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MEMORIA
DE LOS ARCÁNGELES MIGUEL Y GABRIEL
Y DE TODOS LOS INCORPÓREOS PODERES CELESTIALES
Desde
la antigüedad, los ángeles siempre han tenido un papel
relevante en la adoración y en la vida de los adoradores,
a tal grado que casi ningún libro del Antiguo Testamento
carece de alguna mención de ellos.
Pero siempre ha existido el peligro de que la gente malentienda
la transparente naturaleza de los ángeles la cual se supondría
que indica al Señor Dios, y no a sí misma. Entonces
si los hombres se detienen y cautivan en ella, sin atender al verdadero
Dios viviente, caen en la herejía; en esto cayeron los hebreos
en tiempos del sacerdote Jilquías (2 Reyes 23) cuando los
sacerdotes idolatras, impuestos por los reyes de Juda, ofrecían
incienso a “Baal, al sol, a la luna, a los astros y a todo
el ejército de los cielos”. El mismo san Pablo advierte
de tal culto: “Que nadie os prive del premio, a causa del
gusto por ruines prácticas, del culto de los ángeles”
(Col. 2, 18). El canon 35 del concilio de Laodicea (364 d.C.) condenó
una práctica de adoración a los ángeles que
se había difundido, y declaró que: “No es lícito
a los cristianos que dejen la Iglesia de Dios para ir a adorar a
los ángeles formando asambleas propias; esto está
prohibido. Quien practica la adoración a los ángeles
está separado, porque deja a nuestro Señor Jesucristo
y sigue la idolatría.” San Epifanio, obispo de Chipre,
habla de que hubo una antigua secta, llamada “los angelistas”,
que enseñaba que no se debe orar a Cristo ni hacer ofrendas
nosotros mismos a Dios por Él, porque esto supera el merecimiento
de la humanidad, sino que debemos orar a los ángeles.
Todo esto implica sondear la verdad respeto a los ángeles:
¿quiénes son?, ¿de qué naturaleza? ¿cuál
es su papel?..., con una sola pregunta, ¿Qué es lo
que la Iglesia enseña respecto a ellos?
La naturaleza de los Ángeles
Los ángeles son criaturas divinas definidas como “luces
secundarias”, dado que Dios, el Creador, es la primera e increada
Luz; son luces secundarias porque, por la Gracia del Espíritu
Santo, reciben los rayos de la Luz Primaria participando de su inmortalidad.
Dios los creó antes del mundo visible que conocemos, y los
consumó con la santidad. El origen de la palabra ángel
es griegoy significa “mensajero”. Los ángeles
tienen una naturaleza liberada del peso de la carne y gozan de un
permanente e incesable movimiento; aunque esta naturaleza se encuantra
libre de las pasiones carnales, no es impasible como Dios, porque
es creación. Por eso, aunque los ángeles no tienden
hacia la maldad sino con dificultad, no se encuentran en plena seguridad
lejos de ella: tienen que usar bien la libertad que Dios les otorga
para conservarse en la bondad ellos mismos y para crecer en la contemplación
de los divinos misterios, y así, no inclinarse hacia la maldad
al alejarse de Dios, dado que donde no hay cuerpo, no hay arrepentimiento
que se espere.
Si bien decimos que los ángeles no tienen cuerpos, no son
inmateriales, pues Dios es el único que lo es. Los ángeles
son limitados en el tiempo y el espacio: no pueden estar, al mismo
tiempo, en más de un lugar. Pero su ligera naturaleza les
permite traspasar lo que es obstáculo para nosotros (puertas,
paredes... etc.), cuando el Señor les confía cierta
tarea con los hombres. Por eso, el ángel toma forma corporal
que nos posibilita verlo. También su ligereza les facilita
moverse de un lugar a otro, a lo que nosotros consideramos una velocidad
sobrenatural. Y cuando profetizan, lo hacen por la Gracia y orden
de Dios, y no por su propia potestad.
Vigilantes del mundo
Dios hizo a los ángeles guardianes de la tierra que vigilan
la realización de la providencia de Dios para con los hombres,
sean individuos o comunidades. Cada uno de nosotros tiene invisiblemente
su ángel de la guarda cuya vista está siempre fijada
en el custodiado, pero a la vez, está en la Presencia de
Dios. De este ángel hablaba Jesús cuando dijo a sus
discípulos: “Guárdense de menospreciar a uno
de estos pequeños, porque Yo les digo, que sus ángeles
en los cielos ven siempre el Rostro de mi Padre que está
en los cielos.” (Mt. 18, 10-11) El ángel de la guarda
nos inspira la bondad por medio de la conciencia, así que
nos ayuda a rehuir las trampas del diablo y, cuando pecamos, nos
enciende el fuego de la salvífica penitencia.
