Santa Teodora (Reina)

11/02

febrero11_teodoraLa Santa emperatriz Teodora (829-842) era la esposa del emperador bizantino Teófilo, iconoclasta y héreje.  Ella,  en secreto veneraba a los santos iconos. Después de la muerte de su marido, Santa Teodora, gobernó el reino, porque su hijo Miguel era menor de edad.

Aprovechando  su poder, Teodora permitió a su pueblo nuevamente  la veneración de los iconos.  Santa Teodora también estableció como señal del triunfo de la ortodoxia, la celebración anual de este evento el primer domingo de la Gran  Cuaresma.

Cuando  su hijo Michael cumplió la mayoría de edad, Teodora se retiró de la Administración y pasó ocho años en el monasterio de Santa Eufrosina, donde se dedicó a la lucha ascética  y a la lectura de libros que nutrieron su alma.

Existe una copia de los Evangelios hecha de  su propia mano. Ella murió en paz en torno al año 867.

En 1460, sus reliquias fueron trasladados a la isla de Kerkyra (Korfú), donde reposan al lado de las reliquias de San Espiridión.

Sus intercesiones sean con nosotros. Amén.

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San Blasio (Obispo y Mártir)

11/02

febrero11_BlasioSan Blasio, obispo y mártir, fue celebre en todo el mundo cristiano por el don de los milagros con que Dios lo honró.

Nació en Sebaste, cuidad de Armenia. La pureza de sus costumbres, la dulzura de su naturaleza, su humildad y prudencia, y sobre todo, su eminente misericordia, criaron en él la estimación de todo lo bueno.

Los primeros años de su vida se desempeñó en el estudio de la filosofía y un tiempo hizo grandes progresos. Los bellos descubrimientos que hizo en el estudio de la naturaleza excitaron su inclinación a la medicina, la cual practicó con perfección. Esta profesión le dio motivo para conocer más de cerca las enfermedades y la miseria de esta vida. Pensaba retirarse al desierto, pero cuando falleció el obispo de Sebaste, lo eligieron en su reemplazo con los aplausos de toda la ciudad.

El nuevo cargo lo obligó a iniciar una vida más santa. Cuanto más se ocupaba de la salvación de sus ovejas, más aumentaba esa despreocupación por su propia vida. Se dedicó entonces a instruir al pueblo; más con su ejemplo que con su palabra.

Era tan grande la predisposición que tenía al retiro y tan ardiente el deseo de perfeccionarse cada día más y más, que tuvo la necesidad de esconderse en una gruta, situada en la punta de una montaña llamada “el monte Argeo”, poco distante de la ciudad.

A pocos días de estar allí, Dios manifestó la eminente santidad de su fiel siervo con varios milagros. No solamente venían de todas partes hombres para que los curara de las dolencias de su alma y cuerpo, sino que hasta los mismos animales salvajes salían de sus cuevas y venían a manadas a que el santo Obispo les diera su bendición y para ser sanador. Si sucedía que lo encontraban en oración cuando llegaban, esperaban mansamente en la puerta de la gruta sin interrumpirlo, pero no se retiraban hasta lograr que el Santo los bendijera.

Hacía el año 315 por mandado del emperador Licinio, se ordenó exterminar a todos los cristianos. El plan para exterminarlos consistía en juntarlos en un gran patio y echarles unos leones para que los mataran, de tal suerte que mandaron a la selva a un grupo de soldados para capturar a algunos leones.

En cumplimento de su misión, salieron a las selvas cercanas en caza de leones y tigres. Los enviados del gobernador entraron por el monte Argeo y se encontraron con la cueva, en la cual San Blasio estaba retirado. La entrada a la cueva estaba rodeada de muchos animales salvajes viendo al Santo que estaba rezando en medio de ellos con la mayor tranquilidad. Fascinados del suceso tan extraordinario, comunicaron al Gobernador lo que acababan de ver y él, sorprendido de esta noticia, ordenó a los soldados que trajeran a su presencia al santo Obispo. Nuestro Santo, bañado de una dulcísima alegría les dijo: “Vamos, hijos míos, vamos a derramar nuestra sangre por mi Señor Jesucristo. Hace mucho tiempo que suspiro por el martirio, y esta noche el Señor me ha honrado aceptando mi sacrificio”.

