Esta famosa seguidora de Cristo estuvo desposada con Él desde temprana edad.
Su padre, Dióscoro, era un pagano de la ciudad de Heliópolis en Egipto, y era conocido por su fortuna y posición. Dióscoro encerró a su única hija, que era inteligente y bella, en una torre alta, la rodeó de todas las comodidades posibles, le dio un ejército de sirvientes, colocó ídolos para adoración, y le construyó un baño con dos ventanas. Mirando a través de las ventanas la tierra y el cielo estrellado, la mente de Bárbara fue abierta por la gracia de Dios, y llegó a conocerle como el único Dios y Creador verdadero, aunque no tenía maestro humano que la trajese al conocimiento de Dios.
Una vez, mientras su padre estaba fuera de la ciudad, salió de la torre, y por la providencia de Dios encontró a unos cristianos que le hablaron acerca de la verdadera fe cristiana. El corazón de Bárbara se encendió con amor por Cristo. Hizo que se abriera una tercera ventana en su baño como símbolo de la Santísima Trinidad, y trazó una cruz con su dedo en una de las paredes, la cual se grabó profundamente en la piedra, como si hubiera sido cortada por un cincel. Un manantial de aguas brotó de una huella suya en el piso del baño, que luego trajo sanidad a muchos.
Cuando Dióscoro se enteró de la fe de su hija, la golpeó violentamente y la echó de la torre, persiguiéndola para matarla; pero un acantilado se abrió para esconder a Bárbara de su padre. Cuando ella apareció de nuevo, Dióscoro la llevó ante Marciano, el gobernador de la ciudad, quien la entregó para ser torturada. La inocente Bárbara fue desnudada y golpeada hasta que todo su cuerpo estuvo cubierto con heridas sangrientas; pero el Señor mismo se le apareció en la cárcel con muchos ángeles y la sanó.
Una cierta mujer llamada Juliana, vio esto y deseó ser martirizada también. Ambas fueron terriblemente torturadas, y luego fueron llevadas alrededor de la ciudad para ser ridiculizadas. Después de esto sus senos fueron cortados y mucha sangre brotó de ellas. Fueron finalmente llevadas al lugar de ejecución, y Juliana murió a manos de soldados, mientras que Bárbara fue asesinada por su propio padre. Ese mismo día, un rayo cayó en la casa de Dióscoro que lo mató a él y a Marciano. Santa Bárbara sufrió en el 306.
Tropario, tono 4
Alabemos a la bienaventurada santa Bárbara, * que aniquiló las trampas del enemigo, * y huyó de ellas, cual un pájaro, * por el auxilio del arma de la Cruz.
Nuestro Padre entre los Santos Juan Damasceno
Fue primero ministro del califa Abdul-Malek, y luego se hizo monje en el Monasterio de san Sabas el Santificado. Por su ardiente defensa de la veneración de íconos durante el reino del emperador León el Isaurico [en Constantinopla], mientras aún era ministro, fue calumniado por el Emperador ante el Califa, quien hizo que se cortara su mano derecha. Juan se hincó en oración ante el ícono de la Santísima Madre de Dios, y su mano fue unida de nuevo a su brazo y sanada milagrosamente. Viendo esta maravilla, el Califa se arrepintió, pero Juan no quiso permanecer en la corte como noble, sino que decidió retirarse a un monasterio. Allí fue desde el principio un modelo de humildad y obediencia, y de toda obra de ascetismo prescrita para los monjes. Escribió el canon para la salida del alma del cuerpo, compiló el Octoejos, el Irmologion, el Menologion, y el Canon Pascual, y escribió muchas obras teológicas de inspirada profundidad.
Gran monje, himnógrafo, teólogo y un gran guerrero por la verdad de Cristo, Damasceno es considerado uno de los grandes Padres de la Iglesia. Entró en paz a su descanso a la edad de setenta y cinco años.
Tropario, tono 3
Dulce ruiseñor de la Iglesia, * lira espléndida de la fe recta, * te tenemos entre nosotros, Juan Damasceno, * porque alumbraste los confines de la tierra, * al fulgurar con doctrinas sapientísimas. * Intercede ante Cristo Dios, oh justo padre, * para que nos otorgue la gran misericordia.