del Señor Jesús»: * penas, exilios y peligros; *campo de concentración, calumnias e ignominia, * santo nuevo en Rusia * que intercede por nuestra salvación.

10. Hieromártir Timoteo, Obispo de Prusa

El Hieromártir Timoteo, Obispo de Prusa (Bitinia), Recibió del Señor el don de ser milagroso por su pureza y santidad de vida. En Prusa él convirtió muchos paganos a la fe en Cristo. El emperador Juliano el Apostata (361-363), al oír sobre el santo, lo encerró en la cárcel. Hasta ahí continuaba predicando el Evangelio. Juliano no le permitió enseñar sobre Jesucristo, pero el santo continuaba difundiendo la fe Cristiana. Por fin, el emperador dio la orden que le cortaran la cabeza. Sus santa reliquias fueron trasladadas a Constantinopla un tiempo después.

Tono 4
Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Timoteo, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

9. San Cirilo arzobispo de Alejandría

Cirilo era de origen noble y familiar cercano de Teófilo, patriarca de Alejandría, después de la muerte del cual fue consagrado Patriarca. Durante su vida lucho tres feroces batallas: contra los herejes novacianos, contra el hereje Nestorio y contra los judíos de Alejandría. Los novacianos tuvieron su origen en Roma y tomaron su nombre del presbítero hereje Novaciano. Estos se gloriaban de sus virtudes, andaban en público vestidos de blanco, prohibían las segundas nupcias, sostenían que no podía orarse por aquellos que habían cometido pecado mortal, y que no podía recibirse en la Iglesia a aquellos que, en otro tiempo, habían apostatado de ella, sin importar cuán profundamente se arrepintiesen. Cirilo los venció y los echó de Alejandría junto con su obispo. La lucha con los judíos fue más difícil y sangrienta. Los judíos tuvieron gran influencia en Alejandría desde que Alejandro Magno fundó esa ciudad. Su odio contra los cristianos era vicioso y desaforado. Asesinaban cristianos mediante traición, envenenamiento y crucifixión. Tras una larga y difícil lucha, Cirilo logró que el emperador Teodosio el Joven los expulsara de Alejandría. Su lucha contra Nestorio, patriarca de Constantinopla, fue resuelta por el Tercer Concilio Ecuménico en Éfeso (431 d. C.). Cirilo mismo presidió este Concilio y, al mismo tiempo, representó al Papa Celestino de Roma a petición suya, pues este no pudo asistir al Concilio a causa de su avanzada edad. Nestorio fue condenado, anatematizado, y fue exiliado por el Emperador a la frontera oriental del Imperio, donde murió una horrible muerte (pues gusanos consumieron la lengua con la que blasfemó a la Madre de Dios). Después del final de esta lucha, Cirilo vivió en paz y cuidó celosamente del rebaño de Cristo. Se presentó a sí mismo al Señor en el año 444 d. C.

Tropario,tono 8
Oh guía de la recta fe, * maestro de la devoción y dignidad, * astro del universo, belleza de los jerarcas * inspirada por Dios, Cirilo, * que has iluminado a todos con tus enseñanzas, oh lira del Espíritu: * ¡intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

8. San Efrén, patriarca de Antioquía

Durante el reinado del emperador bizantino Anastasio, Efrén era el gobernador de las regiones orientales. Era conocido por todos a causa de su gran piedad y caridad, y por esto era grandemente respetado. Cuando fue necesario reconstruir a Antioquía, destruida por terremotos e incendios, el Emperador encargó al gobernador Efrén dirigir esta tarea. Efrén cumplió su deber con diligencia y amor. Entre los albañiles estaba un obispo que, por razones desconocidas, había dejado su sede episcopal y trabajaba como un obrero ordinario sin que nadie supiese que era obispo. Un día este, junto con los otros obreros, se recostó para descansar del agotador trabajo y se quedó dormido. Efrén lo miró y vio una columna de fuego que se levantaba desde este hombre hasta los cielos. Maravillado y temeroso, Efrén llamó a este hombre y le hizo jurar que le diría quién era. El hombre dudó, pero finalmente reconoció que era un obispo y profetizó a Efrén que pronto sería consagrado Patriarca de Antioquía (pues el trono patriarcal estaba vacante ya que el anciano patriarca Eufrasio había perecido en el terremoto). En efecto, Efrén fue elegido y consagrado Patriarca. A causa de su bondad, su pureza y su celo por la Ortodoxia, Dios le concedió el gran don de obrar milagros. Una vez, para convencer a un hereje de la verdad de la Ortodoxia, echó su omoforio al fuego y oró a Dios. El omoforio estuvo en el fuego por tres horas y permaneció intacto. Viendo esto, el hereje quedó atónito y rechazó la herejía. San Efrén murió en paz en el año 546 d. C. y tomó posesión del Reino Divino.
Tropario, tono 4
La verdad de tus obras * te ha mostrado a tu rebaño * cual regla de fe, icono de mansedumbre * y maestro de abstinencia. * Así que alcanzaste, por la humildad, alturas * y por la pobreza, riquezas. * ¡Oh santo padre Efren, * intercede ante Cristo Dios, * para que salve nuestras almas!

7. Mártir Teodoto de Ancira

El Santo Mártir Teodoto vivió en Ancira de Galacia en el siglo III. Fue distinguido por su cariño y preocupación por todos, especialmente los más pobres y perseguidos. En la altura de la persecución bajo Diocleciano (284-305) él proveía a los cristianos todo lo que necesitaban, y hasta los refugiaba en su casa. Allí celebraban en secreto los servicios de la iglesia.
San Teodoto visitaba los cristianos encerrados en la cárcel, pagaba su fianza, y enterraba reverentemente los cuerpos de los mártires que habían sido arrojados a las fieras. Una vez enterrando los cuerpos de las siete mujeres santas mártires, que fueron ahogadas en el mar (18 de mayo) fue denunciado ante el gobernador.
Después de negarse a ofrecer sacrificios a los ídolos, y denunciar la locura del paganismo, San Teodoto confesó a Cristo como Dios, y por esta razón lo sometieron a terribles torturas y lo decapitaron con una espada. Querían quemar el cuerpo del santo mártir, pero no pudieron hacerlo debido a una tormenta que había comenzado, así que dieron sus santas reliquias a un cristiano para su entierro.

Tropario, tono 4
Al volverte sucesor de los apóstoles * y partícipe en sus modos de ser, * encontraste en la práctica * el ascenso a la contemplación, oh inspirado por Dios. * Por eso, seguiste la palabra de la verdad * y combatiste hasta la sangre por la fe. * Teodoto, obispo mártir, intercede ante Cristo Dios * para que salve nuestras almas.

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