Luego que se extendió la noticia que a nuestro Santo lo llevaban a la ciudad de Sebaste, los caminos se llenaron de gente —concurriendo hasta los mismos paganos— que deseaban recibir su bendición y el alivio de sus males. Una pobre mujer, desesperada y afligida, pasó como pudo por medio de la muchedumbre y llena de confianza se arrojó a los pies del Santo, presentándole a un hijo suyo que estaba sufriendo por una espina que le había atravesado la garganta y que lo ahogaba sin remedio humano. Compadecido el piadoso Obispo del triste estado de su hijo y del dolor de la madre, levantó los ojos y las manos al cielo y empezó a rezar fervorosamente: “Señor mío, Padre de las Misericordias y Dios de todo consuelo, dígnate de oír la humilde petición de tu siervo y concédele a este niño la salud para que a través de éste milagro todo el mundo sepa que Tú eres el Señor de los vivos y de los muertos pues Tú eres el Dueño y soberano de todos, misericordiosamente liberal, y te suplico humildemente, que todos los que recurran a mí para conseguir la curación con fe y temor de ti, sean benignamente oídos y favorablemente atendidos.” Apenas terminó el Santo su oración, cuando el muchacho arrojó la espina de su garganta y quedo totalmente sano. (Actualmente ésta es la principal veneración que tiene San Blasio, por la ayuda con todos los males de la garganta, y los milagros que aparecen cada día demuestran la eficacia de su poderosa protección).

Cuando llegaron a la ciudad, San Blasio fue presentado al Gobernador, quien le ordenó que allí mismo, sin ninguna réplica y demora, sacrificase a los dioses inmortales. ¡Oh Dios! — exclamó el Santo — ¿Para qué diste ese nombre a los demonios, que sólo tienen el poder para hacernos mal? No hay más dios que un sólo Dios Inmortal, Todopoderoso y Eterno y ese es el Dios que yo adoro!”

Irritado con esta respuesta, Agricolao al instante ordenó que le pegaran con toda la crueldad posible hasta que muriera, pero San Blasio demostró alegría en su semblante y obtuvo una fuerza sobrenatural que lo sostuvo con vida. Después lo llevaron a la cárcel, en la cual obró tantos milagros que cuando entró enfurecido el Gobernador, ordenó que le despedazasen el cuerpo con uñas de acero, herida tras herida.

Corrían arroyos de sangre por todas partes. Siete devotas mujeres, se preocuparon de recogerla cuidadosamente y por ese acto fueron llevadas ante el gobernador acompañadas de dos pequeños niños. Él las mandó a honrar a los dioses bajo pena de su vida. Ellas pidieron que les entregaran los ídolos, y cuando todos creían que iban a venerarlos, los arrojaron a una laguna. Por esa demostración ganaron la corona del martirio siendo degolladas junto con los dos niños.

San Blasio, seguía vivo, entonces avergonzado el gobernador de verse siempre vencido, mandó que lo ahogaran en la misma laguna donde habían sido arrojados los ídolos. Protegiéndose el Santo Mártir con la señal de la cruz, comenzó a caminar sobre las aguas sin hundirse. Como si fuera por tierra firme, llegó a la mitad de la laguna y se sentó serenamente demostrando a los infieles que sus dioses no tenían ningún poder. Hubo algunos tan necios o corajudos, que quisieron hacer la prueba por su cuenta, pero todos se ahogaron. En ese momento San Blasio escuchó una voz que lo llamaba a salir de la laguna para recibir el martirio. Al salir, el gobernador de inmediato le mandó a cortar la cabeza. Esto sucedió en el año 316.

Sus intecrcesiones sean con nosotros. Amén.

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Sán Arquipo (Apóstol)

19/02

Febrero19_San_ArquipoCuando Arquipo era estudiante, era amigo  y compañero de San Pablo, quien lo trajo a la fe de Cristo. Por su celo, devoción y dedicación, rápidamente llegó a ser discípulo de su maestro en la batalla espiritual. Por ello, el apóstol Pablo lo menciona en su Epístola a Filemón y en su Epístola a Los Colosenses también.

