
El domingo siguiente a Pentecostés está dedicado a Todos los Santos, tanto a los que conocemos como a los que solo Dios conoce. Ha habido santos en todos los tiempos, provenientes de todos los rincones de la tierra. Fueron apóstoles, mártires, profetas, jerarcas, monjes y justos, pero todos fueron perfeccionados por el mismo Espíritu Santo.
La venida del Espíritu Santo nos permite superar nuestra condición caída y alcanzar la santidad, cumpliendo así el mandato de Dios: «Sed santos, porque yo soy santo» (Levítico 11:44; 1 Pedro 1:16, etc.). Por lo tanto, es apropiado conmemorar a Todos los Santos el primer domingo después de Pentecostés.
Esta fiesta pudo haber tenido su origen en una época temprana, quizás como una celebración de todos los mártires, y luego se amplió para incluir a todos los hombres y mujeres que dieron testimonio de Cristo con sus vidas virtuosas, incluso si no derramaron su sangre por Él. De hecho, la himnología de la festividad de Todos los Santos también enumera seis categorías: “Alégrense, asamblea de los Apóstoles, Profetas del Señor, fieles coros de los Mártires, divinos Jerarcas, Padres Monásticos y los Justos…”
La fiesta de Todos los Santos alcanzó gran relevancia en el siglo IX, durante el reinado del emperador bizantino León VI el Sabio (886-911). Su esposa, la santa emperatriz Teófana (16 de diciembre), Fue una gran benefactora de los pobres y generosa con los monasterios. Fue una verdadera madre para sus súbditos, cuidando de viudas y huérfanos y consolando a los afligidos. Incluso antes de la muerte de Santa Teófana, su esposo comenzó a construir una iglesia con la intención de dedicarla a su memoria, pero ella se lo prohibió. Fue este emperador quien decretó que el domingo después de Pentecostés se dedicara a Todos los Santos. Confiando que su esposa era una de las justas, sabía que ella también sería honrada cada vez que se celebrara esta fiesta en honor deTodos los Santos.
Tropario, tono 4
Oh Cristo Dios, * tu Iglesia, adornada con la sangre de tus mártires de todo el mundo, * como si fuera con fino lino y púrpura, * por ellos, te ruega diciendo: * «Envía tu piedad sobre tu pueblo, * concede al mundo la paz, * y a nuestras almas la gran misericordia».

Condaquio tono 8
Oh Sembrador de la creación, * el universo te ofrece, como primicias de la naturaleza, * a los mártires, portadores de Dios, * por cuyas súplicas y las de la Madre de Dios * conserva a tu Iglesia en profunda paz, * oh Señor todo misericordia.
Santo Profeta Amós

El profeta Amós era de la ciudad de Tecué, en la tierra de Zabulón. Era un hombre con poca instrucción, pastor de cabras y ovejas, como testifica de sí mismo (Amós 7:14-15). Comenzó a profetizar dos años antes del terremoto, que algunos dicen que tuvo lugar en el año veinticinco del reinado de Ozías, rey de Judá, alrededor del año 785 a.C. (Amós 1:1). Sin embargo, más tarde Amasías, el falso sacerdote de Betel, provocó su muerte. Su libro de profecía, dividido en nueve capítulos, ocupa el tercer lugar entre los Profetas Menores. Este Amós es diferente del padre del profeta Isaías, que también se llamaba Amós. Su nombre significa “portador de cargas”.
Tropario tono 2, del común de Santos Profetas
Celebramos la memoria del profeta Amós, * por quien te suplicamos, Señor, * que salves nuestras almas.

