Santa Antonina era originaria de la ciudad de Krodamos (Asia Menor). Fue arrestada por ser cristiana y llevada ante el gobernador Festo. Este la instó a adorar a los dioses paganos, prometiéndole convertirla en sacerdotisa de la diosa Artemisa. Pero la santa confesó valientemente a Cristo, y ella instó al gobernador a renunciar a la adoración de demonios en forma de ídolos. Festo ordenó golpear a la santa en el rostro y encerrarla en prisión.

La mártir pasaba todo el tiempo en oración, sin comer ni beber nada, pero entonces escuchó la voz de Dios: «Antonina, fortifica tu alimentación y sé valiente, porque yo estoy contigo». Cuando la llevaron de nuevo ante el gobernador, la mártir continuó defendiendo la fe cristiana y denunciando a los paganos.

El gobernador decidió entregar a la santa virgen para que la profanaran los soldados, pero el Señor inspiró a uno de ellos, san Alejandro, para salvarla. Pidió permiso para acercarse a ella con el pretexto de convencerla de obedecer la voluntad del gobernador. San Alejandro le sugirió entonces que se pusiera su uniforme militar y huyera. Santa Antonina tuvo miedo, pero el Señor le ordenó que accediera.

Nadie la reconoció vestida de soldado, y salió de la prisión. Los soldados enviados por Festo encontraron a Alejandro solo en la celda. No respondió a las preguntas del gobernador, por lo que fue torturado y golpeado sin piedad. Por inspiración de Jesucristo, santa Antonina también compareció ante Festo.

Los soldados les cortaron las manos, las untaron con brea y las arrojaron a un pozo donde ardía fuego. Cuando el fuego se apagó, arrojaron serpientes al pozo para que los cristianos no pudieran recoger los huesos de los mártires. Al regresar a casa, Festo quedó entumecido y no pudo comer ni beber. Murió tras siete días de terrible tormento.

Los santos Alejandro y Antonina fueron martirizados el 3 de mayo del año 313, aunque su memoria aparece mencionada el 10 de junio. Las reliquias de los santos fueron trasladadas a Constantinopla y colocadas en el monasterio de Maximov.

Tropario tono 4, del común de Santos Mártires

Tus mártires, oh Señor, * han obtenido de ti * coronas de incorrupción * en su lucha, Dios nuestro. * Al tener, pues, tu fuerza, * han vencido a tiranos * y aplastado de los demonios * su abatida insolencia. * Por sus intercesiones, oh Cristo Dios, * salva nuestras almas.

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Santoral Santoral ()

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