San Arquipo fue obispo de la ciudad de Colosas en Frigia, y durante las persecuciones a  los cristianos se reunía en su casa con sus fieles para celebrar la liturgia.

Más tarde, se convirtió en Obispo de la ciudad de Gaza. Santa Apia, su esposa, ayudó y dio asilo a los enfermos y vagabundos en su casa. Ella siempre apoyó a su marido en la proclamación de la Palabra de Dios.

En la puesta en práctica de su misión divina, Arquipo, fue arrestado y habiéndose negado a realizar sacrificios a los ídolos, lo desvistieron y lo colocaron en un pozo enterrándolo hasta la mitad de su cuerpo. Arquipo, sin embargo, continuó con voz alta testimoniando su fe en Cristo. Entonces, comenzaron a herirlo con agujas en su cuerpo, por delante, por atrás, en el cuello, en las axilas, en sus costados, en sus ojos, en las orejas, en la boca y en la cabeza.

Sin embargo, Arquipo  insistía en su fe en Cristo siendo Jesús el centro de su oración y alabanza. El Santo fue apedreado brutalmente hasta que entregó su vida, mas, su alma fue recibida por Cristo eternamente, recibiendo junto con el Apóstol Pablo la corona del martirio. Sus intercesiones sean por nosotros. Amén.

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San Caralampio (Sacerdote Mártir)

10/02

San CaralampioFue martirizado en el tiempo del emperador Sauiro (194-211), en la ciudad de Efeso. Era sacerdote por mucho tiempo cuando recibió el martirio. Tenía 107 años, y parece que ha sido el mártir mayor, por edad, de toda la historia.

Le acusaron de haber formado un peligro para la seguridad del emperio porque provocaba rebelión en el pueblo. Cuando lo condujeron  ante la presencia del gobernador Luciano, estaba revestido del ornamento sacerdotal. El gobernador lo amonestó y él contestó: “Tú no sabes lo que es conveniente para mí. Te digo: no hay más dulce a mi corazón que ser perseguido por el amor de Cristo. Te suplico apliques las torturas, lo más pronto posible, sobre este viejo cuerpo, todo lo que piensas que es insoportable, para que aprendas la fuerza invencible de mi Cristo.”

Le desvistieron y lastimaron su cuerpo con garras de hierro. Sin embargo, ni un gemido, más bien decía: “Les agradezco, hermanos, porque al desgarrar mi cuerpo viejo, renuevan mi espíritu y lo aprontan para la bienaventuranza.”

Varias torturas, pero como si se hubieran aplicado al cuerpo de otro. La escena provocó la conversión de muchos. Se menciona que el santo compareció ante el mismo Emperador en Antioquía, y que en su presencia curó a un hombre endemoniado por treinta y cinco años. El demonio cuando percibió el perfume de santidad que surgía del hombre de Dios, gritó: “Te suplico, siervo de Dios, no me castigues antes de tiempo. Ordéname y yo saldré del hombre.” El santo, con la valentía de su Señor, le increpó y el hombre quedó curado.

Se agotó la paciencia del Emperador y mandó decapitarlo. La hija del emperador misma, Galina, creyó y acogió su cuerpo para enterrarlo debidamente. Su cráneo es guardado en el monasterio de san Esteban, Metéora; también hay reliquias de su cuerpo en el Monte Atos, Palestina, Chipre, las islas griegas. En Grecia, la  veneración y la devoción a san Caralampio es difundida de una manera vigorosa. La Iglesia entera, en Oriente y Occidente, lo conmemora el 10 de febrero. Sus oraciones sean con nosotros. Amén. 

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San Nicéforo

09/02

Nicéforo el antioqueno vivió y fue martirizado durante el gobierno de los emperadores Valeriano y Galeriano. Era un hombre cuya sencillez le unía a un sacerdote de la ciudad llamado Sapricio, una amistad muy íntima que los llevaba a actuar como una sola alma, un solo corazón y una voluntad. Pero la envidia del maligno, con sus trampas, inyectó su veneno entre los dos, así que su amistad se volvió enemistad.