Las órdenes angelicales
Dios es el único que conoce la naturaleza angelical y sus
límites. El libro del profeta Daniel dice: “Miles de
millares le servían; miriadas de miriadas estaban delante
de Él.” (Dan. 7, 10). Aunque son innumerables para
nosotros, la Tradición, sin embargo, los agrupa en nueve
coros divididos en tres triángulos: el primero contiene aquellos
que están eternamente en la Presencia de Dios, unidos a Él
inmediatamente, antes de los demás; son los Serafines, Querubines,
y Tronos. Serafín, en hebreo, significa enardecido; los Serafines
están en un movimiento sin fin alrededor de la divina Verdad,
lo que posibilita ascender a los que están debajo de ellos
en el orden hacia Dios encendiendo el fuego luminoso y purificador
de la virtud. Querubín indica la consumación del conocimiento
de Dios; por eso, los Querubines son presentados con muchos ojos
de todos lados, con lo que se indica su dignidad para contemplar
la divina Luz. Sobre los Tronos, Dios descansa en paz.
El segundo triángulo contiene Dominaciones, Principados
y Potestades.
El tercer triángulo que concluye las ordenes angelicales,
contiene Jerarcas, Arcángeles y Ángeles, por quienes
los preceptos de Dios nos son comunicados. Como este triángulo
es el más cercano a nosotros, sus ángeles se presentan
con nosotros con forma corporal cuando desea el Señor.
Después de los nueve coros angelicales vino Adán
en el décimo orden, y en él se concluyó la
creación. Adán cayó bajo la esclavitud de la
muerte, pero el Verbo quiso arrebatarlo del abismo: encarnó,
fue crucificado, resucitó de entre los muertos y subió
a los cielos. Por el Verbo encarnado, nuestra naturaleza humana
pasó no nada más a donde estaba antes, sino que traspasó
aun a todas las ordenes angelicales, para que descanse, en la persona
del Hijo Dios, a la diestra de Dios Padre.
Su quehacer
La labor de todos los ángeles es cantar siempre el himno
Trisagio (tres veces Santo) expresando su permanente y creciente
asombro ante el divino Poder. Tenemos en el libro de Isaías
este icono: “Vi al Señor sentado en un trono excelso
y elevado, y sus haldas llenaban el templo. Unos Serafines se mantenían
erguidos por encima de Él; cada uno tenía seis alas:
con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían
los pies, y con el otro par aleteaban. Y se gritaban el uno al otro:
“Santo, Santo, Santo, Señor del Sabaoth, llena está
toda la tierra de su gloria.” (Isa. 6, 1-3)
Lucifer y sus acompañantes
La cercanía de la divina Luz y la estancia en ella no fue
para todos los ángeles una garantía contra la caída,
más bien, para algunos fue motivo de ella. Eso es lo que
le pasó a Lucifer cuando se enorgulleció al contemplar
la eminencia de su dignidad, y enseguida cayó de las alturas
hacia lo más profundo de la tierra. El libro de Isaías
describe esta caída: “¡Cómo has caído
de los cielos, Lucifer, hijo de la aurora! ¡Has sido abatido
a la tierra, dominador de naciones! Tú que habías
dicho en tu corazón: ‘al cielo voy a subir; por encima
de las estrellas de Dios alzaré mi trono [...] me asemejaré
al Altísimo.’ ¡Ya!: al Seol has sido precipitado,
y a lo más hondo del pozo.” (Isa. 14, 12-15).
Lucifer no era malo en su naturaleza sino en su soberbia; él
se rebeló contra Dios haciéndose el primero en rechazar
la bondad y escoger la maldad. Entonces apenas Lucifer pronunció
el pensamiento orgulloso de su corazón, cayó de su
dignidad con todos los que lo acompañaban en ello. En la
tradición, el arcángel Miguel, al ver lo sucedido
y la magnitud de la caída, advirtió a los demás
ángeles clamando: “!Estemos levantados bien, estemos
con temor y atentos!” (exclamación que dice el diácono
antes de la anáfora). Esta exclamación implica que:
“Estemos atentos y vigilantes: que hemos sido privilegiados
en estar en la Presencia de Dios; entendamos que somos siervos;
procuremos conocernos a nosotros mismos y contemplar a qué
hondura han caído los que quisieron ser iguales a Dios.”
Éste acontecimiento es lo que la Iglesia celebra el día
8 de noviembre.
Los arcángeles
En las santas Escrituras y Tradición se han mencionado
nombres de siete arcángeles: Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel,
Salatiel, Yagdael, Berjael.