San Jerónimo de Estridón

San Jerónimo de Estridón nació en el seno de una familia cristiana en la ciudad de Estridón situada en la frontera entre Dalmacia y Panonia. Su nombre completo es Eusebio Jerónimo Sofronio. Sus padres lo enviaron a Roma, donde estudió ciencias seculares. Al comienzo de su vida en la capital, el joven quedó cautivado por las vanidades mundanas y cayó en la tentación. Al final de su estancia en Roma, Jerónimo decidió cambiar de vida y vivir en bondad y pureza. Cuando el joven tenía unos 20 años, aceptó el santo bautismo. Después de esto visitó la Galia (Francia). Entonces decidió dedicarse totalmente a Dios y hacerse monje.
Hacia el año 372 regresó a su ciudad natal, pero sus padres ya habían partido de esta vida. Sobre él recayó la responsabilidad de criar a sus hermanas menores y a su hermano Paulino. Estas preocupaciones le obligaron a dejar de lado sus planes de ingresar en un monasterio, al menos por un tiempo.
Habiendo hecho arreglos para el cuidado de sus hermanos, viajó al Este con varios de sus amigos. En 374 decidió habitar en el desierto de Calcis, al sureste de Antioquía. Allí permaneció durante unos cinco años, compaginando el trabajo sobre las Sagradas Escrituras con austeras acciones ascéticas.
San Jerónimo visitó Constantinopla y se encontró con los santos jerarcas Gregorio el Teólogo y Gregorio de Nisa. En el año 381 partió hacia Roma, en donde continuó sus estudios. El Papa san Dámaso I (366-384), que también dedicó gran parte de su tiempo al estudio de la Sagrada Escritura, nombró a Jerónimo su secretario.
Pero debido a que el santo denunció la moral de la sociedad cristiana contemporánea, todo un grupo de quienes tenían malicia hacia el santo se acercaron para difundir calumnias contra él. Junto con su hermano Paulino y sus amigos, San Jerónimo visitó Tierra Santa, y también los monjes del monasterio del desierto de Nitria. En el año 386 se instaló en una cueva de Belén, cerca de la cueva donde nació Cristo, y allí comenzó una vida de austero ascetismo.
Este fue el período de florecimiento de su actividad creativa. Atendiendo a los estudios de su época, San Jerónimo dejó a la Iglesia un rico legado escrito: colecciones de obras dogmático-polémicas, obras moral-ascéticas, comentarios a la Escritura y obras históricas. Pero la más importante de sus obras fue una nueva traducción de los libros del Antiguo y Nuevo Testamento al latín. Esta traducción latina se llama “Vulgata” y pasó a ser de uso general en toda la Iglesia occidental.
Terminó su vida en la cueva de Belén hacia el año 420.
Tropario, tono 1
La sapiencia honraste, oh dichoso Jerónimo, * y te honró, por su parte, * con celestes dádivas; * te volviste, pues, un astro lúcido, * viviendo en tierra vida angélica. * Celebramos, por lo tanto, tu gran mención, * y anunciamos con fervor: * ¡Gloria al que te ha fortificado! * ¡Gloria, que la corona te ha dado! * ¡Gloria, que, por tu medio, nos ha brindado gracia y misericordia!

San Agustín, obispo de Hipona

San Agustín nació en la ciudad de Tagaste, en el norte de África. Fue criado por su madre, santa Mónica (4 de mayo), y recibió su educación en Cartago. En calidad de profesor de retórica, Agustín llegó a Milán, Italia, donde san Ambrosio (7 de diciembre) era obispo.
Bajo la dirección de san Ambrosio, Agustín estudió las Sagradas Escrituras. La Palabra de Dios produjo en su alma una crisis radical; aceptó el santo bautismo, entregó todas sus riquezas a los pobres y fue tonsurado como monje.
En el año 391 Valeriano, obispo de Hipona, ordenó sacerdote a san Agustín, y en el 395 lo nombró obispo vicario de la sede de Hipona. Tras la muerte del obispo Valeriano, san Agustín ocupó su lugar.
Durante sus 35 años como obispo, san Agustín escribió numerosas obras dedicadas a combatir las herejías donatistas, maniqueas y pelagianas.
De sus obras las más conocidas son: La ciudad de Dios (De civitate Dei), Las Confesiones, 17 libros contra los pelagianos y Manual del conocimiento cristiano (El Enchiridion). San Agustín se preocupaba por encima de todo de que sus escritos fueran inteligentes y edificantes.
Murió el 28 de agosto del año 430.
Tropario tono 4
Alabemos al gran Agustín, / divino Jerarca de la Iglesia de Cristo y sabio guía; / renombrado teólogo de la ciudad de las alturas, / amante de la oración y columna del arrepentimiento; / “Intercede ante el Señor, para que tenga misericordia de nuestras almas”