Con los días la enemistad se encendía más y más a tal grado que el uno rehuía al otro totalmente. Pero Nicéforo, por la misericordia de Dios, comprendió la fealdad del odio y que había caído en la trampa de Satanás, y para acompañar su arrepentimiento con la reconciliación, mandó a unos intermediarios para pedir el perdón. Pero en el sacerdote Sapricio no se encontró sino un sordo oído y un corazón duro como la piedra. Después de muchos intentos fracasados de intermediación, Nicéforo se presentó por sí mismo ante su amigo y se postró ante sus pies pidiéndole el perdón, pero Sapricio, prefiriendo pegarse a la fosa de su odio y terquedad, se apartó de él con toda la indeferencia del mundo.

En el año 260 la ola de persecuciones despertó de nuevo. Sapricio fue capturado y presentado ante el gobernador que le preguntó: “¿Cómo te llamas?”, contestó: Sapricio; “¿Cual es tu profesión?”, contestó: “soy cristiano”; “¿Eres clérigo?”, dijo: “tengo el honor de ser sacerdote, – y agregó- nosotros los cristianos confesamos a un solo Dios y Señor Jesucristo, quien es el Dios Verdadero, Creador de todo el cielo y la tierra; mientras los dioses de los gentiles son diablos.” El gobernador se encolerizó y mandó atormentarlo. A pesar de los azotes y castigos, Sapricio no vaciló y la Gracia de Dios lo guardó hasta que dijo el Gobernador: “el sacerdote de los cristianos, Sapricio, que está convencido zonzamente que resucitará para una segunda vida, que sea entregado al verdugo para que le separe la cabeza del cuerpo.”

Con mucha alegría el sacerdote fue guiado hacia la ejecución. Mientras, Nicéforo estaba muy confundido: alegre por el martirio que su amigo gozaría, pero preocupado por desearle ser limpio de cualquier mancha. Así que en cuanto pudo llegar de entre de los multitudes, se prosternó ante él y le dijo: “Oh mártir de Cristo, perdóname por lo que he pecado contra ti.” Sapricio se mantuvo en silencio, sin decir ni una palabra; ni siquiera miró al rostro de Nicéforo. Entonces los soldados azotaron a este hombre de Dios y se burlaron de él diciendo: “este tonto está pidiendo el perdón de un hombre que está a las puertas de la muerte.”

Por fin, llegaron al sitio de ejecución y el verdugo le ordenó a Sapricio que se postrara para cortar su cabeza. Pero, ya que la Divina Gracia lo había dejado por su actitud rencorosa, empezó a gritar: “¿por qué me quieren cortar la cabeza?”; “porque rechazas ofrecer a los dioses- le contestaron- y te abstienes de obedecer al emperador por amor a aquel llamado Jesús”. Sapricio gritó: “hermanos, no me maten; estoy dispuesto a hacer todo lo que me piden.”

¡Que lástima, Sapricio cayó! Nicéforo le gritaba: “¿Qué es lo que haces hermano mío?, ¿niegas a Cristo, nuestro buen Maestro? No pierdas la corona que has ganado por tus tormentos y dolores…” Sapricio no quiso escuchar. Entonces Nicéforo se presentó ante el verdugo diciéndole: “yo soy cristiano y creo en Jesucristo al Quien este miserable acaba de negar; estoy dispuesto a morir en su lugar.” Todos los presentes se sorprendieron y los soldados se confundieron y mandaron preguntar al gobernador: “Sapricio decidió hacer ofrenda a los dioses pero aquí hay un hombre que proclama a su Cristo y dice estar dispuesto a morir por Él.” El gobernador, por su parte, ordenó liberar a Sapricio, y ejecutar a Nicéforo, así que el hombre de Dios cumplió con su martirio y fue glorificado el 9 de febrero del año 260. El oriente y el occidente lo recuerda en este día. Sus intercesiones sean con todos nosotros. Amén.

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Nicéforo de Antioquía (Mártir)

09/02

San Nicéforo de AntioquíaNicéforo vivió y fue martirizado durante el gobierno de los emperadores Valeriano y Galeriano. Era un hombre cuya sencillez le unía a un sacerdote de la ciudad llamado Sapricio, una amistad muy íntima que los llevaba a actuar como una sola alma, un solo corazón y una voluntad. Pero la envidia del maligno, con sus trampas, inyectó su veneno entre los dos, así que su amistad se volvió enemistad.