Miguel
Su nombre significa “¿Quién es igual a Dios?”
La Iglesia, desde tiempos antiguos, lo ilustra con una lanza en
su mano derecha atacando a Lucifer, el diablo, y en su mano izquierda
un ramo de palma. Al arcángel Miguel Dios lo manda a los
hombres para que anuncie su Justicia.
Se manifestó a Abraham (Génesis 12); Dios lo mandó
a Lot, para sacarlo de Sodoma (Génesis 19). Cuando Abraham
iba a sacrificar a su hijo Isaac, Miguel intervino en el último
momento para detenerlo (Génesis 22); se manifestó
a Jacob para salvarlo de su hermano Esaú (Génesis
27); él marchó enfrente del pueblo de Israel para
sacarlo de Egipto (Éxodo 13); fue enviado a Josué,
hijo de Nun, a Gedeón, a Elías (varias veces); se
presentó con los tres jóvenes en el horno de Babilonia
y con ellos cantaba y exaltaba a Dios (Daniel 3); y también
cerró las fauces de los leones y no hicieron daño
alguno a Daniel (Daniel 6).
En el Nuevo Testamento, Miguel liberó a los apóstoles
de la prisión (Hech.5, 19); se reveló a Cornelio (Hechos
10); liberó a Pedro de la cárcel y golpeó a
Herodes con gusanos porque no dio gloria a Dios, y consoló
a Pablo. Él es quien interpretó a san Juan los misterios
de Dios respecto al fin del mundo en el Apocalipsis, entre muchas
otras manifestaciones.
La tradición también nos ha conservado varias intervenciones
y milagros hechos por el arcángel Miguel.
Gabriel
Los arcángeles Miguel y Gabriel siempre son mencionados
juntos. Gabriel significa “la fuerza de Dios”. Si Miguel
anuncia la justicia de Dios, Gabriel anuncia su misericordia. La
una se perfecciona en la otra, como dice el salmo: “Amor y
Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se abrazan.” (Sal.
84, 11).
Dios envía a su arcángel Gabriel para anunciar los
milagros de su amor y los mensajes de la Salvación. Él
fue enviado a predecir a Daniel la venida del Mesías (Daniel
9). En el Antiguo y Nuevo Testamento, Gabriel anuncia el alumbramiento
de mujeres estériles: lo anuncia a los padres de Sansón
(Jueces 3), a Zacarías e Isabel (Lucas 1), y a Joaquín
y Ana, los padres de la Virgen María (según la Tradición).
Él también anunció a la Virgen el nacimiento
del Salvador; guió a los pastores a la cueva de Belén;
advirtió a José respecto a las intenciones de Herodes
y lo mandó ir a Egipto. El día de la Resurrección,
levantó la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella,
luego dijo a las Mirróforas: “No teman. Yo sé
que buscan a Jesús, el crucificado: no está aquí,
ha resucitado...” (Mateo 28).
La iconografía lo ilustra llevando en su mano derecha un
farol, y en la izquierda, un espejo de piedra preciosa verde, que
simboliza la sabiduría de Dios, un misterio oculto.
Rafael
Su nombre significa “la curación de Dios”. Lo
menciona el libro de Tobías: “[...] Fue oído
en aquel instante, en la gloria de Dios, la plegaria de ambos, y
fue enviado Rafael a curar a los dos: a Tobit, para que se le quitaran
las manchas blancas de los ojos y pudiera con sus mismos ojos ver
la luz de Dios; y a Sarra la de Ragüel, para entregarla por
mujer a Tobías, hijo de Tobit, y librarla de Asmodeo, el
demonio malvado...” (3, 16-17). Y después de la boda,
se les manifestó y dijo: “Yo soy Rafael, uno de los
siete ángeles que están siempre presentes y tienen
entrada a la gloria del Señor [...] No teman. La paz sea
con ustedes. Bendigan a Dios por siempre. Si he estado con ustedes,
no ha sido por pura benevolencia mía hacia ustedes, sino
por voluntad de Dios. Miren, yo subo al que me ha enviado. Pongan
por escrito todo cuanto les ha sucedido.” (12, 15-20). La
iconografía presenta a Rafael guiando con su mano derecha
a Tobías que agarra el pez que sacó del río
Tigres, y en su mano izquierda lleva un vaso medicinal.
La Iglesia Latina celebra la memoria de los santos ángeles
el 8 de mayo y el 29 de septiembre, mientras la Iglesia Maronita
lo festeja este mismo día, el 8 de noviembre.
Por la intercesión de tus santos Ángeles, Señor
Jesucristo, Dios nuestro, ten piedad de nosotros y sálvanos.
Amén.
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