Con el paso de los días la enemistad se encendía más y más a tal grado que el uno rehuía al otro totalmente. Pero Nicéforo, por la misericordia de Dios, comprendió la fealdad del odio y que había caído en la trampa de Satanás, y para acompañar su arrepentimiento con la reconciliación, mandó a unos intermediarios para pedir perdón. Pero en el sacerdote Sapricio no se encontró sino un oído sordo y un corazón duro como la piedra. Después de muchos intentos fracasados de intermediación, Nicéforo se presentó por sí mismo ante su amigo y se postró ante sus pies pidiéndole el perdón, pero Sapricio, prefiriendo pegarse a la fosa de su odio y terquedad, se apartó de él con toda la indeferencia del mundo.

En el año 260 la ola de persecuciones despertó de nuevo. Sapricio fue capturado y presentado ante el gobernador que le preguntó: “¿Cómo te llamas?”, contestó: Sapricio; “¿Cuál es tu profesión?”, contestó: “Soy cristiano”; “¿Eres clérigo?”, dijo: “tengo el honor de ser sacerdote, -y agregó- nosotros los cristianos confesamos a un solo Dios y Señor Jesucristo, quien es el Dios Verdadero, Creador del cielo y de la tierra; mientras los dioses de los gentiles son diablos.” El gobernador se encolerizó y mandó atormentarlo. A pesar de los azotes y castigos, Sapricio no vaciló y la Gracia de Dios lo guardó hasta que el Gobernador se desesperó: “El sacerdote de los cristianos, Sapricio, que está convencido zonzamente que resucitará para una segunda vida sea entregado al verdugo para que le separe la cabeza del cuerpo.”

Con mucha alegría el sacerdote fue guiado hacia la ejecución. Mientras, Nicéforo estaba muy confundido: alegre por el previlegio del martirio que su amigo iba a alcanzar, pero preocupado por el problema entre ellos dos no resuelto. Así que en cuanto pudo llegar de entre de las multitudes, se prosternó ante él y le dijo: “Oh mártir de Cristo, perdóname por lo que he pecado contra ti.” Sapricio se mantuvo en silencio sin decir ni una palabra; ni siquiera miró al rostro de Nicéforo. Entonces los soldados azotaron a este hombre de Dios y se burlaron de él diciendo: “Este tonto pide el perdón de un hombre que está a punto de morir.”

Llegaron al sitio de ejecución y el verdugo le ordenó a Sapricio que se postrara para cortar su cabeza. Pero, ya que la Divina Gracia lo había dejado por su actitud rencorosa, empezó a gritar con coobardía: “¿Por qué me quieren cortar la cabeza?”; “porque rechazas ofrecer a los dioses -le contestaron- y te abstienes de obedecer al emperador por amor a aquel llamado Jesús”. Sapricio gritó: “hermanos, no me maten; estoy dispuesto a hacer todo lo que me pidan.”

¡Que lástima, Sapricio cayó! Nicéforo le gritaba: “¿Qué es lo que haces hermano mío?, ¿niegas a Cristo, nuestro Maestro bondadoso? No pierdas la corona que has ganado por tus tormentos y dolores…” Sapricio no quiso escuchar. Entonces Nicéforo se presentó ante el verdugo diciéndole: “Yo soy cristiano y creo en Jesucristo a Quien este miserable acaba de negar; estoy dispuesto a morir en su lugar.” Todos los presentes se sorprendieron y los soldados se confundieron y mandaron preguntar al gobernador: “Sapricio decidió hacer ofrenda a los dioses pero aquí hay un hombre que proclama a su Cristo y dice estar dispuesto a morir por Él.” El gobernador, por su parte, ordenó liberar a Sapricio, y ejecutar a Nicéforo, así que el hombre de Dios cumplió con su martirio y fue glorificado el 9 de febrero del año 260. Oriente y el Occidente lo recuerdan en este día.

Sus intercesiones sean con nosotros. Amén.

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San Teodoro (Jefe militar)

08/02

febrero8_S.TeodoroSan Teodoro era gobernador de una ciudad de Asia Menor llamada Heraklea. Con su vida devota y su bondad se ganó a los ciudadanos y convirtió a Cristo a muchos paganos que vieron su vida como un ejemplo a seguir. Los rumores sobre su vida llegaron hasta el emperador Licinio (308-323), quien decidió ir a buscar al gobernador para obligarlo a rendirle culto a los ídolos paganos. Viendo que San Teodoro era muy firme en sus convicciones, ordenó someterlo a crueles martirios.

Primero lo estiraron en el suelo y lo golpearon con varas de hierro, cepillaron su cuerpo con hierro puntiagudo, lo quemaron y finalmente lo crucificaron y le sacaron los ojos. Por la noche, un ángel lo desmontó de la cruz y sanó todas sus heridas. Cuando a la mañana siguiente llegaron los sirvientes de Licinio, enviados por él para tirar el cuerpo de San Teodoro al mar y lo vieron totalmente sano, creyeron en Cristo. Ese día viendo este milagro de Dios, muchos paganos se convirtieron en cristianos. Cuando Licinio se enteró, ordenó decapitar a San Teodoro, quien murió en el año 319. Todos sus martirios fueron escritos por su servidor y escriba Uar, quien fue testigo ocular. Sus intercesiones sean con nosotros. Amén.

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San Lucas (Justo)

07/02

San Lucas (Justo)

San Lucas nacio en el 896. Tenía siete hermanos, de los cuales él fue el tercero. Fue un muchacho piadoso y obediente. A temprana edad lo pusieron a cuidar ovejas y cultivar los campos. Desde niño, a menudo se quedaba sin comer para alimentar a los hambrientos y algunas veces se quitaba sus vestidos para dárselos a los mendigos. Cuando salía a sembrar, acostumbraba esparcir la mitad de las semillas en las tierras de los pobres. Era notorio que el Señor bendecía las cosechas de su padre con abundancia.

Se sentía llamado a la vida religiosa y en una ocasión salió de Tesalia con la intención de buscar un monasterio, pero fue capturado por soldados que le creyeron un esclavo fugitivo. Lo interrogaron, pero cuando les dijo que era siervo de Cristo y había emprendido el viaje por devoción, se negaron a creerle y lo encerraron en prisión tratándolo muy cruelmente. Después de algún tiempo descubrieron su identidad y lo pusieron en libertad, pero al regresar a su casa fue recibido con burlas por su fracasada escapatoria.

Aunque todavía deseaba consagrarse a Dios, los parientes de Lucas no querían dejarle ir, pero dos monjes, que iban camino de Roma a Tierra Santa y eran atendidos hospitalariamente por la madre de San Lucas, lograron convencerla para que dejara a su hijo viajar con ellos hasta Atenas. Allí entró a un monasterio pero no se le permitió permanecer mucho tiempo. Un día el superior lo llamó y le dio a entender que su madre se le había aparecido en una visión, y que lo necesitaba, que lo mejor sería que fuera a su casa para ayudarla. Así pues, Lucas regresó una vez más y fue recibido con alegría y sorpresa; pero después de cuatro meses, la misma madre se convenció de que su hijo tenía una verdadera vocación a la vida religiosa y ya no se opuso más. Lucas construyó una ermita cerca de Corinto, adonde se fue a vivir; tenía entonces dieciocho años de edad. Llevaba una vida de austeridad muy dura; pasaba las noches en oración, privándose casi por completo del sueño. Sin embargo, estaba lleno de alegría y caridad, aunque a veces tenía que luchar violentamente contra las tentaciones. Recibió tantas gracias de Dios que por su medio se obraban milagros, tanto durante su vida como después de su muerte. Es uno de los primeros santos de quienes se cuenta que se le vio elevado del piso en oración. La celda de san Lucas fue convertida en lugar de peregrinación después de su muerte y la llamaron Soteno o Sterion (lugar de curación).

Cuyas intercesiones sean con nosotros. Amén.

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San Focio, Patriarca de Constantinopla

06/02

San Focio de ConstantinoplaSan Focio, Patriarca de Constantinopla provenía de una familia de celosos cristianos. Su padre murió como un mártir en defensa de los iconos sagrados. San Focio recibió una excelente educación y dado que su familia estaba relacionada con la casa imperial, ocupó el cargo de Secretario de Estado en el Senado. Sus conocidos decían que aún que San Focio era joven de edad, tenía la madurez de un sabio, pues a pesar de vivir alrededor de tanto lujo y belleza, admiraba y deseaba una vida sencilla.

Los obispos, a sabiendas de la piedad y el amplio conocimiento de Focio,  informaron al emperador  que era un hombre digno de ocupar el puesto del Patriarca. San Focio aceptó la propuesta con humildad. Pasó por todos los grados sacerdotales en seis días. En el día de la Natividad de Cristo, fue consagrado obispo y elevado al trono patriarcal.

El Patriarca Ignacio fue destituido de su puesto y esto trajo celos y discusiones dentro del patriarcado.

En el año  861 hubo un sínodo para poner fin a los disturbios, y la deposición de Ignacio y la instalación de Focio como Patriarca se confirmaron.

Hasta el final de su vida, San Focio fue un firme defensor de la Iglesia Ortodoxa de Oriente contra las intrigas y asechanzas papales. En 864, Bulgaria voluntariamente se convirtió al cristianismo. El príncipe búlgaro Boris fue bautizado por el patriarca Focio.

Más tarde, Focio envió a un arzobispo y a un grupo de sacerdotes para bautizar al pueblo búlgaro. En 865, los santos Cirilo y Metodio fueron enviados a Bulgaria a predicar a Cristo en la lengua eslava. Sin embargo, los partidarios del Papa también predicaron contradiciendo a los misioneros ortodoxos.

Los Alemanes invadieron Bulgaria y el príncipe tuvo que pedir  al Papa que enviara  a sus obispos para apoyarlo. Cuando llegaron a Bulgaria, los legados del Papa comenzaron  a sustituir las enseñanzas cristianas ortodoxas  y su práctica por la propia. San Focio, como un firme defensor de la verdad y denunciante de la falsedad, escribió una encíclica informando a los obispos de Oriente las acciones del Papa; denunciando que la separación  de la Iglesias Romana  y Ortodoxa no sólo existía en el ritual, sino también en su confesión de fe. Se convocó en consejo la censura de la arrogancia de Occidente.

En 867, Basilio el Macedonio se apoderó del trono imperial después de asesinar al emperador Miguel.

San Focio denunció al asesino y no le permitió participar más de los Santos Misterios de Cristo. Por lo tanto, San Focio fue retirado de la sede patriarcal y confinado a un monasterio bajo la custodia del Patriarca Ignacio quien  fue restaurado a su posición.

En el año 869 se creó un  sínodo  para investigar la conducta de San Focio. En este consejo participaron los legados del Papa. Los participantes firmaron un documento  reconociendo la primacía papal. Los obispos de Oriente no estuvieron de acuerdo en esto por lo que se convocó un Consejo.

En el sínodo San Focio escuchó con un silencio digno todas las acusaciones que los delegados le imputaron. Sólo cuando los jueces le preguntaron si deseaba arrepentirse dijo: “¿Por qué se consideran a sí mismos jueces?”. El santo fue enviado a prisión durante siete años.

La Iglesia ortodoxa venera a San Focio como un “pilar y fundamento de la Iglesia”, “guía de inspiración de los ortodoxos”  y un teólogo sabio. Dejó tras de sí varias obras: explicó los errores de los latinos, refutó la enseñanza sobre la inmortalidad del  alma y habló sobre la destrucción de las herejías; explicó las Sagradas Escrituras  y estudió muchos aspectos de la fe.

Sus intercesiones sean con nosotros. Amén.

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San Bucolo, Obispo de Esmirna

06/02

San Bucolo, obispo de Esmirna, fue un discípulo del santo Apóstol y evangelista Juan el Teólogo y se convirtió en el primer obispo de Esmirna (en Asia Menor).

Por la gracia de Dios, San Bucolo convirtió y bautizó a muchos de los paganos a Cristo. Como un guía sabio y experimentado, defendió a su rebaño de las tinieblas de la herejía.

Murió en paz entre los años 100-105. Confió su rebaño a San Policarpo (23 de febrero), uno de los Padres Apostólicos, que también fue un discípulo del Santo Apóstol Juan el Teólogo. En la tumba de San Bucolo creció un árbol de mirto cuyas hojas, según la tradición, sanaban a los enfermos.

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